Leo mi currículo telemático y veo que no le hace justicia a mi currículo oficial. Veo mi currículo oficial y veo que no le hace justicia a mi currículo real. Veo mi currículo real y veo que no le hace justicia a mi agenda oculta. Te tira para atrás cada vez que buscas trabajo y, con razón, no se fían de lo que leen: hay cientos de candidatos que ofrecen lo mismo, y unos cuantos que aseguran ofrecer más. Puede que algunos de ellos realmente ofrezcan lo que aseguran. Y seguro que la mayoría consiguen colarse dentro de la oficina.
Recuerdo cuando conseguí un trabajo como delineante; de una forma o de otra una de mis compañeros estuvo intentando hacer parecer que yo era un intruso. De haber sido yo un poquito más tonto de lo que soy se lo habría permitido; pero todo lo que soy de corto lo soy de duro, y es la manera que tengo de darle una oportunidad a esos trepas para que claudiquen o me dejen en paz. En cualquier caso, nada que no pueda resolverse una llamada al jefe seguido de un discurso asertivo que esclarezcan las mentiras de la compañera - delante de la propia compañera.
Así que sí, es cierto: las oficinas están llenas de sujetos indeseables. Es un hecho, pero no me parece molesto; de hecho me encanta torear a los impostores. Tengo instinto para los subterfugios, pero un orgullo mortal a la hora de "formar parte" de ellos: odio de manera descarada y desproporcional el mentir. Me siento altamente orgulloso de ejercer el papel de caballero blanco, de cederle el puesto a quien tenga que impulsarse, ¿lo llaman ser un beta? Sé muy bien cuál es mi papel, sin mi capacidad para secundar ideas muchos no se atreverían a llevarlas a cabo; al fin y al cabo, en mitad de la producción siempre es necesario determinar cómo casar aspectos del proyecto - y para eso hace falta una iniciativa creativa en la que nadie me ha ganado. Tengo mi propia metodología a la hora de establecer la traza de los requisitos y, conmigo al menos, nunca hay bucles: no existen diálogos donde se repita lo mismo - porque soy el primero en reclamar que esa persona se está repitiendo.
Es decir, se nota a quilómetros por dónde van los tiros cuando yo formo parte de la conversación. Y eso lo han sabido todos los que me han visto defender productos, que no han sido pocos. Mi vehemencia y tolerancia son una patente..., que no puede ser expresada en ninguna clase de currículo, ni voy a conseguir demostrar que tengo eso y mucho más hasta que no me vean en acción.
Las empresas que habrían necesitado de mí habrían necesitado conocerme - pero el mercado laboral está lleno de personas, no tanto deseosas de trabajar sino deseosas de ocupar un puesto. Este caos se resolvería si solo trabajaran las personas que quisieran hacerlo, en vez de tener que hacerlo todos - tanto los que quieran como los que no.
Si todos vamos a la guerra y hay pocos fusiles, ¿entre quiénes se repartirán los fusiles? ¿Serán los mejores tiradores cuando todos somos milicianos? Si al menos solo se llamaran a los que tengan vocación de servicio militar entonces su acortada experiencia, seguida de su instinto para querer aprender a usar un fusil, darían mejores resultados.
En la guerra civil española estaban los dos bandos: los que querían levantarse y a los que los obligaban a responder. No había fusiles para todos, y además ninguno quería realmente matar a su vecino. Pero la ventaja la tuvo el bando de los que tenían más intenciones de matar, o los que tuvieron el sol de cara para no verles el rostro a esos jóvenes y vecinos.
