viernes, 28 de febrero de 2020

Crónicas de España

Con mucho orgullo se mira hacia cómo se hacen las cosas en algunos países, mientras que en otros prevalece la miseria y las vejaciones. Pueden mirar las enormes fachadas de los edificios, la limpieza de los pasillos, la aparente candidez de los rostros de las personas..., y olvidarse de que es más normal encontrar lo pútrido en lo que no guarda apariencias de beldad. Pues no será cuestión de que en el interior pudiera haber una verdad superior, sino más bien que las sociedades acostumbran a limpiar en exclusividad el centro y matriz de lo que consideran importante, para olvidarse de todo lo demás.

Y es así que lo más importante, en cuanto a que sea objeto de depuración y limpieza, ¿acaso no descuidará lo que no lo sea para espanto de los superfluos?

Vivo en un país donde la miseria es una constante. Multar al que rebusque en los contenedores de basura para comer no les frenará. Tampoco el que pide por la calle tiene miedo de las multas por comportarse como un mendigo. España criminaliza a quien no puede permitirse el lujo de aparentar no ser un indigente. Pero ya sabemos que el que es indigente, además de ignorado y perseguido, lo será de un sexo muy específico.

Doble delito para el que pretenda ser víctima de la ruleta rusa que condena sin aplicar ninguna clase de criterio bien establecido: en la universidad tan pronto como el juez no quiso reconocerme las vejaciones físicas y la persecución constante contra mi persona, tampoco se me ha querido reconocer la tecnología que abrirá las fronteras de la computación para resolver uno de los mayores misterios de la historia de las matemáticas y la lógica que ha conocido la Humanidad.

Salgo a la calle y, entre las inmundicias, aún se observa al inmigrante que chillaba y clamaba sus pensamientos más oscuros. En mitad de la calle son sus quejas lo que perturba la paz y, al mismo tiempo, no hay viandante que deje su indiferencia - porque es un hecho que eso pasará el día de hoy, pasó ayer y se repetirá mañana.

No se puede evitar tampoco observar a niños amargados en su mirada, decepcionados con sus padres se vuelven violentos. Caminan desandando lo andado, para volver por donde han venido. Rotas las almas siguen sin percibir un futuro estable, la infancia ha sido robada - y que no esperen ninguna clase de futuro.

Alguien diría de mí que soy un ciudadano más. Pero craso error: trabajo para ganar lo que pierdo, no soy propietario de nada. Formo parte de una prole que ha renunciado a reproducirse o a relacionarse. Incapaz de hacer otra cosa salvo existir, y tampoco me veo en la tesitura.

Trabajando cuanto trabajo y a cambio de nada, no salgo del umbral de la severa pobreza y un inspector ha decidido ponerme de alta en el pago del IRPF. Tan pronto como le he explicado que no tiene sentido alguno, me multa con una cantidad descomunal de dinero. Y entonces yo me pregunto: ¿no sería mejor la cárcel? ¿De qué soy ejemplo yo? Nadie quiere saber de mí, no soy referencia de nada ante nadie. Y da igual que me hayan agredido de las peores de las maneras, porque no habrá justicia para mí, igual que da igual que haya hecho los más grandes logros que no habrá reconocimiento.

Recuerdo a la policía que me relató el fallo del juez: como la víctima no se personó en el juicio se consideró que, de alguna manera, le gustó que le agredieran esos profesores, que su perfil académico estuviera en peligro ni se tomó en cuenta. El juez ya había hablado conmigo, y sus intenciones siempre estuvieron dirigidos a salvar a los agresores, presionando a la víctima para que reculara..., intentando ver algo que no existía: eran gente muy peligrosa, obsesiva, compulsiva... Pero era el de Cartagena el que tenía que ser la nota discordante. O a saber la razón.

El juez, convencido, me atribuyó características sadomasoquistas; consentimiento de que me agredieran esos malnacidos, impuso una pena a esos desgraciados - pena absurda. Y ni aun así tampoco la cumplieron. Aun después de que fueran múltiples veces denunciados por incumplimiento, acoso y más violencia contra alumnos. Además de expandir la injuria...

¿Cómo iba a seguir en la universidad de Murcia? La Universidad de la Inmundicia. Vomitiva y asquerosa. Es así cómo funciona el país en general, y el mundo en particular.

