viernes, 17 de abril de 2020

El bloqueo de la apatía

Ayer tarde tenía planes, probé a jugar a la consola - eso me despertó. Luego probé a tumbarme y leer algún ensayo en plan relajado... - eso me inhabilitó.

Cuando vuelvo a la ciencia, al hedonismo, hay algo que me tira para atrás. No hay recompensa. No hay motivaciones. Entonces todo son barreras, llega la depresión. Todo aburre y es lejano. No vale la pena levantar ni un músculo. Y, claro, con todo lo que he vivido hasta ahora, ¿no es como para pensar de dónde viene todo esto?

Los videojuegos, el álgebra, los puzzles..., todo eso lanza reactivaciones. Si se tiene la suficiente cultura como para trabajar en según qué plataformas, entonces es posible montarse una reactivación del frontal. Mientras todo fluya en la parte más frontal de la cabeza más ganas hay de continuar. Pero, como pasa con todo, no puedes mantenerte con una misma actividad si sospechas que eso puede destruirte.

Cuando fui de visita a conocidos que tenían un problema de depresión sostuve la teoría de que las dinámicas que debía seguir tendrían que estar orientadas a reconducir la capacidad del sujeto para volver a competir. Y creo que no me equivocaba. Lo que fallaba, de hecho, era la influencia tóxica de su familia para desautorizar mis consejos - algo que también podía calcular, a pesar de que eran cuchilladas por la espalda.

Y es que, al fin y al cabo, una persona se ofrece gratuitamente a dinamizar a su hijo visitándole y haciendo cosas tan inocuas como jugar a puzzles, videojuegos, cartas, hablar... Pude comprobar que, poco a poco, el paciente podía volver en una espiral de autocomplacencia confundiendo mis visitas, o reconduciendose hacia teorías conspirativas de porqué lo hacía, y así anular mis propuestas o volverse en oposición a mis contribuciones. Es como si, en el fondo, el que se deprime descubre los elementos externos que le podrían sacar de esa depresión y actúa socialmente en su contra.

Siempre me he visto envuelto en un cúmulo de ingratitudes. No lo entiendo mucho, pero teniendo en nuestra cultura la idea de dar las gracias, debe haber una fuerza o pulsión que empuja a una persona el no querer ser agradecida - cuando a cualquier otra persona le debería de parecer lógico hacerlo.

Un simple "gracias por tu visita". Nada más. O algo por el estilo.

Pero cuando veo esas miradas, esos insultos - según el caso, bien puede echarle la culpa a algún brote de esquizofrenia, pero si fuera el caso también existen las disculpas, el volver a hacerse amigos y todo lo demás.

Esos protocolos eran las cosas que ahora mismo estaba desarrollando en mis nuevos modelos. Los efectos que deben producirse en el interior de mi modelo cerebral: ¿qué pulsiones son necesarias de repeler en su propia dinámica que podrían contradecir la complacencia de un estado depresivo?

Las fórmulas sociales son la clave del éxito: gracias, de nada, hola, ¿cómo estás?, no hay de qué, no te preocupes, sí a ese sí, sí a ese no, no a ese sí, no a ese no, ¿acaso es cierto X?, ¿cómo fue posible X?, ayuda, ¡eh tú!, aquí estoy, esto está mal, esto está bien... De todos los idiomas que conozco es el árabe el único que los abarca de la manera más exacta - y el árabe es una lengua muerta.

Hay una tecnología social muy compleja en las lenguas semitas (árabe, hebreo, arameo, etc...). Y, al mismo tiempo, son los pueblos más aparentemente conflictivos de la Tierra (a saber si son peores los congoleños).

Otros rasgos peculiares están en el inglés: tan pronto como no posee una distinción clara entre el ser y el estar, cuando los japoneses son los que tienen mejor desarrollado este concepto con sus adjetivos, hay más filósofos existencialistas de habla inglesa que japonesa.

