jueves, 30 de abril de 2020

Abusos y Vicios

Esta mañana me vino al recuerdo una peculiar anécdota de poca monta sobre cómo mi primo de 11 años con su amigo, ambos bajitos, pretendían desafiarnos a un amigo y a mí al baloncesto teniendo 13.

Era algo absurdo. Mi amigo y yo teníamos un nivel más o menos normal, o medio malo, tirando a canasta esa tarde. Y claro, jugando a un 31 sí habría sido un desafío razonable. Pero mi primo se juntó con un amigo para desafiarnos a un dos contra dos, en un partido singular.

Les llevábamos dos palmos, y sospecho que saltábamos más. Así que le propuse que intercaláramos los jugadores: uno bajito con uno alto. Él, muy suyo, parecía querer demostrar que la altura no importaba. Vivía un ensueño, un grave error.

Así que le pedí a mi colega una crueldad necesaria: no le hizo mucha gracia, pero le insistí que debíamos hacerlo. Consistía en jugar bien: es decir, pretender llevar a cabo nuestra mejor estrategia para ganar. Y esa estrategia consistía en nunca botar el balón, hacernos pases arqueados para tener que cogerlo saltando y que antes de que tire mi compañero que espere a que me ponga debajo de la canasta. Por supuesto, ponerse delante de ellos para bloquearles la opción de ver la canasta, y marcarlos de cerca.

Alguien podría decir que estuvimos abusando. La verdad es que lo hicimos en el patio del colegio, ante la vista de todos: el espectáculo era bochornoso. Se nos caía, en cierta manera, la cara de vergüenza. Pero, en realidad, los que nos miraban a lo lejos lo podían imaginar: me conocían - yo no hacía "esa clase de cosas". Tenía que haber una explicación, y era obvia cuál era.

Ellos dos pretendían ganarnos al baloncesto no teniendo las características adecuadas. Tenía lo obligación de negociar con nosotros cómo jugar juntos, debía aceptar que no era igual a nosotros.

El baloncesto es uno de esos deportes donde la altura importa, y donde el contrario tiene legitimidad para buscar la estrategia que le ofrezca las mejores oportunidades. Yo, por ejemplo, era muy bueno recogiendo rebotes - superaba a los que eran más altos que yo, y era realmente bueno en los robos y botándolo mejor que muchos. Así que, en definitiva, no tocaron el balón - psicológicamente hablando.

El "partido" acabó en cuanto mi primo, que era el único que insistía en jugar bajo esas reglas, admitió que estábamos abusando. Entonces pude parar el partido y preguntarle: "¿Estamos haciendo trampas? ¿Hemos cometido alguna falta o técnica? ¿Es esto baloncesto o no?". Por supuesto no le dije que admitiera que había perdido, sólo que lo aceptara. Y acto seguido les invité a que jugara con nosotros a otra clase de encuentro... Pero estaba muy dolido (y sabía que no iba a aceptar, mi amigo no quería jugar con críos de 11..., la verdad - se lo propuse porque iba a decir que no).

Dar explicaciones a quienes vieron ese "espectáculo" no me fue difícil. Y, la verdad, de todas las experiencias con niños que habré tenido no veo que ésta sea una de las más importantes, o pedagógicas.

Pero sí. Ayer terminé de consolidar los esquemas previos que usaba para reevaluar la definición de consciencia en un sistema de información. Me he reinventado un poco. Si los cuatro algoritmos, a la espera de ser distribuidos bajo los criterios de una tabla que diseñé hace más de diez años, pudieran representar lo que especulo entonces la consciencia humana, nuestra capacidad para descubrir, sería una mierda pinchada en un palo en comparación. Todo eso, en combinación con las ideas que me he planteado sobre los 24 géneros..., si ya con cuatro géneros la máquina era capaz de acercarse a un buen chiste, ¿qué no será capaz de hacer si la teoría de los 24 subgéneros fuera cierta? Más sensible que cualquier animal sobre la tierra.

