sábado, 7 de noviembre de 2020

Relato. Fil y Tod

Fil y Tod eran dos perros. Vivían en una cabaña cuyos dueños eran dos ancianitos: una señora y su marido.

Siempre que llegaba la noche, Fil y Tod tenían la oportunidad de despertar a los dueños por motivo de haber encontrado un intruso - como podría ser una rata o una ardilla. Se daban cuenta de que dependiendo de en qué lado de la casa ladraban podía salir o el anciano o la anciana. 

"Mira Tod", le decía Fil, "siempre que despertamos a uno de los dos éste se pone más malhumorado, porque no le hemos dejado dormir. Deberíamos de ponernos de acuerdo de a quién ladrar porque de él dependerá de si comemos o no".

"Bien Fil", le respondió Tod, "simplemente observemos quién nos da de comer y si realmente nos da menos de comer por ladrarle a él".

Así, una noche decidieron ladrarle al anciano. Y comprobaron que, efectivamente, al día siguiente a la hora de recibir las sobras éstas fueron menos abundantes de lo habitual. Por otro lado, a medida que pasaban los días, se percataron de que la anciana casi nunca les daba de comer, salvo en muy pequeñas cantidades y con comida muy casual.

Así que pensaron: a partir de ahora sólo molestaremos a la anciana, a ver qué pasa.

Pasó el tiempo y siempre que ladraban observaban cómo el anciano les daba de comer de manera muy suculenta..., en los momentos de bonanza todo iba bien. Sin embargo, un día el anciano se fue en el coche y dejó la casa sola con la anciana. Ella, en un principio, empezó a darles de comer de manera suculenta, como si nada hubiera pasado, pero un tiempo después pasó lo contrario: fue ella la que se marchó, y el anciano el que se quedó en casa.

Entonces fue cuando se dieron cuenta de que en esas circunstancias no podían comer todos los días.

El mundo de Fil y Tod era demasiado complejo, Fil podía pensar que el anciano era mejor porque les daba de comer más, mientras que Tod podía pensar que la anciana era mejor porque se preocupaba de que comieran todos los días. Sin embargo, Fil y Tod no eran más que unos necios porque en esa casa no abundaba la comida por uno de los dos, sino a través de los dos: el anciano la recolectaba y la anciana la preparaba, el anciano les daba las sobras y la anciana se preocupaba de ellos cuando no habían sobras.

Fil y Tod creían que podían elegir cuál de los dos era mejor o peor, cuando realidad nunca dejaron de ser los perros de esa pareja de ancianos.


jueves, 5 de noviembre de 2020

Propiedad privada Vs Liberalismo Vs Capital meritocrático

Trinidades imposibles cuando nos manejamos con las obsesiones del capital. Aparecen y reaparecen constantemente para obligar a los dirigentes a tener que aceptar que su modelo no es tal como lo pintan: que no puede ser coherente toda la propaganda, y siempre hay que acabar eligiendo parte de sus bonanzas.

Alguien podría sospechar que los sistemas económicos no pueden ser perfectos, cuando no: el problema es usar según qué exigencias que, de hecho, son prescindibles. Por ejemplo, si en binarios prescindimos de especular con comodities, o si prescindimos de meter en bolsa los bienes estructurales de un país, como podría ser los recursos naturales o inmuebles fundamentales, entonces podría verse fraccionada la economía con dos tipos de divisas: la que trabaja con la soberanía del país de un modo keynesiano y la que juega al Monopoly.

Es muy simple y fácil de aplicar. Insisto en lo más básico: si no se hace es por la doctrina liberal de no querer ni plantearse la posibilidad de limitar lo que es especulable, o porque podría parecer que se le da la razón a Cuba.

Sin embargo, ya es conocida esa trinidad imposible, y ahora sólo quería hablar de una mucho más evidente: ¿quién debe encargarse de dirigir el imperio creado por un alto empresario? ¿Su hijo?

Conocemos casos concretos: que si Botín, que heredó Santander a su hija; que si Polanco, que cedió su imperio construido con el sudor de sus contactos, conocimientos..., en sus hijos. Se trata de comprender lo que estoy diciendo: ¿no decimos que las monarquías no aportan valor a la sociedad porque son hereditarias? ¿Entonces? ¿No es importante quiénes ocupan la presidencia de las grandes compañías? Si es que no, entonces las grandes compañías no afectan al futuro del país en el que se encuentran. Si es que sí entonces el ADN, ¿es un valor meritocrático? 