Por cada año que pasa muchas más personas están intentando entrar en el mercado laboral, las empresas suelen ser las mismas y cada vez el dinero se aconglomera más en menos manos..., cada vez será más y más difícil, y no porque no se tenga la formación o la vocación. Una frutería hace 80 años era mejor proyecto que una frutería de hoy día, sobretodo porque la frutería de hoy día tiene que superar todas las nuevas leyes que los políticos han inventado para hacer creer que son necesarios, a los funcionarios e inspecciones que cobran más de lo que el frutero jamás soñará les tendrá que pagar un sueldo y se tendrá que someter a sus dictámenes de estado policial cuando quieran acosar al pobre frutero... Esto es porque cada vez hay más impunidad debido a que los juzgados están cada vez más colapsados y la firmeza de las instancias superiores parece un libro de chistes.
No hay democracia ni se le espera. Y esto es debido a la impunidad del que consigue ubicarse dentro de los ciclos de producción y consumo, que acaba conformando una clase social donde los suyos le suelen proteger. Y es que, al fin y al cabo, si la gente fuera "desapareciendo"..., esos que se quejan, que molestan..., los que cuestionan los títulos que nos ganamos, o los méritos que decimos merecer... Así es como piensa realmente el liberal: olvidar lo que no encaja con nuestros esquemas individualistas.
Yo solo reconozco un tipo de responsabilidad, esta es la que emerge del colectivo. Cuando enviamos a una persona a la cárcel lo que hacemos es aislarla de toda la toxicidad que le ha provocado ambiciones culturales. Tras limpiarse de esa cultura solo le resta la bondad con la que nació, volver a ser un niño y renacer reinsertado para la sociedad. Cuando un atleta se rompe una pierna lo que tiene que hacer es aislarla, escayolarla, no puede seguir corriendo de fondo. No hasta que se le cure y vuelva a ser como cuando nació. En ocasiones la cultura nos genera tropiezos, nos desvía, rompe nuestros esquemas y pilares de pensamiento naturales en nosotros. Entonces debemos pararnos, aislarnos de lo tóxico, encontrar un momento para la reflexión, para nosotros, y recuperar el paso.
Hay quien dirá que la cultura no puede ser tóxica..., eso es como decir que lo que puede ser bueno no puede ser malo. Esa clase de personas no saben lo que es la contingencia: ¿dices que ese libro era bueno? Entonces será porque hay libros malos. No puede haber algo constructivo si no existe la posibilidad de que eso mismo hubiera sido creado de manera destructiva. Por lo que la cultura, en cuanto a que nos lleva al progreso, siempre es posible que nos lleve a la destrucción. Es un principio básico, lógico..., es una máxima universal. Es atómico en cuanto a que no obedece a análisis alguno, salvo el que pretenda seguir añadiendo aclaraciones. Por lo que diremos que no hay otra: la cultura puede ser tóxica; por la sencilla razón de que la cultura es de lo que nos valemos para progresar, y el progreso es negación del movimiento reaccionario..., que tiene apariencia de progreso.
Y yo le preguntaría a la gente, esos que me dan la segunda bofetada: ¿no veis la impunidad? ¿No veis hacia dónde nos llevan los que se están quedando con todos los billetes del Monopoly? Cuando se juega de cualquier manera, se espera que algo regule los errores de la sociedad. Pues bien, el planeta encontró la manera de hacerlo: a mayor calentamiento más rápidamente aumentan las mutaciones víricas, y si una mutación vírica se vincula con un enfriamiento global del planeta (como el ocurrido en la última pandemia) entonces el sistema regular fomentará la evolución de ese depredador hasta que baje la temperatura. Eso ya, por lo pronto: la única manera de resolverse todo es mediante el genocidio. Eso ha sido así en todos los años de evolución y de historia; y el sujeto que quiera hacerse portavoz de esa clase de fórmulas merece ser tratado con cualquier clase de apelativo antónimo al de ser humano.
El liberalismo tal como lo entienden, ¿neoliberalismo? ¡da igual! Ya sea el corporativismo como el de la escuela de Frankfurt, o cualquier enfoque que vuelve al individualismo, son enfoques contrarios a la humanidad. Somos un colectivo y necesitamos reglas que describan la realidad del colectivo y nuestros deberes de convivencia. No hay mano invisible, salvo la que asesina a masas.