Ayer viví una auténtica pesadilla, un bloqueo mental del copón por culpa de un exceso de aburrimiento absoluto producido por un curso que estaba siguiendo ya casi por obligación. He concebido con una claridad supina cuál es el principal problema de falta de creatividad, del aumento de abstención, de la victoria de la propaganda, a cambio de la victoria del intrusismo profesional y la frustración generalizada ante los errores continuos que no se pueden subsanar. Esto es, lo que me ha dado por llamar idiocia.
La película Idiocracy ya digo que está destinada a ser una película de culto, más allá de las tesis obdemurianas..., o como se llamen. Ridículos a parte, y rarezas por el estilo, la tecnocracia que está creciendo cada vez más se pronuncia de una manera terrible hacia algo que es inevitable que suceda. Aún así, como pasaba con Mad Max es posible crear lo que en una ocasión le comenté a la alcaldesa de Cartagena cuando yo era aún más risueño: sería factible crear una "cúpula del trueno", una especie de paraguas protector para el tipo de ataques que se quedarían fuera. Sin embargo, lo que le dije a ella en su momento solo era un concepto teórico factible, y centrado a los ataques de los crackers más convencionales o genéricos.
Vamos al lío.
¿Qué es el tamaño máximo de una empresa? Se trataría de coger la definición keynesiana de tamaño de empresa, la definición más extendida, y comprender que cuando una empresa no cumple unos requisitos básicos de calidad entonces no puede seguir creciendo. Es decir, existen unos factores motivacionales básicos que evitan la abstención laboral - y no tiene nada que ver con aumentar el sueldo, ni con hablar con amabilidad o con tener suficiente papel higiénico en los cuartos de baño o café gratis. Hay elementos que pueden tirar para atrás, pero no afectan tanto en las grandes cifras. Cuando una empresa ha superado su tamaño máximo empieza a verse obligada a aumentar el sueldo a sus empleados, a regalarles café, a montar el cristo porque a una limpiadora se ha dejado una mancha... Todo se convierte en un reflejo de lo que se pretende en una empresa, pero no se actúa con conocimiento de causa. Si te dicen en inglés "motivate", pues se motiva; si en una conferencia un completo payaso te presenta dos mil trasparencias sobre la motivación, pues aguantas el tirón, aplaudes y "lo aplicas". Eso, señores, es la idiocia.
No se trabaja, como dicen algunos existencialistas: se hace como que se trabaja. Y cuando en vez de operar haces que operas los resultados pueden ser de lo más diversos.
Podemos ver cursos donde la programación parece ir en una dirección, pero que es un completo caos en su ejecución; tan pronto como te dicen "2+2=cuaaaaaaaaaaaatro" luego te preguntas qué coño haces tú ahí y te suelta del tirón "y gracias a esto observad cómo me cronometré en dos segundos el cálculo de una raíz cuadrada, ¿soy o no soy fantástico?", y claro, hay que aplaudir... Y luego "lo aplicas".
La sensación que me genera todo esto es que, en el fondo, deben ser unos cínicos - en el término moderno de la palabra. Porque saben que nada de lo que dicen sirve para nada, pero da igual - el asunto es fingir que se hace algo. Luego los alumnos fingirán que han aprendido y, en definitiva, es cierto que con un título tan básico tendremos la oportunidad de ofertarnos y que nos tomen en cuenta. Sin embargo no deja de ser una enorme pérdida de tiempo y recursos. Es decir, lo único que se puede hacer para progresar obliga al futuro aspirante a formar parte de la idiocia generalizada ¿Sorpresa?
Ahora bien, no voy a dedicar esta entrada a desahogarme sin más. Tan pronto como anteayer observé unas herramientas realmente increibles que ni me había imaginado que podrían desarrollarse, al día siguiente las herramientas simplemente no funcionan - no tienen permisos "para mí". Y lo más fácil es pensar que me haya saltado yo algún paso, por lo que arrancas y empiezas de nuevo. Pero cuando el error está en el paso uno..., no hay mucho margen. Eso no lo resuelve ni el reset. Y si falla el paso uno, olvídate de los veinte que vienen detrás con muchas promesas de poder hacer cientos de cosas.
Te vuelven un descreído.
