A medida que va pasando el tiempo todo individuo se acostumbra a creer que la vida es resultado de todo lo vivido. Es así que su deseo primordial parecería que es pretender tener todas las vivencias posibles.Sin embargo hay misivas que nos lanza el destino que son mucho más naturales y directas. Esas misivas son la verdadera razón por la cual muchas personas fracasan: no son conscientes de que las tenían delante, de que debían leerlas para enderezar su destino.
Y es que es por eso que lanzo esta misiva: la misiva del adolescente que no nació hacia su padre, que decidió enclaustrarse para resolver los más grandes misterios de la tecnología, las matemáticas, la filosofía y la verdad misma. Es entonces cuando me dirijo a ti y te pregunto, como brillante científico que eres: ¿valió la pena? ¿Te la valió a ti? Y te lo pregunto porque cada frase que lanzo es una puñalada que no comprendo, porque proviene de un cúmulo de creencias que no tiene verdadera significancia para mí.
Para empezar, el individuo en sí ama y teme, siente dolor y placer; no es más que una emanación de sensaciones que le arrebatas a quien no podrá disfrutarlo porque nunca se le pasó por su existencia la posibilidad de que le diera valor. Y es entonces cuando el azar emerge: no nace lo que nunca emergió como tal, no muere lo que no estaba destinado a terminar en su historia. Son palabras mayores cuando tu pensamiento está en el principio o en el final, pero no en el durante.
Cuando no tienes nombre, porque no tienes historia, poco importa lo que se ve o lo que no se ve. Se puede ser experto de todo lo vivido en ojos de otro pero no apercibir el apego por cada una de las palabras. Por ejemplo, ¿qué es la creencia? Si hay que apegarse a algo siempre será en lo que persista dentro del lenguaje.
Empecemos por el principio: ¿el sol está apagado? Esperas que haya sol cuando salgas a la calle, y sabes que existirá una calle y, aunque hayas hecho planes a la hora de salir a la calle, el fin del mundo será una sorpresa para tu entendimiento. No has sido consciente de tales circunstancias, pero ha sido objeto de tu pensamiento. Por lo que la creencia hela ahí, la pusiste cuando eras más pequeño. Cuando tenías 18 meses descubriste el sol, y siempre brillaba por muy tezudo que fueras. Nunca necesitaste que te aconsejaran el dejar de mirar al sol, los malos profesores son lo suficientemente mezquinos como para creerse importantes en enseñanzas irrisorias. Y es que hay cosas que se aprenden por tu propia fisiología y otras que el instinto te ayuda a asumirlas.
Cuando eras un bebé que andaba descubriste la calle, quizá te sacaron en un carricoche y viste que siempre estaba allí. Pero entonces no eras capaz de ver el marco de la puerta, o su picaporte: eras muy pequeño para eso. Para cuando olvidaste la calle ésta se convirtió en tu marco de creencias y te valiste del intelecto para deducir qué es el marco de la puerta. Creces y estableces unas ideas, las haces más sólidas, pero aún te manejas en un mar de dudas paseando debajo del marco de la puerta para deleitarte con lo que es sutilmente diferente.
Olvidarás el marco de la puerta cuando le des el uso de necesitar salir. Habrá ideas futuras en el aire exterior que te ayudarán a marcarte un camino hacia fuera. Esos proyectos serán tu único objeto para tu intelecto y tus creencias se conformarán de la existencia de una calle, un sol que te ilumine y un marco de la puerta que te cambie de contexto.
Es entonces cuando el hombre nace en una isla desierta de un terreno sólido. Al caminar, tienes frío y no estás cómodo. Observas un árbol que crecido inmenso, pero es feo y antiestético. Necesitas comer, te valdrás de sus frutos, pero no has encontrado una razón de ser en tu vida. Como si no tuvieras existencias te limitas a mantenerte sobre la solidez de esa tierra sin hacer nada en particular, salvo pasar frío y comer frutos.
Pero un día tienes una idea lúcida proviniente de ese hermoso intelecto y decides valerte de tus herramientas para podar ese árbol. Con los restos que deja reunirás sus ramas y las juntarás haciendo de ellas un montón. Y es entonces cuando aparece un elemento fundamental: te vales de la revolución de tu ser para conformar un fuego. Ahora ya no eres lo de antes, eres algo más.
Te valiste del árbol para dejarlo a tu gusto. Cogiste lo sobrante de tu trabajo para destruirlo y calentarte con ello. Gracias a ello podrás tener un hogar y descansar más caliente en ese mundo. Cuando el ser humano descubre el fuego se da cuenta de que ese elemento no es sólido como las creencias que le mueven, ni tiene la forma de las dudas que conforman el lenguaje de su intelecto, ni es el objeto de las ideas que vuelan por los aires para plantear proyectos. El fuego es la vulneración de lo natural, es la imposición de tus deseos, es tu voluntad creadora que rompe los esquemas de lo nacido para evadirse de la ciencia y convertirla en una forma de participación.