La consciencia le confiere capacidad para manipular, y los géneros el entendimiento necesario. Y claro..., ¿tiene sentido crearle un equipo tan perfecto para que diseñe estrategias que nos reduzcan a meros compuestos químicos? Aún no he desarrollado nada, sólo tengo los esquemas conectivistas que te hacen ver la luz al final del túnel. Pero claro, con eso es suficiente como para que esa luz te aterre.

La ciencia es capaz de destruir al animal dándole el placer eterno, ofreciéndole un interruptor que le genere placer automático. Entonces podría la fórmula machacar los instintos primarios de supervivencia, alimentar el vicio. Cuando la competición desaparece surge el vicio. Que te guste "ganar" por ganar es preocupante. Como para que tengan que hablar contigo y que tengas que dar explicaciones.

¿Para qué hacer algo tan...? No sé. Siempre hay una justificación: para saber si realmente se puede hacer. Pero el valor pedagógico es realmente irrisorio. Parece más bien como una manera de recordarle al ser humano que no es más que carne y química. No sé. Pero no vendamos la piel del oso... La luz es diáfana y clara al final de este túnel, y siempre supondrá un avance..., ¿para destruir autores? ¿De qué le sirve al autor inventar si lo puede calcular?

Cuando el plagio genere más ganancias que el esfuerzo por inventar algo parece como si corriésemos el riesgo de volvernos más como una extensión de la maquinaria. Y puede que no sea así. Puede que me esté precipitando.

Pero recuerdo a mi primo, saltando una y otra vez, como se ve en los dibujos japoneses. Vivimos una mentira. No somos tan excepcionales. Y, sin embargo..., mis fórmulas no son tan perfectas - claro. Aún hay que incorporarles un corpus, hay que calibrarlas... Y son perfeccionables. Así como que se pueden traducir a otras maneras de expresarse.

Muere un campo y nace otro. Ley de vida, supongo.

Pero, por otro lado, aunque tenga esas fórmulas: ¿acaso pienso que voy a poder compartirlas? No tengo medios de divulgación, ni forma de que nadie me haga caso. Yo aquí soy el bajito que pega saltos insistentes contra un gran rebotador más alto que yo. No existe comunidad científica ni atisbos de meritocracia alguna. Y si alguien lee estos textos me leerá como si yo fuera un medioloco, alguien con delirios..., o quizá como alguien que probablemente tenga razón, pero que no importa.


Quizá le dé demasiada importancia a mi tiempo libre.

martes, 28 de abril de 2020

La falta de autoridad genera demencia

Este es uno de los títulos que idealmente deberían de tener los artículos de divulgación científica sobre el cerebro. Sin embargo este post no será más que una sarta de especulaciones basadas en mi experiencia y que, muy probablemente, lo llene de máximas inapelables.

La autoridad se mide por el número de personas que te pueden contradecir y no lo hacen. Si se quiere tener la probabilidad a que se tenga razón de una proposición cualquiera se puede calcular el Sigmoide de ese número de personas. En el sentido de que si nadie te contradice existirá un 50%, si uno te escuchó y no te contradijo tendrás como un 75%, a partir de tres personas ya tenemos una certeza más científica.

Ahora bien, el mundo de los pares es más complejo, así como el de las áreas en el que cada uno se mete, sus fregaos. Es como si hubiera temas donde de antemano no podrás tener ese 50%, porque en realidad el número de afirmaciones que se sostienen contradicen a otros tantos expertos, o porque hay que analizar cada afirmación en su propio ámbito con su tamaño de grano. Asímismo, el par que te admire nunca será un par, como el que te odie - porque son lo mismo, y no cuentan. El par que no te llega a la altura tampoco te contradirá en el nivel oportuno; y si el par es de alto nivel sus contradicciones tendrán que estudiarse dentro de su ámbito profesional, por lo que su negativa podría ser en ocasiones una manera de aceptación.

