viernes, 3 de enero de 2020

Un par de docenas de días para el apagón

Tenía ganas de llegar a este punto. Este mismo mes pondré fin a mi acceso al mundo de la cultura en términos generales. Siempre por una cuestión de Principios, no espero que nadie haga lo mismo que yo ni que sirva de nada. Simplemente, esa clase de mundo no lo quiero para mí - y necesito dar ejemplo con mis actos.

Tanto HBO como Rakuten tienen la misma política, y posiblemente Netflix también. En cualquier caso, no quiero averiguar cómo pago por un acceso para luego ver que la conectividad no es ni meridianamente decente. Y, por encima de todo, si me publicitan que tengo derecho a un tiempo de prueba a mi propia cuenta de usuario y, al darle click al botón, me hacen un recargo sin avisar, lo que sí que no me parece razonable es que no me devuelvan el dinero - cuando aún no había hecho uso del servicio, nada más comprobar que me habían puesto un recargo.

Pues bien. Como es así como se mueven los directivos, sólo puedo boicotear desde mi personal punto de vista esos servicios: dejar de usarlos. Como me obligaron a comprar por ellos, esperaré a que termine la fecha, aprovecharé tales servicios, disfrutaré de esas películas y series de calidad y me despediré del mundo de la cultura. Porque no tendré otra oportunidad y sospecho que la sociedad no se tornará meritocrática.

Algunos ven el fin del mundo como un apoteosis o revelación de cosas; sin embargo, lo que todos tienen en mente como apocalipsis no es la idea de ninguna revelación - sino la idea de un apagón. Por mucho que se nos insista en el sentido de la palabra, sus orígenes, el origen del término, la historia..., la idea viene a ser la misma. Es como en esas películas en las que el protagonista descubre que está perdiendo la vista, y la historia va girando en torno a esa idea. Esa es la sensación que tengo: la realidad me obliga a perder la vista, pero lo tengo asumido como algo necesario.

Dada mi situación, no podré ir al cine porque mi negocio es cruelmente ineficaz; dudo por otro lado que pueda salir de mi encasillamiento - no tengo confianza alguna en los papanatas que van a controlar la economía, por muchas intenciones sociales que aseguren tener. Los de abajo, si es por ellos, siempre nos quedaremos muy abajo, pisoteados y en silencio. Para ello usan la disidencia que pueden controlar y afianzar a su favor: una cruel disidencia que obra contra los derechos más fundamentales, y la ONU no hace nada; quizá porque a más de uno le pilla por sorpresa lo fachas que son.

Ahora me centro en el segundo capítulo de la serie Westworld, en las palabras del principal programador: "En este mundo todo es magia, menos para el mago". En una serie que parece pretender mostrar imágenes especulares al espectador: pequeños detalles que se irán desarrollando de una manera como dadaísta, para que cada cual le otorgue su propia personalidad. Podría ser así... Ya tienen un par de temporadas, y sólo he visto tres capítulos.

Pero lo poco que he visto me ha gustado. Es algo que abandonaré en unos días, para no volverlo a ver jamás. Ni el trabajo de sus actores. En el fondo la vida es así, y la gente disfruta poniéndole un comienzo y un final a las cosas - para tener la oportunidad de colorear la melancolía de una manera de hacer nostalgia, siempre y cuando no terminemos de quebrar del todo el recuerdo, que le permitamos revivirlo mediante invocaciones a futuras experiencias.

Lo que pasa es que no seré yo quien viva las futuras experiencias. Han pretendido los señores con corbata que prevalezca la publicidad desleal, y que el usuario tiene que apechugar. Eso a mí no me parece aceptable - si aceptara esas condiciones no sería yo, sólo sería otro borrego más. Y me niego a ser borrego para nadie.

No clickearé unos botones que sospeche que pueden mentir.

Cuando voy atrás en mis recuerdos el recuerdo más horrible que he sentido nunca fue cuando cogí el coche del jefe, no estaba en condiciones para cogerlo - pero me obligó, en cierta manera. El golpe que recibió por culpa de un insensato que me chocó de frente, y que pude esquivar en el último momento, sospecho que dejó en malas condiciones la palanca de cambios y, a la hora de dar marcha atrás, el coche ni avisaba ni era coherente al desembragar: podía ir tanto adelante como para atrás.

