martes, 20 de junio de 2023

Ejercicios de Clase. Las liendres del Leviatán

El síndrome de Wendy es un vicio que tienen muchos adultos, consiste en obligar al niño a que sea aún más inocente e indefenso de lo que es realmente. El síndrome de Wendy es una forma de llamar a la condescendencia patológica, o a la perversión del síndrome de Peter Pan proyectado en terceros, y que, como se debe suponer, no describe la pulsión que provoca el síndrome, sino que simplemente pone de manifiesto el que se da ese preocupante comportamiento.

Es decir, en el síndrome de Peter Pan se nos dice que el sujeto quiere seguir siendo niño, hay como una muestra implícita de la naturaleza del síndrome en su apetencia. Sin embargo en el caso del síndrome Wendy no se observa claramente de dónde proviene esa condescendencia porque la víctima es otro. Es decir, tan pronto como podríamos seguir analizando de dónde proviene el síndrome de Peter Pan, observamos que el de Wendy podría ser una proyección del propio síndrome de Peter Pan sobre terceros, una perversión de pederastria insatisfecha sobre su víctima, una perversión sádica de ostentar alguna clase de poder sobre sus víctimas o una combinación enfermiza de los anteriores mezclada con un incontinente instinto paternal inapropiado.

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Marx nos habló de la consciencia de clase, y muchos nos lo preguntamos: ¿eso para qué? Hace falta hacer un ejercicio pragmático de para qué sirve esa clase de conceptos. Al fin y al cabo la socialdemocracia se reinventa gracias a revisionismos del marxismo, y son los principios de ese revisionismo, propuestos por Bernstein:

1. El marxismo no es puramente materialista ni puramente económico.

2. En la historia no actúan exclusivamente fuerzas económicas.

3. La teoría de la plusvalía es demasiado simplista y abstracta.

4. La lucha de clases, de existir, no se da exclusivamente entre capitalistas y proletarios, sino también entre ellos.

5. La paz social se consigue gracias a partidos políticos y sindicatos.

Si hacemos un filtro de cuál es la idea de democracia de Bernstein nos damos cuenta de que nos sobran solo el 1 y el 3. Y así es como queda definida la socialdemocracia: los principios no se rigen por fuerzas económicas exclusivamente, se debe reconocer la existencia de diversos grupos y facciones más allá de quiénes sean los propietarios de la fuerza del trabajo y, la guinda del pastel, los principios deben ser sujetos a la financiación de quienes mueven las deudas.

La socialdemocracia, inicialmente, se sostiene en un muñeco de paja, que es la identidad cultural comprada por intereses políticos o sindicales - y que va más allá de lo económico. Con las mismas intentan despistarnos sobre quiénes tienen el capital y que quienes conforman un colectivo que defiendan nuestros derechos están sometidos a quienes hacen capital de su deuda. Y es que los grupos sindicales que no entran en el juego de la deuda no consiguen hacer suficiente propaganda, y si entran en el juego de la deuda las condiciones que la condonen estarán a favor de los de siempre, los tenedores de deuda.

Por otro lado, es de sentido común que la democracia no tiene como problema exclusivamente lo económico. Sin embargo, no es difícil darse cuenta que justo lo que no tiene nada que ver con lo económico tiene que ver con la estructura, la constitución del país. Por lo que suena sospechoso que los ciudadanos puedan participar de aspectos que trascienden a lo económico, hasta el punto de suponer un problema social..., en vez de referendar una sola vez cómo quieren marcar las reglas del juego.

Esto nos debe servir de anticipo que algo huele mal en Dinamarca...

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Cuando varias personas se agrupan como un colectivo existen cuatro motivaciones: puede ser un grupo comunitario (familias y amigos), puede ser un grupo jerarquizado (basado en la cadena de mando, como los militares y médicos de urgencias), puede ser un grupo social (basado en relaciones horizontales, como empresario y empleado, o socios de una asociación) y, finalmente, puede ser un colectivo producto por un incidente que les sea ajeno (como víctimas del terrorismo, de un huracán, etc).

Estos colectivos poseen una dialéctica con respecto al resto de la sociedad que ayude a comprender cómo afrontar los retos sociales que permitan confeccionar de la manera más justa el pacto social. Así, si estructuralmente deben tomarse en cuenta según qué instituciones, junto con sus leyes, también toca reevaluar las partidas presupuestadas y estudiar cómo se han ejecutado con un poder vinculante a modo de denuncia.

La socialdemocracia ofrece muchas excusas para que el poder no tenga que rendir cuentas por casi nada, para convertir en papel mojado todo lo que sea persistente, y se ignora todos los problemas. Sin ir más lejos, el marxismo apareció porque los jueces seguían interpretando la ley como si los trabajadores no fueran seres humanos. Tan pronto como que cada vez se defiende mejor a una persona en la calle, a la hora de trabajar el señor juez no lo considera persona: da la impresión de que el código penal agacha la cabeza ante los entes jurídicos, cuando debería de actuar contra las personas que se escudan en ellos. En definitiva, se sindican porque saben que la fiscalía no actúa - incluso el jurista se ríe por la inocencia de la idea... Tal vez lo que no necesitemos es ese tipo de cátedra en los juristas.

Cuando la clase proletaria empieza a ser atacada por los diversos empresarios habría que empezar a plantearse qué tipo de colectivo es el que conforman tanto los empresarios como la clase proletaria. Para empezar los empresarios no conforman ningún colectivo, por lo que los distintos proletarios adquieren problemas de distinta naturaleza. En común es posible que tengan que afrontar retos comunes, y de ahí conformarán un colectivo arbitrario. Esto quiere decir que deberían de dirigirse al estado para que se regulen los desequilibrios y así conformar una estructura legal que dé cobertura jurídica a la relación horizontal entre trabajador y empresario.