Y esto ya me viene de la facultad, cuando lo viví en primera persona. Entonces en un curso de Delphi unos profesores siempre me apagaban el ordenador y me desconectaban de la clase para que no pudiera seguirla. Como el grupo social era tan pequeño se hacía fácil determinar dónde estaba la rata. La rata, el término que se usa al menos en electricidad para hablar del error, del bug. Pero cuando hablamos de personas no es bueno hablar de bugs, un bug es cuando se produce un error asumible..., se resetea y punto. Pero una rata lo que hace es mordisquear repetidamente e insistentemente contra lo mismo: es obsesiva. Por ese curso que hice en Murcia era ver cómo mi ordenador se apagaba cada cinco minutos. Era una insistencia continua. El administrador de la red se hizo muy amigo mío, al observar cómo se montaban una farsa contra mi nivel. Ya digo, cuando los grupos son pequeños y los informáticos son buenos a la rata se le identifica con relativa facilidad.
Esa es la sensación que se produce: entras en una gran corporación y ves que nada funciona. Entonces te preguntas: ¿qué debo hacer? En vez de trabajar con las tablas me dan una vista a ellas, en vez de trabajar con el código me han dado una copia que funciona en un entorno virtual que se borra. Si no puedo tener control de lo que hago, ¿cómo voy a hacerme responsable? Las ratas te crean un entorno en el que trabajar es imposible, y luego pretenden hablar de una cúpula que han creado para proteger a la empresa. Y eso es lo primero que tiene que hacer la empresa, depurar esos factores de calidad para saber quién es rata y quién es un empleado, si la cúpula protege o desmotiva.
Cuando entrabas en esos laberintos imposibles de la edad media, el objetivo era encontrar un libro y leerlo. Pero allí se perdían y se hacía muy difícil no solo encontrarlos sino además dar con una salida. En esas bibliotecas una vela mal puesta podría provocar un incendio. Posiblemente la mala gestión de los libreros censuraron más que la propia Inquisición. Por no decir la de monjes que no querrían meterse en una librería solo por ser demasiado grande, ya que podrían perderse y hasta acabar quemados.
Eso es lo que sucede cuando una empresa se conoce muy bien su teoría, pero no la aplica en la práctica. Entonces para mantener a su personal, en vez de cuestionar a los que los contrataron, o de cuestionar a quienes les desmotivan, lo que hacen es subirles el sueldo. Y eso es cierto: lo que tengo de descreído lo tengo que confrontar con el hecho de que no me han pagado por perder el tiempo de esa manera. Pero el problema no es que me paguen, sino dar con la rata.
Cuando tuve problemas con mi ordenador hace tiempo, por culpa de las gestiones automáticas de Microsoft - que me lo estuvo boicoteando con sus actualizaciones obligatorias - llegó a darse el caso de que los mismos que me ofrecían el servicio de reparación (o de desbaratamiento de la configuración que me rompía el sistema) fueron al mismo tiempo los que me metieron un virus de hardware en el equipo. Esa gente no parece que haya trabajado en la vida: pueden atacar a un perfecto desconocido y a su empresa con una ligereza enorme. NUNCA hay que pedir ayuda a Microsoft.
Son empresas que están llenas de ratas. Y la corporación en sí es un nido de ratas. Y los recursos humanos alimentan expresamente a las ratas. No es de extrañar que se hayan dado cuenta los primeros en qué consiste la idiocia. Y el resto de las empresas de tecnología tienden a Microsoft.
Se me ocurre que la manera de intentar salir del paso consiste en crear una pirámide invertida. Aunque para mí todo esto vuelve a ser teórico. El mundo hacker no tiene este problema: cuando ves que alguien no es de tu confianza lo sacas del círculo. Pero claro, ¿qué pasa cuando lo habitual es ver a esa rata y que te salude como si tal cosa? Recuerdo en la universidad cuando tan pronto te saboteaban la práctica te saludaban como si tal cosa. Pero las evidencias estaban en la auditoría - auditoría a la que no tenía derecho a acceder la víctima del sabotage pero, ¿por qué? Por ese carácter cínico que es necesario para ser toda una buena rata.
La trasparencia es clave en todo esto. Si se eliminan los laberintos y se habilita la funcionalidad del cargo mediante roles bien definidos solo restará encontrar el botón que permita saber quién hizo qué en cada momento, y que la respuesta que te dé sea determinista. Tan simple como decir que dos personas que hayan hecho lo mismo partiendo del mismo reseteo obtengan la misma respuesta. Que si un superusuario desconfiguró algo su actividad deberá formar parte de esa traza. Es de sentido común, la cúpula es lo que desmotiva.
