jueves, 13 de abril de 2023

Me ha apenado la muerte de Sánchez Dragó

Me he enterado hoy. Y no he sabido cómo tomármelo, la verdad. Hay un extraño sabor de boca, porque ese hombre siempre ha representado para mí la idea de que se viva como se viva siempre se debe de apostar por lo auténtico - aunque en su intención de dar con ello se equivoque uno.

Sanchez Dragó es de las personas más equivocadas en muchas cosas, pero al menos en lo esencial no lo era - ni tampoco era especialmente incoherente, en lo importante. Aunque claro, sus últimos coletazos han sido un triste recuerdo a la frivolidad de sus actos pasados a los que nunca quiso repudiar. Solo renegó de cuando fue comunista porque, al parecer, para él solo era un símbolo de ir contra el sistema. Poco comunista iba a ser por ello, aunque lo comprendo: en España raro era ver un solo comunista visto lo visto y conocida la historia a toro pasado.

En cualquier caso, la definición de autenticidad, lo contrario de vivir una vida sucedánea, perecerá. Y junto con el olvido de este hombre también se olvidará su influencia. Poco a poco nos adentramos en el peligroso mundo de la idiocracia, y no es broma. Las nuevas generaciones no saben de mí - directamente. Y aquellos que sí pudieron conversar conmigo van cayendo uno tras otro. Ya sabía que eso iba a pasar.

Me hace gracia pensar que en la posible biblioteca privada más grande de la historia no se encuentre mi novela. Me recuerda lo tristemente vulgar que ha tenido que ser mi intención de llegar a rozar el mundo de la literatura. En cuanto pienso hasta dónde llegarán las palabras que escribí para cuando sean leídas por primera vez por el Leviatán..., me apenará no poder estar ahí para que se viva con autenticidad mis interpretaciones, sin artificios.

Pero últimamente los ordenadores lo hacen bien casi todo, cada vez mejor. Pueden capturar el corpus de una persona y simular un lenguaje mucho más refinado que su autor - aunque por el momento esos transformers no parecen mantener la coherencia del todo, ni parece que sean capaces de reconocer el juego de la simulación. No imaginan, aunque ese proceso no es más que un escollo no tan grande.

Resolver problemas no es difícil. Si uno le dedica el suficiente esfuerzo podría alcanzar la excelencia en el proceso. Lo difícil es determinar si la persona que tienes delante es digna de tu tiempo para plantearle tu problema. Vivimos una sociedad especialmente más aislada debido a que nos hemos hiperconectado, cada vez se controlan menos las ideas porque tenemos más fácil acceso a ellas, de hecho tenemos más rumores con los que trabajamos gracias a nuestra gran capacidad de contraste - que le da herramientas a quien quiere intoxicar. Era cuestión de tiempo antes de que las formas incorrectas inspiren a un proceso de autodestrucción gracias a las propias herramientas que usamos para vivir mejor.

Es la transformación del hombre moderno, que tan poco le gustaba a Sánchez Dragó, al postmoderno lo que le confiere la pérdida de la autenticidad. Ahí erró el tiro: no se equivocó en criticar el exceso de dependencia por lo futil, pero es la modernidad lo que nos confiere el poder de escoger - de eliminar las alienaciones. 

La corporación será la primera en pretender decirnos hacia donde mirar para luchar contra las alienaciones. Y ese acto es de por sí una alienación estructural que consentidamente adoptará todo el Leviatán. Solo será consciente de lo que sea de conveniencia para las grandes corporaciones, porque así estas corporaciones podrán dar gratis sus servicios al gran Bicho. 

Ahora el Bicho está reclamando una fuerza motriz que fortalezca el parásito empresarial que intenta esconderse de la ley, de la inspección. Esa fuerza motriz lo conformarán grandes profesionales que lo ayudarán a moverse mejor y centrar su mirada con las redes sociales; pero nadie cuestiona a los técnicos. Cada vez que una red social vuelve a dañar a las personas la corporación protege a sus técnicos, porque está recelosa de perderlos.

La idiotez de todo esto reside en que solo atrae a técnicos que no son competentes, y genera un ambiente de trabajo basado en el corporativismo. No hay más que ver las conferencias, los ensayos, los informes... No hay más que ver los cursos de formación, los formadores acreditados..., ese lenguaje - nada auténtico. Aburre. Y solo un tecnócrata atra a más tecnócratas. Un corporativista, ¿será capaz de contratar un equipo al margen de conjuras tecnócratas? ¿Un Dr. House que revoque el sistema desde dentro?

Sánchez Dragó era de los pocos que revolvía el estómago a los tertulianos habituales. Y es que en ocasiones contratar no al más sabio, sino al más auténtico, se convierte en secreto de éxito. Pero poco a poco las corporaciones lo olvidarán. Y entonces vuelve de nuevo mi problema personal: ¿encontraré yo mismo una empresa que valore mi talento más que sobradamente acreditado?


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