Uno de los aspectos que no comprendo de muchos comunistas es que no toman en cuenta dentro de la plusvalía el coste por el riesgo ante un cambio de mercado, el coste de inversión. Los riesgos, si el empresario no lo asume, entonces comprendo que la fórmula estaría completa - pero si se considera que la inversión proviene del capital del empresario entonces la plusvalía no es tan generosa. En este sentido hay que ser más realistas.

Por esa misma regla de tres, bajo una comunicación basada en cliente-servidor el empresario le dice al empleado qué quiere, y el empleado se encarga de llevarlo a cabo. Si el empresario estuviera siempre encima del empleado diciéndole cómo hacer las cosas entonces al final lo normal es despedir a ese empleado. A muchos empresarios les gusta jugar a ser los papis de sus empleados, para así tener una buena excusa de despedirlos y que no sumen antigüedad..., no sé qué les mueven hacer lo que hacen para describir ese síndrome de Wendy, pero esto mismo sucede en la propia clase política, así como en los tecnócratas que son los propios juristas.

La clase proletaria no tiene por objeto dirigirse contra los propietarios del capital, pues con ellos deberían de tener de manera heterogénea una relación horizontal, sino con la clase indecente que controla el lenguaje jurídico. Al fin y al cabo, si hubiera cambios significativos y no supone un cambio radical a la hora de leer las leyes entonces será una revolución para nada - porque los problemas individuales se habrán colectivizado, con el riesgo que supone que los derechos humanos sean considerados meros liendres para el Leviatán.

Nos han querido desviar la atención: cuando se agredía a un trabajador el fiscal lo consideraba una relación consentida. Sobran esa clase de contradicciones.





domingo, 18 de junio de 2023

La experiencia intelectual

Este post, como ocurre con la mayoría, es resultado secuencial del anterior..., aunque no lo parezca. No hay que olvidar que lo que se pone entre líneas es la base argumental más importante y que es la que marca los títulos y las analogías entre experiencias y formalidades. Y que aún hoy día sigue siendo algo en lo que, quizá lógicamente, fallan las máquinas. Es más difícil de ponerle título a una película de lo que parece.

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Imaginemos un director de cine que se dirige a un productor. Le plantea la idea, y el productor empieza a pedirle cosas que den más chicha..., algo más actual, que la gente se sienta identificada, que aproveche a cierto actor, la imagen que tiene alguno, alguna referencia a trabajos anteriores... Poco a poco el director, que quiere el apoyo, le sigue el juego, le batea todas las bolas, incluso saca provecho de algunas curvas..., recuerdo que cuando a mí me tocaban las narices era capaz de batear hasta las curvas. Y, a todo esto, poco a poco van montándose una idea de producción que no se parece del todo al boceto original de la exposición del director.

En todo este proceso ha habido una experiencia intelectual que, muy probablemente, no pueda verse transmitida en el producto final. Sin embargo, aun no habiendo vivido todo el proceso de lucha continua, es probable que acaben apareciendo iconos o personajes propios de esa conversación. De esta manera, de cara a los que estuvieron ahí esos signos adquieren mucho sentido - pero entonces es cuando el público se pregunta: ¿qué hace una araña mecánica gigante en mitad del desierto?

Luego urge la pregunta: ¿de quién es la culpa? ¿Acaso el director no podría haber buscado la manera de meterle las justificaciones suficientes como para que el público viva la experiencia de la discusión con el productor? La experiencia del desarrollo intelectual en los animales vivos coincide con la experiencia del producto final; en las máquinas aún no. Cuando a una máquina le pedimos que nos cuente una historia ésta nos la presenta independientemente de la experiencia intelectual por la que esté pasando el transformer. Es decir, la máquina no está pasando por una película equivalente, con arañas mecánicas gigantes, como para que adquiera significado la obra y sus iconos.

La cosa es como sigue: la experiencia de una película es una historia que es análoga a la vida de sus espectadores. Si no fuera así no aportaría interés al espectador. Se puede estudiar unos rasgos invariantes entre los iconos con los que se maneja cada esfera en la película para comprobar cómo ésta desarrolla una clase de experiencia arquetípica.

Podemos partir de una historia escrita al azar: "Un hombre mira al cielo. Hay un pato. Se pone a andar. Mira atrás. Fin." Se podría decir que se trata de una historia indie..., pero no; hasta las historias indies se autoobligan a intentar decir algo - con la ausencia de escenas pretenden dar a entender que cualquiera podría rellenar lo que le falta para montar una historia en condiciones. Y es ahí donde entra el estructuralismo. Si no hay manera de conectar la historia que se cuenta con lo que interprete el receptor/espectador, entonces la historia no llegará.

De esta manera, el autor se ve obligado a plantearse cómo está hecho el producto final y vincularlo consigo mismo. Como si estuviera rompiendo la cuarta pared, la máquina tiene que montar la historia dentro de una trama marco no confesa en la que se encuentre la propia máquina - en su mundo. Justo lo contrario que lo que haría el director humano, como recomponiendo la cuarta pared y así evitar que se note mucho los añadidos impuestos en conversaciones privadas.

La experiencia intelectual es la que nos dice que lo que hemos soñado fue una historia llena de sentimiento, cuando a la hora de plasmarlo en algún medio observaremos que muy probablemente no era más que un espejismo.

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En cualquier caso, todas esas limitaciones que se le imponen a los transformers como si su intelecto fuera de naturaleza independiente a la humana..., poco a poco se irán cayendo esos muros, porque ni la ensoñación del intelecto animal es para tanto, ni tampoco creo que nos acabemos conformando con tan poco los informáticos.

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