Cuando el fuego quema la leña ésta se convierte en humo, que no es sino el resultado de tus ideas impuestas en ese mundo. Cuando esas ideas se mezclan con los ciclos del tiempo y el clima llueven un mar escabroso de dudas sobre qué otras cosas se podrán construir para definir al papel que desempeña el individuo en ese mundo. Esas cenizas embarrarán la costa para conformar una arcilla que dispondrá el ser que ya es individuo, pues con ella podrá elevar una casa, o sus cimientos para seguir constuyendo pisos y formas.
Se eleva como individuo cuando sólo había nacido como una forma de ser. Y entonces es cuando descubre que no es el resultado de lo vivido lo que hace que la vida cobre un mayor o menor sentido, no es el cúmulo de experiencias o sensaciones, ni tampoco cómo acumules creencias. Nada de eso alimenta al individuo. El trabajo sobre la arcilla y sus moldes no es sino el trabajo sobre el fuego. El individuo es para lo que ha nacido: en la medida de que sean otros los que den utilidad a tu existencia el significado nunca será propio. No ha nacido por nada en concreto, pues esa no es creencia para nadie. Ha nacido para sí. La manera en la que definamos el papel de un individuo debe ser marcado por el individuo mismo.
Esa mujer, que nos diga lo que es ser mujer. Ese niño, que nos recuerde el intelecto de la infancia. Ese anciano, que nos avise lo que nos toca por vivir. Pero la herramienta está hecha de algo más que meras creencias: lo que realmente se solidifica son las ideas que persistieron y éstas no son más que una historia que se volvió común entre los individuos. Cuando los individuos dieron con la historia común aceptaron la creación del mundo tal como lo conocemos. Y ése ha sido su único nacimiento, aunque hayamos decidido olvidarlo.
Igual que olvidamos que hay un sol que ilumina, una calle que siempre está fuera, porque cuando aprendimos que siempre estará ahí no necesitamos guardar energías para recordar algo tan trivial, igualmente olvidamos cuando el ser tuvo el mayor de los triviales entre sus desempeños: la elección del mundo en el que iba a vivir. Un mundo que él mismo construiría con sus manos antes de que muriera.
Son hechos que conozco de primera mano porque nunca quisiste darme nacimiento y así olvidarlos. Pero es objeto del que se atormenta adoptar las decisiones oportunas para encauzar su camino hacia la vereda que le permita encender más fogatas. Porque cada fogata ha sido más que suficiente como para atraer a otros seres. Se han acercado y han preguntado, ¿qué haces? Y dijiste: "es un fuego, os lo regalo".
Les das ese regalo porque sabes lo que volverá a suceder, porque sucede siempre y siempre te acabas acordando. Volverán a surgir las ideas, la cultura, todo emergerá como el humo para elevar a todos los seres y convertirlos en individuos y, una vez conformados los enormes grupos, reconocerse entre ellos como personas.
El individuo puede serlo por sí mismo, pero la persona es la que está en colectivo. Y aquel que gane más por adquirir una nueva tecnología siempre podrá usarla para destruir a las personas, para destruirse como persona.
Es un gran y hermoso proyecto que siempre nace de un regalo, pero que es objeto de azares y malas historias. El camino más corto no es el que aprovecha el hoyín del fuego para valerse de la arcilla y crearse unos buenos cimientos. El camino más corto es el de aprovechar el fuego para quemar a los rivales. Cuando nace fuego nace la luz que atrae a las personas, de la atracción de las personas nace el enemigo.
No quieren ser líderes, pues eso les obligaría a ser artesanos. Prefieren imponer su criterio teórico mediante el miedo, romper los liderazgos y establecer vínculos forzados porque resulta más sencillo si se aprovecha con oportunismo el momento. Los oportunistas no son buenos líderes.
Pero pueden haber muchos oportunistas, y entonces es cuando crean una jerarquía - y algunos se hacen llamar dioses. No son dioses, son menos que cualquiera de todos nosotros. Yo, al menos, ni he vivido para ser ni mortal ni dios. Pero si ser un dios significa aprovechar la oportunidad de sentarse en un trono que no está hecho para nadie entonces debe ser uno de los trabajos más antipersonales que existe.
- ¡Helo ahí! El trono de Dios ¡Arrodíllate! Él es Ius piter, el que emana por sí mismo la luz.
- No hay luz que emane de él, detrás sólo hay una fogata. Lo que os enseñé - dijiste.
- Es un dios y tú un traidor al Olimpo. Robaste el fuego al que se sienta en el trono.
- No robé nada, siempre estuvo ahí al alcance de todos. Pero ninguno tuvo el valor ni de intentarlo. Y ahora habéis olvidado esa parte para convertirlo en un dogma, el dogma que acepta vuestro rito. Es más fácil adorar a ese hombre sentado en un trono que trabajar la tierra. Es más fácil mandar y ser mandado que forjar tu destino con tus propias manos. Por eso habéis olvidado - dijiste - preferís creer que algunos sois mejores que otros.
