sábado, 17 de junio de 2023

La verdadera intención (artificial)

Aún me hace gracia la necesidad psicológica que tienen muchos de aclarar que cuando estamos construyendo algo al final será "artificial". Así que el título que he escogido léase con ánimos sarcásticos.

Cuando una máquina debe adivinar la verdadera intención de un usuario cuando escribe lo que escribe lo que en realidad está determinando es primero el tipo de error pragmático que está cometiendo, y después cuál es el error exacto. Y saber en qué consiste el error exacto equivale a saber exactamente qué es lo que quiso transmitir realmente el usuario.

Esta entrada no será un ensayo recordando el artículo que subí a medium.com sobre qué son los errores en pragmática, esta entrada intenta teorizar desde un punto de vista conectivista cómo enfocar ese mismo problema. Y es que es muy fácil llenar de correspondencias funcionales a una máquina para que sea ésta la que se encargue de entrenarse y deducir con el tiempo el tipo de error que se va cometiendo, pero parece más fructífero ir desgranando la manera interna de llevar a cabo esto mismo de la manera más eficiente posible.

Para conseguirlo solo hay que acudir a la santísima trinidad del intelecto humano: orientación + lógica modal + protolenguaje. En la medida en la que los tres modelos confluyan en un mismo motor ya tendremos un animal que usa el cerebro para razonar. Así, con esta perspectiva nos resulta fácil comprender preguntas filosóficas de envergadura y que, muy probablemente, revise para actualizar mis respuestas. Porque no hay que olvidar que por regla general suelo entrar en matices y aumento la precisión, pero rara vez entro en una clara contradicción estructural.

Por ello, dando estos pequeños pasitos, son como pequeños descubrimientos con miedo a no encontrar innovación alguna, pero que van dando sus pasitos - los mismos que podrían proponer la máquina si ésta estuviera preparada para entrar en el juego. Y me refiero entrar en el juego de pretender opinar para seguir innovando con el resto de la comunidad científica.

No han faltado los intrusos que han tenido miedo de perder su puesto de trabajo: las subvenciones que reciben es por la exclusividad de sus trabajos. Sin embargo, ¿y si sus trabajos fueran fácilmente substituibles en todos los sentidos? No sería necesario un humano donde se espera un experto en cierta área, poco a poco los laboratorios van llenándose de circuitería y esos expertos no saben de qué están hechas tales máquinas. Poco a poco, en especial los físicos, se van sintiendo muchos desplazados.

Así que se acobardan porque ven que tienen que preguntarle a una máquina si lo que ven es lo que ven, si lo que se calcula es válido, si han tenido ellos la alucinación..., es el mundo al revés, y mucho dinero de por medio. Luego los artículos, que pueden ser muy fácilmente escritos ahora se triplicarán en cantidad, para hacer que sea más fácil que aquellos que ya estén trabajando se encuentren con una muy dura competencia. Y existe un perfil claro de gente que no acepta la competencia.

Pero volvamos al punto más importante: ¿por qué la máquina tiene tantos problemas a la hora de adivinar lo que quiere realmente el usuario? La cosa es que todas las limitaciones que tiene actualmente los transformers se fundamentan en el mismo principio: no es capaz de crearse un mundo simulado donde varios agentes dialoguen para intentar convencerse, que cada uno tenga sus intenciones y bajo unas reglas alguno pueda llegar antes que otro hasta la meta. Es decir, hoy día las máquinas pueden intuitivamente jugar mejor que los humanos a cualquier juego de estrategia, pero esta estructura no se ha fusionado con los transformers de autocompletado. Es decir, es como si una máquina controlara a la otra: o la máquina de ajedrez incluye un chat, o el chat incorpora la máquina de ajedrez. Pero claro, ¿y si desde el chat le pidiera cambiar las reglas del ajedrez?

La verdadera intención va por ahí. Imaginemos una persona que usa un procesador de texto para escribir los derechos humanos. En un momento dado se equivoca al escribir y la máquina adivina lo que realmente pretendía decir, cuando no le han enseñado en qué consiste esos derechos. Esto sería viable siempre y cuando la máquina poseyera el mismo inconsciente colectivo que el homo sapiens; entonces si el protolenguaje fuera el mismo el procesamiento de qué debe esperarse de la carta de los derechos humanos debería ser objetivo.

Ahora bien, recogemos el protolenguaje que previamente ha sido suficientemente clausurado mediante lógica modal (no hay que olvidar que es imposible albergar todos los teoremas de la lógica, como explico en las páginas de este blog) y de esta manera somos capaces de abarcar con una cierta potencia de cálculo el significado de nuestros verbos modales y entidades.