Y por mucho que pienso un idioma tan deficiente como el inglés en algunos aspectos y que debe provocar ceguera de algunos conceptos al final es justo la capacidad que tiene el estudioso para conocer los conceptos que le faltan lo que le permitirá, al menos, escribir sobre ellos. Esto es: corre más rápido el cojo que sabe adónde ir, que el atleta que no tiene un destino claro. O, también, cuando todos somos invidentes, el cojo corre con ventaja frente al atleta, porque los pasos más rápidos son los decididos y no el correr sin motivo.

La cosa es: ¿qué pasará cuando la filosofía experimente la singularidad de la consciencia y descubra las deficiencias de cada uno de los lenguajes de origen natural?

La máquina, bajo fórmulas conscientes, puede albergar opiniones y formular respuestas inteligentes. Algún iluminado dirá que no sentirá - ¿pero y si la programamos para que "finja" ese comportamiento de dolor ante mensajes de dolor asociables a situaciones de daño? De tanto imitar e imitar..., ¿quién le negaría a la máquina el sufrimiento?

En estos tiempos que corren bien pueden hacer los científicos en reconocer una limitación dentro de la física, limitación para la cual sólo algunos "valientes" se han atrevido a poner su granito. Algunos de ellos murieron hace relativamente poco.

Las pulsiones que sufren nuestros entes incorporan sensaciones como dolor, placer, vergüenza, asco... Son distinas sensaciones que están por encima de nuestros deseos, que se anteponen contra nuestra voluntad. Nos arrastran por una senda que no podemos medir, y es cuando aparece esa palabra que mi experiencia me dice que es un grave error: "resilencia". Cuidado con esa palabra, ¿qué significa para quien diga ser científico? ¿No corre el riesgo de ser un sustitutivo de algo ya conocido? ¿No se está incorporando un juicio donde no corresponde?

Malo es ponernos en la posición de jueces: entonces la ciencia se pone de perfil, y las mediciones no van a ninguna parte.

El sociópata es fácil de clasificar: es un tipo de loco. Es cuando las álgebras se estropean, por tanto. No pienso reconocer a las víctimas de su falta de resilencia, porque entonces el factor sería higiénico - y eso es tremendamente distinto. Postularse con un modelo tan complejo nos llevará por el camino de la discriminación: señalará a algunos sin ningún motivo real.

No ser resilente es bastante cercano a ser un psicópata, o dejarse llevar por intenciones sociopáticas, o ser víctima de un brote psicótico. Cuando empañamos los motivos con una palabra lo que hacemos no es incorporar un nuevo concepto o dimensión a desarrollar: las nuevas dimensiones tienen el deber de ser independientes de las anteriores conocidas. De lo contrario las álgebras dejan de funcionar. Esto es de primero de espacios vectoriales.

Así que vuelvo al punto de partida. Ayer me vi bloqueado en mi apatía. Jugar a la consola me ayudó. Pero hay recuerdos minados..., tengo traumas. Tengo ante mí proyectos de fácil resolución que, años atrás, me habrían maravillado y los habría concluido en cuestión de horas. Pero ahora es como si no tuviera ni la más mínima motivación.

Es como cuando publicaba para medium.com. Me animaba y podía ir a un ritmo más o menos normal. Pero cuando comprobé el techo de cristal que me pusieron me di cuenta de que estaba viviendo una ilusión - sólo porque nadie me leía era la razón por la cual me habilitaban la plataforma para que me leyeran. Han pasado 9 meses desde que abandoné esa plataforma y aún siguen leyendo mis artículos estrella. Mis sensaciones internas son tan contradictorias...

Pero la apatía me dice: no leas. También me dice: no te levantes. Son actuaciones triviales. Las cosas que puedo hacer las hago automáticamente. Pero, por alguna razón, aunque algunas de ellas nos llevaría a una resolución realmente maravillosa..., es como si tuviera la señal de prohibido delante.

¿Qué me dice a eso mis álgebras?

Ya teoricé sobre dinámicas de grupo y juegos que funcionaran para cada tipo de depresión. Pero claro, sin un muestrario en condiciones..., sólo puedo tener modelos y más modelos. Nada más.