Nunca he tenido tanto miedo como entonces. Un miedo atroz por lo que le pudiera hacer a alguien por mi insensatez, por pretender creer que esta vez tenía la situación bajo control. Pisar el pedal y estar seguro de que esta vez sí había desembragado correctamente: seguridad e inseguridad, un coche que mi jefe me obligaba a coger para hacer un recado cuando no estaba en condiciones... Al final fui despedido igualmente.

Pero no podré perdonarme ese enorme miedo por mi insensatez. La insensatez de pretender cumplir porque te lo ordenan cuando corresponde no hacer nada. Si vas a ser despedido igualmente es doblemente insensato actuar.

En este mundo, al fin y al cabo, para lo importante...

Recuerdo el segundo enorme gran miedo que entró en mi cuerpo, un miedo tan grande que no podía aceptarlo. Fue el día en el que encontré una serpiente en mi cubo de detergente Dixan, que usaba de papelera. Ésta debía haber estado sobreviviendo de mis manzanas mordidas exclusivamente durante, al menos, un mes, o varios...

Pero la memoria es lo que más daño me hace: porque recuerdo que metí la mano en varias ocasiones, cada vez que la papelera se removía era como cuando las cosas inanimadas se mueven y tengo que poner orden - estaba acostumbrado a eso. Pensaba que algún cartón habría cedido y por eso los papeles salían por sí mismos ¿Cómo imaginarse que había una culebra en el interior moviéndose? Esa papelera escondía oscuros secretos que un adolescente no habría querido desvelar: mis primeros bocetos de figuras humanas, efigies que acabarían por verse reflejadas en el azulejo, intromisiones sobre la física y el control dinámico..., y de ahí emergió la historia de la serpiente que se metió en el cubo de detergente.

Resulta que unos meses o semanas..., no sé, estaba la ventana abierta y una serpiente se asomó por ella. El susto que me supuso no podía imaginarse, porque cuando era pequeño ya vi una serpiente por primera vez y un enorme miedo me asaltó porque estuve a punto de pisarla - y me sentía culpable por mi insensatez.

Entonces me acerqué sinuosamente y empujé el cubo de Dixán y, con un almanaque antiguo, lleno de dibujos desechables, simulé una boca gigante y bailoteé con la serpiente. Y le comandé que entrara en el cubo. Lo que no quise aceptar fue el hecho de que me obedeció, de que no correteó por la habitación para infundir el caos en mi realidad. Su ansiedad aceptó la historia, y como un pacto entre dos especies, convivimos por un tiempo en la misma estancia porque me olvidé del suceso - no quise aceptarlo del miedo que me producía.

Ciertamente, en este mundo todo es alquimia menos para el niño que entiende los mecanismos. Recoges una pista que no es suficiente como para deducir nada, y entonces le das forma para comprobar como, en parte, te dan la razón y, al mismo tiempo, desarrollan teorías alternativas que no terminan de quitarte la razón. Dadaísmo puro..., pero con un formato estético que le ofrece el pulimiento necesario como para que cada cual se vea reflejado en esa historia.

Eso mismo hice en mi novela..., una de luces, y otra de espectros. De ahí una explicación posible a los espectros: una versión de nosotros mismos para unos leves retrazos que se han quedado por ahí. Una obra maestra digna de locos y esquizofrénicos que no se valorará convenientemente, la gente como yo está condenada a la soledad. A la ceguera social.

Así que hoy ya he probado a ver Arrival. Me alegro tanto. Porque se cierra el círculo de lo que pretendo decir ahora. Para cuando escribo esto ya he puesto el "Paint it black" de la serie Westworld, porque su mensage corresponde con el de ahora.

Es un mensaje que no toca esclarecer, porque entonces quienquiera que lea esto no le sacaría nada en claro. Si sabes lo que va a pasar y aún no eres consciente de cómo te va a llegar entonces, ¿qué derecho tienes de cambiar nada? Aún hay cosas que pueden ir a mejor, pero a mí no me hacen caso. Así que nos ahorraremos los discursitos - ya hemos tenido bastantes durante todo este proceso y ni aún habiendo acertado se me ha escuchado.