Si con nuestro protolenguaje somos capaces de crear un juego de competición, como un ajedrez, para luego cambiar sus reglas atendiendo a la capacidad para mantener la emoción, una cierta sensación de justicia entre los jugadores - como el equilibrio de Nash, entonces tendremos una manera de crear reglas al menos mediante ensayo error (GAN).

Insisto en que si ponemos nuestro objetivo en explicar cómo funcionaría nuestro cerebro no creo que sea tan complicado. A mí, personalmente, me parece mucho más interesante determinar el cálculo de la verdadera intención, por muy artificial que siempre sea, sabiendo que este cálculo sobrepasará al humano.

La cosa es, ¿hasta qué punto el humano no sabe expresarse ante una máquina y ésta no solo será capaz de adivinar lo que pretendía pedirle sino que además encontrará la mejor estrategia para interrogar al usuario y así dilucidar a qué se refería exactamente? Se trata de mecanismos que ya son conocidos, pero que, como todo, no se han atribuido al transformer de autocompletado - esto es debido a que ya lo implementado se ha acercado lo suficiente como para dar gratas sorpresas. El remate puede que sea inminente, siempre y cuando los políticos no cometan el grave error de hacer que su país no pueda desarrollar esa tecnología por miedo a no favorecer a los vagos.

Y es que hay mucha sabiduría, por ejemplo, en el ajedrez. Bien se podría ir eliminando piezas, incorporando nuevas piezas, añadirle atributos a cada pieza como si fuera un RPG, tiradas de dados, aumentar el tablero, cambiar los objetivos de victoria o tablas, aumentar el número de jugadores o convertirlo en un solitario..., así hasta conseguir transformar un juego en otro solo a base de ir cambiando reglas. Tras cambiar las reglas, sé y me consta, que el conexionismo no tiene preparado ninguna técnica para aprovechar su experiencia pasada de manera que, mediante una regla nemotécnica, pueda reconvertir la intuición con las nuevas reglas. Esto es, si el ajedrez de Alphazero fuera un tablero de 6x8 tras eliminar dos piezas menores a elegir por cada jugador y dos peones puede que sus cálculos anteriores sí le sirva, y puede que a Stockfish no tanto, pero si la variación es que los peones pueden mover hasta tres pasos en la primera jugada sospecho que esto quebraría el buen juego de las máquinas. Aún así, seguirían teniendo un poder de cálculo increible para subsanar la sorpresa del cambio de reglas.

El asunto es que, en alguna medida, la máquina necesita comprender lo que es la razón. Y la razón no es un ente de inferencia objetivo, ni es consistente con las matemáticas. La razón es un concepto perfectamente delimitado por la propia cultura animal, en nuestro caso cultura humana. La razón es la manera que tenemos para inferir un conocimiento del que seamos conscientes. Por tanto, tenemos dos cualidades estructurales asociados a la definición de razón: inferencia de conocimiento, lo que implica un uso de la lógica, álgebras..., y por otro lado una distinción clara entre el conocimiento consciente de aquel que no precisa nuestra consciencia para existir. Si es racional eso implicará un uso consciente del conocimiento en sí. No se puede salir de esta idea y, por tanto, lo racional es subjetivo.

La subjetividad, como ya he citado antes, depende de la capacidad de orientación - pero no hay que olvidar para qué usa el cerebro los animales: para moverse y encontrar comida, descansar, reproducirse y evitar depredadores. Es decir, nuestra capacidad para crear historias es nuestra capacidad racional. Nuestra consciencia se reduce a nuestra capacidad para resumir nuestras experiencias vividas como en una película y serializarlo en símbolos. Es como ponerle título a una película.

El uso de la razón exige montar las reglas del juego donde habrá depredadores, aliados, oportunidades, etc... Podemos partir de historias estructuradas y así comprender cómo se pueden montar escenarios, y en la medida en la que seamos capaces de crear el escenario también le atribuiremos unas reglas de juego, con sus objetivos (intenciones) asociados a cada agente...

Entender la verdadera intención de un usuario supone comprender la realidad cultural en el que se mueve su mundo. Supone ser capaz de encontrarle el contexto a cada una de las frases que se dicen, para ver cómo se desarrolla la historia de esa esfera o personaje.

En una conversación idílica el usuario le cuenta un chiste a la máquina y ésta le dice: "no, no, mejor..." y le cuenta un chiste aún mejor que supone una ligera variación de lo que le acaba de decir. No se trata de un cálculo imposible, de hecho ya he teorizado sobre cómo determinar los distintos factores de calidad de un buen chiste. Por lo que, como siempre, todo es cuestión de tiempo y formas antes de que se implemente. Y dependiendo del país, habrá o no habrá ganas de implementarlo.