Recuerdo cuando expuse mi primer modelo para que me lo pagaran. Hacer de negro a un investigador por dinero. No me lo pagó ¡Quién me manda creer en esas plataformas! Al menos tuve la oportunidad de desarrollar las teorías que ahora mismo tengo en su mayor parte. Pero no tengo ganas de desarrollar esos cuatro tipos de juegos para aplicarlos hacia mí. Ni eso.

La otra forma de activarse sería mediante la música. También habré teorizado al respecto. En mi caso puede funcionar de manera muy multiplicativa. Ver películas con las que me quiera sentir identificado, y esas cosas... Todo eso siempre ayuda. Pero, al fin y al cabo, también me recuerda lo mismo que hacen los videojuegos que, en realidad, no avanzo, que no estoy adoptando ningún camino en diagonal para sacar nada nuevo en claro.

¿Cuál es el verdadero papel que debo desarrollar en esta sociedad?

Si ya he demostrado ser el mejor en mi propio campo, ¿cómo se supone que voy a pretender salirme de él para hacerme un hueco en ninguna parte?

Y claro, ahora mismo el gobierno está ultimando un conjunto de medidas para que llegue a la sociedad una renta mínima; pero el ministro encargado ha establecido que las ayudas sólo le afectarán a 3 millones de personas.

Que yo sepa España tiene unos 47 millones. Quítales los niños ¿44 millones de menores? No me salen las cuentas ¡Jóder con el coronavirus! Al final vamos a tener una renta básica de tapadillo. Espero que lo rectifiquen con inteligencia, que sea como un proceso de escalas o un sistema de pruebas... Como hagan la jugada que hacen siempre: fingir que adoptan la medida para luego echarle la culpa a la idea en vez de a sus autores; entonces será como echarle arsénico a la herida.

Yo, por el momento, escribir al azar desde aquí veo que me consuela. Ya he visto por las calles a la gente hablar sola: confinamiento + mascarillas = hablar solos. Hemos visto reducida nuestra capacidad para hacer sociedad, hemos aumentado el estrés y, además, nos hemos acostumbrado a taparnos la boca con algo de manera que la vergüenza social de que nos vean hablar se ha visto reducida.

La sociedad puede que cambie en su conjunto de una manera traumática como no se hagan bien las cosas.


jueves, 16 de abril de 2020

Ayer llovió y no me mojé

De vez en cuando pasa. Y cuando no pasa no lo comento, claro.

Ayer se puso a llover justo para cuando tenía que despertar. Una lluvia atronadora. Entonces, como es mi costumbre, mediodesayuné, me aseé y salí. Durante una hora estuve andando y ni una santa gota, salvo los charcos. Entonces pensé: "seguro que para cuando termine mi caminata se pone a llover". Y, efectivamente, fue estar a un par de minutos del hospital cuando sonó el primer trueno, cayeron unas cuantas gotas..., y me dio pereza como para abrir el paraguas. Para cuando estuve a resguardo empezó a llover de nuevo.

Este tipo de suerte me va a perseguir por toda mi vida de una manera o de otra: si quería saber si tenían pensado contratarme eso es porque llovería. Era como una especie de regla nemotécnica, pero que en ocasiones no podía saber hasta qué punto funcionaba. Digamos que..., en cierta manera, encajaba con las veces en las que hacía entrevistas.

La racionalidad nos dice que, obviamente, lo que comento es terriblemente sugestionador: la de veces que no habrá ocurrido como pienso y no las habré contabilizado. Es una forma de ver las cosas...

Como otra forma de ver las cosas son los síntomas del coronavirus: me he enterado hace poco de cada uno de los detalles, ya sea los síntomas en la punta de los pies, problemas respiratorios... El año en el que se encontraron nubes tipo "chemtrails" sobre Cartagena, o eso expuso uno en su blog (y yo no me fijé entonces), adquirí un síndrome respiratorio superfuerte con una tos seca que atravesó mi garganta hasta dejarme afónico durante alguna semana. Uno o dos años antes fue cuando me aparecieron esos gránulos negros dolorosos en la punta de los dedos de los pies.