Por otro lado, ¿qué ha pasado cuando he sido claramente vencedor con fórmulas diáfanas y útiles? Tampoco se ha querido asumir que ya era hora de levantarme el castigo inmerecido de la discreción. Yo he sido cobarde y no he querido asumir mi papel, pero eso mismo se puede decir que otros tantos.

Si todos somos así, ¿qué pasará para cuando la serpiente robotizada se levante y os muerda? ¿No habrán sido suficientes ni aún con esas las señales del camino? Si alguien tiene que empezar a hacer algo ése no seré yo.

Sólo diré una cosa sobre el mundo que yo creé: se elija lo que se elija estará bien decidido porque de lo contrario todo tiempo vivido habría sido una pérdida de tiempo. Toda lectura que se haga..., en fin, de qué sirve hablar de álgebras, previsiones, pistas... Es en definitiva como cuando me preguntan sobre un tema y sólo doy vagas exigencias que se vuelven sistémicas. Es tener en mente varias perspectivas y desarrollarlas de manera que ninguna colapse, porque la certeza de alguna implica la eliminación del resto.

Bueno..., pues para cuando acabe todo esto perderé un lenguaje cultural que veré si compenso escribiendo... Pero claro, ¿acaso podré escribir si se me explota antes la cabeza?

A saber qué pasará.




jueves, 2 de enero de 2020

Estructuralmente sometido

He querido jugar a ese juego..., el de probar suerte. Pero no la ha habido. Veré si poco a poco lo consigo: pero parece que esta exclusa es la que uso para evitar hablar solo. Y esta misma mañana me he visto sorprendido por un cliente, que me ha pillado casi vociferando.

Mi memoria me impide recordar qué era de lo que yo hablaba, qué necesitaba sintetizar en voz alta. Da mala imagen. No me gusta. Estoy acostumbrado a que la gente me mire mal por ello, y no tengo el sentido del ridículo adecuado para la contradicción que supone admitir que pueda escribir esto mismo en un blog.

Sigo sin verlo nada claro. Tal vez me haga youtuber, no por el dinero - eso está claro - sino para tener una excusa para hablarle a una cámara y así desahogarme. En cualquier caso algo no funciona: estoy limitado estructuralmente a tener que escribir o emitir mensajes.

No descartemos que me ponga a escribir la secuela no confesada de mi novela "Luces y Espectros", porque la sinopsis la tengo preparada; podría darle forma a partir de lo que ya tengo previsto. Pero claro: ¿para qué hacer otra novela? Podría hacerla gratuitamente pública. Me podría valer la pena, al fin y al cabo sigo sin esperar ganar dinero. Y una y otra vez reaparece el mismo problema: la incapacidad para ganar dinero. Para ubicarme en este mundo, independientemente del talento, el esfuerzo, la inversión, las ganas, etc... Este medio que observo es un lugar yermo y muerto. No veo la manera de hacer nada sin que me llegue un ataque de aburrimiento total, y esas imágenes de que lo que hago no va a ninguna parte porque no encaja con ninguna realidad coherente de un futuro factible.

Y vuelvo a mi castigo habitual. A mi cárcel de cristal.

¿Cómo puede visualizar cambios quien ha sido encorsetado con una visión que no va más allá de su día a día? Lo sigo pensando, y realmente parece que seré feliz si acabo en una prisión. Es el único futuro con final coherente que encuentro: al menos veré los barrotes. Es asumir un destino que me parece razonable.

Este mundo se me hace más soportable cuando veo que se hacen grandes obras de ficción. Significa que las cabezas están bien amuebladas. Que si alguien dice algo no se les explotará las cabezas.

Por ejemplo, ¿y si digo que con 130000 euros al año una persona vive con una extremada holgura? ¿Podría la gente ver como su cabeza explota? ¿Y si digo que la vivienda debería de ser accesible, que todos deberían de tener derecho a una vivienda sin tener que pagar por ello? ¿También podrían explotar algunas cabezas?

La idea de tener que asumir que muchas cosas que usamos provoca la esclavitud de países lejanos no sé si acabará por hacer explotar cabezas. La idea de que muchas personas no puedan crearse autoempleo, o que la legislación no nos permita compartir trabajo o recursos comunitarios cuando es lo habitual en los inmigrantes..., ¿todo eso explota la cabeza?