Porque claro, ¿cuál es la verdadera intención de los políticos que gobiernan España? Pretender darle un carácter objetivo a la pregunta es absurdo, pero si consideramos que es tan sencillo como intentar adivinar cuál es la historia en la que estos políticos se sienten protagonistas de una historia entonces nos resultará mucho más sencillo: ¿Se trata de una historia de héroes o de villanos? ¿Drama o parodia? ¿A que todos nos imaginamos que es más bien una sátira sobre el mal gusto de ser gobernados por ineptos? Visto así, primero nos montamos la historia, como sabe muy bien hacer chatGPT, y luego le atribuimos a los personajes un usuario como entendiendo que estamos en uno u otro contexto.

Si nos damos cuenta se trata de una simple vuelta de tuerca, un tecnicismo..., y la singularidad ya está aquí, junto con la consciencia - que no sé si ya se ha resuelto o no, no me conozco todos los transformers implementados.


miércoles, 14 de junio de 2023

Divisa y alquimia

Cuando tengo un economista que dice tirar de la escuela liberal y lo tengo delante me gusta preguntárselo: ¿qué es lo que te motiva estudiar una carrera que consideras que no puede planificar los recursos?

Obviamente espero una respuesta deshonesta y, en su mentira, ver si soy capaz de demostrarle a este individuo que no supera un tercer grado: emite una chispa sobre un combustible absurdo, entonces le aplico calor para que me dé una respuesta coherente, y gracias a los efectos del carburante se alimenta lo que acabará por ahogarle esas ideas absurdas.

Pero ganarle la partida a un neoliberal, aun no sabiendo de su tema, es como quitarle el caramelo a un niño de tres metros: si se lo toma a bien puede ser sencillo, de lo contrario podrías llevarte una hostia - o simplemente deja de dirigirte la palabra. Por eso, en las internacionales comunistas es absurdo invitar a liberales: insisto en que no son gente honesta. En los parlamentos, dentro de la mentira socialdemócrata, tiene bastante sentido su opinión. Y, en la medida en la que una sociedad democrática pueda objetivizar sus resultados, cualquiera debería tener derecho a opinar honestamente sobre la evolución de la economía. Todo lo falsacionable es susceptible de ocupar un lugar dentro de la ciencia.

Ahora bien, ¿qué habría pasado si un área importante del conocimiento hubiera progresado hacia la pseudociencia y se hubiera mantenido? Es cuestión de imaginarse, por ejemplo, qué habría pasado si Tchebichev no hubiera inventado las tablas periódicas y aún los alquimistas hubieran continuado con sus fórmulas morales. La alquimia bien podría haber evolucionado a lo más científico que fuera capaz de hacer: podría haberse centrado en ser como la física, una suerte de leyes que intentan dilucidar cómo leer mejor los resultados. 

Sin embargo, ¿y si los alquimistas no hubieran querido reducir sus conocimientos a la física? ¿Y si los alquimistas se hubieran enrocado en los compuestos morales, en los estudios de pureza material y en la magia trascendente de algunos productos? Es cuestión de imaginarse cómo sería si algún imperio dependiera de la alquimia como en su tiempo el imperio romano dependía de los esclavos como divisa. Podemos imaginarnos un imperio que se vale de sus pociones alquímicas para que los médicos dispongan de anestesias válidas, o para que los empresarios puedan ser gente exitosa. Todo un mercado impulsado por las catedrales desde donde se fabriquen esos productos, desde donde se imparta la cátedra bajo la hegemonía cultural de ese imperio.

Nos podemos imaginar si entonces aparecen unos científicos asegurando que la mecánica cuántica puede ayudar entender mejor las composiciones, que todo se rige por un álgebra y que la voluntad del mezclador o la moralidad debería de apartarse. Si algo así emergiera entonces ese imperio se desmoronaría, como ocurrió en el antiguo imperio romano con la llegada de los hombres libres y su sistema de servidumbre, preludio de lo que acabaría siendo el feudalismo. Y es que, efectivamente, los siervos son más rentables que los esclavos - como los compuestos químicos son más rentables que las mezclas generadas por atanores.

Un imperio que debe su hegemonía a su imposición cultural se valdrá de sus ejércitos para negarlo todo, incluso saboteará su propia cátedra, se ahogará en la mentira y despedazará a todo aquel que se acerque a cualquier clase de verdad. Convertirá su mundo corporativo en una tecnocracia, para llenar a todo el mundo en una enorme mierda que se someterá tarde o temprano a una idiocracia...

Lo impensable, unas tablas periódicas.

Eso mismo ocurre con la planificación económica. De alguna manera los dogmáticos han ocupado las facultades, y por extraño que parezca no están dispuestos a aceptar las evidencias - que no son pocas. 

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Hace tiempo leí un documento que un anónimo me recomendó. Me pareció excepcional, de vez en cuando lo cito..., pero siempre se me olvida dónde pilla esa cita. Como en blog escribo lo que me da la gana, simplemente referenciaré la existencia de tal documento, sin más.

