viernes, 17 de junio de 2022

Las voces de la madurez y lo universal

Debería de tildar esta entrada como "teoría", y posiblemente lo acabe haciendo. Cuando escribí mi novela reconocí como unas seis voces diferentes; estas fueron escritas basándome en "Juego de tronos", donde los capítulos estaban diferenciados con distintos tipos de narradores que dirigían su lectura hacia un protagonista en concreto. Al leer ese libro algo despertó en mí, y, por otro lado, alguien me recomendó que escribiera un libro - lo cual ya fue la gota que colmó el vaso: era el momento y tenía la idea de cómo hacerlo. Quizá solo quedaba elegir un tema.

El asunto es que acabé escribiendo mi novela "Luces y espectros" con 24 voces diferentes; o al menos esa fue mi intención. No espero que jamás me lo reconozcan en vida, pero al menos la pequeña élite que haya leído la novela habrá tenido la oportunidad de compartir esa experiencia.

En esta teoría de las voces llegaremos a la conclusión de que deben haber 40 voces. Lo cual es un número muy antiestético para mi gusto; suena como a Alí Baba y los 40 ladrones, pero más adelante lo justifico. Así que procederé a explicar cómo configurar una voz:

¡Ábrete sésamo!

Un árabe colega me explicó que sinsin era sésamo, que hacía referencia a la piedrecita más insignificante que era reconocida. Una mera semillita. Por eso sésamo no era el nombre de la enorme roca, como yo me pensaba de pequeño, sino que era la fuerza de la voz la que con su ímpetu hacía moverse a las rocas más enormes. Y, tras esta pequeña licencia poética, ahora viene la parte científica.

Existen cuatro niveles de madurez, como se pudo apreciar en mi novela y como explico en la clasificación más básica de las funciones del lenguaje: preludio, ascendente, descendente y secuela. Correspondería con el inicio, desarrollo, final y epílogo de una obra convencional. O también con el nacimiento, niñez, adolescencia y madurez. A mí me resulta más fácil localizar las cuatro voces de la madurez en las cuatro décadas musicales que conocí: la etapa verde del primer lusto de los 80, la etapa amarilla del segundo lustro de los 80, la etapa roja de los 90 y la etapa infrarroja del milenio.

Diremos en la etapa infrarroja hay unas canciones que se podría decir que tienen un estilo específico: donde todas las cartas están al descubierto, aunque en parte en la etapa roja también hay algo de eso. Por otro lado en las etapas amarilla e infrarroja se observan puntos oscuros, o historias que suenan tétricas. La parte verde y amarilla, la década de los 80 al completo, suele tener un estilo sin censura ni complejos morales. No hay responsabilidades tangibles en el artista cuando canta lo que canta. Y, en definitiva, existe una sensación de que se puede cantar canciones más maduras en etapas anteriores, pero al revés parece como más difícil.

Esas cuatro formas de contar las historias parecen corresponder con cuatro maneras de ver la realidad y enfrentarse contra las diferencias disonancias cognitivas, lo que llamaba la confrontación de lo ideal contra lo pragmático. Es como si el autor estuviera madurando su manera de escribir con el tiempo y, claro, bien pensado, una vez alcanzada la madurez infrarroja, ¿habrá sitio para seguir escribiendo? Al menos yo soy consciente de que existe esa madurez como para saber cómo retomar las voces verdes.

Estos cuatro niveles de madurez lo hemos visto reflejado en múltiples productoras y autores, como por ejemplo Disney: tenemos los largometrajes de antes de la Sirenita, y continuamos el corte hasta Pixart, para rematarlo con la llegada del Streamming. Los largometrajes de ahora ya no serán como los de antes..., aunque nunca hay que desdeñar la posibilidad de encontrar la manera de volver atrás, puede que haya estrategias.

En cualquier caso, estos niveles de madurez hay que combinarlos con los narradores. Los narradores son dioses arquetípicos y, según mi valoración, estos dioses se dividen entre cuatro metaclasificaciones: en grupos de dioses de uno, dos, tres o cuatro. Eso implica a que no podemos decir que hayan cuatro tipos de dioses, sino uno + dos + tres + cuatro = diez tipos de dioses. O quizá me equivoque en el grupo de cuatro queden abarcados los otros tres; pero mi impresión es que debe ser así.

Más en concreto: ¿podemos encontrar en la mitología cristiana del dios único los otros 9 dioses que nos faltan en toda su jerarquía panteónica? Pues vamos a ver: 1 Dios, 2: Jesús Vs Lucifer, 3: Padre, Hijo y Espíritu Santo, 4: Los cuatro evangelios, por ejemplo.

La idea es que cada universal debe tener su propia voz; su manera de hablar ¿Debemos esperar que Dios hable de manera diferente al ideal de un Padre? ¿Qué voz le damos al Espíritu Santo: gru gru? No sé, creo que tiene fuerza esta manera de ver las cosas. Hay canciones en el pop español donde se le daba voz al espíritu santo en nombre de San Miguel, o cosas por el estilo, evocando a mitos cristianos. Por eso pienso que no es tan descabellado.