Y luego está esas cosas que explotan muchas cabezas: que las feminazis sean machistas ¡BOOOUM! O que el Supremo, al aplicar la "perspectiva" de género, en realidad lo que está aplicando es una "perspectiva" Patriarcal. Claro, ¿qué es la perspectiva? No es ni doxa ni episteme: consiste en que si no desarrollas un lenguaje compatible con el mío entonces te catalogaré como conspirador del Mal.

Si a mí me da por decir que el sistema Patriarcal mata a más hombres que mujeres, o si me da por decir que los feminicidios no tiene nada que ver con el Patriarcado, sino más bien con el afán dominador del mismo meme - pero puesto al revés, entonces sí que le explota a todo el mundo la cabeza.

Si se me ocurre citar películas donde se expone la cultura de lo que defiendo entonces, para evitar que se les explote la cabeza, procederán a etiquetar tales películas de todas las formas del Mal posibles. Por eso, yo nunca hago eso. Ya paso de argumentar usando las obras de otros. No quiero que a la gente se le explote la cabeza o vayan tocando los huevos ajenos en su lugar.

Intentar hablar con una persona es tremendamente complejo sin que se le explote la cabeza. Le dices que la manera que tiene supone un mecanismo de alienación de una palabra; y la palabra suele ser "tolerancia", "libertad", "derecho a votar"..., le das la oportunidad de que desarrolle su argumento: la pregunta de tercer grado es "¿por qué dices que yo estoy contra X?" Y entonces, alguno aún balbucea un poco, otros vuelven a repetir la monserga alienante..., pero están a punto, les dices: "pero eso implica que eso que haces va contra X" y se les explota la cabeza.

Saben que son incoherentes. Tremendamente incoherentes. Pero tienen razón ¿Por qué? Porque de lo contrario se les explotaría la cabeza.

Yo ya he renunciado. No puedo salvo comprender en qué clase de mundo estoy. Estoy en Westwood. He pagado un billete a modo de condena. Y acepto mi condena, como tienen que hacer los condenados, voluntariamente. Porque de lo contrario la condena podría ser mayor, porque los que me condenan, si tuvieran que asumir mi inocencia, se les explotaría la cabeza.

Esta historia no es producto de mi propia creación. Y los robotitos no están bajo mi mando. Es cierto que no me pueden hacer nada, que soy Bruce Lee y esas cosas, pero no es justo. Yo no he pedido esto ni para mí ni para nadie. Esta historia se ha montado de esta manera por la sencilla razón de que siempre me he negado a aceptar cualquier clase de corporativismo o enchufismo, ya sea a mi favor, como en contra de otras personas. Y mi pena es vivir en esta distopía tan cara diseñada para mí, que sucumbe a un mundo donde haga lo que haga siempre haré mal.

Y quien no lo entienda..., en cuanto lo intente se le explota la cabeza.

martes, 31 de diciembre de 2019

Miedo al tiempo

Estar en un estado de pleno conocimiento de las circunstancias que me rodean o de las que soy originario no me llena, más bien me entristece. Cuando era un perfecto inconsciente al menos tenía proyectos, y creía que podían valer la pena. Ahora ya sé que todo ese proceso de intento continuo sólo es compatible con el éxito cuando lo mantienes en secreto.

Por alguna extraña razón no hay manera de progresar sin que haya alguien a quien le moleste. Si te paras a pensar, es muy difícil creer en la sociedad y en sus méritos. El mundo está podrido y sólo la inocencia es la que hace a la gente inmune a la mediocridad.

Pero es imposible alcanzar el éxito desde la inocencia, porque el inocente no es experto, no tiene cicatrices ni canas. El inocente es neonato, un futuo talento; pero no es un experto. Por eso mismo, ¿qué clase de consejo se le puede dar a quien no debería de sentirse influenciado por el exterior y, al mismo tiempo, desee llevar a cabo sus proyectos? Pues que haga lo que haga lo mantenga en secreto. El mundo está demasiado podrido como para comentárselo con nadie.

Algo tan antiguo como la mediocridad, la envidia, el empudrecimiento de la sociedad..., algo sabido por todos: no cuentes con nadie. Ya que los mejores proyectos provienen de la autonomía, y tienen por objeto mantener dicha autonomía. Y la mayor de las virtudes del inocente es exclusivamente la autonomía moral: el hecho de que no está contaminado.