Resulta que se reconocía dos tipos de productos y servicios, y éstos se clasificaban por cómo respondían a dos preguntas: exclusividad y necesidad. Nos preguntamos por si el producto o servicio es un elemento exclusivo (un cuadro adquiere valor por ser exclusivo, artesanal o de firma propia de un autor) y si fuera necesario (necesitamos el agua para vivir, los cuadros no adquieren ese tipo de necesidad). Por tanto, cuando tenemos productos que no son exclusivos pero sí necesarios diremos que se trata de bienes comunes, pero si los productos son exclusivos y no tan necesarios entonces diremos que esos bienes son privados.

Eso era lo que decía ese documento, y es un concepto que puede resolver la trinidad imposible: si se aparta de la especulación financiera los bienes comunes, y se deja que sea el propio estado el que se encargue de aportar lo que necesita su país, entonces la rentabilidad financiera podrá fijarse e invertir en países extranjeros sin que ello produzca más paro y pobreza en tu país - y esto es debido a que la gente es movida al trabajo y a ofrecer todo lo bueno cuando tiene sus necesidades cubiertas.

Con mucho odio y afán de destrucción dice el neoliberal que la premisa de que la gente trabaja con gusto es mentira. Sin embargo, ¿quién tiene la carga de la prueba? Si las personas fueran vagas por naturaleza no existirían los grandes proyectos creados de la nada, siempre se buscaría alguna clase de utilidad tangible... La historia de la humanidad está llena de acciones conjuntas que solo aportaban una cultura: la cultura de haber sido capaces de hacer algo así. Se trata de la cultura del trabajo por el trabajo, o también: la cultura del placer por hacer cosas. Por supuesto, quienes odian lo que hacen dicen que trabajar es un martirio; y esperan ser un ejemplo para los demás: que todo el mundo se martirice por su trabajo ¿Cómo sería un mundo donde pagáramos bien y como se merece a quienes tienen que sacrificarse por su comunidad? Está claro que sería muy diferente al actual, donde la oferta-demanda no es aplicable, y ni la mano invisible ni auspiciada por la socialdemocracia es capaz de dar con la meritocracia ni por asomo.

Por tanto, solo reconociendo bienes privados el capitalismo tiende a ahogarse. Si, por el contrario, se limita el ámbito de aplicación del capitalismo los estados socialdemócratas tienen un respiro: reconocen en parte unos bienes comunes que tienen que proteger de la autoinmolación. Y es que no hay país capaz de sobrevivir al anarcocapitalismo, eso es otra evidencia ortodoxa que nos dice la historia.

Es muy propio de los profesores anarcocapitalistas reinventarse la historia, es decir: contar burradas. Y si esa cátedra que imponen tuviera alguna base..., pero el problema es que son joyas que te hacen sangrar por dentro de la vergüenza ajena que generan. Parecen políticos con ganas de conseguir dentro de su incompetencia que les hagan un poco de casito dentro de su partido, o para su partido.

Por supuesto, ser "de izquierdas" no te vuelve una persona culta y refinada. Se trata más bien de buscar el lado científico a la economía. Y gente como yo que no la hemos estudiado oficialmente, ni en serio, no puede tampoco insinuar que podría substituir a alguien que sí ha dedicado tiempo y exámenes - las cosas como son. Por ello, siempre trataré con respeto a aquel que sospeche que esté dispuesto a intercambiar impresiones conmigo.

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En lo que se refiere a los dos tipos de bienes Cuba descubrió que podía trabajar con dos tipos de divisas. Y esto es debido a que si el estado se iba a ocupar de los bienes que necesitaba el pueblo y que no tenían una exclusividad entonces también debería de estimar el precio de tales bienes: al terminar cada mes una familia cubana gastaba tantos sacos de arroz, tanto de agua..., así se establece un precio de referencia en virtud de lo que cuesta cada cosa para que la proporción a la hora de pagarlo sea acorde con la capacidad de producción en el país. Esto es, una renta básica (en el caso de Cuba por familias) en virtud de lo que se considera normal de gastar para un mercado específico y separado por una divisa diferente. Así, el mismo producto podría valer una cosa en la divisa especulativa y otro en la divisa nacional.

¿Es un modelo perfecto? No. Es mejor modelo, nada más. Pero de ahí yo puedo criticarlo para su avance porque mi propuesta es reconocer cuatro divisas, no dos.