Uno o dos años después apareció un coronavirus en el hospital donde trabajo, y recuerdo haber tenido fuertes jaquecas que me anulaban por completo. Quizá el verdadero coronavirus fue el del año pasado en mi hospital, que se llevó incluso a niños.

Pero claro, el de Wuhan es diferente. La sugestión podría darme a entender que ya he vivido todos esos síntomas, y sus combinaciones. Así como todos los cartageneros en general. Ya hemos tenido esos síntomas con "bichos" parecidos. Básicamente, es así como se forman las vacunas.

Algún gracioso dijo por Internet que la contaminación en Cartagena nos había hecho inmunes. Cuando en realidad allá donde ha devastado más el virus es en las ciudades más contaminadas - Cartagena, hoy por hoy, no lo es.

De ahí, la sugestión es un arma de doble filo: coges los síntomas y pretendes encontrar la enfermedad. Coges el paciente 0 y pretendes encontrar la causa, o la naturaleza de los síntomas. Pero, al mismo tiempo, la ciencia empírica es pura sugestión: su verdad intenta encajar con el modelo acordado, con lo que se especula ¿Qué pasará cuando nos encontremos una enfermedad que cuestione los cimientos de la medicina actual, no tanto los conocimientos de virus, sino los cimientos mismos?

La teoría de la evolución no explica satisfactoriamente la especiación, ni tampoco el nacimiento de la vida misma. Ontológicamente hablando lo muerto no puede generar vida. Y, claro, quizá la solución más sencilla es decir que todo está muerto, o que los azares pueden persistir y evolucionar gracias a la vida. Pero, francamente, son respuestas sencillas: no centran el debate en el cómo sino sólo en el porqué. Y si se centran en el porqué es porque a las religiones nunca les interesó el cómo.

No tenemos una explicación satisfactoria hasta que tengamos el puñetero cómo. Si digo que cuando salí de casa no se puso a llover hasta que le di permiso, el porqué está cubierto (hasta el punto de poder generar una conversación infinitamente larga y absurda), el problema está en el cómo.

El problema del cómo es la base de los argumentos que vinculan la verdad con la Verdad: aquello que experimentamos con aquello que entendemos. En el frontal preparamos una interfaz que sugestionará todo lo que vemos, y esta información quedará auditada de manera cruda en el occipital. Es posible que la realidad no sea tal cual, sino que sea condicionada por los tiempos (-j futuro, j pasado), de manera que se leerán en formato temporal o parietal. Así planteo mi álgebra.

Es interesante descubrir que la sugestión se enfrenta contra la disonancia cognitiva, siempre que no seamos víctimas de una disonancia cognitiva podremos vivir seguros dentro de nuestra sugestión. El error de la mayor parte de los filósofos es pensar que la verdad debe corresponder con algo que sea verdad: ¿cómo pueden saberlo? Es más, cuando leo sobre estos señores (de Fregue en adelante) no hay debate o discusión al respecto. El que más lo pudo discutir era Russell, el cual ninguneaba a los idealistas. Pero claro, si nuestra idea de idealismo la trae Hegel, que era un papanatas que no supera un tercer grado, pues no es de extrañar que el idealismo no progresara.

Con el fin de escribir un ensayo sobre moralidad, y cómo se cruza con la ética en las máquinas, me documenté con filósofos estadounidenses. Da la impresión de que en EEUU los únicos filósofos interesantes son los que han tratado estos temas, y otros pero que no salían del ámbito científico. Y, sin embargo, cuanto más famoso es el filósofo menos riguroso es. A excepción de Putnam o Chomsky principalmente, que suelen ser rigurosos y famosos a la vez. Claro que tampoco sé ahora mismo si son de EEUU o no.

Veo, por tanto, que hay aún una tendencia al antropocentrismo que sólo Russell pudo cuestionar implícitamente en sus textos. Que la solución al antropocentrismo sea una forma de idealismo, el principio antrópico, puede sonar chocante.