La justicia española es un completo azar. Completamente imposible predecir el siguiente movimiento de la cúpula mafiosa que lo gobierna: la única manera es que la gente salga a la calle para obligar al juez a que no lea fallo alguno, amenazar de muerte a los jueces para sobreseer el caso, hacerles la vida imposible allá donde vivan..., eso es lo que se aprende por cómo actúa el supremo, el constitucional y el ministerio. Una dictadura tecnocrática, cualquier parecido a la meritocracia es pura especulación; prevalece la idiotez y el intrusismo - pura fachada.

Y hoy estoy desfallecido, sin ganas de hacer nada. Cualquier músculo es una enorme carga, mis proyectos de innovación - que son muchos: un absurdo por mantener ¡Para qué!

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Anoche tuve un momento de no poder dormir, recordando estas peculiares ausencias. Cuando percibía que el entorno en el que vivía se montaba comportamientos absurdos, me despreciaban por respirar siendo muy pequeño, y eso me dejaba sin opciones: provocaba que me quedara mirando con la mirada fija como una estatua, sin hacer nada - salvo mirar hacia adelante. Cualquier otro acto era cansado. Luchar para nada: eso es España. Allá donde voy es la crónica más habitual.

Con el tiempo dejas de revisar los exámenes, pues se ríen en tu cara. No vale la pena. Ya lo descubrí en el instituto: es lo peor. Y esa luz que tenías en los ojos se difumina para perderse en el olvido. Pierdes la inocencia de creer en este mundo.

Sin embargo, dejándote llevar siempre llegas lejos. Pues muchos se esfuerzan para nada, y otros como yo fingimos que nos resultó cansado. Grandes proyectos que fueron tirados a la basura, eso lo abandoné en el colegio. Del enorme desprecio que salen de tus profesores, años y años dejándote llevar por la inercia: trabajar sin pensar, porque por no hacer ni corrigen los exámenes ni los trabajos; no hacen nunca nada. Y malo es ir a ver las revisiones, que hay que hablarles como si tuvieran la razón, porque son unos perdonavidas - siempre recompensan a los más pelotas.

El modelo académico no cambia: secundaria, superior..., y postgrado, cuanto más dinero peor.

Luego aparecen unos desechos humanos que quieren opornerse al Pin Parental: intentar doblegar el control paterno a la propia educación de los hijos. Cuando la ONU termina de claudicar de su razón de existencia.


Me muero de ganas de irme de este país. De que todo recuerdo que albergue sea para olvidar que alguna vez fui español.





miércoles, 26 de febrero de 2020

El precio de la cordura

Mirar hacia atrás y descubrir que no hay nada de lo que arrepentirse, que mis actos fueron necesarios para descubrir lo pútridas que estaban las instituciones y que, de haberme preocupado de limpiar mejor mi imagen, habría sido víctima de alguna traición a posteriori, para cuando se hubiera invertido demasiado en algo de lo que no se podría sacar provecho.

Hacer que lo que debía y luego mirar a mi alrededor..., es tan frustrante. Y, sin embargo, también hay candor en mi recuerdo. Seré muy bueno con mis álgebras pero aún no sé extrapolar los sentimientos en fórmulas algebraicas - al menos los míos son mucho más complejos.

Últimamente me he percatado de nuevas indagaciones que me permitirían escribir sobre filología y programación del lenguaje natural. Por un lado, podría hacer lo que siempre me pidió el cuerpo: ofrecer mis conocimientos gratuitamente, con la experanza de obtener un reconocimiento a posteriori. Sin embargo, la realidad es que hacer eso ya no solo es estúpido, también es desleal para con la gente: les doy alas a los poderosos para que puedan sacar tajada de mi tecnología y así seguir fomentando la red clientelar de la mezquindad.

Ayer mismo lo vi: un antiguo compañero que me ponía zancadillas sociales siempre que podía, que me tenía ya sea tirria, envidia, o lo que fuera, él sí consiguió el éxito en su carrera. Este hombre hacía trampas hasta jugando con sus colegas al rol, creo que es lo más cutre que existe: más bajo no se puede caer.

Y recuerdo a otro amigo, este otro del instituto, con el que no llegué a hablar mucho. La última vez que lo vi lo vi arrastrando con cara de amargado un carricoche con un niño, acompañando a su esposa. No me vi con fuerzas como para pararle, al fin y al cabo no llegamos a entablar conversaciones muy profundas que digamos..., y porque también le vi trabajando en las cocinas de un McDonalds. El chaval era un erudito de los estudios, en un instituto que es el segundo mejor valorado y, posiblemente, el primero en rigurosidad hacia sus estudiantes, salía con una media de matrícula de honor. También es cierto que ese instituto era muy facha, y que algunos estudiantes tenían que resignarse a sacar notas más "convencionales". Pero él tuvo la suerte de que sí le corregían los exámenes. Al parecer, al llegar a la universidad, la realidad se le tuvo que sobrepasar.