En definitiva, podría ser correcto cuestionar que pueda haber un proceso de madurez en un ente como Dios que, supuestamente, ya es perfecto como para que precise un proceso de maduración. Y, sin embargo, nuestra idea universal de lo que es maduro también necesita maduración: en el antiguo testamento Dios era un poquito más inmaduro con respecto al nuevo testamento, y muy diferente con respecto al génesis o al apocalipsis. Por eso sí creo que deben multiplicarse las cuatro voces de la madurez por las diez voces de lo universal.

Cuando nos valemos de la religión de la India observamos cómo allí sí reconocen un panteón de múltiples dioses y, además, estos dioses sí poseen periodos de maduración (el cuarto sería el famoso kali yuga). Los cuatro que menciono, concretamente. Por eso, de esas peculiares casualidades debemos extraer una cierta sensación de constatación.



miércoles, 15 de junio de 2022

El conflicto entre el agente y la realidad

Ya en mi novela de "Luces y Espectros" expliqué que había como tres tipos de enfoques a la hora de resolver los conflictos bélicos; obviamente el objeto de entonces no era hablar de guerra. Esto es, como dice el personaje de Jackie Chan en Karate Kid, el kung fu lo es todo.

Cuando hablamos de tres maneras de entender los conflictos bélicos bien haríamos al intentar transformar el hipónimo "conflicto bélico" en algún término que podamos aprovechar mejor. Para empezar, cuando tenemos la confrontación entre dos pronombres en mi teoría de los 8 pronombres siempre podremos decir que los pronombres pares (yo, Vd, nosotros, Vds.) se confrontan contra los impares (tú, vosotros, ellos, él). De manera natural, parecería que el héroe (yo) se va a tener que enfrentar contra el narrador (él); y es que si tenemos un ser omnipresente describiendo las acciones, lo normal es pensar que esté en competición en autoridad ante el espectador (cuanto menos).

Por tanto, interesa entender que lo más interesante de una historia, para hacer que suenen convincentes los personajes, es el hacer que haya conflictos entre los distintos agentes. Esos conflictos generan una sensación de movimiento y le otorga a cada personaje personalidad propia, al margen de las descripciones que quiera darnos el narrador.

Si nos damos cuenta, los conflictos que se pueden tener con otros individuos es como los conflictos que se puede tener con la realidad misma, debido a que algunas de esas esferas pueden ser trampas o azares del destino que suponen trabas. Es decir, una esfera no tiene que ser una persona, ni específicamente un grupo, puede ser algo inanimado perfectamente. Se trata de un recurso literario que persiste a través de algunas funciones de lenguaje para atribuírselas; pero que no aguanta más allá de su propia historia y los estereotipos culturales. Es decir, una esfera puede ser un juzgado, pero no la Justicia en sí, sí puede ser la idea moral de justicia en la sociedad - pero porque en esa historia se le ve evolucionar y madurar con sus propias funciones de lenguaje. Los recursos que trascienden a la historia son los objetos, también los suelo llamar aeones. Los objetos son usados como moneda de cambio por las esferas, y aunque parezca que se destruyen en realidad son indestructibles - los objetos se transforman, pueden aparecer o no en la historia, pero técnicamente persisten a lo largo de toda la historia desde el mismo instante en el que son evocados. Ocupan el papel de los dioses cuando éstos han conseguido ser estereotipados; es decir, un dios convencional no puede ser aeón, antes debe ser un dios arquetipo.

Dicho ésto, debemos entender que el conflicto entre los agentes es como lo que he llegado a mencionar como "disonancia cognitiva". Es decir, se trata de un tipo de conflicto que se tiene entre el agente y la realidad, entre el idealismo y lo pragmático. Como si fuera una composición musical 4:4 podemos escuchar el sonido del tambor que suena fuerte en los momentos pares; es el momento pragmático. Es decir, contra un estereotipo tenemos una justificación racional, o contra un estereotipo lleno de prohibiciones existe un ideal que las rompe. Contra un nudo ideal el desenlace pragmático, o contra un nudo pragmático donde el héroe es marcado se enfrenta la sorpresa ideal del héroe o la justificación de que el héroe no puede terminar mal en el desenlace. Todas estas confrontaciones suponen pequeños giros que representan microdisonancias cognitivas y que provocan sensaciones en el espectador dependiendo de las notas escogidas en esta peculiar melodía.

Así que toca reflexionar: ¿cuántos tipos de disonancias cognitivas tenemos? Yo es aquí cuando rescato mis antiguas conclusiones que provienen del mundo de los juegos y la gamificación. Como ya cité en mi novela, hay tres tipos de oficiales que ven la guerra a su manera, aquí usaré términos más genéricos: los cohesivos, los permutativos y los abarcativos. Los cohesivos son los expertos en la guerra de degradación, mientras que los permutativos son los que mueven las tropas y buscan la victoria con el mínimo daño y los abarcativos son los que acorralan. Para cada modelo tenemos un tipo de juego de puzzle sencillo que lo representa: ajedrez para los cohesivos, arimaa para los permutativos y go para los abarcativos. Los jugadores tienen una idea en mente y una manera de trabajar la mente orientada a esa temática.

Ahora bien, también habré mencionado en otras entradas (o en el otro blog) que igual que los asperger trabajan mejor en entornos cohesivos y la gente no asperger suele funcionar mejor en entornos permutativos, hay un tercer grupo no tomado en cuenta por la teoría de la mente: así que bien podría decir que esto debe entenderse como una "teoría".