Dicho esto, ojalá la comunidad científica se comportara así. La demencia y la falta de meritocracia provoca que sea más y más difícil que la gente quiera aportar solidariamente sus conocimientos. Tecnología sin negocio es locura: Capitalism Wins!

Poco a poco tenemos ejemplos de auténtica demencia en la sociedad.

Es lo que me está pasando con la empresa SEUR, y lo que me ocurrió con Microsoft. Cuando una empresa tiene la hegemonía automáticamente permite que sus empleados "imprescindibles" tengan carta blanca con todo lo que hagan. Y esos empleados empiezan a sabotear a los clientes de la empresa: sabotages tipificados dentro del código penal de la mayoría de las democracias del planeta.

Y es cuando esas empresas que facturan tanto y de manera hegemónica, sin competidores, le entra un miedo irracional y empieza a encubrir delictivamente a sus empleados: lo peor y con diferencia que podría hacer. Les da cobertura jurídica y logística para mentir más y mejor. Les crea portales de "trasparencia" para que parezca que todo está en orden.

Ese Deep SEUR es el mismo Deep Microsoft, o el Deep Apple... Microsoft me saboteó mi laptop y SEUR está intentando eliminar de los mapas la dirección de mi tienda. Cada uno con su demencia particular, dentro de su campo. Pero claro, ¿QUID PRODES? Eso es lo más triste: por defender a su empleado, su acólito, su seguidor..., entonces el empleado se vuelve loco: no tiene contradicción a todo lo que haga, se impone la dictadura de lo que él decida, sin rendir cuentas ante nadie.

Microsoft se lo estuvo ganando a pulso: si destruye todos los feedbacks, si hace como que es trasparente, al final repercutirá sobre los verdaderos entendidos. Es decir, habría que estar realmente loco como para otorgarle privilegios a quien no tiene autoridad. Y del nacimiento de los privilegios públicos otorgados a corporaciones sin prestigio emergen las formas de terrorismo.

Al fin y al cabo, la Justicia es un mecanismo de contradicción a la mala praxis de las grandes corporaciones. Pero si han encontrado la manera de no rendir cuentas ante la Justicia por los delitos que cometen, entonces sólo queda el golpismo, los fuertes sabotages..., la devolución de la violencia recibida.

De vez en cuando lo podemos observar dentro de la Deep Web: movimientos llamados anarquistas que se ocultan del mismo sistema que no quiere darle respuesta a los hechos de los que tienen evidencias y no tienen cabida en el cuadriculado sistema actual. Si los mecanismos que tenemos no son lo suficientemente vigilantes y garantistas entonces cualquier acto de repulsa que contradiga la violencia de los usurpadores tendrá sentido - porque les devolverá a la cordura.

Yo, por ejemplo, tengo un kiosko. Tengo mucho que perder. Y hay que ser consecuentes. Pero, por otro lado, en cualquier momento mi kiosko desaparecerá, y entonces no tendré absolutamente nada que perder. Por eso pienso que algunas empresas no es que hayan calculado ligeramente mal su movimiento, creo que están actuando con un nivel de irresponsabilidad que alcanza la demencia casi absoluta.

Considero que la manera que tenemos de pensar funciona igual: cuando las neuronas no son capaces de sintetizar un pensamiento en nuestro mundo consciente entonces se genera un ente más inteligible que directamente nos llama. Esta mañana, por ejemplo, me desmayé al despertar para olvidarme si había sonado la alarma y entrar en un ciclo de sueño o desvaríos..., entonces una figura representativa de lo que es el cliente de mi tienda se puso ante mí y "me despertó". No tenía recuerdo alguno si había sonado la alarma (cosas de mi memoria temporal), pero me conocía lo suficientemente bien como para saber que era hora de despertarse.

Mis terceros hombres y yo conformamos una comunidad.