Ya tuve conocimiento de otro gran genio que no consiguió el éxito en los estudios superiores - este también pudo haber pugnado por la matrícula de honor de media en mi instituto. Fue en la carrera de telecomunicaciones donde se llevó el desengaño. Tenía una vocación increible en la creación de planos - un auténtico figura. Otro a la basura. Aunque supongo que le irá bien, en la liga Segunda B.

De vez en cuando un tío de letras, y de generaciones muy anteriores al pleistoceno, nos cuenta cómo en España se regalan los títulos. Como si los de tecnológicas, arquitectura, etc..., lo tuviéramos tan fácil. Lo innegable es que el Opus Dei ya se ha preocupado de monopolizar el sector de lo tecnológico.

Recuerdo cuando, siendo adolescente, mi padre me echaba en cara el no haber salido yo religioso: entonces podría haberme podido enchufar mediante mi profesor del Opus. Y la cosa es que, muy en el fondo, sé que aun de joven - cuando era practicante - jamás habría admitido esa clase de ayudas. En cuanto lo hubiera descubierto me habría salido por patas de ese antro de corrupción. Asqueado.

Rodeado de la basura que dejan observo cómo son el referente de los más jóvenes, y fingen que saben de lo que hablan. O hacen como que pillan a los que supuestamente no entienden.

Todo esto me genera una sensación bastante enrarecida.

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Ayer mismo tanteando entre algún que otro ensayo, al final descubrí uno que describía sus investigaciones como yo habría enfocado una tecnología que aún no ha visto la luz. Ahora tengo un falso dilema entre manos: hasta qué punto publicar mi tecnología. Pero en el sentido de que lo que me pide el cuerpo es compartirla y, al mismo tiempo, no existe comunidad científica con la que compartirla - no será evaluada, ni usada. Si intento pasarla por unos pares en el mejor de los casos no se leerán mi artículo y dirán que no es relevante. El problema es que nunca me ha pasado eso, lo más digno que he llegado a leer como excusa ha sido la no respuesta: el que se ignore directamente mi petición oficial. Peor era recibir una respuesta: por la calidad de la respuesta con respecto a lo que había escrito.

Si termino de depurar el álgebra que emite sentimientos, en base a los sesgos humanos que se deducen del propio lenguaje y los errores pragmáticos y sociopragmáticos, entonces ¿le sacaré utilidad?

Mientras lo desarrollaba me venían recuerdos del instituto a la cabeza, de cómo le explicaba a ese profesor del opus que la palabra creer tenía dos definiciones: que una era la que daba san Agustín y otra era la que se leía en el nuevo testamento sobre las explicaciones que daba Jesús. Este matiz no es lo que leo en los documentos que intentan representar un protolenguaje que pueda almacenar cada expresión, cada frase... Y esa conversación me vino para cuando yo, con 17 años, ya era capaz de percatarme de algo que aún hoy día más de 25 años después los documentos más punteros ni mencionan. Y sé de lo que hablo.

Cuando se tiene una conversación con un robot, o un chatbot, éste no tiene sentimientos propios; pero porque no se comprende lo que es un error en pragmática. De hecho, el autor que mejor desarrolló ese concepto, a mi juicio, era Popper..., gratos recuerdos me quedan de sus indagaciones cuando aún vivía. Es una pena la enorme pérdida de este hombre hace 25 años: es como si la filología se hubiera congelado en el tiempo.

El gran error de Popper en el falsacionismo radicaba en el papel de los sentimientos y, para poder enmendarlo, ¡qué ironía! se debería de usar el mismo trabajo de Popper en sus estudios filológicos. Él se lo guisa y él se lo come.

Pero soy el único que se ríe. El único que lo entiende.


Por eso de vez en cuando me pongo a pensar en voz alta: me he dado cuenta de que mi cerebro me está chillando de que lo comparta. De que si lo escribo en este blog, al menos, podré lidiar con la realidad de tener este conocimiento y no poder hacer uso de él. Al menos podré eliminarme este pensamiento intruso.

Puede que acabe escribiendo ese libro que desarrolle un lenguaje nuevo: el protolenguaje. Con esas álgebras que desarrollen un marco adecuado para la lógica circunstancial que pretendo formar. Pero está claro que el castellano lo voy a tener que desechar: España es un país de desechos. He perdido demasiado tiempo aquí. Debo encontrar mi comunidad..., o simplemente no buscarla.