Retomando viejas fórmulas: los asperger son como las torres, los ordinales son como los alfiles; desde mi punto de vista los niños prodigio a los dos o tres años desarrollaron una mente que se mueve como una torre y un alfil a la vez. En el ajedrez la torre vale más porque es cuadriculada, pero en el shogi es el alfil el que vale más porque los intercambios son más permutativos. Lo curioso del shogi es que se parece más al ajedrez que al arimaa en general, y sin embargo desde el punto de vista del pensamiento parece que el shogi se parece más al arimaa.

Pues bien, tenemos teoría de la mente y piezas de juego para asperger, cohesivos..., etc. Pero entonces, ¿qué pasa con los abarcativos? ¿No son importantes para la teoría de la mente? Yo más bien diría que los que suelen estudiar la mente suelen ignorar esa clase de desarrollos.

Antes de nada, un poco de aclaraciones. El planteamiento de este tipo de oficiales de guerra era importante, porque en la vida en ocasiones tu esfera rival, lo que te ha provocado la disonancia, se comportará como si fuera cohesivo, permutativo o abarcativo. Es decir, no es cierto que las dos esferas tengan que jugar bajo las mismas reglas: ese no es el enfoque.

Como ejemplo podemos tener la idea de un francotirador que está disparando a nuestras tropas. Su posición lucha contra nuestra cohesión, no se puede decir que un francotirador sea capaz de abarcar a las tropas enemigas ni provocar permutas o movimientos de frentes... Así que lo que dice esta teoría es que contra uno cohesivo hay que usar un método abarcativo. De la misma manera que contra uno abarcativo sale más barato enfrentarse contra él con un método permutativo; y contra uno permutativo uno cohesivo. Es decir, para capturar al francotirador hay que acorralarlo. Parece que encaja la teoría, ¿no? Pues yo no he encontrado refutación por el momento.

El asunto es que junto con los tres tipos de pensamiento también tenemos un pensamiento trascendente, que servirá como cierre categorial. Ese pensamiento trascendente es lo que en mi novela llamaba "el juego del comandante", no recuerdo si usé ese término exactamente. El juego del comandante no era ni el ajedrez, ni el go, ni el arimaa - es el tijeras, papel o piedra. Digamos que es tipo estratego. Por supuesto no me meto en asuntos de gestión de tropas, mover frentes y asuntos demasiado complejos como para que ni me imagine todas las maquinarias que hay que gestionar más allá de estos planteamientos.

Así que tenemos cuatro mentalidades de confrontación ante la adversidad: cohesivo, permutativo, abarcativo y especulativo. Lo especulativo puede recordarnos al carácter que tiene el guardia cuando se vale de su contrainteligencia. Es decir, consiste en intentar adivinar cómo preferirá atacar el enemigo para dirigir hacia ese lugar-tiempo los recursos.

Y, a todo esto, ¿qué consejo le daría a los defensores de la ToM (teoría de la mente) en lo referente a los abarcativos? Los abarcativos no son los psicópatas, ni tampoco son los egoístas, ni nada que se le parezca. Esa mentalidad es exactamente la que tiene que ver con el desarrollo espacial, el conocimiento del cuerpo, las artes marciales, etc... Es como un piloto que gusta de tener su arma a punto, gusta de aparcar bien el vehículo, se centra en todas las luces, estudia su entorno... El cuidar de su propio vehículo es propio de un buen piloto. Si seguimos esta manera de transformar la mentalidad a la vocación militar de mi teoría de los 12 ciudadanos, cosa que no tiene que darse de esta manera - aunque es correcto encontrar analogías, el que forma parte de la armada se centra en los factores intrínsecos y en el mantenimiento del arma a través de un equipo humano muy cohesionado que se dedican a cumplir órdenes; el que elige portar el arma y pegar tiros en la jungla posee una mentalidad de no dejar a nadie tirado, de moverse de un lado a otro y atrapar la bandera para acabar con el conflicto - es una mentalidad de llegar al sitio, permutativa. Sin embargo, no hay que olvidar que en tierra podríamos encontrar gente con mentalidad de piloto, de armada, etc... Este enfoque es más orientativo y ultrasimplificador para ayudar a organizar mejor esta clase de álgebras.

Así que, en lo referente a afrontar los conflictos, como pasa con la idea de que hay gente que nace con capacidad para moverse como una torre y un alfil a la vez, es posible que también haya gente con disciplina marcial y se mueva con una velocidad más desarrollada. Podemos clasificar las distintas mentes como (torre | alfil | dama) [atlética | torpe] entendiendo que los corchetes son opcionales tendríamos como unas 9 piezas que conforman una mente diferente en mi versión de la ToM. Estas piezas se desenvolverán en un entorno con uno de los 8 caracteres (variaciones pedagógicas). En mi blog de Luces y Espectros solo consideré dos colores posibles (blanco para lo dramático y negro para la protección), además de que introduje la idea del peón y el caballo como dos tipos de personajes que trascienden a un sistema opresor: el peón se ha sometido a la realidad, y el caballo rompe con las reglas. Antes de que nos demos cuenta el número de piezas en este tablero se puede disparar en la medida de que los tableros deben etiquetarse por el tipo de reglas que favorecen (las cuatro mentalidades).