Cuando leo sobre las diferencias entre el implicador material del condicional algebraico siempre me quedo con las ganas de preguntarle al autor de cada fórmula el porqué; o más bien por qué ese cómo. Con el tiempo he podido comprender que le problema ni estaba en ellos ni estaba en mí, estaba en que aún no se tenía en la palestra el concepto clave necesario para entender cuándo una regla tiene legitimidad de ser material y cuándo no.

Y es que, sin un modelo físico, sin una Verdad, no se puede establecer principios o reglas físicas que contengan la materialidad. Pero ese planteamiento es el equivocado, y es que es muy fácil equivocarse cuando se tiene por objeto creerse poseedor de la Verdad.

Si yo puedo ver las cosas es porque uso un principio material que me brinda una causa. De alguna manera, hablamos de una doble influencia: la interna en oposición a la externa. Como pasa en las corrientes marinas: en la superficie el sentido es uno, y más profundamente al contrario.

Percibimos en base a una Verdad que genera verdades coherentes bajo un proceso de sugestión por una implicación material. Almacenamos en base a verdades coherentes que inducen a una Verdad sometida a una implicación lógica. Al final la factorización de tal verdad, su análisis, debe ser usado para la propia sugestión. Pero, en la medida de que no funcione ese proceso tendremos un acto miedo, que será más intenso cuanto más profundo - puede que se transforme en un mensaje de dolor o ira, si está asociado con lugares o estados pasados, de motivación del placer si está asociado con una reacción frontal urgente y superficial, de asco cuando la proyección de futuro desaparece dentro de lo temporal y de depresión o pena cuando es nuestra biblioteca la que se pierde.

La disonancia cognitiva es la que motiva el sentimiento. Pero éste sólo se dispara dependiendo de las coordenadas de la misma disonancia. Tampoco puedo saber exactamente cómo se dispara, porque estas cosas se tienen que demostrar con un muestrario lo suficientemente grande como para contrastar la teoría. Pero por el momento tengo múltiples álgebras candidatas que podrían funcionar muy bien.

Por eso mismo, puedo explicar el cómo de las cosas en cuanto sean pensadas. O, al menos, en principio. Y veo que este modelo me explica mejor las cosas que otros modelos, sobretodo si reconocemos las historias del occipital con los estereotipos, la del temporal con las ilusiones, el occipital con la pragmática y el frontal con la justificación. Es decir, podemos observar el tipo de diálogo o "pragmática de lenguaje" que tiene cada parte en este modelo.

El modelo que me planteo tiene muy poco que ver con los modelos computacionales o modulares que he visto hasta ahora. Todos esos esperan encontrar una motivación a cada parte del cerebro, o algo así. Lo que propongo de diferente es que la función que se desempeña depende del lugar relativo que ocupe el elemento: dentro, fuera; frente, detrás, arriba, abajo.

Nunca se ha programado un transformer bajo estos esquemas, de eso estoy seguro.

Es decir, hay mucho por investigar - y hay muchos textos a los que puedo contradecir más o menos de manera sencilla por su poca representatividad. Y, claro, tan pronto como encuentre mecanismos para responder preguntas, pasará lo de siempre: el par mirará a otro lado, dirá que soy desordenado o, simplemente, será soez en sus respuestas. Poco importa el papel que desempeñe todo esto en la divulgación ante la calidad del mundo académico actual.









martes, 14 de abril de 2020

La perfección se paga cara

Estaba ahora mismo modelando un antiguo Workflow, que ya teoricé hace más de diez años. Ese Workflow era un laboratorio de bioquímica que permitía adivinar, por ejemplo, qué muestras están contagiadas con tal virus y en qué cantidades..., ahora mismo, con los conocimientos que tengo aún puedo perfeccionar ese modelo.