¿Qué tipo de bien es el es exclusivo y al mismo tiempo es necesario? Podemos decir el dinero, o las deudas. Es decir, las promesas o las garantías. El capital tal como es valorado personalmente es exclusivo de quien le da valor y, al mismo tiempo, es necesario. Por lo que el mercado financiero debería de regirse por su propia divisa. Hace tiempo propuse un sistema de efectos que consistía en decir que cuando se redacten se deberá poner siempre no solo quien es el librador, y sus datos financieros, así como la cantidad actual, sino también la fecha del efecto y, aquí viene lo gordo, el bien a conseguir. Que es como decir que un efecto no tiene efecto si no está dirigido a un bien definido, que es lo que lo hace material.

Podría debatir muy profundamente sobre lo que acabo de escribir en el párrafo anterior. Pero claro, yo me autoconsidero un hombre atemporal cuando discuto sobre ciertos temas. Hay mucho chovinismo en el ambiente. En cualquier caso, auguro que existen trilemas asociados a la falta de asociarle el bien material al producto financiero. Esto es, el caracter fiduciario de una moneda puede provocar que las tasas que se calculen nunca sean significativas para regular los excesos. Y, por tanto, se exija un agente regulador dictador que ejerza desde un "estado" como si fuera un vigilante de lo que hagan los bancos. Ese papel es algo que ni el fondo monetario internacional ni el banco mundial van a querer ejercer, aunque sea esa su función para evitar los efectos negativos de la globalización.

La cuarta divisa es, empero, la más compleja y supone la contratesis a cualquier planteamiento anterior. Pues cuando el carburante funciona el fuego se mantiene. Las riquezas se ajustan al modelo de la realidad y el humo no ahoga a la propia fogata. La naturaleza es sabia en sí misma y sabe destruir en su crueldad de manera eficiente.

¿Qué tipo de bien ni es exclusivo ni es tan necesario? Aquí es donde llegamos con la tragedia de los comunes: cualquier cosa que no sea necesaria no es objeto de estudio en economía, sobretodo si no hay manera ni de especular con ella por ser fácilmente substituible. Pero existe tal objeto, y es justo lo que contradice el último punto: ¿qué pasa si la fogata no arde y se ahoga con su propio humo? Debemos entender que lo primero que debemos hacer es crearnos un modelo que nos ayude antes a entender cómo funciona el fuego. Esto es: decimos que nuestro sistema económico posee bienes comunes, bienes privados y letras. Luego vemos qué es ese conjunto de cosas que hace que el ciclo se mantenga, qué hace que se alimente la llama..., de qué depende el sistema.

Por ejemplo, para vender libros hace falta papel, y para el papel hace falta árboles. La pregunta es, ¿y si los árboles no es un bien común? ¿Y si no hemos protegido a los árboles en nuestro sistema? De ser así sería porque tenemos muchos, porque nos sobran. Y es aquí donde tendríamos que mirar a muy largo plazo: ¿qué matemática habría que utilizar para determinar hasta qué punto lo que despreciamos por tener de más pudiera poco a poco dejarnos sin opciones? Como es a muy largo plazo es muy fácil de despreciar, de olvidar. Porque el empresario espera conseguir resultados a lo largo de su vida, incluso a largo plazo, pero no a 50 años vista - por ejemplo. 

La tragedia de los comunes nos dice que cada vez la economía estará hecha aún más unos zorros. Cada vez los hijos tendrán menos que los padres, en algún sentido algo se estará empudreciendo mientras les dan alguna clase de lacito. La herencia recibida es mierda, auténtica basura.

Por eso, los bienes que no se atienen a los esquemas anteriores mi recomendación es que se acojan a una cuarta divisa: los percentiles. Esta divisa funciona como el reloj del juicio final: una acción bélica puede suponer una suma de percentiles a que acabamos en guerra, a que el sistema cambie y no podamos seguir usando las fórmulas conocidas. Esto es, cada vez que vertimos compuestos en el mar Menor, aumenta los percentiles de que tengamos luego que limpiarlo. Así, como pasa con los efectos, los percentiles tienen que estar asociados a algo, en este caso a un modelo económico. Pueden dispararse por ensuciar un río, talar árboles en un coto o simple y llanamente, buscar oro en una mina. Se puede tipificar desde el estado cómo calcular tales percentiles con el modelo estadístico más adecuado. Y también se puede dar valor a la multa por actuar contra el orden establecido en el control de ese recurso.

Si nos damos cuenta, bajo estas perspectivas nunca sería necesario un estado gobernado, sino que con legislarlo bien y tener preparados unos expertos que se disparen dentro de su ámbito temporal ante contingentes no solo es más que suficiente sino que además se hace mucho más justo, fiable, eficiente y confiable. 


lunes, 12 de junio de 2023

Te putean por tu bien. Estado de confort

En los últimos años se están poniendo de moda filósofos que aseguran que la conectividad, el globalismo de la información, así como las redes sociales están llevando a la gente a una mayor infelicidad. Hay que tener mucho ojo con esta reflexión, porque creo que han dado con una correlación, pero no coincido con las causas.