Estos modelos de juguete bien podría no considerarse predictores de nada en particular. Sin embargo, una de las cosas que nos dice es que se puede diseñar una gamificación específica para fortalecer una parte de nuestra mente que necesita complementarse. Es decir, no haber nacido genio no implica que no exista una educación capaz de hacer que para cuando sea adulto el sujeto no haga cosas de un valor equiparable. Es una cuestión demasiado compleja como para que pretenda yo definirme a ese nivel, sobretodo cuando ya sabemos de esas dos niñas que aprendieron ajedrez hasta convertirse en maestras equiparables a los grandes genios del ajedrez - demostrado por su padre para demostrar que la educación puede hacer peculiares milagros.

Nótese que es interesante considerar porqué la naturaleza iba a mantener la torpeza o a santo de qué emergen alfiles o torres pudiendo hacer sobrevivir las damas. Podemos decir que la evolución va a su ritmo, y la cosa convergerá hacia la genialidad - pero la verdad es que vemos muchos alfiles y, en un mundo diseñado por alfiles, las torres parecen como autistas. Ya no digo las torres torpes. A mí me parece que debe haber algo más detrás de tanta diversidad; algo que también se me escapa, y que promete ser otro pequeño reto interesante que descubrir.


martes, 14 de junio de 2022

Conversaciones adultas. Por razones técnicas

La interpretación de un guión debe ser clara, la parte que corresponde con la literatura debe desaparecer; y debe mostrarse una fase de gradientes de realidades, una detrás de otra, de manera que se pueda negar las interpretaciones molestas, los espectros de otras realidades.

Es fácil entender qué es el espectro de otra realidad, o un gradiente parásito de la realidad que percibimos. Una buena dirección, guiada por un buen guión, debe ser claro allá donde le corresponda ser claro, mostrar de forma diáfana lo que se pretende decir en ese momento.

Aún no he tenido la necesidad de empezar físicamente el guión, cuando los prototipos y los esquemas ya los tengo claros - ya tengo el resumen, el título, los personajes... Y, por tanto, también una cronología, una idea de las voces y los escenarios. Considero que la experiencia de empezar con el guión me favorecerá para entender lo que me toca explicar ahora y, al mismo tiempo, sigo teniendo percepciones que compartir antes de empezar dicho guión.

La idea es que se me ha cruzado un antiguo sistema informático que me permitía crear sistemas políticos, sistemas de gestión de recursos al más puro estilo "plan maestro de la producción". Cuando leí el problema que resolvía con esa tecnología lo hice a través de Knuth. Knuth en su famoso macrolibro planteó un ejercicio para informáticos: la idea era crear un generador de guiones de películas partiendo de una notación muy simple. La gracia de esa notación era que ya la había diseñado yo previamente, y la tenía bastante más desarrollada - aunque para mí esa manera de trabajar era para crear un sistema económico.

Planificar los recursos para que los agentes dirijan su propia historia; hay unos márgenes con los que podrían constituir su narración de los hechos y, por otro lado, existe un conjunto de restricciones que deben cumplir para que se genere el rapport. Por una cuestión de compenetración entre escenas existe un álgebra que permite configurar la claqueta. Quizá eso sea lo siguiente que haga: determinar qué firma digital tendría que poner al principio de cada escena para calcular el rapport entre escenas, ya que el programa que hace guiones que me he descargado no incorpora esa función.

Gracias a esa firma digital se puede calcular si hay agujeros de guión. Los agujeros de guión se deben considerar en virtud de lo que tiene cada agente, lo que conoce, lo que quiere y lo que sabe hacer al principio de la escena; de la misma manera para cuando termine la escena cada agente tendrá otro conjunto de cosas, habrá perdido algunas, conocerá algo más, desconocerá otras cosas, querrá otras cosas y puede que se envista con otra clase de rol. Durante la escena cada agente dispondrá de una serie de comportamientos que justificarán la transformación del inicio de escena al final de escena. Debemos entender que si un final de escena no encaja del todo con un inicio de escena para la sucesión temporal establecido (dentro de los márgenes de espacio y velocidad apropiados) es porque hubo una escena que no se mostró - si esa escena está asociado a un comportamiento propio de sus agentes y la realidad socioléctica del espectador considera trivial tales comportamientos (no son emocionantes) entonces lo correcto es no mostrar la escena (supongo, porque sería soporífero).

En cualquier caso, observo que incorporar toda esa información al principio de la escena (aun lleno de códigos para simplificarlo todo) promete ser terriblemente complejo - la claqueta podría llenarse de mucha simbología matemática. Por otro lado, poner información de menos en la claqueta obligaría al director el tener más cosas en mente, que tenga que recordar detalles, que se fije en lo que sabe cada personaje, cómo iba vestido para cada momento... Promete ser terriblemente complejo cuantos más objetos estén implicados.

Parecería que en la claqueta lo único que habría que hacer es poner el número de escena, la versión o ángulos, el momento espacio-temporal, el clima o contexto, y poco más - o no tanto. Todo esto sin tomar en cuenta la banda sonora y otros efectos que tendrán un lenguaje que deberá conectar con la película y generar intertextualidad en ocasiones.