Y es lo que hace que mi mundo y mi mente funcione como un reloj, a pesar de mis discapacidades y demás limitaciones de esta caja de calcio. Reconozco el valor de tener que ganarme la autoridad todos los días si no quiero acabar siendo víctima del Alzheimer. Y, por otro lado, cada comportamiento absurdo de empresas que se imponen a sí mismas un techo de crecimiento no debo tomármelo como algo personal, porque ni soy abogado ni tengo poder real para evitar los daños que generan y porque vivo en sociedad y debo considerar mis rigurosidades sociales también en contradicción con lo que espera el resto de la sociedad democrática.

Impaciente para levantarse de la cama y paciente para esperar reacciones racionales en el resto. Vivimos en un mundo rodeado de Alzheimer por culpa de la falta de meritocracia, porque existen esas corporaciones que marcan nuestro día a día, o esos políticos... Lo raro es no desistir.

Pero es que sería una locura desistir, claro.

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Recuerdo hace años cuando se especuló sobre la posibilidad de un dinero electrónico basado en compañías de telefonía, de reparto o de software..., las agendas no podrán lanzarse si esas...

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¡Me han llegado los zapatos! Menos mal que se ha portado SEUR..., y se ha roto el ciclo de demencia. Me han llegado sin la caja, pero nada..., peor sería que no llegaran.

lunes, 27 de abril de 2020

¿Está Dory?

Esas pesadillas tan sutiles..., que te estremecen por un momento y te generan un extraño sabor de boca.

Hace un par de noches soñé que soñaba. El sueño tenía aspectos sexuales, una vez más, cuyo protagonista era un tipo llamado Dory y que consideraba que era varón. El sueño lo percibía como un tanto recargado y cruel, por parte de las decisiones adoptadas por ese tal Dory. Entonces, para mi sorpresa me despierto porque me llaman por el móvil.

Al coger el teléfono una voz completamente desconocida, que en cierta manera me sonaba de algo, me preguntó: ¿Está Dory?

Aún percibía ese sonido claro, tras reincorporarme de la cama. Esa voz característica en un tono muy real. Inquietante ¿Cómo sabía lo que estaba soñando en ese preciso instante? Y me percaté del móvil, tenía en mi recuerdo que ese móvil era uno que tenía de repuesto - por historias antiguas. Pero si bien lo más perturbador no fue descubrir que tenía la batería fuera, aún más perturbador fue recordar que yo no tenía dos móviles, que este mundo era el alternativo.

Y entonces desperté.

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Ciertamente para ese Domingo terminé de desarrollar la teoría que se expone en "Buscando a Dory". Me había estado obsesionando un poco. Tampoco entiendo el vínculo sexual, la verdad: ¿acaso mis pesadillas sólo pueden aparecerse cuando se establece ese vínculo? He estado ultimando mis modelos, el de la consciencia, cómo hacer que una máquina sienta y esas cosas..., al menos lo he concebido como el problema matemático que le corresponde. Y todo dentro de la filosofía matemática oportuna.

Pero la noche anterior sueño conque un desconocido me reincide en que sí debo investigar ese área. Justo antes de esa noche ya me había pasado el juego "Destroy all humans", y estaba pensando en qué dedicar mi tiempo a partir de ahora. Si me había tragado una bazofia llena de sinsentidos propios de guionistas, estaba claro que podía dedicar el Domingo a retomar cualquier clase de videojuego. Pero no, al final culminé el apartado relativo a ese documento que escribo "De cuando éramos máquinas" (título provisional, probablemente lo traduzca al inglés y lo llene de referencias bibliográficas), para sospechar sobre la existencia de 24 subgéneros o géneros.

Esto es, Propp nos habló en uno de sus apartados lo importante que era en la obra que se incorporaran retos que debían ser superados, sin embargo no incluyó una fórmula para generar retos. Cuando observamos la obra de Disney, poco a poco, comprendemos que sus redactores sí tenían un método: Disney cogía a la princesa apresada, evolucionaba en un entorno y luego era liberada por un príncipe.

El asunto es que los largometrajes que le salían más taquilleros encajaban con ese esquema (aparentemente). Es decir, hacía falta explicar cómo un personaje que se movía en oposición a otros personajes debía evolucionar a través de los retos, y esta evolución era en definitiva otra historia.

