La actualidad en política es uno de los temas más importantes para el ser humano, es lo que nos diferencia de las bestias. Incluso podemos decir que la mayoría de los mamíferos tienen problemas políticos de envergadura, que pueden recordar a nuestros problemas humanos. Lo que pasa es que el ser humano tiene el detalle de que es el único que pone por escrito tales políticas; al menos, que se sepa, no hay discusión entre delfines o entre abejas sobre los gestos que usen para estudiar la política que deben llevar a cabo.
Parece una reflexión obvia o demasiado trivial. Sin embargo, ya he leído muchos ensayos y libros sobre la pretendida diferenciación entre el lenguaje natural humano del lenguaje animal. Cada vez que un libro aseveraba que el límite estaba en un punto, ya sea el habla, la representación de símbolos, las herramientas..., al final ese límite resultaba ser superado - era un sesgo por parte del que hacía el ensayo; un pequeño postulado que emitía para poder empezar a discutir lo que le parecía importante.
La política en informática lo tenemos claro: se trata de un mapeo entre la entrada del sistema (sensores) y su comportamiento externo (actuadores), es decir: la política es un tipo de correspondencia. Y, como pasa con las correspondencias, bien se pueden representar por grafos, bien pueden representarse con expresiones analíticas..., pero lo que jamás se debe hacer es reducirlas a los sesgos del científico. Es decir, lo que no es política es un estudio del poder.
Cuando vemos que la gente interpreta la política como si fuera un juego de arrebatar o ganar poder entendemos que esas personas ya no piensan como un comandante (si nos metemos en los recursos literarios que usé para mi libro), estaría pensando como lo hace un general; entendiendo que es como si sus estrategias se redujeran a jugar siempre como en el ajedrez. Es decir, jugar al desgaste.
Sin embargo, ya en mi novela explicaba en boca de mis personajes que en ocasiones la vida no consiste en jugar bajo una única estrategia. Efectivamente, lo que estaba haciendo era explicar que la actualidad política no se reduce a un juego de sillas por el poder; de hecho, contra los que juegan a ese juego existen maneras de actuar que anulan su capacidad para ser autoritario.
El asunto es que lo veo en la prensa española: ese mesianismo que siempre odié. Esa idea de ser los artífices de todo lo que suceda. Ven un suceso y piensan: cuál debe ser el titular para que realmente esto sea un Sr. Suceso. Y claro, detrás del titular en ocasiones incorporan su sesgo; y cuando eres consciente de que mienten porque casualmente te has documentado entonces piensas: ¿cómo será las veces en las que no me documento? ¿Acaso me puedo fiar de esta gente?
El caso es que hoy, 6 de Diciembre, voy a probar a empezar a desvincularme de la actualidad española. Ya iba siendo hora, aprovechando que me han echado de manera ilegal (no alegal, sé que es ilegal, pues mi usuario tenía una manera de acceder a mis datos personales - aunque dudo de la audacia de la fiscalía o la AGPD con respecto a estos asuntos) probaré a no saber nada más de España pues, en el fondo, todo hay que decirlo, en este país ni pincho ni corto.
Me sorprende el que yo me haya convertido, por un tiempo, en el ojito del mundo para luego pasar a ser donde apunta el culo. No tengo ni derecho a reunirme: a las mínimas de cambio aparece un administrador y me echa. No sólo me pasó en Twitter, sino también en varias plataformas no afiliadas a ningún partido pero preocupadas de la deriva política - y siempre fue por motivos absurdos de un administrador. De hecho, en cierta manera, veo que hay un nexo en común: la secta de Podemos, y todos esos milenials que están seguros en su adanismo de que tienen que tapar la boca y censurar a aquellos que no piensen exactamente según sus directrices.
Lo que me molesta de todo ésto es que ésta fue la fuente de la crítica que hacíamos a la política: al final las explicaciones que hacía yo sobre manipulación política y lo que había que evitar en realidad fueron exactamente lo que usaron a modo de guía para adoctrinar y someter a la población civil. Por eso considero que debería de haber leyes contra partidos como Podemos o PP; no lo digo porque me sienta culpable, considero que la cultura siempre es buena. Lo digo porque quien se vale de sus fórmulas para hacer daño es el equivalente a actuar con dolo, y ese tipo de actuaciones son incompatibles con un poder público.
Ahora está sucediendo lo que ya predijo Simone de Beauvoir, parece que el feminismo murió con ella. Es como si se hubiera congelado el tiempo y estuvieramos viviendo el mundo entero una pesadilla de Lynch. En El segundo sexo explicaba cómo aparecían grupos de mujeres que en realidad odiaban a los hombres y que, por supuesto, aun con toda su buena fe no eran feministas (no defendían la igualdad) y cómo lo único que consiguieron fue reafirmar las tesis patriarcales ¡Si es que está todo inventado! Está todo dicho, para eso está la historia. No sé para qué tanto milenial puñetero para nada. Tanto adanismo no es bueno.
Y ahora vemos el resurgir del machismo, el neomachismo: consiste en negar los arquetipos patriarcales que usa nuestra civilización occidental usando como excusa su confrontación con esas feministas pop misandras (las feminazis). Esto provoca lo que llamamos comúnmente un debate televisivo. Los debates televisivos consisten en debates que no tienen fin porque las dos partes se equivocan ¿Quienes ganan? Los que viven de vender noticias o de que haya problemas estereotipados.
El problema es cuando el problema no corresponde con el estereotipo de esa tribu urbana. Entonces los medios se ponen de acuerdo con quienes les financian (esto ya lo decía Marx) y es cuando vemos titulares que no tienen nada que ver con la actualidad. Una intoxicación clara.
Por eso ya no quiero volver a seguir la actualidad política española: ¿existen medios fiables? ¿Cómo se puede saber algo así? La impresión que me da todo esto es que raro es encontrar un periodista que no sea un simple sucedáneo de periodista. Y yo, no soy un bloguero, soy un sucedáneo de bloguero.
Hasta la próxima, sucedáneos
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