Tenemos suficiente cultura para responder algo tan obvio. Si la monarquía es anacrónica, también lo es la posesión de un ente jurídico. A Marx jamás se le habría ocurrido que existirían los entes jurídicos, conceptos que se inventaron en la segunda mitad del siglo XX para no tener que asumir responsabilidades judiciales. A mi juicio es una buena práctica para así comprender qué significa realmente un proyecto formado por personas y, por tanto, de quién es realmente el proyecto.

No diré que el proyecto, la empresa, deba ser de los trabajadores - cuando tampoco es tan mala idea. Pero la posición que yo realmente defiendo es que, al igual que nadie debería de tener acceso al neto del ente jurídico - pues sería corrupción, al final el ente jurídico no tiene más remedio que ser una extensión del propio Estado.

Te creas una empresa, te pones un cargo para gestionarla, donde corresponde alguna clase de dividendo al hacerte cargo de su deuda, y cumples unos estatutos que no debería de haber sido aprobados por ningún despacho de abogados; unos estatutos que no pueden privatizarse y deben refrendarse en la legislación estatal.

Las empresas pueden tener además de las normativas propias y de su sector una gran cantidad de estándares a seguir. Pero los estándares no sólo deben de existir, sino que además debe reincidirse en que no son más que recomendaciones que puede o no seguir el empresario y que deben ser puestos sobre la mesa por parte del fiscalizador estatal.

Pero eso es lo que defiendo yo. No es lo que veo en ninguna parte. Mi enfoque defiende un capital meritocrático. Y sostengo la liberalización gracias a que desvinculamos la empresa como propiedad privada. Pero en el mismo instante en el que sostengamos que la empresa es de quien la funda, de que una asociación es posesión de sus socios fundadores, etc..., detrás de la capitalización del ente jurídico sólo se encuentra la destrucción de su carácter meritocrático cuando se acabe heredando, o la destrucción del carácter liberal en cuanto se prohiba dar "tu empresa" a quien desees.

La propiedad privada, a lo largo de la historia, se ha convertido en un concepto tóxico sólo defendible por aquellos que lo usaban y vivían de él. No se trata de destruir la propiedad privada, no soy un puto hippie, se trata de entender que la propiedad privada, así como la idea de la familia, no puede ser el eje vertebrador de nuestro día a día, no puede ser un pilar que nos marque el rumbo. Porque no son conceptos fundamentales.

No existe, por ejemplo, el derecho a tener una familia. No es fundamental. Y, lo más importante, cuando giramos todo en torno a la "familia" corremos el riesgo de perder o nuestro carácter liberal o nuestro carácter meritocrático, una vez más, también debido a la herencia, el trato de favores, etc... Refortalecer la idea de la familia puede llevarnos a sociedades fuertemente corporativistas, nepotistas o, simplemente, mafiosas. Por eso nunca hay que perder el norte: los asuntos de lo público no pueden mezclarse con la propiedad o la familia; son conceptos independientes. No son contradictorios, ni van de la mano; son simple y llanamente independientes.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

El poder ejecutivo siempre fue arbitrario

Existe un precepto un tanto hipócrita aplicado desde la Constitución hacia las Administraciones Públicas: decir que no deben ser arbitrarias en sus decisiones. Sin embargo, siempre se les ha conferido un poder absoluto y ausente de toda responsabilidad al poder ejecutivo.

Cuando la gente elige a un gobernante antes prefiere escoger a quien se identifique con su manera de pensar y forma de vida moral que a quien haya tenido una vida asceta orientada hacia el pensamiento y el discurso racional. Elegir a un gobernante, por su nombre o por el nombre de su ideología, significa escoger unos preceptos morales y una forma de vivir - sin embargo, y más importante, es elegir una manera de "morir la política".

Morir es un verbo intransitivo, y cuando usamos los verbos intransitivos como si fueran transitivos, más allá de que gramaticalmente no se pueda hacer, al final lo que hacemos es encontrarle el significado intermedio entre la pasiva impersonal y el sujeto: nosotros nos encargamos que de hacer morir la política. En inglés suena más natural, creo que tienen una estructura gramatical para ello...

Matar la política es destruirla. Morir la política es hacer que fracase circunstancialmente, pero sólo la nuestra. Si hacemos una tontería es nuestra tontería, si ponemos a un tonto en el poder ése es nuestro tonto. Es como una manera de entender la soberanía.

