Leo el correo de hoy. Son las estadísticas de mi tecnología divulgada hace más de tres años. Aún siguen sacándole provecho y, por ende, casi que yo también. Se trata de una relación más o menos tóxica: con la información en masa de todos los artículos que escribí puedo hacerme una idea de qué perfil de artículo es el que triunfa como para saber cómo exponerlo. Y sí, considerando que la mayoría de mis artículos incorporan una innovación (si no todos) parece que los que fueron escritos expresamente para difundir la innovación son los que han triunfado más, bajo un perfil específico a la hora de redactarlos.
Esa sería la buena noticia. La medida en la que puedo sacarle provecho a todo esto. Porque en lo referente al poco dinero que reparten..., te dan lo justo para que te sientas agradecido - nada más. Da la impresión de que juegas en una máquina tragaperras. Por eso no he vuelto a divulgar. Y también por los saboteadores.
He estado pensando dónde ubicar la apatía en mis esquemas. Hasta hace bien poco terminé una teoría de formulación lógica que trabaja con la idea de secuente y consecuente, tenía pensado contar una historia de viajes en el tiempo donde comentaría cómo un tipo en una cantina del instituto me lo contó... La historia de ese tío que me señaló la chaqueta de Akira, lo que era la píldora, y cómo me estuvo vendiendo un extraño producto... O era un camello horrible, o era un viajero del tiempo que sabía que yo en el futuro me inventaría un modelo formal lógico que representaría sucesiones e implicaciones para ponerle la puntilla a las técnicas de "entailment". Pero ha prevalecido la apatía.
La apatía emerge de la frustración. De una sensación de que no tiene sentido intentarlo, porque el contexto no te es propicio. Sin embargo, otra parte de tu cuerpo se ha lanzado con ira poniendo en oposición el futuro que te espera si no haces nada. Te cabreas con el tú frustrado y se constituye la apatía como un constructo que comunica la zona cingular anterior con el neocórtex. Es como una sensación de que hay que hacer las cosas, pero no del modo de como las vienes haciendo.
En cierta manera hay que pasar por esa fase. Siempre hay que cambiar y mejorar las cosas, pero no es fácil ser creativo cuando tienes todo en contra: no tienes un target a quien dirigir tus investigaciones, salvo a ti mismo. Si lo compartes con tu amigo el filólogo le estás pasando tu "maldición", y entonces irán a por él - o esa es mi impresión.
Es como si estuviera en un punto muerto. Y ese punto muerto es la apatía: no puedes hacer nada, pero ese tú está siendo acosado a gritos desde un lado de tu cabeza. En el mundo no deberían de existir los acosadores; deberían de ser ellos los reprendidos, aquellos que en la cárcel la apatía les transforme. Pero al revés hace que los hombres libres libren una secuela carcelaria viviendo en esta falsa libertad. Y lo he pensado: quizá tendría más sensación de libertad en la cárcel, allá donde oficialmente no se puede hacer ya nada, y entonces desaparece la frustración y los gritos internos se acallan. Cuando vives encerrado no por tus malos actos, sino porque lo deseas, las rejas se convierten en una extensión de tu propio cuerpo; y todo el edificio se vuelve parte de ti. Es en eso en lo que se convierten los presos en cuanto superan la apatía: en sujetos dependientes del sistema penitenciario.
Anoche Hacienda volvió a invadirme mi tiempo. Un pensamiento intruso mezclado con deseos de asesinato. Entonces es cuando invocas de nuevo a tu lado del cerebro que ha sobrevivido con menos golpes, el parietal. Tenía la intención de avanzar en tecnología, o en algún estudio, pero no me veía dentro de este mundo; no me veía inmerso.
Urge la duda: ¿cuánto tiempo pasará antes de que los inspectores dejen de inventarse infracciones de multas arbitrarias? Quizá sea un acto de puro sadismo; como una pulsión sexual que tienen con algunas personas. Tan pronto como se montan historias en su cabeza, no sueltan nunca a sus víctimas para así alimentar la toxicidad de esa relación.
Lo único que podría resolver el asunto es la trasparencia: justo lo que ellos jamás admitirán hacer. Porque saben todos y cada uno de ellos que la mayor parte del tiempo están inventándose las partidas, las infracciones..., que son ellos los que crean los conflictos, y que nunca se meten con los que tienen abogados. Se trata de fascismo escondido. Fascismo con todas y cada una de sus letras. España, una dictadura institucional fascista.
Si yo fuera a la agencia de protección de datos para reclamar que Hacienda tiene más información de mí que yo mismo, y que quiero ejercitar mis derechos de acceso que no me permite tener, la agencia, que en asuntos más triviales me ha mandado a paseo, puede que ni me responda. Las instituciones actúan de manera prevaricadora. Sin ir más lejos, siempre que he ido a la Delegación de Hacienda en Cartagena he sido testigo de un acto que, si no es prevaricación, se parece mucho a una clara infracción.
Pero ahí aparece el mainstream. Cuando unos compañeros te preguntan, porque son ellos quienes lo hacen, cómo abandoné la universidad no falta el que se ría diciendo que no se cree que los profesores sean agresores y que te hacen luz de gas incluso académicamente. Yo no voy persiguiéndoles para contarles mi vida; para esas cosas ya lidio yo escribiéndolo en alguna clase de diario, o en estos blogs. Sin embargo, la cosa va encrescendo: en cuanto abandono una institución luego aparece otra. Y claro, ¿qué pasará cuando pise un aeropuerto? ¿Seré tan desgraciado como para poner una cara que no sea de póker como para que incite a otro corrupto a liarla? Se supone que es terriblemente improbable, pero mi zona occipital ya ha recibido demasiados golpes. Mi comportamiento...
Esta clase de cosas solo lo resuelve la trasparencia, que una interpretación objetiva que pueda citar fundamentos jurídicos ponga fin a todo esto. Pero en España no tenemos esa clase de cosas. Cualquier cosa que afecte la dictadura institucionalista vuelve a ser reprendida desde las instancias superiores. De ahí que se inventen doctrinas personalistas, dobles firmezas judiciales, extensiones de plazo, nuevas formas de inmunidad o indulto, etc..
En eso consiste la apatía. Y mi conclusión pasa por el mismo sitio: en un país extranjero estaría bastante limitado - dejar de ser español sería una enorme ventaja. Pero salir de mi bucle es tan tremendamente peligroso...