Muchos creen que no existe ley natural en el ser humano, y la verdad es que me sorprende. Con el fin de ser coherentes han podido negar demasiadas afirmaciones, lo que les llevará a sostener un reflejo de la realidad demasiado de juguete.
Podemos imaginarnos a un grupo de señores acobatados que se reúnen para intentar redactar una carta que represente los derechos más fundamentales. Una de las primeras cosas que habría que hacer es preguntarse para qué lo hacen, qué ganan por ello. El tiempo que le dediquen a esos temas les llevará por extraños caminos de discusiones, probablemente de por vida - si consiguen el verdadero objetivo.
De la misma manera sucede con el ánima que mueve al animal. Llega el religioso y nos impone que el que use esa palabra deberá pagar a una deidad el registro de su patente ¿Tan increible es ver que un animal no es como una piedra y que es movido por una fuerza que nos resulta misteriosa? Esa pulsión inteligente bien se le puede llamar ánima, y no por ello perder la convicción científica en quien la mencione.
Cuando distinguimos la realidad como la hacía Popper, o Bueno, observamos que no es lo mismo lo material que la abstracción con la que trabajamos en nuestro lenguaje. Y cuando nos valemos de las señales de este lenguaje tampoco podemos representar lo que deseamos, la evocación cultural - de lo contrario la poesía serían fórmulas matemáticas demostrables mediante la escolástica. Y no, la poesía no es una ciencia natural, ni tampoco matemáticas.
Poesía, naturaleza y matemáticas. Tres realidades, y no hace falta creer en ningún dios que las haya creado.
Pero claro, ¿cuál es el origen de las ideas? Tendría tres raíces que no parecen poder comunicarse muy bien, pero como pasa con la mayoría de las afirmaciones que defendemos, en realidad venimos trabajando con ideas que ya estaban asentadas desde hace tiempo. Los autores angloparlantes no conocían a Ortega y Gasset, y lo llamaron abducción. Pero siguieron teorizando, mientras se volvía un concepto más y más espiritual. Algunos, justificando su relativismo ontológico adoptaron ese término en substitución del falsacionismo; volvían a cometer la falacia ecológica que comentaba al principio: que yo hable de un ánima no me obliga a usar divinidades en mi corpus - que ahora hable de abducciones no me obliga a aceptar la metodología del idealista de turno, del que cree que lo material se rige por principios formales.
Para empezar deberemos aprender a comprender que las señales que usaremos para conformar nuestro lenguaje y todo entendimiento en nuestra percepción podrá dividirse entre los símbolos y los iconos. La diferencia está en el papel que desempeña el significante a la hora de darle significado a la señal. Cuando las partes del significante (sus letras, sonidos, formas...) describen el significado sabremos que esa señal representativa es pictográfica, un icono. Pero cuando solo pueden evocar a la intención de codificar el significado con esa señal entonces diremos que es un símbolo.
Negar en nuestro ecosistema toda una colección de señales de todo tipo es no querer aceptar la diversa naturaleza de toda señal, es negar una parte. Cuando no llegamos a negar nada, nos queda que aquello con lo que trabajamos en el lenguaje no es suficiente para describir ninguna realidad en su integridad. Es entonces cuando nos damos cuenta de que nadie ha nacido para concebir realidad alguna, solo hemos evolucionado hacia la supervivencia.
Las nuevas ideas que son aceptadas en la mente bien se pueden considerar inferencias, pero en realidad podemos ir más allá: hay cuatro maneras de tolerar una nueva señal de algo, de etiquetarla por válida dentro de nuestro mundo.
Puede que esa nueva idea se haya visto, es resultado de la percepción de sus significantes, inducimos ideas que se vinculan con su modelo. También es posible que la idea sea resultado de combinar símbolos abstractos, se trata de un proceso de deducción. Como ya he dicho, hasta ahí dos orígenes: la naturaleza material y las matemáticas. Y más allá de la inducción y la deducción podemos evocar al azar: el casual de disponer de una afirmación sin ningún método posible, algo que no debe dejar de existir y que no suele ser mencionado en ningún documento.
Sin embargo en esta entrada iba a hablar sobre la abducción: ¿acaso no existe un papel de decisión que debe trascender al conocimiento? Es decir, no encontraremos ninguna realidad más exacta que la que se extrae del mundo matemático, ni tampoco habrá forma más material que lo susceptible de ser medido. Así, ¿qué nos queda? Lo que queda es exactamente una única cosa y nada más, que aborda el asunto en su completitud.
Si alguien considerara que la abducción consiste en lo mencionado por Peirce, como si fuera un proceso de satisfacción de un modelo incompleto entonces rápidamente podría afirmar que eso reduce la técnica a un proceso de la mejor inducción posible. Por lo que no habría trascendencia alguna del término. Por ello, no me habría gustado adoptar el término anglosajón..., que es el único citado.