La fusión entre el modelo analítico y el discreto es factible gracias a la estadística y el teorema central del límite. A pesar de que nunca he llegado a ser un verdadero experto en ese teorema, poco a poco he llegado a comprender dónde se encuentra el verdadero enunciado que callaría al resto de las bocas. El enunciado original daba fe de que la media de una muestra tendía a formar una distribución, la curva de Gauss. Ahora bien, ¿qué pasa cuando en la distribución le incorporamos políticas externas que intenten mejorar la calidad de los resultados?

La calidad se expresa por la desviación típica, a menor desviación todos los datos muestreados se acumularán en el resultado esperado. Con el tiempo sería factible pensar que la desviación tienda a ser más pequeña, por ejemplo, y entonces entenderíamos que se rige por una distribución de Weibull. Pero claro, considerando el teorema que dice que sólo es posible encontrar tres variaciones a dicha distribución entonces ya tenemos una manera de expresar el teorema central del límite asumiendo las distintas políticas que podrían girar en torno a los resultados.

Es decir, hablaríamos de que todas las muestras sometidas a los designios de un control de calidad no podrían escapar de la convergencia de un modelo específico (multiplicado por tres, pues eran tres variantes la de Weibull) para generar tres momentos estadísticos: media, desviación y skew (cuya traducción nunca la he oído en el ámbito estadístico).

Se trataría de un jaquemate a cualquier planteamiento estadístico, y podría usarse, por ejemplo, para evaluar la eficiencia de los gobiernos con resultados objetivos ante crisis como el del coronavirus.

Quizá por eso esa fórmula nunca se ha publicado. Quizá, en el fondo, todos los gobernantes, de conocer dicha fórmula, sabrían que tendrían una evaluación científica de cómo lo hicieron - una evaluación tipo de 0 a 10, 10: sobresaliente, 0: peor imposible.

Que los científicos evalúen las políticas puede que no sea muy..., ¿democrático? No es la idea de democracia que mucha gente tiene en la cabeza. Muchos no aceptarían tampoco la palabra que venga de ese modelo, de la estadística... De lo que dicen las matemáticas aplicadas.

Así, bien pensado, si intentara divulgar algo así mi peor pecado sería exponer el modelo ya terminado, perfecto. Pues algo me dice que si estuviera inacabado al menos a alguien se le ocurriría referenciarme para perfeccionar mis resultados. Y así no me harían el vacío - como me viene pasando con este otro modelo computacional que tengo y que no me reconocen debido a su pulcritud, entiendo.

Ya me lo dijo un vicerrector, tras leer mi "pulcro" ensayo, dijo: "yo serviré de catalizador, mi objeto es que no vayas tan rápido, que pongas menos conceptos". Otra persona, ésta sí de confianza, me preguntó una vez con respecto a ese ensayo: "¿por qué no desarrollaste esa parte que mencionabas?", al parecer no comprendía, o no me hice entender, que en ese ensayo me centraba en dar respuestas exactas y que sí que reconocía que había otras maneras rápidas de conseguir lo mismo - pero que éstas sucumbirían en cuanto cambiaran las condiciones, dependían demasiado de la plataforma. Obviamente, lo que es exacto se da para todas las plataformas, en todas las condiciones, escalable en todos los términos: lo que es exacto es exacto.

Esa idea es algo que muchos no comprenden, y lo mezclan con lo inexacto. Lo comparan y lo miden en igualdad de condiciones. No saben lo que hacen.

Me preguntaba el vicerrector: "¿en qué casos funciona?". Me sorprendió esa pregunta, ya le había dicho que con lo que yo trabajaba era con una fórmula expresable en funciones recursivas primitivas según la notación de Church; el equivalente a hacer cuatro bucles for anidados, por ejemplo ¿Cómo que en qué casos funciona? Funciona siempre. Ya está. Me dan una fórmula booleana y con cuatro bucles que recorren cada uno de sus símbolos digo si existe una manera de satisfacerla o no. Punto.

Lo explicaba, lo exponía, lo dibujaba, lo ejemplificaba, lo argumentaba... Llega un punto en el que te das cuenta de que no tiene sentido seguir pensando en esto: no lo quieren asumir porque es demasiado perfecto.