Cuando se elige a alguien que es como nosotros esperamos en realidad lo que estamos escogiendo es un arquetipo moral reconocido en nuestra cultura. Es nuestro patriarca emperador, aquel se comporta como esperamos que se debe comportar un buen líder. Y, claro, en una sociedad patriarcal es difícil elegir a una mujer como patriarca - aunque no imposible, porque el patriarcado no consiste en anular a las mujeres, sino en ponerles a cada sexo un rol, y el machismo puede evolucionar a la igualdad en algunos aspectos y mantener o crear nuevos roles en otros.

Es por ello que siempre ha sido arbitrario el poder, porque los errores que comete el que es como nosotros se asume con la idea de misericordia: tus miserias las veo en mis miserias. Cuando escogemos a un erudito, sin embargo, tus éxitos son mis éxitos: con el erudito somos inmisericordes, mientras que con el tonto somos benévolos.

Así que surge el problema: si de todas formas el poder va a ser arbitrario, ¿por qué no nos conformamos con poner a cualquier hijo de vecina al azar y rotar constantemente a los miembros que conformen esa asamblea coordinada? Yo a eso tengo una respuesta sincera: porque el poder ejecutivo funcionaría mejor con jurisprudencia.

Considero que si el que toma una decisión se basa en lo que digan dos leyes: una sobre el poder judicial y otra sobre el fiscal de lo ejecutivo. Entiendo que para fiscalizar un presupuesto aprobado por los que legislan no es necesario entrar en debates profundos entre dos partes, con haber ganado alguna clase de fiscalía sería suficiente. Sin embargo, no deja de ser importante distinguir entre las decisiones que se dejan al arbitrio de aquellas que emanan de lo legislado y su hermenéutica. Es decir, sin un jurista estos planteamientos no tendrían sentido.

Personalmente considero que la hermenéutica que usan los juristas en España es errónea sustancialmente hablando. Y me baso y fundamento en los exámenes que hay que aprobar en el teórico para conseguir el carné de conducir. Es decir, yo, como informático, capturé la manera de pensar de los juristas para aprobar el test teórico a la primera, pero lo hice bajo la condición de que la manera que tienen de dar con la respuesta correcta es ilógica. Es decir, las trampas gramaticales de las que se valen los juristas para ser "claros" no me parecen convincentes.

Pero bueno. Al margen de todo ello, es innegable que la ley debe escribirse de una manera y que un entendido en lectura de leyes debe encargarse de aplicarla. Hacerlo al revés: que sea el entendido el que la dicte y el no entendido el que la ejecute (como pasa en los tests teóricos de conducir) me parece contranatura.

El principio de arbitrariedad es algo que jamás ha querido asumir las instituciones como algo propio. Sin embargo es como la infalibilidad del Papa: suena anacrónico. De hecho, una ley puede redactarse de manera que exponga unas motivaciones, deseos, máximas..., pero al no concretar con la manera se entiende que no llegar a ellas, sino a un resultado parcial, implica la aceptación de ese principio de arbitrariedad - supone aceptar que no se podrá juzgar al ejecutivo por elegir un camino entre los diferentes posibles. Es más, creer que se debe juzgar a un político por hacerlo mal parece erróneo. Asímismo, creer que se debe juzgar a un político por hacerlo bien debe ser igual de erróneo. Lo que realmente hace bueno al político es su capacidad para no salirse de la senda establecida, de aguantar las hemerotecas... En definitiva, de fiscalizarse como un juez.





martes, 3 de noviembre de 2020

El Ministerio de la Preocupación. Cuando el cínico se hace filósofo

Cada vez que ETA mataba, un alto cargo acababa llamando al Ministro del Interior a su casa para despertarlo de la cama. El objeto de la llamada era, simple y llanamente, porque su trabajo era ese: debía recibir la llamada.

Los ministros no tienen ni cargo ni ocupación ni razón de ser. Están para fingir ocupación o cometido. Y tienen una jerarquía descomunal de secretarios, subsecretarios y otros elementos que, por supuesto, sólo están para fingir preocupación, para catalizar ideología o votos.

En definitiva, el aparato que usa el estado para el poder ejecutivo no es más que una antena de votos sin otro cometido salvo el fingir preocupación sobre según qué temas. 

Nos podemos imaginar qué pasará para cuando realmente necesitemos que se ejecute alguna clase de proyecto - como la creación de líneas de alta velocidad, o la gestión de una epidemia ¿Necesitarán valerse de subsecretarios, directores generales, subdirectores y todas esas poyeces? Toda esa gente, una vez más, sólo están ahí para captar encuestas, sondeos, apariencias...