Sin embargo, ponte a andar unos pasos y descubrirás que debes llenarte de barro. Una sociedad justa podrá perdonarte las faltas, pero es cosa de cada cual suplir su deuda con sus acreedores: en el sentido de que es obligación de cada cual pagar sus propias faltas aunque socialmente estén suplidas.

Y puede que no fuera capaz de leer las señales en mitad del camino. Puede que me creyera capaz de limpiar las pocilgas. Pero al menos no he perdido la autonomía moral, aunque el precio supone perder mi autonomía social.

Cada vez los años los noto como más largos. Es una experiencia horrible. Porque si bien antes me podía marcar objetivos menores, ahora es como si una luz brillante me hubiera tocado de tal manera que sea consciente de que puedo hacer algo más, sin tenerme permitido elevarme demasiado. Entonces el futuro elucubrante de verme en la indigencia vuelve una y otra vez mientras la gente sigue teniendo absurdas discusiones que no se centran en lo más importante: existe una fórmula casi única que resuelve el problema de la desigualdad, que hace desvanecer el problema de las clases sociales, que ningunea el poder del financiero y vuelve a colocarlo todo en su sitio de manera simple. Una renta para todos. Algo tan sostenible como el mismo sistema fiduciario en el que estaría basado. Así como el cierre a la especulación de recursos fundamentales.

Delimitando el juego absurdo que se utiliza para hacer desvanecer el dinero en acumulación de capitales gente como yo tendríamos una segunda oportunidad. Al menos la opción de incluso crear una pequeña empresa, de aspirar a encontrar algún proveedor que no contamine sus inmoralidades al resto...

Eso me recuerda a esos proveedores a los que les di puerta: uno porque no quería venderme ciertas mercaderías porque yo tenía otro proveedor que también lo hacía y, según parece, yo era de su terreno, otro porque me entregaba la mercancía cuando y en las cantidades que él quería, o incluso lo que le daba la gana de darme, otro porque sus productos tenían una garantía críptica...

Si hubiera más proveedores, si se abrieran las posibilidades a un mercado más abierto, entonces no tendríamos que aceptar el juego de esos perdedores. Si no me gustan esos proveedores siempre puedo dedicarme a ofrecer otra clase de servicios, pero yo no tengo porqué aceptar esas condiciones. Ni yo ni nadie. Y como el estado no tiene intenciones de regular nada, como no hay un sistema judicial en condiciones, como al final lo que importa es el facherío..., pues nos quedamos siempre igual.

Y a mí me da miedo tener más y más tiempo, cuando no me queda nada que hacer. Ni nada más que aportar.

Puedo escribir novelas nunca imaginadas, revelar los misterios de la mente, de la locomoción, del alma... Puedo desarrollar el mundo de los sentimientos, filosofía existencialista, los estudios del género que provocan en las civilizaciones algún tipo de avance... Pero no tengo nada que aportar. La noche es larga, demasiado larga..., y cuanto más tiempo pierdo más miedo le tengo al tiempo, cuanto más tiempo tengo por delante desde que inminentemente termine la economía peor también, cuanto más tiempo esté trabajando en cualquier proyecto el miedo se torna al siguiente sabotage... Me es todo tan irrisorio...

No puedo disfrutar los juegos porque siento que pierdo el tiempo jugando. No puedo disfrutar los ensayos porque siento que son simplemente escritos por estúpidos. No puedo disfrutar de resolver problemas porque se quedarán en un cajón en el mismo instante en el que sean interesantes.

Esta sociedad ha querido extinguirse, y está luchando constantemente por acabar de esa manera. La realidad de la superpoblación y el avance tecnológico, junto con la inminente crisis del Coltán del que no se habla, no acabará por anularse mutuamente: el completo imbécil de tres pares de narices que quiera conformarse con pensar que morirán los más pobres, que la tecnología no alcanzará la singularidad por culpa del Coltán y los pocos trabajos que puedan hacer las máquinas no afectarán a los más ricos..., quien piense así se convertirá en otro ejemplo de por qué la Humanidad merece su plena extinción.

La crisis del Coltán afectará a la mercadotecnia, que hasta ahora sólo sabe ofrecer productos más potentes al servicio del imbécil que los compre.