Así que si se me ocurriera perfeccionar las políticas al formato:
 N(mu; W1(alfa1; beta1)) +  N(mu; W1(alfa2; beta2)) + N(mu; W3(alfa3; beta3))

algo me dice que echarán a los perros de nuevo y con todos los políticos detrás.

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Creo que fue en este fin de semana cuando volví sobre antiguos documentos. Quisé volver a leer sobre el sentido y el significado de las cosas. Algunos ensayos, que de joven me parecían interesantes, ahora mismo me van pareciendo mucho más triviales y llenos de fallos. Es algo que me parece fascinante, es como si pudiera ver porqué se equivocan con una claridad nítida.

Cuando uno se plantea el problema de la pragmática, a mi juicio, debe partir de los estudios hechos por Popper en su juventud, para luego observar cómo durante cuarenta o cincuenta años se ha estado medio perdiendo el tiempo en paradigmas que no llevan a ninguna parte.

En cierta manera, para entender mejor la diferencia entre significado y todo lo que le concierna antes hay que ser capaz de ofrecer esquemas tangibles de enseñanza del segundo idioma. Es decir: una sociedad que no es capaz de enseñar un segundo idioma no es capaz de comprender qué hay detrás del significado de las cosas.

La mejor manera de enseñar la pragmática de un idioma es aprendiéndose párrafos completos en ese idioma - para analizar lo que pretende decir el hablante. Ya sea diálogos o soliloquios, lo que la experiencia les ha dicho a los profesores es el objeto de análisis y estudio: ¿por qué eso funciona? ¿Cuál es el modelo estadístico que justifica ese funcionamiento? ¿Sería demasiado terrible para la humanidad que una persona pueda sacarse de la manga el skew de un profesor?

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Hoy, viniendo al kiosko, me ha pasado algo excepcional: la policía me ha parado, cuando hacía ya unos cuantos días que no veía policías por las calles. Lo excepcional fue lo que hicieron: automáticamente me ofrecieron una mascarilla, y luego me hicieron - casi olvidándose de ello - la pregunta de rigor. Era de agradecer: eso demuestra que, al menos en Cartagena, la cosa va a calmarse y que es más difícil pensar que vaya a haber aquí disturbios.

La política de hacer que vuelva en parte la normalidad es una mala política para controlar la epidemia, pero una política muy inteligente para evitar algo peor: la revuelta de la gente. En la medida de lo posible, mantener policías por las calles es caro, y mantener el orden con gente desesperada en sus casas sin nada en el frigorífico... Los epidemiólogos no tienen esos parámetros: no hay modelo estadístico que incorpore esa información. Ni siquiera uno tan perfecto como el que propongo. Y es que los modelos van escalándose y el skew se debe montar en su correspondiente sistema: N(mu; Wi(alfai; Wj(alfaj; betaj))). La perfección tiene la forma del ángel Metatrón: una paradoja muy religiosa.

Suerte que no sea supersticioso.

Pero sí: 9 políticas que controlan a las políticas más inmediatas. Parece numerología. De solo pensar que yo vaya a defender un modelo así..., me tirarían los trastos a la cabeza.

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Poco a poco voy percatándome de que los filósofos no han querido incorporar en sus diálogos y diatribas los sentimientos. Alguno ha querido incorporar la idea de que los sentimientos no existen, que a la hora de establecer la calidad de una información los sentimientos más bien son impurezas. Cuando tenía que trabajar con máquinas traductoras el texto ideal era el que ofrecía el máximo rigor técnico, para evaluarlo según la relevancia de Quine, por ejemplo. La relevancia nos daba una evaluación de su calidad. Cuanto más riguroso mayor calidad.

¡Menudo error!

Aquí he tenido que rescatar a Russell y sus discrepancias con Fregue. Así que tendré que releerlas, porque creo que Russell estaba mejor encaminado - en parte. Fregue defendía al principio lo mismo que Russell, pero Russell cambió de parecer al descubrir que no había conjunto de reglas capaces de expresar al completo un modelo lo suficientemente realista, o interesante. El teorema de la incompletitud afectaba directamente a la ciencia, ya no habría que imaginarse cómo sería cuando nos metiéramos en campos mucho más amplios: los que tengan que ver con el arte mismo.