Cuando una persona se dispone a salir a la calle, decía Ortega y Gasset, lo último que espera es que se encuentre con el fin del mundo - se trata de una creencia que no necesitamos justificar. No la deducimos, ni tampoco hemos tenido que pararnos a pensar cómo se induce. Hemos completado el día siguiente a partir de cómo vemos la realidad y nos funciona.
Imre Lákatos, el falsacionista, rectificaba a Popper a la hora de aceptar cualquier método que pueda darse uso de manera objetiva. Cuando deje de funcionar podría considerarse falsacionado. Como cuando una persona sale del umbral de su casa y presupone que el sol seguirá brillando, no ha necesitado pensarlo: el pensamiento estaba abducido.
Existe una enorme cantidad de pensamientos que se han apostado en la cabeza de la gente y que no es resultado de ninguna clase de deducción, ni inducción, ni azar: consiste en un proceso que hace que cada persona como agente dentro de un sistema obtenga alguna clase de beneficio de manera eficiente. De esa manera, ¿por qué me gusta la fresa? Porque años atrás algún antecesor mío pudo sobrevivir gracias a esa apetencia. La fresa fue abducida sobre lo que llamaría Jung el inconsciente colectivo (de los humanos) para así formar parte de nuestra identidad el gusto por comerla.
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Últimamente he estado leyendo artículos que hablan de la abducción como si fuera un concepto trascendente a las máquinas; cuando en realidad se trata del siguiente paso lógico: de qué manera éstas están abduciendo conocimientos humanos como para superar el test de Turing. Observo, por tanto, afirmaciones muy discutibles por parte de los derrotistas que, internamente, son dualistas que no han querido aceptar que entre el monismo y el dualismo existe un enmarañamiento de ideas que se consitituyen por la cultura de quienes las desarrolla. Eso también es abducción: la abducción les obceca haciéndoles creer que defienden una ontología - cuando es una falacia. La falacia ecológica de siempre: la evolución de las ideas les hace creer que lo predominante es lo que marca la naturaleza de todo el conjunto.
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Para entender el problema de llamar abducción a algo que no lo es puedo usar el concepto de literalidad. La literalidad es lo que comunica lo material con lo cultural para vestirlo de formal. Entonces los símbolos se convierten en iconos y los documentos sagrados se vuelven históricos.
Aquello que es material proviene de las ciencias naturales y es objeto de medición. La medición puede hacerse en positivo (como el trabajo que genera un movimiento, medido en Julios), en negativo (como la determinación del calor que se desprende de un circuito eléctrico, proporcional a la energía perdida en Julios) o de manera participativa (como resultado de determinar qué se observa y cómo colapsar en qué modelo lo que se superpone). Al final las mediciones son lo que componen los significantes antes de que nos induzcan alguna clase de significado: tiene pelo, bigote, maulla..., es un gato. Parecería una deducción, y algunos lo llamarían abducción, pero en realidad hemos tenido que ver y oir muchos animales antes de conformar una decisión - que será resultado de una estadística ¿Por qué no iba a ser otro gato más como la idea que tenemos de lo que nos dicen que es un gato? Lo inducimos por generalidad.
Pero si nos movemos por la literalidad entonces los símbolos con los que trabajamos compartirán sus significantes para aprovechar las leyes que deducimos y ofrecernos por inducción un conjunto de afirmaciones que algunos creen que es resultado de la abducción. Decía Bertrand Russel, que se hizo experto contraviniendo al idealista, que la creencia en deidades era resultado de deducir ideas simbólicas para hacerlas pasar por materiales. La literalidad desarrolla mediante falsas deducciones una manera de ver el mundo que los falaces suelen llamar abducción, creencia, fe...
¿Y de dónde viene la literalidad? Ya comenté en la entrada de la Incontinencia del poeta que el problema radicaba en que las personas se ven incapaces de transmitir su conocimiento y expresarlo de una manera que les parezca bien. Esa incontinencia nos obliga a usar símbolos, y la literalidad proviene del deseo de extraer la máxima evidencia material donde a penas queda nada.
Hoy día observamos que los miedos que generan la nueva realidad tecnológica empujan a muchos señores de letras a negarla, diciendo que la abducción está fuera de todo dominio de la máquina; cuando ellos mismos han sido abducidos por su incontinencia. El origen de esos sentimientos no proviene de un conocimiento adherido por la percepción, ni tampoco por la deducción formal, sino que es resultado de la propia evolución de la especie. Si se tiene la idea de Dios, o de algo por el estilo, no es porque algo deba existir sino por la conveniencia para su supervivencia - igual que cuando un pueblo no necesitó esa idea directamente no desarrolló ese lenguaje (pueblo Piraha) y se quedó en el eterno agnosticismo.
Por el contrario, ¿qué pasa cuando un pueblo impone una cultura religiosa? La cosa es que podría ocurrir que los líderes de ese pueblo se vistan de religiosos siendo ateos (como llegué a insinuar, por ejemplo, en otra entrada referido a Jesús de Nazaret). Esto es debido a que la sociedad puede necesitar la fe para evolucionar pero, al ser un parche de la realidad, entonces los líderes que ayuden a avanzar a la sociedad podrían ser igualmente ateos que disfracen su filosofía de religión.