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En estos procesos de automatizar lo que nadie ha pedido automatizar me ha venido el querer seguir mejorando mis conocimientos en el framework de React, más en concreto. Lo curioso del tema es que tan pronto como he visto que había algunos detalles que no comprendía de los hooks me paré a leer más detenidamente la guía técnica para ver si lo comprendía mejor y surgió un detalle...

Para empezar acabé entendiendo todos los entresijos de los hooks en React, lo cual está pero que muy bien; y estoy preparándome mis propios hooks para mi supertecnología, pero eso ya vendrá. La cosa es que me di cuenta del enorme error que cometen los captadores de talento en las grandes compañías: consideran que les conviene poner como senior a gente con carrera que tengan algo de idea de informática, para luego adaptarlos dentro de un framework. Ahora lo sé de primera mano, antes lo sospechaba solo, no puede funcionar: para entender los hooks por mí mismo tuve que valerme de mi experiencia real en informática, podría explicarle las dudas a un no profesional, pero tendría que descubrir sus agujeros, porque su socioléctica es diferente. Los manuales técnicos, sin saberlo, han sido interpretados por informáticos para informáticos; hay detalles que ni nos imaginamos que no están pensados para gente que estudiaron otras cosas.

Por eso, al final, por elegir los perfiles que eligen obligan a que tengan que contratar en secreto a informáticos para que les enseñen y provoca una sensación de impostura. Es decir, la gente que trabaja en las oficinas y se mantenga en ellas muy probablemente alcance o un instinto para apuñalar al compañero o acabe desilusionándose, porque no le parecerá emocionante todo lo que le van enseñando. De hecho, los errores sociolécticos los aprendí yo en su momento una sola vez y de golpe; a eso se le llama formación. Quien no la tiene la acabará adquiriendo, y si no se monta su historia de una manera emocionante..., se acabará aburriendo del puesto supercaro que tiene y abandonará la empresa.

Cuando se contrata a un profesional es porque tiene el lenguaje de aquello por el que se le contrata. Con ese lenguaje hay cosas que no hace falta aclarar. Lo mismo pasa con los directores de cine: no necesitan poner demasiada información en la claqueta, o en sus guiones, porque se han hecho según qué esquemas en alguna parte ya sea mentalmente, en algún borrador o hablando con alguien. Algo en su cabeza se mantiene y cuando observan la escena su instinto les dice: "falta algo, desde este punto hasta este otro".

En el guion que estoy haciendo hablo de la creación de una criatura capaz de crear películas; esa criatura es una máquina y su pretensión es capturar a la humanidad. La razón por la cual elijo esa historia es porque encaja bastante bien con mis pretensiones de automatizarlo todo. Pero pretender hacer el guion demasiado introspectivo puede ser entre lo imposible y lo innecesario - sobretodo cuando pretendo hacer que sea mi primer guion, debo darle un poco de margen y simplificarlo lo máximo posible.


lunes, 13 de junio de 2022

La ciudadana y el idiota

Hoy quería contar un testimonio que, por su momento sincrónico, tocaba contar ahora - pero que, empero, seguro que habré contado implícitamente en otro momento. Además de que me ha servido en varias ocasiones para describir comportamientos. Nótese que ahora estoy dentro de un ciclo de investigación relativa a la "interpretación" y, por tanto, ahora la temática se centra en la pedagogía y asuntos por el estilo.

Huelga mencionar algo que considero interesante: cuando cuento testimonios no es como cuando cuento relatos. En la escuela de periodismo algo que se suele contar es que el "relato" se debe distinguir del "cuento" conque el cuento es ficticio, y el relato no. Sin embargo, aquel que se ha fijado en mi manera de escribir en mis blogs se dará cuenta de que mi definición de "relato" no es lo que le enseñan a los periodistas: para mí un relato es prácticamente lo mismo que un cuento, salvo que el relato podría ser verdad o se cuenta de manera realista - se cuente lo que se cuente. El cuento, sin embargo, para mí suele abogar hacia reseñas juveniles, algunos rasgos simplificadores como ya he detallado (orgánica, gramática o ética). Si bien los relatos, para mí, pueden ser infantiles y fantasiosos, puede que el grado de simplicidad sea demasiado sutil como para llamarlos "cuentos". Por supuesto, en contraposición a todo esto, un testimonio para mí es lo que le dirías a un juez: toda la verdad y sin remilgos o vericuetos. De la misma manera, cuando cuento testimonios en un blog no es como cuando se los contaría a un juez: en mi blog me tomaré ciertas licencias poéticas - evidentemente.

La razón por la cual renuncio a usar el término técnico "relato" tal como la usaría el ortodoxo es como castigo a lo "convencional". Es decir, la mayoría de los relatos que he escuchado o leído siempre me han parecido cuentos infantiles, absurdos, mentiras obvias..., imposibles de ser aceptados en un proceso judicial, aun con la licencia que da el periodista que no ofrecería un juez. No hay que olvidar que para mí un periodista es como un fiscal - en mi modelo de democracia. Por tanto, sí acepto los testimonios que suelen dar las personas cuando los cuentan los periodistas que han dicho lo que han dicho; pero no acepto sus relatos, tan llenos de filtros sospechosos o claramente falsos.