La naturaleza de la felicidad no es la confrontación continua, y el tener que luchar. De hecho, los burgueses - esos que no saben lo que es trabajar, lo que es la ansiedad por no tener nada - son los primeros en pensar que las historias de nuestro trabajo (la dialéctica que tenemos con nuestro entorno) necesitan un villano, o ausencia de algo, para que sean emocionantes. De una manera o de otra algo te tiene que sacar de tu estado de confort para que seas feliz. Sin embargo, ni comparto la idea de dialéctica como un asunto substancial (pues todo lo que encaja con dialécticas muy probablemente sea coyuntural, es decir, no existe) ni tampoco comparto esa idea de felicidad (si considero que es el negativo el que es substancial y este es el arrepentimiento, no la tristeza).

Entendidos estos matices podemos considerar que la preocupación de ciertos señores que no tienen preocupaciones en realidad me importa bastante poco, por no decir que me parece fácilmente refutable - además de terriblemente peligroso si apareciera una nueva corriente de psicología basada (como en su tiempo el conductismo) en dogmatismos que busquen violentar a los sujetos de prueba - eso sí, por su felicidad.

Dicen, "desconéctate y serás feliz". Yo digo: "pruébamelo". Ellos viven depresiones porque pueden conectarse más fácilmente y buscan el vicio. Entonces se arrepienten del tiempo perdido y le echan la culpa a la conexión, y no al vicio. Pero es peor: nos atribuyen a todos la infelicidad por estar conectados, nisiquiera por compartir sus vicios - lo cual ya sería una clara proyección de cuál es el problema.

No hay peor vicio que creerse sabio. Entonces Twitter nos los da en bandeja. Tal es así que las empresas esperan que tengas una cuenta en esa red social. Obviamente esa forma de pensar a mí me parece viciosa. Y el problema no está en que nos obligan a estar más conectados, igual que nunca vi un problema que una máquina sea capaz de ofrecerte una publicidad personalizada... No, el problema es que ciertas redes sociales son administradas desde el odio, que se puede legislar para que se regule la manera de fiscalizar los mensajes..., y que a eso se le llama proteger los datos, o el honor. Es decir, que estamos hablando de recuperar uno de los derechos reconocidos en la carta enviada a la ONU de los Derechos Humanos. Porque pasarán incluso cien años y parecería que no hay intención de actualizar el ámbito de aplicación de esa carta a las nuevas tecnologías y a la realidad que vivimos tan singular..., por eso considero que hay que ver la foto grande, que no se trata de desconectarse sino cuáles son las reglas de conexión y, por otro lado, qué entendemos por vicio.

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En estos días la ansiedad se me dispara por momentos, esto es debido a que mi operadora me está amenazando con cortarme Internet - lo cual me llevará a tener que aislarme por completo, y muchos servicios se perderían. Para empezar, no podría recuperar el dinero del locutorio y, si no tengo conexión, todos esos acosos que recibo de Hacienda no sabría de ellos y probarían a buscar la manera de hacer creer que los evito (cuando ya les solicité por activa y por pasiva que todas sus notificaciones las quiero por escrito, que no quería recibirlas a mi correo electrónico). Al final, el problema que tengo es que cada cierto tiempo vuelvo a tener más cortes de Internet, lo que me corta el ámbito de trabajo, la creatividad, las ganas de seguir, la creencia de que puedo montar un negocio, el creer que el mercado me compensará las inversiones, etc... La desconexión induce a la falta de creatividad, la falta de creatividad provoca una congelación de acciones necesitando un estímulo fácil y ese proceso nos lleva a una sensación de arrepentimiento.

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Recuerdo cuando de pequeño iba de veraneo a La Manga, pero allí y lejos de mis padres parece que los sádicos se reinventan. Según parece el periodo vacacional es el que usan muchas personas para deshacerse de la ética, pues la moral cristiana siempre ha sido demasiado estresante - demasiado antipersona. Sin ir más lejos, cuando un árabe de suelta la melena no os digo lo que les hace hasta a los niños pequeños o cómo dejan las habitaciones de hotel...

El asunto es que cuando una persona se encuentra a sí misma en su propio fuero personal descubre que allí no llega su dios, su moralidad externa o tradicional ya no se aplica en ese nuevo entorno. En su fuero personal, donde están sus ficheros más personales, ahí se encuentra también el canal social al que pertenece - donde encontraremos el usuario con el que se identifica. Y es aquí donde me quiero detener: porque el inconsciente colectivo, que es el yo heredado, corresponde con lo que uno ha nacido - lo que en mi última entrada mencionaba que era la facultad para reconocer los ocho verbos modales y las cuatro entidades primarias. El inconsciente colectivo es el yo en sí, tal como leo a Simone de Beauvoir. El yo moral es el nosotros de Sartre. Este yo moral se anula cuando uno se encuentra solo. Pero tiene reflejo de esa moralidad que le es ajena e independiente de su estructura de yo en sí. Así, el yo moral en soledad se convierte en un yo para sí, tal como yo leo a Simone de Beauvoir. Es decir, tan pronto como no nos deba interesar tanto lo que es una mujer en sí, sí nos interesará lo que es para sí - siempre y cuando recordemos que no debe someterse a los preceptos morales del colectivo más grande al que pertenezcan.