¿Qué debe cumplirse para que un líder religioso sea un ateo encubierto?
1. Han atacado símbolos materiales por ser simonías o blasfemia.
2. No han atacado iconos que sucumban a la iconoclastia.
3. No han planteado nuevos ritos religiosos, cuando han protagonizado un cisma religioso.
4. El entorno castiga duramente al ateo y, al mismo tiempo, es de urgencia un cambio ontológico en el entorno.
Tal como lo veo, cuando se dan estas cuatro propiedades veré altamente probable que el sujeto del que hablamos sea un líder ateo que, honestamente, necesitó vestirse de religioso. Es decir, que no acuso a Jesús de Nazaret de ser deshonesto sino, más bien, de ir más allá de la verdad para ayudar a su gente.
Ahora bien, ¿por qué esos cuatro puntos? Toda religión necesita un rito que vincule lo material con lo espiritual y cuando hay un cisma es por el único parámetro que se trabaja dentro de la religión: la literalidad. Por tanto, la religión necesita unas reglas para interpretar lo sagrado y así el más literal será acusado de iconoclasta y el menos de apologético. Siempre bajo la dimensión de cómo trabajan los iconos.
Por otro lado, da igual en qué cultura, una religión tiene una manera de afrontar la invasión de lo material sobre lo espiritual, y ese es el papel de la simonía: cuando vemos a un rico que puede valerse de los iconos que se ha comprado para ganarse el cielo, distinto del piadoso que paga las gulas a la Iglesia para subvencionar su estructura. Así, todo religioso necesita una idea de donación y de simonía; y el líder que es religioso, tan pronto como le molesta la iconoclastia también le molestará las simonías - pero solo al ateo le molestará que el que no es del grupo que abrió los ojos pueda estar integrado a golpe de talonario. Quien descubre las leyes naturales del ser humano va más allá de lo material.
Cuando evaluamos el nivel de literalidad de una religión vemos que en los niveles más laxos se encuentran los gnósticos, mientras que en los más rigurosos se encuentran las sectas de poder. De la misma manera, curiosamente, vemos que los gnósticos suelen ser muy laxos con la financiación, cuando las sectas le dan mucha importancia. Así vemos que en estas dos dimensiones hay una cierta continuidad que no forma nudos. Si lo comparamos con las ciencias naturales y las sociales vemos que sí se forma un nudo.
Concretamente, una institución posee dos dimensiones: cómo se financia y cómo interpreta sus hechos. Un colegiamiento, sin embargo, trabaja bajo la interpretación de los hechos y cómo defiende su escuela. Si estudiamos la política económica, vemos cómo se confronta la escuela con la financiación. Así, bajo esta teoría, las ciencias no forman nudo en su política económica, pero sí en su colegiamiento o la institución. Eso significa que las ciencias naturales y las sociales pueden entenderse dentro de una política económica, cuando las religiones son incompatibles entre sí: entre religiones siempre habrá conflictos económicos.
Intentaré representarlo en una tabla.
Ciencias naturales | Ciencias sociales | Gnósticos | Sectas | |
Iconos | Literal | Laxo | Laxo | Literal |
Financiación | Laxo | Literal | Laxo | Literal |
Escuela | Laxo | Literal | Literal | Laxo |
Las ciencias naturales trabajan con los significantes de manera literal, mientras que las ciencias sociales no pueden salir de su simbología. De la misma manera, las ciencias sociales están muy preocupadas sobre cuáles son sus fuentes de financiación: quien paga hace la cátedra; algo que no sucede en las ciencias naturales. De ahí que no haya singularidad que comunique las ciencias naturales con las ciencias sociales, el fisicalismo - cosa que ya expliqué, no está justificado. Sin embargo sí hay comunicación en el puente de iconos y financiación entre gnósticos y sectas.
Cuando estudiamos las escuelas observamos que las ciencias naturales, aun poseyendo filosofías científicas, éstas solo se usan como etiquetas o referencias para saber de qué se habla, mientras que en las ciencias sociales la escuela es la piedra angular. Esa diferencia también se encuentra entre el gnóstico y el sectario, pues al sectario la filosofía le importa bien poco aunque la use como instrumento.
Por esa razón cuando se crea un puente entre la iconoclastia y la escuela la singularidad que comunique a las ciencias naturales con las sociales tendrá que pasar por volver a las ciencias sociales en un enfoque gnóstico y a las ciencias naturales en una secta. Esto se puede ver, por ejemplo, en el papel que desempeñan algunas escuelas psicológicas, así como en las imposiciones de algunos científicos a la hora de pretender aseverar lo que no han demostrado realmente. El fulcro por el que tiene que pasar la ciencia para volverse religión consiste en una forma de abducción por falacia ecológica.