Yo mismo he tenido mis problemas. Tengo fórmulas que evalúan lo bueno que es un texto, calculando sus ironías, sus chistes, sus emociones... Pero en el fondo no valen, no sólo porque no puedo asegurar que sean suficientes sino también porque he visto películas valoradas por el público y los entendidos como "malas" y, al mismo tiempo, mis fórmulas se maravillan con ellas. Sean o no malas.

Veo películas como "Caballeros, princesas y..." con James Franco, Natalie Portman y Tyrion. Se supone que es mala, porque lo dice la crítica, porque hay escenas que te sacan de contexto... Pero, aún así, la película más bien parece cebo de críticos y, por tanto, es buena por definición. De hecho no es aburrida. Ergo es buena.

Buena historia, actuaciones bien hechas, buena música, buen ambiente, buenos efectos especiales, buenos chistes..., pero claro, si es tan buena la película, ¿falla la fotografía? Eso es cultural ¿Falla el poner la gente en el ambiente? Eso también es cultural ¿Falla los cambios de escena? Sigue siendo cultural... Es decir, a un chino no le va a gustar lo mismo que a un europeo porque son de dos civilizaciones diferentes. A un español le gustará Marisol, o no, y a un Alemán las polkas..., no sé. Pero son películas folklóricas, que evocan partes de nuestra cultura de una manera reconocible sólo por parte de quienes viven en ella. No por ello las películas de Marisol son malas, ni tampoco las películas pornográficas tienen porqué ser malas, pero un ordenador calcula otra cosa. O, por lo menos, cuando escribo fórmulas me salen por otro lado.

Yo catalogaría la película "Caballeros, princesas y..." dentro de ese catálogo como "The room" o "Soy Dolemite". En el sentido de que colocan a un seboso como protagonista de una película "heroica" ¿Nos imaginamos a Jesucristo obeso? Tenemos "La vida de Brian" o "La salchica peleona" como buenas películas que recogen al antihéroe antes de convertirlo en un héroe al completo. También tiene buena crítica "Kung fu panda", por tanto el problema no es lo antiestético del héroe.

Al héroe le pueden perdonar su carácter antiestético si éste forma parte de la trama de la película, creo que esa es la razón.

Brian es tonto del culo, y eso forma parte de la trama. Su cuerpo no es perfecto, razón por la cual acaba encuerado frente a todos sus seguidores: y se le ve desvalido, en los huesos. La salchicha peleona era un gordo que necesitaba un experto en kung fu que le resolviera sus asuntos, como pasaría en "Kung fu panda", pero al final de la torpeza debe extraer su virtud como casi se contempla en "Caballeros, princesas y...". Lo que pasa es que es difícil ver películas como "The room": donde sólo el ojo atento se percata de la trama de la película, que no es la trama que se presenta.

Me imagino qué pasaría si se evaluaran las películas con modelos estadísticos. Sonaría el número de estrellas tan poco convincentes que, directamente, se pensaría que es el ordenador el que se equivoca: que los sentimientos no se pueden calcular. Cuando en realidad muchos de los sentimientos se tienen, pero sin aflorar.

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Tal vez acabe desarrollando la definición de Verdad = Pasado y la de verdad = máximo conjunto de experiencias coherentes vividas desde cualquier agente. Para luego justificar que todos los sentimientos nacen del miedo = disonancia cognitiva entre Verdad y verdad.

Sería desarrollar las ideas del existencialismo sartriano aplicadas sobre un anillo algebraico, tal como lo tengo preparado. Aún no se me ha ocurrido compartirlo con nadie, supongo que me tomarían por un loco...

Al fin y al cabo, lo único que sabe la gente de los sentimientos es en cuanto los tiene, nada que ver con los que aseguro que se quedan dentro, a la espera de que se disparen.








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