Por esa razón para mí un relato es una historia fantasiosa o verídica contada con visos realistas y que, de estar más orientado a un público infantil, tendría el mismo formato de un cuento.

La percepción de que lo que voy a contar es un relato para mí, y no debe ser así - pero es así, me sabría insultante. Lo que voy a contar es un testimonio, que tendrá que ser completado de mejor o peor manera añadiendo recursos literarios que ayuden a visualizarlo mejor. Pero eso no lo convertirá en un relato, porque lo que importa aquí no es cómo cuente la historia, sino el hecho de que lo que voy a detallar es completamente cierto, aunque suene poco estético o rompa esquemas.

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Hace años, creo recordar que fue en el primer año de universidad, un profesor consiguió publicar a nivel nacional en una revista prestigiosa, la revista era Novática. En la facultad este profesor empezó a recibir palmaditas en el hombro, y mucha gente se sentía orgullosa de él. Así, hablando entre elogios, llegó hasta mis oídos y se me ocurrió preguntarle a una buena ciudadana, profesora de la facultad, cómo se conseguía publicar o cómo se podía llegar a ser alguien así... Ella comprendió la cuestión y erró al darme el siguiente consejo.

Antes de nada, comentaré dos hechos históricos: el primero era que a esas alturas ya tenía conocimiento de la farsa académica; cómo las secretarías académicas eran un caos, cómo se perdían los documentos oficiales, que el examen más oficial del país (selectividad) era una farsa basada en listas blancas y negras (me constaba oficialmente) y que no podía esperar nada del profesorado en su mayor parte. El otro hecho era que muchos años después (como una década más tarde o así) contacté con Novática para publicar un resultado y el máximo responsable no fue capaz de decirme ni sí ni no durante meses y meses..., en un bucle infinito.

La buena ciudadana me dijo que solo tenía que dirigirme a él y preguntárselo. Yo me hice el remolón, no sé si supe fingir timidez, pero realmente me suponía lo que podía pasar, pero ella me insistió. Así que, con toda mi buena fe, me dejé convencer; y ahora es cuando toca hablar sobre la historia del idiota.

¿Qué es un idiota? Un idiota es un sujeto que saca un provecho personal de lo público, que se vuelve egoísta de manera irracional. Así es como queda definido desde el latín, si le damos un carácter válido a su etimología. Aunque hoy día un idiota es lo mismo que un tonto, personalmente no uso la palabra idiota como insulto, y mucho menos como equivalente a un tonto - más adelante aparecerá esta figura, sino como un apelativo que describe a un tipo de individuo dentro de la sociedad: un ciudadano podrá ser muchas cosas, pero no un idiota.

Me dirigí al profesor y, con todas mis capacidades intactas de brillantez en el arte dramático que caracteriza a quien quiere creer que realmente se le va a presentar la oportunidad de encontrarse con un ciudadano ejemplar, le dije que había llegado a mis oídos que él había conseguido publicar en una prestigiosa revista - lo cual me parecía admirable... No recuerdo los términos que usé, pero entonces le pregunté cómo había conseguido publicar, qué pasos había que seguir.

Llegados a ese punto, y esta historia la llegué a repetir cinco o seis años después a sus compañeros delante de la máquina de café, para dar un ejemplo claro de cómo estaban las cosas con ese señor; cómo era posible que le tratara de manera tan hosca... Y es que años después se tornaron los roles, pero ya contaré esa parte. 

Llegados a ese punto, comprendo, el profesor podría haberme mandado a la mierda de buenas maneras, como yo esperaba que hiciera, o podía sorprenderme diciéndome algo más comprometido... Podría decirme "estudiando mucho y documentándose". Ante lo cual le habría dado las gracias y habría vuelto con mi amiga la ciudadana. Pero no, porque bien podría haber sido más embriagador al decirme algo que pudiera romper mis esquemas para hacerme desaprender algún vicio que pudiera tener: "respetando incluso los documentos que parezcan absurdos", o incluso podría haberme dicho algo del tipo "aceptando las teorías más locas para refutarlas de primera mano", me imagino un "no descansando ni para comer o dormir salvo para ejercitar tu deseo o convicción de ser mejor"..., me imagino múltiples respuestas que habrían sido algo más que un "vete a la mierda, y estudia" y que, por supuesto, jamás se me habría ocurrido que ese hombre me las fuera a decir. Aunque sí es cierto que me dirigí a él esperando ese tipo de respuestas, después de que la buena ciudadana me recomendara preguntarle. Y es que una persona con vocación siempre tiene una respuesta que ayude a desaprender, a encontrar la manera de desintoxicar tu propio comportamiento para acercarte hacia el camino de lo que muchos llamarían virtuoso.

Pero no, no fue así. Ese profesor lo que hizo no fue ni un leve gesto. Más bien fue la expresión: una cara de asco y repugnancia ante mi presencia. Años después aclaró que la razón por la cual se comportó así fue porque se estaba dirigiendo ante él un mero alumno de primer año, y que el publicar era algo exclusivo para gente de su nivel. Que era lógico responder o reaccionar de esa manera.

