Es posible delimitar el pensamiento humano tal como lo entendemos: capacidad para correlacionar los estados internos que aprisionan a los signos. Un signo, a través de su significante, reconoce una transformación de estados. Sin embargo, algunos signos pueden tener una connotación tóxica para el entendimiento, esto es porque inspiran correlaciones que son coyunturales, y no estructurales con la realidad.
Una correlación coyuntural es una correlación que no corresponde con alguna implicación material, por tanto, a través de una filosofía semiótica le damos un sentido a cada correlación tildada de estructural. De ahí se deduce que el lenguaje semántico necesario para dar apoyo al pensamiento se reduce a dos operaciones básicas: negación y contenido.
Una vez hecho el análisis de la semiótica que permita distinguir entre significante, significado, etc..., el constructo genera una manera de entender la lengua materna. Es decir, la lingüística configura la moralidad del sujeto: si algo contradice, si algo es lógico, si algo reafirma, etc..., se debe construir junto con el lenguaje. En la medida de que la moralidad encaje con las espectativas éticas del individuo éste se sentirá más seguro de sí mismo como persona. Esa seguridad es algo que deberá de transmitir a sus vecinos para propagar su manera de hablar/actuar que, en definitiva, encierra una manera de pensar/juzgar.
Un líder que mueve a colectivos que son muy caóticos tiende a perder su poder. Mientras que si los colectivos son conscientes de la parsimonia generada por el líder entonces se sentirán afines a él - independientemente de que las ideas que defienda sean mejores o peores, pues estamos hablando de un juego de correlaciones. Es así como funciona el pensamiento animal, en su lado más conductista.
El antilíder, por tanto, intentará influenciar al líder o sus liderados para que se correlacione las decisiones del líder con el caos; será un aliado del ad hominem. Sin ir más lejos, el antilíder podría encubrir sus incursiones contra un líder manteniendo un aparente debate de contenidos, sin embargo se descubrirá el carácter indocumentado, la repetición en bucle, el no querer profundizar..., en definitiva el mantener el debate televisivo de no querer señalar o buscar el elefante en la habitación.
¿Qué es lo que hace que una persona quiera discutir con otra? Debe haber siempre un punto central en el cual entren a debatir. Pero una vez expuestos los orígenes de cada posición, y documentado cada aspecto, se observa que no hay debate más allá de la elección de las connotaciones para una misma descripción de los hechos. Al final el pensamiento en su estado puro es como la discusión de dos filólogos sobre lo que realmente pretendió decir un texto, para acto seguido separar la propaganda de los hechos.
--
Las especies que no han podido aprender en sus periodos correspondientes la espectativa de moralidad que le tiene la ética para el propio individuo verá su cerebro cercenado, y tenderá a ser caótico moralmente. Por eso el antilíder ama la propaganda y vive de ella como si fuera la única manera de argumentar, pero en el fondo corre el riesgo de cercenar su propio órgano de pensar de manera permanente.
Hay enseñanzas que se adquieren gracias al apego familiar, a los grupos de amigos y demás relaciones comunitarias. Por eso, cuanto más se involucren los pedagogos en el flujo natural de aprendizaje del niño más riesgo habrá de que éste se vuelva sociópata. Los niños han sabido autoeducarse inteligentemente, hay que dejar que su manera natural se desarrolle por sí misma sin forzar los liderazgos naturales y menos aún cercenar o incentivar las relaciones de amistad.
Hay que dar las herramientas para que todo ello se desarrolle en libertad. Como cuando se le da colores para que coloree, si quiere darle color. O como cuando se le da pinturas para que pinte aquello que le merezca ser pintado. Cercenar la creatividad de los niños riéndose de ellos, torturándolos con la proyección del funcionario o haciéndoles ver que el propio maestro es aún más inmaduro que ellos mismos sólo reafirman el hecho de que revolucionar el Ministerio de la Educación es una tarea trivial: hasta sin profesores podría trabajares mejor. Elaborar la figura de los conserges, que se encargan sólo de aportar los materiales y preocuparse de hacer cumplir reglas cívicas, podrían ir en composición de la acción voluntaria de los propios padres para cubrir las barbaridades que se permiten en algunos vecindarios.
--
Cuando dos líderes discuten acaban descubriendo como resultado del debate que van a ser mejores líderes, para poder liderar en sustitución de aquel con el que debatieron. Pero cuando dos personas discuten y no llegan a un punto de ser sustituibles por su interlocutor eso es porque al menos uno de los dos no era un líder. El pensamiento siempre suma, porque es una exposición de lo que se correlaciona. El carácter poético que se tiene le permite a cada cual expresar las palabras que ayuden a encontrar la correlación entre esos estados internos, que son la madre del cordero: si se pudieran compartir esas correspondencias entonces el pensamiento sería transmitido de manera pura. Sin embargo el problema está en que primero hay que ser capaces de figurar una abstracción que explique una situación original y otra final, para así comprobar que el otro sepa que existe un significante asociado a esa correlación. Hecho esto, se trata de desarrollar porqué la teoría de uno es más relevante que la teoría del otro, dónde el otro muestra como coyuntural lo que para uno es estructural.
Esa es la principal función del lenguaje explicativo: encontrar caminos cortos para los aspectos más fundamentales, aquellos que se han considerado objeto de explicación. Los caminos más cortos son los más relevantes y la teoría que gana más fuerza será la que sintetice los caminos más cortos para eliminar todo lo coyuntural. Cualquier día la realidad natural transmitirá que algunos caminos eran demasiado farragosos, como para darles la relevancia que se creía que tenían, pero para eso también está el lenguaje, para falsar las teorías - comunicar los errores.
Si eliminamos la pureza del lenguaje tal como la he presentado en los párrafos anteriores entonces quienes fallan no son mis formas, son los sujetos que creen que están elaborando un debate rico al margen de los aspectos que he citado. No merece la pena valerse de un sujeto que no se humilla ante una posible falsedad de sus propias afirmaciones. Les hemos visto: aferrarse a su lenguaje, cuestionar el lenguaje del otro como si fuera contradictorio, cuando supuestamente es irrelevante; pero nunca aclarando los puntos donde no se hace aplicable. Se valen de lenguajes crípticos porque saben que no pueden razonar contigo, y se cabrean si usas su propio lenguaje en su contra: eso SÍ que es signo de antiliderazgo, de idiotez. Que nadie confunda el cabreo que uno siente al comprobar que no tiene razón a la hora de buscarle un responsable, atribuirle al emisario tal cabreo es coyuntural, lo estructural es que no se tenía razón - y ya está. Valerse de las palabras del otro para razonar es la virtud más pura del lenguaje discursivo.