Aquello de lo que realmente soy bueno no tengo título que lo acredite, ni la más leve confianza en aquellos que se ofertan para otorgármelo.


¿Remato algún proyecto para que guarde polvo con otros finiquitados?










lunes, 24 de febrero de 2020

La toxicidad de la Esperanza

Anoche, al cerrar la tienda, me he visto con ganas de hacer un análisis de los pares que me han puesto las cosas más difíciles. La razón fue que me quise tomar un café, y de ahí renació un halo de esperanza. Pero la esperanza que vivo en estos momentos es una esperanza tóxica.

Existen dos definiciones de esperanza: la que proviene de la literatura griega y la que tenemos hoy día con el sueño americano. La esperanza del sueño americano es justo la tóxica, la que me tengo que quitar de la cabeza. Y, si hago eso, puede que pueda caminar por las noches sin que me entren ganas de explicar o cabrearme porqué vivo en la miseria.

El éxito y el fracaso se fundamentan en cómo te mezclas con los dioses, los ideales: esas cosas que se escriben con Mayúsculas, la manera que tienes de interpretar la Grandeza y mezclarla con tu ética y tu día a día. Las personas que hacen de su día a día un avance hacia lo más Grande, en países donde gobierna la meritocracia, acabarán con dar con su Destino. La esperanza que puedan tener radicará en su manera de ver el mundo, en cómo pueden creer que obtendrán lo que merecen, porque el mundo observará con respeto a quienes realmente han dado logros que serán útiles, que son innovaciones.

El concepto de esperanza de la antigua Grecia, como ya explique otros posts atrás, se basaba en la caja de Pandora: habiendo dioses, ¿qué libertad de acción le queda a los mortales, meras piezas de los planes de los dioses? La esperanza era justo la respuesta: una capacidad que tiene el mortal de actuar al margen de los planes de los dioses: no todos los espíritus, egrégores, señores que gobiernan la voluntad, habrán sido liberados - la Humanidad aún puede decidir por sí misma su futuro.

Pero cuando eliminamos a los Dioses, a los ideales de la civilización, nos quedan las instituciones: organismos creados por los mortales, que son tratados como templos - lugares donde se deifican a sus conserges a base de repetir el sesgo magister dixit, autoritas... Tecnocracia ¡Y ya me gustaría a mí desactivar alguna clase de pin que me permita quitarme a tanta escoria que hay en el mundo académico!

Pero la Justicia no funciona. La mayoría de los actos de extorsión se quedan en nada.

Anoche me estuve rayando recordando mi último artículo. Justo anoche volvió mi mente a jugarme una mala jugada porque quería adentrarse en la programación, en un nuevo descubrimiento, para estudiar la manera de volver o no a innovar. Pero me acosaba el pretérito tan perfecto que configuraba mi realidad. Una realidad tan deprimente como, de facto, representa todo el mundo que veo a mi alrededor - y cómo la gente ha decidido adorar al Gran Hermano benefactor de la siguiente estupidez por contar. Censura y adoctrinamiento vestidos de progresismo mientras se enarbola la independencia del poder judicial en su arbitraria forma de interpretar las leyes al margen de cualquier cosa que esté por escrito.

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¿Cómo me responden los pares? Quisiera quitarme esta lacra de encima. Quisiera poder escribirlo una vez y sólo una para que no tenga que revivir en mi mente la mala experiencia de relacionarme con la "comunidad científica y tecnológica". Quisiera poder aceptar que no tengo el perfil necesario para que me contraten tal como estoy ahora, atormentado, depresivo y frustrado por tanta hipocresía y crueldad absurdas.

Creo que de todos los pares el que se llevó la palma es el de la Gaceta de las Matemáticas aquí en España. Es el nivel más bajo como respuesta que se puede dar absolutamente a nadie: una respuesta tan infantil y absurda que cuestiona el propio currículo que tiene hasta el punto de poder aseverar desde aquí que ese señor que dirige ese journal es un completo intrusista. Y ese señor es la referencia oficial que se tiene en este país a la hora de dirigir el dinero en investigaciones tecnológicas: ASÍ VA ESPAÑA HACIA LA COMPLETA PERDICIÓN.

Pero antes de nada, voy a hacer referencia a lo que me respondió ACM: los americanos.

