Anoche se me escapó una idea. La percibí, la calé, noté su esencia y descubrí su enorme consistencia. Pude entender lo sencillo que era un transformer y hasta dónde llegaba su limitación más importante de una manera estructuralmente clara. Para cuando la tuve en mente quise regodearme en la idea y dorarla para degustarla mejor. Entonces fue cuando pasó, de tanto dorarla descubrí que me había olvidado de la analogía - del juego del lenguaje que conformaba esa idea.
No pude evitar sentir una risotada interna: había perdido algo terriblemente valioso. Sin embargo, en el fondo sabía que no había perdido nada en absoluto - porque una idea que es buena siempre vuelve.
Las Ideas forman parte de los tres mundos: las ideas que están siempre presentes cumplen con el precepto de que no se pueden perder, porque son objeto de demostración continua. Son las álgebras, las simetrías. Los teoremas de la coherencia están siempre al alcance de cualquiera y no se atienen a las reglas cinemáticas de la teoría especial de la relatividad, sino de la general. Son como curvaturas imposibles que hacen que lo que parece dinámico se vuelva inercial.
Cuando una idea va y viene no tiene más remedio que ser una de esas ideas de futuro, un aspecto cultural que se repite junto con los memes creados por la propia sociedad. La civilización nos hace repetir convenios, incluso como si nosotros mismos decidiéramos en todo momento, cuando en realidad ya estamos alienados a lo que estableció el colectivo. Al menos en una democracia el colectivo en cuestión seríamos nosotros.
Pero cuando viene una idea y se pierde en el Olvido eso es debido a que es la interpretación de una experiencia. Es algo que se ha vivido y se ha quedado en el pasado. Es una interpretación pasajera que hay que dejar marchar, porque la verdad va y viene y, por el contrario, la demencia es pasajera. La verdad material es un cúmulo de hechos pasajeros que no albergan interés más allá de su poesía. Si no somos capaces de conectarlo sistemáticamente con algo que vivamos en el futuro entonces la idea es carente de todo sentido el recordarla.
Toda buena idea vuelve, cuando la demencia solo aspira a practicar el intrusismo. Por eso, en el fondo, me quedo tranquilo.
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Cuando tenemos un juego de competición donde entran muchísimas personas descubrimos que los equilibrios de Nash necesitan alguna clase de adaptación. Se trata del problema de la consciencia: cuando un grupo de personas deciden resolver entre todos un problema creando una empresa con la misma misión-visión, pero con modelos diferentes, cabe esperar que quienes descubran el modelo idóneo serán los únicos que sobrevivan. Y si el modelo debe copiar el éxito de otros modelos, la capacidad para adaptarse hará que sobrevivan más empresas. Así, si las empresas A se copian de las tipo B, y las B se copian de las de clase C, y las C de A, nuestros modelos de empresa experimentarán un cambio continuo de manera que si la copia se produjo mientras se buscaba una innovación estructural en la mayoría de las copias entonces eso provocará la extinción de todas las empresas. Si, por el contrario, el proceso de copia no supone un cambio de paradigma kuhniano estructural, sino solo coyuntural, entonces durante el proceso todas las empresas se alimentarán entre sí y evolucionarán.
Ése y no otro es el papel de la consciencia colectiva: consiste en que si eres una hormiga y acabas en una espiral mortal, donde sigues a otra que sigue a otra y que, así sucesivamente, acaba siguiéndote a ti, entonces si todas estáis buscando comida la única consciente es la que rompa el ciclo. Si, por el contrario, te has copiado de una hormiga que trabajaba de una manera, luego te copiabas de otra hormiga que luchaba contra una araña, luego te copias de otra hormiga que compartía su estómago..., al copiar coyunturalmente los distintos aspectos de toda una vida estructural de una hormiga en la medida en la que sea un proceso casi exahustivo todas las hormigas vivirán y evolucionarán a través de sus copias. La hormiga que no se copie entonces será una inconsciente.
Ésa es, en definitiva, la naturaleza de donde vienen las ideas, y cómo son reetiquetadas para evaluar si realmente estamos dispuestos a darles valor. Los argumentos que las validan no las regresionan de cuando fueron colocadas como verificadas, sino que son montados sobre la marcha debido a la confianza que representa el modelo que las organiza. En la medida de que este modelo se haya copiado de otros agentes capaces de sancionar mejor las ideas también servirá para demostrar mejor las propias afirmaciones.
Es decir, argumentar, justo lo que le falta a los transformers, es un proceso de copia consciente de filosofías evolutivas de las propias ideas de manera que no se sucumba a un bucle autodestructivo.