Estos gobiernos bien podrían condensarse en un gobierno besugo con un único ministerio: el Ministerio de la Preocupación, el cual tendría como objetivo mostrar al Ministro único preocupándose por todos los asuntos del Estado. Debajo del Ministro de la Preocupación tendríamos al Secretario del Estado Preocupado, que se encargaría de lanzar planes de preocupación por cada uno de los asuntos que se den dentro de la agenda política. Tras considerar los distintos planes de preocupación los órganos directivos serían los encargados de ejecutar tales planes, en donde los propios delegados de las comunidades autónomas adquirirían la preocupación nacional y la contradirían con sus respectivas preocupaciones territoriales junto con los secretarios generales de la Preocupación.

Me parece curioso que a un sujeto se le ocurriera este esquema militar donde, efectivamente, funcionaría como trabajan los oficiales en el ejército salvo por un pequeñito y minúsculo detalle: están preocupándose a partir de un enemigo que no existe. No hay motivo de Preocupación, salvo para el besugo de turno.

Y es que el mundo está lleno de besugos. Porque, ¿qué es lo más cargante para el Estado? ¿Qué representa demasiada carga administrativa y sin sentido? Los que estudian ciencias políticas, y los que estudian política desde el derecho, suelen centrar sus discursos en conceptos dogmáticos y, de hecho, suelen sentir aberración por las palabras... Parece que se quedan en el discurso.

Me entristece. Porque yo, por ejemplo, no soy comunista porque me autoconsidere comunista sino porque mi manera de dirigir el estado (lo público) y cómo repercute sobre la gente (lo privado) muchos me lo han catalogado como "comunista". Así que yo asumo que seré comunista. Sin embargo, luego veo que dicen que el comunismo mata gente y cosas por el estilo..., mi sistema no mata. O dicen que la gente no quiere el comunismo, cuando mi sistema es democrático - no es una dictadura. 

Y entiendo que hay dos tipos de personas: están las que discuten sobre las etiquetas, y me parece correcto, y están las que aceptan esas etiquetas como una manera de entenderse. Sin embargo, tan pronto como te etiquetan te lanzan ad hominem dando a entender que cometerás los mismos errores, o asumiendo datos no contrastados debido a la maravillosa máquina de propaganda en el bando contrario.

No voy a decir que esté harto, diré que a mí no me vale ya cualquier clase de debate. Ya digo que en ocasiones la gente no debate libremente porque no es consciente de que sus términos han sido o alienados o intoxicados por la propaganda de las etiquetas. Y si no se supera antes el debate de la alienación y la intoxicación entonces las partes están destinadas a no entenderse. Ése debate es el debate del contraste de las ideas, de la falsación o deconstrucción de la moralidad que nos intenta dictar la conveniencia de terceros.

Los que integran el debate tienen que ser libres para debatir.

Y yo lo que veo es que los propios influencers se definen de manera que no querrán admitir que se equivocan. Raro es encontrar influencers que admitan sus errores - demasiado raro. Y esta gente se moverá por etiquetas y por lo que digan que han hecho supuestamente (documentarse).

 

¿Cuál será la fórmula que permita a un pedagogo hacer entender a alguien que está intoxicado?


Mientras tanto seguiremos viendo ministros preocupados en sus diferentes temas y rangos, por los cuales se valen de una red clientelar gigantesca que se preocupa de cada uno de tales temas sin que las estadísticas le den valor a todo ese gasto descomunal de dinero público.


lunes, 2 de noviembre de 2020

La apropiación de la propiedad sobre la perversión de la moral

El emperador, como buen patriarca, establece su doctrina sobre el individuo haciéndole poseedor de enseres, materiales..., objetos. Sin embargo, ¿ha nacido la criatura con el derecho de poseer nada?

Desde que empezara a desarrollarse el individuo como ser civilizado ha descubierto que la única manera que tiene de proteger su obra y trabajo era delimitándola, marcándola y defendiéndola físicamente. El agricultor se atribuiría las tierras que trabaja para que el pastor sepa que no tiene derecho a machacar su trabajo. Las guerras nacerían de la sensación insatisfecha de propiedad aunque, por encima de todo, del mensaje inconcluso del Gran Patriarca, el que te dijo que tenías derechos sobre esas tierras, esos objetos..., tu patrimonio.

El Patriarca establece con egoísmo lo que es de conveniencia para el individuo. Y cada miembro en el tejido del sistema lanzará una proclama ante el dolor que supone observar la injusticia de no verse satisfecho por dicho egoísmo. Es así como el sistema, atribuyendo a distintos distritos, es capaz de reconocer sus enfermedades sociales: observando qué parte es la que clama y cuál es la función que desempeña en el sistema.