Por mi parte, internamente, no pudo hacerme daño. Pero lo utilicé, ¡vamos si lo utilicé! Pude volver a la ciudadana, ella vio lo mismo que vi yo aun estando un poco más lejos. No tuve que darle demasiadas explicaciones, ya se ocupó ella de "disculparse" por su compañero. Aunque los dos entendíamos que estábamos ante un completo idiota. Creo que éramos conscientes de que la profesora, por buena ciudadana, había sido un poquito..., tonta. Y es aquí cuando hay que percatarse de que para mí un ciudadano puede ser tonto, pero no idiota. El tonto es un término que expliqué en mi otro blog porque lo considero muy importante: de hecho griegos, ejipcios, sumerios, etc..., habían considerado a sus dioses como si fueran tontos; es una catalogación que pueden tener las criaturas más perfectas.

El tonto bien puede ser considerado un bruto, un iluso, alguien que ejerce una función porque es la que debe llevar a cabo. Como cuando se cuenta que Dios paseaba por el paraíso y se mostró ante Caín y le preguntó por su hermano al que acababa de matar. Pero Dios, ¿Vd. no era omnisciente y omnipresente? Es por ello que para mí el tonto es quien ejerce su función con la ilusión de esperar que todo fluya como en teoría debe ir. Sin llegar a ser un imbécil, porque el imbécil es el que actúa sin criterio alguno.

En este mismo blog he llegado a poner un test para saber si la gente es tonta. Ese test se fundamenta en la pirámide de Maslow. Es decir, en la medida en la que un ciudadano dispone de todas las herramientas y es buena persona, solo el tonto las desordena cuando la prioridad de su uso es único. El tonto tiene una visión del mundo que no encaja porque le ha dado importancia a cosas que no corresponden en ese momento. Para cada situación corresponde desarrollar unas herramientas u otras. 

Por eso consideraba que esa buena ciudadana, que me infundió una pena entrañable, era tonta. Me habría gustado abrazarla para compadecerla de su torpeza, pero los cánones establecían que, supuestamente, la víctima era yo al haber recibido yo el gesto de odio en la cara de ese idiota.

Unos años después esa profesora tuvo episodios psiquiátricos. Y no era violenta, entró en depresión mientras intentaba seguir haciendo su trabajo en la universidad - y los alumnos notaban, según me contaban, cómo poco a poco se iba degradando más y más. Ojo a la toxicidad del ambiente universitario.

Por otro lado, ¿qué pasó con el idiota? Pues bien, pasaron dos cosas: unos años después de que explicara a todos mis compañeros usando "anónimos" (que da igual, porque al final se vale de la herramienta de la difamación a través de los ataques por la espalda) porqué reaccionó así, fue uno de los profesores que me atacaban por la espalda, por los pasillos, en lo alto de la escalera..., de manera reiterativa, que acababa en comisaría, era excusado por el juez... Y que fue diagnosticado por un trastorno obsesivo compulsivo por un psiquiatra - como si eso pudiera explicar su idiotez. Es curioso que la universidad solo sea capaz de contratar gente de psiquiátrico (literal, no es broma). Algunos con antecedentes penales con o sin juicios pendientes (creo que se dice "en firme").

En ese tipo de ambiente era difícil que pudiera conseguir el título de ingeniero - esa fue mi tontuna. Es difícil saber hasta qué punto perdí mi tiempo, o lo supe aprovechar valiéndome de los recursos de los que disponía.

Con los años algunos jueces llegaron a usarme como perito judicial para algunos procesos de informática, y esto acabó a oídos de mis profesores - que empezaron a tomarme un poco más en serio, porque los mismos jueces consideraron necesario contrastar mis peritajes con mis profesores. Así que, coincidiendo con mis últimos años en la universidad, ocurrió algo que, a mi juicio fue gracioso: ¿cómo debe actuar el buen ciudadano cuando es el idiota el que le pide consejo?

Me quejaré, y con motivos, cuando los jueces han favorecido tanto y tan bien a los criminales de este país, pero hay que agradecer la vocación de servicio de algunos jueces que tuvieron la paciencia y la devoción necesarias como para hablar bien de mí y provocar así esta anécdota:

Estaba andando por los pasillos de la facultad de las matemáticas y, para mi sorpresa, se me pusieron delante dos profesores de la facultad de informática - de esos que suelen publicar y dirigir proyectos de investigación. Uno de ellos me dijo que escuchara la propuesta del segundo...

He pensado escribirlo en forma de guión, pero entonces perdería la fuerza del testimonio y parecería un relato - porque no puedo recordar realmente lo que se dijo en su orden. Pero debemos comprender que eran un profesor serio de carrera y un profesor de broma. El profesor de broma era un sujeto que había conseguido su puesto por amistades, y "compatibilidades judiciales y ejecutivas", además de tener antecedentes penales, una orden de alejamiento conmigo..., y era un idiota. El profesor serio, sin embargo, tenía barbas y, debido a su genialidad, nunca sabré si me lo trajo como carnaza o si realmente quería crear una conversación técnica.