La crisis de la singularidad afectará principalmente a los más ricos, para luego ir arrasando a la gente más humilde como si fuera una bola de nieve. Para empezar, los pocos superricos darán de comer a la máquina que les dirá que tienen que invertir en esos trabajos que requieren menos personal para así reducir costes a gran escala: los RAPPELS aplicados en el mundo financiero, la eliminación de los señores con corbata. Los muy imbéciles ni saben lo que están alimentando. Hay que ser realmente idiotas.

Y por supuesto la superpoblación no es un poblema que generará muchas muertes y, por tanto, se autorregulará: la superpoblación generará superconsumo, éste aumentará la polución (una de las principales causas de muerte no natural en la mayoría de los países) y, de ahí, convertir el planeta en una versión graciosa de una cámara de gas gigantesca - lo de graciosa es porque fueron los sionistas los que decidieron apostar por esta clase de mundo.

Y yo, mientras tanto, tengo miedo a que llegue alguno de esos días; porque en el poder se han escogido a los menos adaptados a la realidad que se nos viene encima. O porque estos poderosos se dedican a promocionar a los lameculos que les dicen que lo están haciendo de putísima madre; cuando remediar todas estas singularidades es trivial cuando se sabe conducirlas.

Una única fórmula sencilla que fulmina la mayor parte del problema. Lo saben en todas partes, pero habría que eliminar el poder absoluto del sistema financiero - que ha traído tanta muerte masificada, y la que está por venir, que es incluso peor. Y acabar con el poder financiero, a golpe de ley, es trivial: se puede frenar con tasas a la inversión bursátil, se puede hacer pagar con impuestos a los beneficios por dividendos, se puede arbitrar con hacer que las subastas sean manuales y no delegables..., pero, lo más importante, distribuyes una renta básica y entonces el consumo adquiere una nueva dimensión en base al reparto de los recursos de la unidad familiar que TÚ elijas. Como hacen en Cuba..., de hecho.

El problema del comunismo es que la domiciliación exige muchas colas. Se trata de aprender de los errores de cada sistema sin tremendismos, sin precipitaciones... Cambiar a mejor la fórmula: que no se tenga que controlar cosas que el estado no necesita saber. A mí no me interesa saber cuál es tu familia, te corresponde una proporción que deberás compartir con tu propia comunidad para conformar una unidad de consumo; son fórmulas mucho más intuitivas y autónomas.

Y baratas.

Pero que algo tan obvio no se esté defendiendo sólo es otro ejemplo más de porqué merecemos nuestra extinción.

Sólo me queda esperar, mientras le tengo miedo al paso del tiempo.



lunes, 30 de diciembre de 2019

Mi refinado mal gusto

No puedo aconsejarle a la gente que acabe sus historias como a mí me gustaría verlas acabadas, más que nada porque tengo comprobado que mis finales no suelen gustar tanto como los finales que esperan otros. A mí me gustó el final de Lost, lo que ocultaba, sus juegos... Me gustó cómo acaba Juego de Tronos, la idea de a qué sucumbe el mesianismo - darle significado a la muerte de una persona que dejó de ser exclava por encima de clanes enteros de inocentes cobardes.

Hay finales que no se comprenden, y me parece normal. Porque sólo son finales de historias inventadas. Invitan a trasgredir valores para que éstos adquieran el color que les corresponde a la hora de aplicarlos en nuestra vida real. Ver los colores reales de los ídolos en ocasiones deslumbra. Y es más que probable que a más de uno no le guste mis propuestas, y me parece mucho más que lícito - me parece esencial que cada autor se mueva por sus intereses, los que ellos mismos defenderían o aquellos por los que darían la cara con una sinceridad plena.

Así que, para desahogarme, este post lo dedicaré para cagarme en el señor Suzuki. No significa nada esta decepción personal, sino simplemente es para desquitarme yo y solo yo con mis demonios más personales. Es decir, es probable que su proyecto lo enfocara por el camino correcto - lo que pasa es que no estoy de acuerdo, y en algún sitio lo tengo que escribir.