Ocurre lo mismo en los partidos políticos. Apareció un partido político con una calidad democrática PAUPÉRRIMA que fue llamado Partido X. Jamás en mi vida había visto tal nivel de idiocia y cinismo. Es la corrupción misma por definición y el ejemplo más perfecto de lo que hay que evitar a toda costa. Como parafraseo mal de Dewey, la educación se consigue mediante un ensalzamiento de la democracia: si se pudiera democratizar la tecnología entonces se obtendrá el refuerzo motivacional necesario para limpiar la sociedad de ratas. En el caso del Partido X ofrecían una plataforma que permitía a los que la gestionaban editar los mensajes, borrarlos y montar las discusiones sin rendir cuentas ante nadie: un sistema antitroll, dirían muchos, un esquema que ya fue superado por los foros más populares y terriblemente criticado por antidemocrático. Cuidado con las cúpulas. El sueño dorado de señores que desearían ser líderes de sectas, y que consiguen a muchos perros que les sigan con el sueño de ocupar puestos intermedios. Como la historia del perro del hortelano, tanto el cuento antiguo como la obra de Lope de Vega, una vergüenza de políticos que hasta el menos corrupto es escoria.
¿Y qué hacer para cuando hay indicios de empudrecimiento? Ya lo comenté en otras ocasiones a otras empresas. Hay empresas que se dedican a la creatividad, y esto de la idiocia es un problema grave porque podría provocar pérdidas importantes. La técnica que recomendé hace más de dos décadas la llamé "la vuelta de tortilla", que es una técnica muy pragmática, y se centra en un método inequívoco: hacer que los principales responsables se vean revertidos sus puestos por los más novatos y, acto seguido, que sean los más novatos los que mediante votación privada rescaten a sus jefes para que los novatos no puedan ocupar ese puesto... La técnica se puede detallar con claridad, pero la idea es clara: cuando la empresa se empudrece el máximo responsable debe temer por su puesto, o algo falla.
Pero el sistema de pirámide invertida consiste en otra cosa: sería que los permisos de administración debería de ser manejado por todo el grupo para que haya solo unos pocos en el nivel operativo. La idea es formar una burbuja que proteja el trabajo del grupo dentro de esa empresa que, al ser tan numerosa, podría estar llena de ratas. Si algo no funciona será porque se reconfigurado con el desprecio que supone para el trabajo ajeno y las pequeñas empresas, será porque el que lo reconfiguró no ha trabajado en su vida. Por eso lo que hay que hacer no es que haya un jefe que administre y varios empleados que trabajen, sino que debe haber varios "jefes" que administren y algún empleado que trabaje. De esa manera, y mediante las rotaciones dentro del grupo, aumentará la productividad en los grupos de trabajo.
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Y es que me he estado planteando para qué ser informático si me obligan a tener que asistir a cierta clase de cursos para manejarme con herramientas que lo mismo funcionan, lo mismo no. Herramientas que cuando vas al tutorial observas que no tiene nada que ver con los términos que usan, y que al parecer han "mejorado" la interfaz para nada - para crear más desconcierto en los que tengan que aprendérsela.
¿De dónde viene la necesidad de cambiar la herramienta que deben aprender todos? ¿No será precisamente para dar a entender que los que ya están en posiciones altas no puedan ser cuestionados y sean imprescindibles? Si quema ver siempre la misma herramienta, ¿no será que es en ellos donde está el problema? ¿No sería mejor habilitar el que el usuario pueda cambiar el aspecto de la herramienta a su gusto? ¿Y por qué no están comunicadas las partes entre sí? Si alguien cambia algo, ¿a santo de qué es una sorpresa para los demás miembros implicados? ¿No debería de ser esos cambios algo más democrático?
Lo que hace que las empresas no funcionen es la necesidad de gobernarlas. Un conocimiento más amplio de cómo funcionan las asociaciones nos permite comprender que los gobernantes en realidad deberían de ser coordinadores que protejan el verdadero trabajo dentro de la empresa. Que protejan lo que en realidad son las verdaderas operaciones que representan un trabajo real.