El objeto de la conversación era una idea que se le había ocurrido al idiota..., que, de hecho, no era más que una idiotez. Me centré en detallar porqué no tenía sentido, era relativo a una manera de almacenar los documentos gráficos..., insisto en que no recuerdo los detalles, pero en cuanto me puse a fiscalizarlo me asaltaba con cosas sin sentido, yo le explicaba porqué no era posible, que a qué se refería con una o tal cosas... Al final descubrí que lo que decía no tenía ni pies ni cabeza, así que se lo expuse y se lo demostré de manera clara y explícita.

Lo peculiar y anecdótico de la conversación fue que al final el idiota mostró un rostro de "tristeza", como si le hubiera roto el corazón, como si hubiera actuado con demasiada crueldad ante un sueño... Y claro, ¿cómo es posible que tuviera tan poca memoria? ¿Acaso yo no tenía derecho a ser cruel con él después de cómo se había comportado conmigo desde el principio? Y es cierto, en un momento dado, no solo me limité a decirle que ese proyecto no era realista, sino que además me regodeé para así desahogarme un poco ante ese agresor confeso.

Desde mi punto de vista, el barbas siempre me pareció un completo cínico: al fin y al cabo, no es de buenos ciudadanos alegar la imposibilidad de echar de su grupo de trabajo a sujetos que agreden a alumnos, o reclamarles que cuando sean agredidos no hagan tanto escándalo. En este sentido al barbas no podría otorgarle demasiado respeto. Pero hay que decir que cuando destrocé y urgué por todas partes al idiota al menos en ese momento pudimos compartir alguna clase de complicidad.

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Bien, señores, por eso si bien puede ser malo ser tonto - en cuanto a peligroso, no crean que por conseguir el éxito el ser idiotas les vale la pena. Ya sea en pastillas o en fantasmas siempre la idiotez te perseguirá y no te permitirá avanzar porque todas tus espectativas corren el riesgo de ser humo.







domingo, 12 de junio de 2022

La virtud de lo tóxico

El tamaño importa. Aunque yo suelo hacer que no sea para tanto. La pedagogía, o la razón por la cual es necesaria una interpretación, se funda a mi juicio inexperto en hacer fuerte lo que es débil - y todos somos débiles hasta la muerte. Por esa razón nunca dejaremos de maravillarnos ante las historias que nos cuenten, porque todas albergan una enseñanza, una inspiración, una visión que nos complemente la realidad que vivamos a cada momento.

Algo así ocurre por ejemplo con esa serie tan maravillosa que nos ofrece Disney..., no recuerdo el título. Era Mother-nosequé... De unas brujas que forman parte de un ejército para la lucha contra el terrorismo. En esa serie se confronta la propaganda patriótica, de la familia, de los poderes... Está llena de historias de sacrificios y es terriblemente estética y realista. Se han preocupado de dirigirla bastante bien, con un buen guion, buenas actuaciones, personajes convincentes...

Cualquiera ve esa serie y piensa, ¿acaso no es para niños? ¿Qué deben pensar los niños de seguir una bandera, o de ver tantas muertes en masa? Para empezar es una serie juvenil, y cumple las espectativas: a esas edades se puede soportar tanta violencia. Por otro lado, la propaganda se presenta de manera evidente, no se trata de ocultar publicidad para metérnosla hasta en las orejas..., la cantidad importa.

Pero cuando nos ponen una bandera gigantesca, con sus barras y estrellas, está claro que nos están enseñando algo: que la gente en esa historia se mueve por esa bandera. Y eso provoca una reacción en el espectador: como cuestionando la bandera, evita que la publicidad se le meta dentro y se vuelve racional. Aunque, por otro lado, ¿le sirve de algo esa interpretación? ¿Alguien que vaya a matar a adolescentes en un instituto dejará de hacerlo por ver una bandera gigante en una serie de televisión? Hay preguntas para las que no hay respuestas claras.

En cualquier caso, la toxicidad en pequeñas dosis es como ofrecer en pequeñas dosis algo que no esperabas. El poco amarillismo nos hace tolerantes a lo inesperado: Cuando vamos a ver una película en un festival de cine y entonces el director nos dice que la "película eres tú", aquí hay varias lecturas: ¿está siendo demasiado amarillista y nos ha estafado o, por el contrario, el amarillismo es muy leve para la experiencia trascendente que nos ha brindado? ¿Hemos trascendido en nuestra consciencia como cito en mi teoría o se mantiene la poca calidad de la enseñanza a partir de su amarillismo? Que nadie crea que tengo la fórmula final, pero tampoco negaré que exista alguna.

En pequeñas dosis a un niño pequeño podemos como asustarle, y así conseguir que sea más duro. En pequeñas dosis asustar a los niños para que se diviertan permitirá que no puedan ser traumatizados para cuando alguien quiera jugar con su demencia. Por eso lo tóxico también tiene algo de virtuoso: cuando vemos a un actor haciendo una actuación brillante de mafioso no debemos pensar que nos está confundiendo, debemos pensar que podremos comprender mejor esa mentalidad para así apreciar cómo se desenvuelve la realidad. Aún es posible que el género busque la frivolización o el drama, pero el intentar hacer que el villano parezca bueno, que el héroe parezca cruel..., todo eso son pequeñas toxicidades que ayudan a entender mejor los personajes, que los hacen más creíbles, más maduros. Con sus luces y sombras - me parece brillante.


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