Comenzó su obra estelar Shenmue que, por no mantenerse a la espera, por querer obtener una rentabilidad que no llegaría a largo plazo, cuando sí a muy largo plazo, acabó por desacreditar a Sega. No todos los proyectos funcionan a la primera, o rápidamente. No siempre con invertir y echarle ganas se consigue lo necesario. En ocasiones la calidad no se aprecia, y eso lo descubrió el señor Suzuki tras hacer sus dos obras maestras: la historia de un muchacho desubicado en el mundo japonés en el que vivía que, al ver cómo mataban a su padre, emprende una historia de venganza contra las triadas.

La obra de Suzuki adquiría unos claroscuros muy maravillosos: ¿qué habría pasado si en realida el protagonista hubiera sido adoptado? ¿Qué significado podría adquirir la historia si algún giro inexperado convierte al bueno en el malo? ¿Y si la niña china hubiera sido una rival contra la que el protagonista no quisiera combatir pero que se viera obligado a tener que hacerlo para hacer posible su venganza?

Se lee entre líneas a veces unas historias que, a lo largo de toda la zaga, no se terminan de refutar. Y entonces piensas que, posiblemente, estén reservando esos giros para el final. La frialdad de Ryo con su madre, el hecho de que en esa casa viviera uno de los discípulos del maestro de artes marciales, que la niña vinculara a su propio padre con el origen de todo el problema, que ella supiera más que nadie y nunca terminara de desvelar nada, que lo que mueve al prota es simplemente matar por matar, que no sea muy avispado, que su manera de reaccionar siempre fuera de Perogrullo...

Lo único que completaría la obra sería culminándola con los giros más trascendentales.

Luego están los aparentes fallos: el final de Shenmue 2 se vio al malote en el helicóptero, como huyendo ¿Por qué? ¿No le interesaba el espejo? La explicación más lógica era que el protagonista ya le había superado..., pero en Shenmue 3, en esta nueva obra, vemos que las cosas están al revés.

La manera que tuvo de culminar su obra fue dando a entender que Ryo no estaba tan mamado; ya no era un maestro de las artes marciales, y Lan Di ahora volvía a estar muy por encima de él. Eso no tiene sentido: ¿por qué no luchó entonces en la segunda entrega? Y si Lan Di no es el padre de Shenhua, ¿por qué no le contó el padre de Shenhua a Ryo todo lo que necesita saber sobre el espejo? ¿Por qué Shenhua no cuenta la profecía y por qué tiene esa peculiar creencia?

Y eso sólo es el principio de los errores que cometió Suzuki en Shenmue 3. Luego hay una lista mayor: el hecho de que tenía que acabar en plan Double Dragon en combinación con Ren parecía fundamental, pero se le olvida a Suzuki que Ren en teoría no tenía ni media hostia con respecto a Ryo..., ¿no habría sido más lógico hacer que Ren fuera el protagonista de Shenmue 3 y aprovechar para elevarle a la altura de Ryo?

Resulta que Ren es un chino muy avispado cuyas dotes detectivescas son muy superiores que las de Ryo. Es maquinador, astuto..., sabe cómo funciona la moralidad de China y se adapta a la realidad del ambiente. Habría sido el perfecto protagonista, y usar a Ryo como secundario..., haciéndole dar vueltas como PNJ antes de dar con Lan Di.

Por otro lado, mientras tanto, la historia podría contar cómo Lan Di se enfrentó contra un maestro que tenía una técnica ancestral para así dar a entender que dicha técnica podría ponerle en apuros a Ryo. Es decir, volver a progresar a Lan Di en secreto..., mientras avanza una historia tan larga. Para culminar la obra haciendo que la hija de Lan Di se enfrentara contra Ryo y Ren.

Pero no..., nada de eso pasó. Lo elegido me supo a poco, porque la historia se volvió sosa y lleno de inconsistencias en la historia. Pero claro, es posible que a los fans les guste más cómo acabó Shenmue 3 así..., puede que a Suzuki mi historia le pareciera demasiado oscura.

Para eso están los proyectos de los fans..., el crowdfunding, y esas cosas..., puede que les guste a la gente esos proyectos..., a mí..., pues no... Tendrán su punto, en ocasiones tirarán..., pero a mí... Darle a los fans lo que quieren es como claudicar de tu obra. Digamos que mi problema es que tengo un refinado mal gusto. Nada más. Y tenía que desahogarme.



domingo, 29 de diciembre de 2019

La distopía del carcelero

Ha sido venir andando por la calle y encontrar un billete de diez euros en el suelo, para así reconciliarme un poco con el universo y no darlo todo por perdido. Encontrar un billete y ver la serie de Watchmen que han hecho..., me ha hecho recuperar mi compostura, mi zen... Los de HBO serán unos ratas, pero el mundo es así, y se supone que ahora todo me da igual - no tiene porqué cambiar las cosas demasiado.