Sin embargo ese dolor del distrito no existe como tal, y tampoco es realmente atendido por una sociedad que no quiere reconocer la vida que hay en una ciudad. El ciudadano es parte integrante de un tejido que participa dentro del organismo, y éste se nutre de su ideología - que son las pulsiones del individuo.

El Patriarca puede ser desplazado por la fuerza de la literatura hacia lugares que conviertan al ciudadano en persona, pero también es posible que la falta de rigor científico empuje a sus gentes a ignorar la muerte de los suyos. No reconocer en la cultura la ley que nos es natural aboca a una extinción a la larga, a la enfermedad de la sociedad.

Es por ello que sólo hay una forma de poder delegable en el Pueblo, aquella que sea capaz de asegurar que el disidente quede satisfecho. Cuando se incorporan estructuras que aprovechen la vela ideológica para financiar individuos estamos confundiendo el objeto para el cual aparecen las ideologías: no es propio de una persona sacar beneficio de una ideología, eso le hace perder vida. Son los entes jurídicos los que deben catalizar tales movimientos: los entes que están pero que no existen.

Pero dice el liberal que todo dinero que obtengas será bueno para ti. Cuando en realidad ni el dinero existe ni la posesión es buena. Engordar con falsos principios puede generar modelos obesos producto de la perversión de la moral. La obesidad del sistema es el patriarca cebado: le duele todo el cuerpo, de vez en cuando, y su muerte se hace inminente en cualquier momento.

Aligerar el estado de leyes sinsentido, estandarizar comportamientos sin darle obligado cumplimiento, delegar competencias a los jueces desde el poder ejecutivo y no al revés, etc..., existe una buena lista de buenas conductas que serían el equivalente a que nuestro modelo haga ejercicio.

De ahí, los concursos públicos se centran más en el contenido que en la burocracia. Cuando las oposiciones son más simples los funcionarios son menos corruptos y tienen más vocación. Es entonces cuando los ciudadanos se mueven con más libertad, sin operar como si hubieran individuos tóxicos en el sistema.

Centrar las leyes y toda su burocracia en las auditorías, tanto internas como externas, es lo que marca la revolución de los 80 y lo que representa la verdadera diferencia: la ausencia de palabras como "calidad" dentro de las ciencias sociales ha provocado que no se entendiera el verdadero peligro que supone el corporativismo.

Cualquier ideología legal es válida en ausencia de corporativismo.

Y esto es algo que podemos ver ante, por ejemplo, el debate de si las niñas pueden ir con el velo islámico a colegios españoles. Se considera que en España el obligar a los niños que no se tapen la cabeza como un valor educativo importante; sin embargo, no es más que una tradición para criar a los niños según unos valores españoles. Esos valores no provienen de la ciencia, sino de una tradición.

Muchos valores provienen de tradiciones: como que los niños tengan que tener un padre y una madre, o que dos hombres no deben besarse en la calle..., se me ocurren ahora. Son valores que, de antemano, algunos podrían tener validez y otros no. Pero sólo la ciencia puede ayudarnos a estudiar el progreso de una idea. Y, claro, si la ciencia no es capaz de vincular el hacer que los niños vayan sin su velo o sin su gorra conque adquieran una educación más plena al final la competencia de tal decisión debería de recaer en los padres.

Pues bien, esta clase de rigor es el que es necesario para dejar claro que no es posible hablar de un hombre que sea muy de izquierdas y que no esté dispuesto a poner en juicio las costumbres que tiene en su país. Progresar significa falsar las propias costumbres, ponerlas en cuestionamiento. Y no tiene sentido cambiar lo que no supone una mejora ni tampoco enrocarse en lo que necesita fiscalizarse.

Es el ejemplo de la ley de violencia de género: si estuvo pensada en su momento para evitar el genocidio de mujeres en manos de sus parejas los años de aplicación de dicha ley nos demuestra de que no ha servido para nada para tales objetivos (estadísticamente hablando) y, al mismo tiempo, ha provocado un aumento de dolores de cabeza sobre individuos inocentes, sectores a los que no se escucha. Una mente progresista se ve en la obligación de echarse para atrás y dejar de buscar el rédito electoral en esas leyes.

Es obvio que el sistema, tal como está estructurado, está pensado para su autodestrucción.

Tierra: Día 19/07/24 punto de inflexión

Ayer se produjo el punto de inflexión a escala mundial. Dependiendo de lo que hagan y no hagan los gobiernos tras lo sucedido ayer las dos c...

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