En el último intento que tuve con esos payasos americanos que desprecian la tecnología por motivos fascistas (esa es la explicación más simple que se me ocurre) se me ocurrió ofrecerles una tecnología muy blandita, que no daba problemas, y que suponía un avance en las álgebras a modo de propuesta para programar en base a la construcción de grafos. Algo inaudito y muy útil, considerando que el propio ensayo consistía justamente en explicar cómo se podía pasar de la lógica de predicados de primer orden para definir conjuntos hacia ese otro modelo basado en unos operadores diferentes.

Es decir, en vez de proponerles una innovación que les genere escozor en el culo al no saber por dónde metérsela, les propuse algo más sutil: un mero ensayo que proponía una transformación en el lenguaje. Y, dicho esto, o era interesante para ellos y debían evaluar ese puente o no era interesante para ellos y por tanto se negaban a leer los detalles del ensayo.

El problema de todo esto es que tan pronto como no dijeron que no les interesaba tampoco me aceptaron la calidad del puente.

Y para muestra de lo absurdos que son los putos americanos recibí una peculiar respuesta: "no he entendido para nada el ensayo, así que supondré que lo que pretendes es demostrar X. Sin embargo no hay ni una sola referencia a nada relativo a X, por lo que la demostración está incompleta".

Sesgo Chewaka. Y eso el redactor jefe me lo transmitió como un par al que tenía que hacer caso.

Y a ese nivel, un poco para arriba, un poco para abajo, así hablaban los pares: diciendo SOBERANAS GILIPOYECES desde el punto de vista de la perspectiva de quien no necesita ni leer el ensayo. Es decir: sólo las respuestas eran suficientes como para entender que quien las escribía eran auténticos CAPULLOS que no debían de trabajar en los temas que trabajaban.

La lectura que había que tener estaba clara: daba igual lo que demostrara o dejara de demostrar, o cómo lo hiciera, o cómo lo expusiera, JAMÁS conseguiría que me leyeran mis ensayos.

Lo digo además porque es evidente para mí que si no hubieran sido tan TORPES en sus respuestas podrían incluso aparentar que la culpa había sido del autor (mía) o de algún detalle cultural..., pero no: me dicen, "El documento posee algún error ortográfico en inglés, se nota que no ha usado una autocorrector. Obviamente quien no usa un autocorrector poca cultura informática puede tener y sus ensayos tendrán poca repercusión"

El problema de ese tipo de respuestas es que no tienen ni idea de que, en cierta manera, puede tener sentido lo que defienden: si no he escrito con el documento en un perfecto inglés es posible que sea porque yo mismo me he despreocupado de revisar el documento como es debido - por lo que podría ser motivo de sospecha o falta..., bien, pero achacar que una persona deba fiarse de un autocorrector y que la existencia de estos es una barrera para el conocimiento de un área..., ya digo, mejor calladito no vaya a ser que todo el mundo se dé cuenta de que como par eres un intruso - que no sabes de lo que hablas, y que buscas cualquier clase de excusa para atacar a los miembros de las listas negras.

Asímismo, es tremendamente fácil fingir que alguien no es de una lista negra y, al mismo tiempo, tratarlo como tal. El sistema académico y cómo funcionan las instituciones públicas trabajan de una manera completamente absurda que permite colocar a amiguetes o "hermanos" dentro de instituciones tengan o no vocación para la ocupación correspondiente.

Y claro, haya o no masones, en España la cosa no iba a ser menos. Vale más proteger a los tuyos que transmitir un mensaje vocacional. Y eso nos lleva a la respuesta que recibí de la Gaceta de las Matemáticas.

En su caso le había pasado un documento donde ubicaba el problema TQBF dentro de la clase P. Era (y es) uno de los mayores misilazos a meterse por todo el ojal que jamás en la historia de la ciencia y la tecnología se habría nadie imaginado que se podían meter. De hecho, bien pensado, podría escribir un libro (que por supuesto lo haré en inglés, porque de España no espero UNA MIERDA) que desarrolle y explique al detalle todos los aspectos relativos a esta filosofía y cómo resolverse. No descarto dedicarme a hacer algo así pues, en el fondo, podría ayudarme en mis futuras entrevistas de trabajo (la única manera que tengo de escapar de la severa pobreza y la crueldad de Hacienda contra quienes no tenemos patrimonio y nos dedicamos a vivir de nuestro trabajo más de 90 horas semanales).

El redactor jefe me devolvió el correo diciéndome que le había dicho al estudiante encargado que no siguiera leyendo el ensayo que les pasé. Pues al parecer le había dado en la espina de que yo no era más que un neurótico, o sujeto con aires de grandeza: porque "los genios tienen un saber hacer" que al parecer yo no tenía. No necesitaba ni leer nada, sólo las maneras de un par de correos eran suficientes como para tener la certeza de que mi tecnología no existía.