Supongo que vivir en un entorno peculiar hace que no tengas derecho a ponerte nervioso, esa es la distopía del preso. El preso debe recordar que él es el artífice de la sugestión, él es quien está siempre en el punto de mira incluso cuando se es ignorado. El carcelero tiene una vida burguesa, incapaz de entender el daño que hace - sólo podemos ser misericordiosos o solidarios.

La distopía del carcelero es bastante peculiar: cuando ve que su preso se comporta con una ética diferente a la establecida por la burguesía, con sus normas absurdas, sus arqueamientos de meñique..., automáticamente se pone a agitar la jaula; necesita recordar cuál es su poder frente al encarcelado, y así alimentar su sugestión.

Lo primero que no entiende el carcelero de sus presos es lo enormemente viciados que están desde su perspectiva. Tienen una perspectiva de idolatría extrema sobre cómo deben actuar sus héroes, el objeto de lo que entienden por inmolarse. Luego descubren que no han enfocado bien sus esquemas, porque los héroes no tienen una musculatura perfecta, largas cabelleras e incluso una perfecta dentadura e higiene. Pueden ser altamente decepcionantes porque, al fin y al cabo, el héroe del que es un experto es en heroicidades; y esa es su cárcel. De ese encasillamiento no saldrá.

Por eso algunos presos serán carceleros en otro tipo de cárceles. Cada cual más pequeña donde albergar a los más grandes. Y los barrotes, para los que están en el centro de toda esa gente, serán tan entrincadamente laberínticos que se entristecerían al descubrir que su pajarito voló y que se han quedado ellos solos en esa prisión que han creado. Esos carceleros no quieren reconocer que se centraron tanto en meter a su pajarito tan en el fondo que no se fijaron en los muros que construyeron para hacer tal prisión.

Demasiados carceleros para un único preso provoca un nuevo laberinto del que ellos mismos no sabrán escapar, aun teniendo la llave.

El carcelero, mientras tanto, seguirá centrado en ese mundo falso burgués donde juzgará a aquel con quien no habla, aquel a quien no conoce, aquel que le inspira en parte. Y cuanto menos le guste lo que hace más obsesionado estará, y más dificultades le pondrá para que escape en libertad.

- ¿Acaso tenemos el poder de ayudarte a escapar? ¿No eres tú quien tiene la llave?

Mientras tanto levantan más y más muros. La cosa se hace más y más difícil. Aumentan los observadores, y cada cual pondrá de su parte en la sugestión de la realidad de unas espectativas que están en la cabeza de todos nosotros y que se alimentan día a día por cada obra que se lee, película que se ve, música que se escucha..., y pajarito seguirá cantando, los carceleros replicarán sus memes perfeccionando la obra, pero aún no entienden el mensaje.

Aún sigue preso.

- Pues sal por tu propio pie. Puedes hacer más.

- ¿Ves un muro? ¡Rómpelo! ¿Alguien te detiene? ¡Ignóralo!

¿Y después? ¿Qué pasará cuando el camino acabe y no queden muros y las personas no sean escuchadas? ¿Habrá valido para algo?

Sirven de poco las llaves cuando las personas no tienen la iniciativa de hacer desvanecer las diferencias por sí mismas. Los estamentos seguirán marcando el rumbo y siempre que haya alguien que no pueda llegar será porque existe una fórmula que hace que el que no se aprovecha de los enchufes no pueda alcanzar sus metas.

Detrás de no querer un mundo meritocrático está el deseo de vivir en un mundo lleno de esclavos ¿Acaso pretenden que alguien como yo se convierta en amo de nadie? Nunca he empezado a ser así, y nunca me haré burgués.


Tierra: Día 19/07/24 punto de inflexión

Ayer se produjo el punto de inflexión a escala mundial. Dependiendo de lo que hagan y no hagan los gobiernos tras lo sucedido ayer las dos c...

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