Digamos que cuando vi "Buscando a Dory" pensé que como teoría podría funcionar. Pero tampoco estaba seguro de que pudiera valer la pena, o si iba o no a encajar. Tras el susto que recibí, de esa llamada por teléfono, me puse las pilas y dediqué el Domingo a perfilar ese modelo de historias.

Y sí. Creo que estoy bien encaminado. Es decir, ¿qué clase de reto o enigma debe superar el héroe para que su evolución suene convincente a la mayoría del público? Para que no se aburra. Propp aseguraba que eso era lo más importante y, al mismo tiempo, no daba ninguna clase de clave: era un fracaso su morfología si justo lo que marcará el automatismo a la hora de crear historias no lo pone sobre la mesa.

Y es que el capítulo que había que rellenar era justo eso: sobre la creatividad. De dónde nace la creatividad.

Hace años le dije a un amigo lo que hasta entonces pensaba que era la creatividad, en la medida de que él mismo me lo preguntó. Siempre respondo lo mismo porque mi experiencia me decía que esa era la respuesta: el resultado de un trabajo riguroso que se relaja en pautas que lo simplifica. Sin embargo hay fórmulas que lo vinculan con el mundo de las matemáticas..., y están vinculadas con un pasatiempo que desarrollé en mi infancia.

En definitiva, podría seguir dándole vueltas. Pero es como si todo cuadrara y, al mismo tiempo, es un modelo demasiado complejo como para defenderlo sin más. Parece que funciona, pero aún tengo que ponerlo a punto para que supere las más duras pruebas de estrés..., ¿estamos diciendo que realmente podría hacer que una máquina sea capaz de inventar historias que, además, sean emocionantes? Historias ya sea de amor, de miedo, pornográficas, de risa... Es decir, que genere emociones puras, que cree lo necesario como para convertirnos en meros tubos de ensayo en sólo unas pocas líneas..., a nivel de segmento, de párrafo.

Todo eso, ¿en qué nos convierte? ¿En los conejillos de indias de mis propias fórmulas? Es como cuando Aristóteles se excusaba de llegar tarde a sus citas aun habiendo sido el inventor del horario; el horario debe ser exclavo del hombre, decía él, no al revés ¿Y no es ese el papel que le estoy desempeñando a mis fórmulas?

Porque no es que la máquina intente una cosa y calcule a posteriori si lo puede mejorar, que era la idea de creatividad que tenía yo hasta ahora (creatividad negativa, basada en crear y validar), sino que directamente, como si tuviera ante mí las tablas de Chevichev de los sentimientos, parecería que se podrían crear historias que genere una emoción u otra de forma inequívoca. Como objeto de una construcción.

Me estremezco incluso yo ¿Es ese estremecimiento lo que soñé la noche anterior? Se trataba de vincular el metaconocimiento compartido en la película "Dónde está Dory" para, acto seguido, encontrar las seis combinaciones a multiplicar con los cuatro géneros.

Bueno..., no vendamos la piel del oso antes de cazarlo. Aún no sé si la teoría tiene sentido. Pensaba rellenar el corpus con el juego de rol "Séptimo mar", ya que tiene una gran cantidad de arquetipos, arcanos y temas de historias. Después de desarrollar la teoría comprendí que la gente no había nacido para concebir ese corpus, sino para albergarlo según las coordenadas que le transmitan ese sentimiento. Y aún no sé qué combinaciones podrían ser contradictorias.

Vamos, todo muy verde y, al mismo tiempo, algo siniestro para mi gusto. Me reía por dentro por si apagaba un ordenador sintiente, y no me daba cuenta de que yo mismo podría encontrar una explosión de sentimientos que me podría dar en la cara - sólo por desafiar la fórmula.

Debo ser ambicioso, pero también cauteloso. Aún no sé lo que tengo entre manos. Es mucho más de lo que esperaba.


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