Tecnología que está escrita en Jupyter (la interfaz más trasparente posible para publicar código, pues si quieres comprobar que una fórmula es cierta sólo tienes que hacer "click"), y además traducida al castellano y al inglés. Tecnología que lleva años y años de testeo y perfeccionamiento. Y, más allá de lo que se pudiera comprobar, también tenía un libro escrito en inglés donde explica de dónde viene el error del uso de la lógica y cómo hay dos ciencias exactas que se contradicen ante una misma pregunta. Sin dejar de ser exactas.

Todo eso real y tangible.

Pero como esa era la respuesta que me tenía preparada lo que hizo fue rematar aún más la demostración de que ese hombre era un COMPLETO IMPOSTOR. Un sujeto colocado a dedo quizás por haber conseguido un título, vete tú a saber cómo, y de ahí alguna clase de puesto a partir de alguna clase de amigos o a saber...

El sujeto me atribuyó a mi documento cosas que no se leían: pretendió pensar que resolvía el problema SAT con proposiciones atómicas en positivo, en vez de usar literales que podían negarse. El problema de tal afirmación es que, efectivamente, se leía de manera expresa la definición de literal y ésta era usada tal cual: lo que quiere decir que se me atribuyó algo sin ningún fundamento y que podían corroborar de todas las maneras posibles que era rotundamente falso.

Sin ir más lejos, una técnica para no tener que trabajar con negadores es utilizar cláusulas de Horn, de ahí que el primer paso que propongo en el algoritmo es hacer el tratamiento con los literales. Insisto, demasiado explícito y claro en todo momento fue lo hice.

Otra de las cosas que me atribuye DE LA NADA es que yo defiendo que se puede resolver todos los problemas mediante un algoritmo: concretamente que defiendo la existencia de un algoritmo que resuelve el entscheidungproblem. Lo sorprendente de su acusación era que en ningún momento ese tema fue sacado porque mi artículo es de eficiencia, no de completitud. Pero aún es peor la cosa: ese intrusista que no sabe leer documentos de tecnología, para explicarme su teoría conspirativa no hizo referencia al nombre técnico (entscheidungproblem) sino que lo tradujo al castellano, para luego ponerse a explicar algo que no se podía encontrar en absolutamente ningún lugar de mi documento.

Puestos a pensar esa creencia que le dio cuando fingió que leía mi ensayo pudo producirse al no saber lo que significa una máquina general de Turing, o así lo interpreto yo por la respuesta que me dio. Ahora bien, si ya atribuirle a un autor algo que es de todas las maneras posibles imposible de leer en su documento debemos considerarlo como digno de ser investigado por el daño que podría provocar a futuras generaciones el que esos esperpentos traumaticen la meritocracia tecnológica en este país, ya peor es considerar que sus explicaciones debió haberlas acompañado de referencias bibliográficas - en consideración conque, encima, tales referencias ya las puse yo en mi documento: por lo que no tenía ni el nivel suficiente como para interpretar una Máquina de Turing a partir de las dos referencias más conocidas del propio Alan Turing. Es decir, no sabía ni lo más fundamental de las máquinas de Turing.

Pero aún no acaba la cosa: me acusan de que no sé lo que es una función acotada polinomialmente; pues consideran que mis abusos de notación me hacen sospechoso. Y, al mismo tiempo, todos esos abusos son previamente notificados en el documento, además de yo sí poner tales referencias en la bibliografía (sobre lo que es un FP, y una breve explicación a tal referencia).

Más bajo es IMPOSIBLE CAER.

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Espero no tener que volver a vivir esos recuerdos intrusos.

Odio el nivel de odio que se tiene en España contra el talento.

Odio la manera que tienen los periodistas de tapar la corrupción de las hermandades, de los puestos a dedo.

No me gusta la manera que se tiene de seguir manteniendo toda esta mentira.


Y, lo que es peor, clamar a la esperanza, como la obra de Puccini..., Madame Butterfly. La que fue abandonada por un americano, y su sueño... La que cada cierto tiempo esperaba la vuelta de su amor. La esperanza tóxica que nos dice que todos tenemos un lugar en este mundo, que no existen las desigualdades..., y poco a poco la madame se va consumiendo, empudreciéndose en su locura. Se llama esperanza, por ese sueño americano que no llegará.









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