Salía andando de casa para ir a mi tienda y veía que las calles estaban como si fuera fiesta ¿Fiesta de qué? Para cuando llegué a la tienda comprobé que era viernes, alguien me había robado un día - pensaba que era Jueves. Menos mal que ayer fui a por cambio en el banco. La verdad es que mi mentalidad ya es muy vieja. Me puse a buscar los días festivos por Internet y no encontré ninguno que correspondiera con el 26 de Marzo. Estaba un poco perdido... Tampoco encontré nada en las restricciones de cara a Cartagena.
Al final resultó que era Viernes de Dolores. La fiesta oculta de la patrona de Cartagena. Aunque no se le reconozca, nadie en la ciudad va a trabajar..., nadie menos yo - claro.
El asunto es que esto mismo me pasa todos los años, o casi todos. Nunca aprendo, y es triste y absurdo.
Viniendo para acá me lo estuve planteando: ahora que ya no creo en la comunidad científica, ni tengo relaciones sociales, mi cabeza ha decidido enclaustrarse. Las redes neuronales también tienen una manera de consolidar sus posiciones para empezar a consumir de la cátedra que construyeron de cuando era más joven. Da la impresión de que es así, quería decir.
En una máquina es al contrario: cuando ya ha aprendido todo lo que tenía que aprender es cuando empezamos a usarla. Las personas, cuando dejan de ser útiles, es cuando ya aprenden todo lo que tenían que aprender - y son apartadas.
Nos manejamos con máquinas de geriátrico, y les ponemos para que se confronten contra niñatos que no poseen su capacidad descomunal y elefantiásica de cálculo. Ningún ser humano está a la altura de lo que es capaz de calcular casi cualquier máquina y, con las técnicas de redes neuronales, además la sabiduría de cálculo de las máquinas más poderosas se pueden desplazar a máquinas más pequeñas.
Eso mismo es lo que no podemos hacer: cuando mandamos a una persona al asilo no es para reciclar sus ideas, sus impresiones. Yo, tal como me veo, estoy más por el reciclaje que por otra cosa: todo aquello que diseñé en formato de juegos, estructuras informáticas, etc..., ahora conforman un todo y me permiten conformar una suerte de cátedra. Como una teoría que me permite crear bajo parámetros y recrear de manera automática lo que en otros tiempos hubiera considerado una bombilla que se enciende.
La chispa esa que te deja absorto..., que te dejaría absorto si fueras un jovencito iluso que se crea en el interior de un mundo social. Ilusionado por un sueño de meritocracia que en realidad nunca existió.
La cúpula creativa se fundamenta en la mentira del sueño, de los méritos del trabajo duro. Cuanto más meritoria sea una sociedad, sin las barreras impuestas por la tecnocracia, sino alimentada por el desparpajo del derecho que tiene a hablar aquel que no entiende la rima suelta que se desmarca por un verso libre ausente de un sentimiento adecuado. En la medida de que el sueño no sea tan falso, y el ser humano sea libre de moverse...
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La creatividad, como ya le expliqué en una ocasión a una cazatalentos mediocre con titulitis, es un proceso de planificación: de adorar los estándares y la repetición, de querer fijarse en los detalles para verlos perfeccionados. El sujeto que más se repita y busque en el deleite de los mismos procedimientos posee más cualidades para la creatividad: obligar a una persona a salir de su estado zen, de su juego personal, de su estudio serio, de sus álgebras y perfeccionamiento, de su juego..., todo eso es tóxico, puede que incluso traumante - propio de personas que muy probablemente tengan intenciones perversas.
Si un niño quiere una muñeca, no sería mi caso, debemos dejar que experimente. Si prefiere un camión, igual. Detrás de un acto de repetición, del mismo juego, siempre hay una variante, una técnica para recordar, una manera de estudiar cómo redactar, cómo contar las historias, cómo fabricar la emoción, cómo afrontar los retos para perfeccionar el remate, perfeccionar la jugada final..., pero hay que repetir: repetir, repetir, repetir... Debe desear la repetición. Eso es la creación.
Tras conformar las repeticiones se olvidarán las formas más imperfectas, para conformar una cúpula jovial alrededor de las ideas. Para cuando se consolide y se consagre el exterior dejará de afectar a la creatividad. Los maestros se reciclarán desde dentro y las oportunidades no le afectarán tanto. Las amenazas, por tanto, perderán su sentido. El ente, una vez consagrado, no puede ser dañado ni tampoco será apoyado desde fuera. Salvo honrosas excepciones.
El calor de un buen entorno, mirar por la conformación de historias colmadas por la nostalgia y la sensación de poder volverlas a vivir para alimentar un estado de contemplación llena de felicidad podría confundirse con la emoción que se siente por algo externo - cuando en realidad todo eso es interno. La creatividad ya no es necesaria, ha muerto. La experiencia se ha fundido debido a ese proceso de aprendizaje continuo que se alimentaba por la debida humildad del que no sabe. Pero con el tiempo todo irá a ralentí, no supondrá ninguna clase de esfuerzo manifestar la siguiente idea - cuando sí recuperar el recuerdo.
La vejez es dura porque nos recuerda que estamos en los últimos días y el mundo no es capaz de aportar gran cosa porque ya no es capaz de sorprenderte. Los giros de los acontecimientos se convierten en un halo de falta de dignidad para aquel que creyó haber alcanzado ya el zénit de la previsión: ¿es posible realmente encontrar algo diferente a estas alturas?
Me hizo gracia Soul: una lagrimilla me salió, como a todos esos desgraciados que quisieron encontrar la chispa de la vida en la vida del protagonista - como él mismo echó en cara a esa alma perdida. La ironía, tal como la veo, es preciosa.
La cosa es: uno de mis mayores temores es que reciba un premio que realmente me sorprenda que vaya a recibir, que obtenga el reconocimiento de poder enseñar, que se reconozca en vida que mis inventos son innovadores o que simple y llanamente consiga la independencia económica..., y que no me afecte. Pasar de ser proletario a trabajador, o burgués..., y que no me afecte. Porque si no me afectara significaría que sería proletario hasta el día en el que me muera, que nunca alcanzaría ninguna independencia económica, que mis innovaciones no serían reconocidas..., todo se desmontaría.
Pero eso es cosa de dentro, ya no de fuera. No existe el esfuerzo exterior para conseguir que la cúpula se quiebre: el mundo interior es mucho más rico y está mejor dispuesto para lo que vamos a ver fuera.
Aún así, el año que viene volveré a olvidar que hay un viernes de Dolores en Cartagena.