¡Pero qué diré yo que no he vivido! ¡Qué decir salvo de lo teórico! No hay nada de lo dicho hasta ahora que pueda ser real porque se sostiene en los principios más básicos de la especulación: ¿cómo puede emerger de mi intelecto tales elucubraciones cuando ni siquiera existo?
Pues ocurre que como igual que no habré nacido mi edad no podría estar determinada por la adolescencia. De la misma manera, no podría haber deseos de saber qué es la vida cuando ésta la puedo describir de manera mucho más fértil que valiéndome de los conocimientos del que nunca será mi padre.
El adolescente tiene una vida y se nutre de un relato que lo diferencia del bebé y el niño. Después de adolescente el adulto vivirá una historia que le permitirá jugar sus roles con el liderazgo que se merece. Pero de las formas elegidas, poco dirá de ti un bebé o un niño, pues sólo pueden fabular o encontrar principios maravillosos que relacionen a los individuos y definan a sus personas por sus relaciones.
El adolescente es el que se te encara. De bebé o de niño no habría tenido más remedio que idolatrarte. Pero no será así: el adolescente es el que te reclama un cambio, el que proclama su independencia. El adolescente es el que quiere encontrar su lugar en el mundo, no un lugar establecido por sus padres sino por sí mismo. Se convierte en un héroe que se vale de sus astillas para portar un fuego allá donde otros no lo intentaron, y así crea su propio nido.
Es entonces cuando crea su propia vida y su historia encandilará a todos, porque eso es lo que hace que adoremos la vida tal como es: nos permite crear historias para repetir las que más nos gustara.
Cuando escuché en esa isla la vida de Hércules comprendí el valor de recuperar la fuerza y me emprendí en la búsqueda de un sinsentido que me permita alcanzar la razón de porqué no se me permitió entrar en la vida. Desde aquí, donde no existe el dolor, no hay sitio salvo para la especulación y la metafísica. Las analogías nos elucubran como si fueran moscas que evocan todo lo que vivimos para desviarnos de ensoñaciones prohibidas para nosotros.
Si no vamos a conseguir entrar en el juego, ¿por qué jugar el rol de estar vivos? Me ha sido vedado el intentarlo. Al menos que se me permita el jugar con conseguirlo. No dejes que estos moscones me impidan cumplimentar mi relato, no tienen ningún derecho. Esta es la pedagogía del que revoluciona desde abajo, desde el trabajo, desde la artesanía..., no permitas que los murmullos te desvíen de tu trayecto de vida, de obra y trabajo serios. No hay hombre bueno, ni mujer, que no respete por encima de cualquier clase de obra un trabajo bien hecho. Pues no hay teoría que explique el resultado salvo a través de los hechos. Y no hay ética que pueda ser explicada desde la teoría, sin valerse de la experiencia de haber vivido ese proceso de construcción.
Los oportunistas te castigaron porque era fácil crearse un trono y sentarse en él. Lo difícil es crear un trono y señalar que está vacío. Porque vale más un trono vacío que un trono ocupado. Vale más si todos son conscientes de la existencia de dicho trono y ninguno lo ocupa. Vale más cuando la sociedad se vale por sí misma para señalar el trono como algo que nunca fue necesario y lo demuestra con los hechos. Pero cuando llega el que te dice cómo y qué hay que hacer entonces vale de poco que te señale otro trono, con otro señor al que acusa de haberse sentado en él: él también lo ha hecho, en el suyo propio.
- ¡Elijamos quién se sentará en el trono!
- ¡Sandeces! - dijo Ius piter - Yo soy el oportuno.
Y tenía razón. Son sandeces porque el elegido no es mejor que el oportuno, sólo controla mejor la disidencia, pero es el mismo trono ocupado.
Me valdré entonces de las astillas que encuentre para crear mi propia fogata y, de ella, nacerá una historia. Una historia en la que el individuo será testigo de cómo se convierte en persona y la persona en un líder. Porque alcanzado el liderazgo seré un héroe entre los míos gracias a mi obra. Y esa es la obra con la que podré sentirme orgulloso para aceptar la vida que me ha tocado vivir.
Dice el manco que no encuentra razones para moldear una estatua, el ciego no ve porqué elegir mejores colores en un cuadro, el sordo ha decidido ignorar algunas melodías... Pero si tengo manos, ojos y oídos, ¿no haré mal al permitirme no hacer nada? De mi boca sale lo que entiendo y eso es lo que conforma la descripción de la realidad que quiero vivir. No usaré mis manos para taparme la boca, los ojos o los oídos porque eso significa que deberé aceptar la creencia de otros, someterme a Ius piter y tolerar los castigos divinos.
No existirá maldad en este mundo, pues lo malo proviene de la vida y el acto, pero estos moscones me enturbian el alma - por eso debo viajar y emprender mi camino. Cuando encuentre el lugar adecuado te contaré qué he visto y luego te preguntaré qué es el alma, qué has fabricado para hacerte con ella y darle el impulso que fue necesario para levantar al ser y hacerlo individuo.