Una vez aclarados estos conceptos, cuando llega la temporada estival y los trabajadores veranean enLa Manga necesitan divertirse a costa de lo que tengan delante. Y en mi caso, nos podemos imaginar lo que la hipocresía religiosa depara a quienes inspiran ser los niños que serán acosados porque su comportamiento parece lo suficientemente inocente como para que no puedan encontrar la manera de quejarse.

Débil por fuera y duro por dentro ¿Complejo de...? Me he quedado clavado pensando en una fruta, pero no me sale ninguna. Sé que la he tomado..., ¿un níspero? No sé... El asunto es que ciertos comportamientos son una inspiración para los sádicos, y cuanto más se les acosa más débiles parecerán por fuera y más se endurecerán por dentro. Así hasta alcanzar un cierto punto de madurez: la mirada de las mil millas, que creo que se escribe así. 

Cuando a una persona se le acosa más allá de lo que su psicología esté dispuesto a aguantar se le acaba generando una mirada que se queda buscando más allá de las mil millas, si la emite un niño esa pérdida de vida se convierte en una llegada prematura a la madurez de un anciano. No se trata de una mirada triste, sino un gesto que complementa al que tiene intención de reirse: es la decepción profunda no buscada. Es cuando te sientes defraudado no con una persona, sino con absolutamente toda tu existencia pasada.

Entonces, aún no sé cómo se consigue convencer a un sádico a que lo haga, pero consigues que llamen a tus padres para que te devuelvan a casa. Aún, y con todo lo estúpido que puede llegar a sonar, te intentan convencer que si no cambias de actitud entonces te quedarás sin verano, que volverás a casa con tus padres... Y es que algo que me dice la experiencia sobre el vicio que adquiere el sádico es que no es consciente de lo absolutamente imbécil que es. Es decir, no es capaz ni de entender el mundo en el que vive por muy feliz que se crea que es. No es capaz de comprender que, en un momento dado, cuando vuelva a su entorno laboral y sus cánones morales le vuelvan a enseñar lo que es correcto y lo que no lo es al final acabará por tener una epifanía y se descubrirá a sí mismo como una mala persona. Para entonces no podrá volver atrás. La tradición cristiana intenta hacernos creer que sí, cuando en los Evangelios, de hecho, dice exactamente lo contrario.

Fíjense hasta qué punto llega la hipocresía de la civilización occidental: se lee en los Evangelios que Jesús de Nazaret se dirigió a los suyos y les dijo que no vinieran a él teniendo deudas pendientes. Esto es, antes de darlo todo al dios de Israel debían saldar sus cuentas porque, de lo contrario, el valor de sus donaciones no valdría nada.

Nótese la revolución planteada por Jesús de Nazaret con respecto a las tradiciones judías: la deuda no vale como capital. Un bien endeudado no tiene valor para el dios de Jesús. El arrepentimiento hacia Dios no subsana el arrepentimiento hacia los hombres. He ahí la hipocresía, pues la moralidad cristiana, en su santa propaganda, venía haciendo creer que lo que es una simonía servía para rendir pleitesía a la divinidad. No..., una simonía es justo pagarle al dios de Israel para subsanar los pecados, pagarle con un bien corrupto, esperar que sea él el que pague por los pecados del hombre... Obviamente, para el primer seguidor de Jesús una simonía era el principal y más importante de los pecados, de lo imperdonable, de pretender estar a la altura de Dios mismo. El equivalente a utilizar a la Iglesia como compinche de delitos, faltas y pecados cometidos por sus feligreses.

Así, una vez entendido que no es lo mismo una simonía que un estipendio, y que de no entender la diferencia significaría que se asume que siempre fue una simonía lo que se estuvo pagando como estipendio y, por tanto, que muchas almas estarían en su defecto condenadas al no haber aplicado correctamente el arrepentimiento, se entenderá de dónde viene la hipocresía de la civilización occidental.

Así, según recuerdo, en uno de esos veranos donde una vez más no había conseguido el objetivo de que esos desgraciados se dieran cuenta de que sus actos eran agresiones, volví a casa con esa mirada hacia ninguna parte con la enorme desgracia de que mis padres, aún no hartos de tener por familiares a unos auténticos hijos de puta, me pusieron que me vigilara mientras jugaba la peor de las nodrizas, la mayor zorra a la que siempre le decía a mis padres que me apartara de ella y nunca me hacían caso... Su teoría, resumido fácilmente era: si no se anima es porque está en un estado de confort, así que solo hay que putearlo un poco... Y como por los gritos no se conformaba, y su teoría tenía que ser cierta..., al final se llevó una somanta palos, arañazos, agresiones fuertes y de envergadura..., además de que empecé a consolidar mi capacidad para acabar cualquier combate con mis manos.

Y es que lo que es delito es delito. Se mire como se mire. Un acoso es un acoso. Y un acoso no subsana a un acoso, más bien lo acrecenta - motiva la autodefensa, la creación del soldado, la expulsión de la parte dura para consolidarse como un sociópata.

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Como dos décadas después me especialicé visitando enfermos que salían de una depresión. Antes de eso probé a visitar la playa, pero como realmente la disfruto es en soledad - sin esas personas que intentan romper tu descanso, zen o lo que sea, sin esas personas que te gritan cuando intentas hablar con ellas..., sin esos malnacidos con lo que no necesitas estar. También antes de eso descubriría que la música no podría compartirla con cualquiera, pues induce malos recuerdos que están clavados y que buscaron la manera de meterlos hasta donde está la almendra - pegado al inconsciente colectivo, para que formara parte de mi realidad modal. Cuando te tatúan la amígdala tu lenguaje cambia.

Pues bien, dos décadas después probé a visitar en mis círculos más personales a quien necesitaba salir de un bache, que estaba bajo tratamiento, para dinamizarlo y que arrancara. Me vi bastante capacitado para entenderlos, razón por la cual mis dinámicas de grupo sé que eran apropiadas - pero aún así las mejoraba, las tenía clasificadas y preparadas para salir de cualquier bache. Sin ir más lejos, a pesar de mi entorno, en su tiempo encontré la manera de aislarme para poder salir. Obviamente todo tendría un precio: si no eres blando por fuera te castigan, si expones los problemas te castigan..., ojo con la peligrosa hipocresía cristiana que realmente alberga un enorme odio.

En un caso le expuse al sujeto 2 que si le parece que jugáramos una partida de ajedrez. Él me dijo que no, que con las pastillas no podría. Le dije que no importa, que sería como lo hacíamos entonces - yo le diría en todo momento lo que pienso, mis jugadas, y tendría todo el tiempo del mundo para pensar en la siguiente jugada. Pero aún así siguió insistiendo que no, como si estuviera en competición con el yo de antes, como si estuviera esperando reencontrarse con su pasado. Yo le decía que su nuevo yo tenía unos puntos más fuertes, que debía encontrar la manera de ir hacia delante, que se olvide su anterior yo..., no me hizo ningún caso. Con el tiempo acabó por repudiarme.

El sujeto 1 aceptó perfectamente mis dinámicas, y experimentó mejoras casi inmediatas. Periódicamente le visitaba y volvía a plantearle dinámicas pensadas en la interacción (en mi blog literario expongo una que usaba como base, aunque nunca he divulgado tales técnicas). Con el tiempo recuperó su autoestima y con ello el recuerdo que tenía de tratarme como si fuera escoria. Por su enorme ingratitud acabé por repudiarle.

Cuando recuerdo la película "A propósito de Henry" solo puedo reirme en parte ¿Es cierto que la gente es agradecida y acepta la autoridad de quienes intentan ayudarles? ¿Es cierto que toda ayuda se ve como si fuera un acto conductista o agresor?

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Si pierdo mi tiempo redactando mi denuncia ante la oficina del consumidor, ante la agencia de protección de datos o la propia fiscalía o concejalía lo primero que notaré será la voluntad que necesitaré para redactar y volver a revivir todos los problemas que me han estado ocasionando Jazztel mezclada con una sensación de pretender esperar que el destinatario quiera corresponderme. Y después recordaré la denuncia que hice a España por no darle seguridad jurídica a una persona a la que los funcionarios sádicos les gusta maltratar. Redactar es fácil, listar los problemas también, así como hacer que se comprenda..., pero esperar que un sádico deje de serlo, por cosas así te podrían acusar de querer jugar a ser Dios.

No olvidemos que los sádicos, como fieras sin voluntad, siempre van a por los mismos. Los violadores siempre escogen a las mismas víctimas, y no porque la víctima quiera ser violada de nuevo. El sadismo tiene un elemento de inconsciencia colectiva adherida al vicio que poseen y que no pretenden corregir. Un criterio compartido por los propios juristas encargados de poner fin a estos ciclos de absurdez. El juez prefiere perdonar los actos de un familiar porque se siente identificado con ese comportamiento. Y al final se convierte en cómplice del infierno al que hará pasar a la víctima hasta el resto de sus días.



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