Gransci pensaba que las ideas debían venir a partir de las formaciones políticas, y éstas acabarían conformando un discurso hegemónico gracias a la ausencia de corporativismo. Hoy voy a aniquilar a Gransci, sobretodo después del enorme fracaso que ha generado sobre sus vástagos españoles tan susceptibles de entrar en los terrenos de la corrupción:
"La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados 'orgánicos' infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”
Peores frases he escuchado de este señor
La hegemonía cultural es algo que para Gransci se consigue mediante el poder y el control a los medios de comunicación. No hay muchas diferencias con las ideas socialdemócratas de Goebbels, así que empezamos mal, y es que el principal problema que veo aquí radica en justo lo que nos consta a los españoles que hemos vivido los '80 y que nos toca compararlo con cómo es la España cultural de la segunda década de este milenio.
Cuando yo era jovencito sí es cierto que pensaba que la mejor manera de neutralizar los intereses de los medios era mediante la figura del tertuliano: un sujeto movido por los intereses de una agrupación política o ideológica que coloreará la interpretación de las noticias de actualidad. Consideré que era la mejor manera de encontrar un eje común que marque el rumbo hacia una ética cada vez más humana y, de ahí, a la revolución del progreso y la hegemonía de una etica más moralizante.
Sin embargo estos esquemas que nos dicen que a río revuelto ganancia de pescadores no siempre dan tan buenos resultados.
En los años '80 veíamos cómo los artistas podían salir por televisión y opinar libremente lo que les apetecía. Entonces los cantantes podían ser de derechas o de izquierdas, que entonces eran contratados sin ningún problema en cualquier clase de evento. Parecía que en los programas de televisión no importaba tanto que se tocara lo políticamente incorrecto y, de hecho, incluso el lenguaje subversivo era usado con cierta frecuencia. Podíamos ver videoclips de antihéroes haciendo cosas perversas y no aparecía nadie pegando el grito en el cielo...
La cosa fue avanzando hasta descubrir nuevos patrones más moralizantes. Para bien en algunos casos y para mal en otros se ha ido desarrollando una cultura de la cancelación, a partir de un discurso hegemónico: la idea de que los medios son responsables del comportamiento y la cultura de la gente.
Pero miremos con mucha más atención esta manera mediocre de pensamiento: resulta que con los años, a medida que los '80 fueron diluyéndose, la educación secundaria estuvo llenándose de violencia contra los profesores en España. Cuando los periodistas se acercaban a esos centros PARCIALMENTE preguntaban a los directores y demás profesorado: los alumnos son violentos por culpa de los videojuegos, el cine, etc...
¿Qué pasó entonces con la prensa? ¿Por qué no preguntó a los padres violentos qué fue lo que provocaba el arrebato contra los mismos profesores? ¿Tan difícil era terminar el estudio de la manera más neutral posible? ¿Tanta importancia tiene la cultura y tanto afecta a los padres de los adolescentes?
El absentismo en España estaba en aumento, y la culpa debía provenir de..., ¿de los tebeos y el manga? ¿De los videojuegos y las películas de tipos duros? Luego los niños no aprobaban con buenas notas y los padres estaban obsesionados conque los niños si eran buenos estudiantes..., pero que los profesores eran los que no tenían buenos criterios de evaluación.
El debate sobre la impunidad del profesorado a la hora de hacer sus respectivas calidades ha sido en España durante todos los años de mi vida un debate 100% MUERTO. Y cuando se le ofrece impunidad a un profesional siempre será posible encontrar un porcentaje de casos que se moverán bajo un estado de empudrecimiento. Y claro, esto es lo que ha estado pasando paulatinamente: como una continuación del franquismo, la institucionalización del estado dictatorial partiendo de que el jefe del estado siempre mira a otro lado. Es decir, dictadura institucionalista.
¿Cuál era el origen de la violencia en los centros educativos? La dictadura institucionalista. Los medios sólo agravaron el problema al no hacer su cometido, así como los jueces de lo Contencioso. El hecho de que España no quiso ejercer su función como "estado de derecho" es lo que provocaría en el país un proceso de corporativismo académico que, como cabe esperar, acabaría afectando al resto de las instituciones.
Tanto el presidente de España como el de la oposición no tuvieron nunca problemas para terminar sus correspondientes carreras universitarias: las acusaciones y la falta de trasparencia básica son notorias en ambos mandatarios. Vemos otro ejemplo en el dudoso inglés del presidente podemita, que suele rematar con muy atrociados conocimientos de Derecho como para haber conseguido un cum laudem. Es decir, cuando el profesor encaja en tu misma ideología éste se convierte en un tertuliano: no es el par que te corrige, es el cómplice que empudrece el sistema.
Estos señores son luego los que opinan en televisión, los que ocupan cargos importantes como consultores y expertos, los que acaban decidiendo quiénes firman en los correspondientes journals y, por supuesto, los que deciden quiénes reciben subvenciones por I+D+i.
Que a nadie le extrañe que un tipo como yo acabara como kioskero trabajando como proletario por debajo del umbral de pobreza; independientemente de que tenga ingenios y demostraciones de supina importancia.
Visto esto, volvemos a Gransci. Los que ya somos viejos españoles hemos visto una cultura maravillosa y vibrante en los '80 y una cultura sometida a una hegemonía llena de ofendiditos. Si pudiéramos extraer una conclusión evidente y sencilla creo que sería que el principal problema fue cuando la política decidió enmarranar su discurso dentro de la cultura.
Más en concreto: ya sabemos cómo funcionan los nacionalismos, y la insistencia que se tiene de que el estado se involucre ante asuntos folklóricos y culturales, el problema es cuando se espera que el político (el concejal de turno) se valga de su posición política para contratar a un artista o a otro cuando en realidad lo que debería de defenderse por ley es la LAICIDAD DE LA CULTURA en asuntos ideológicos, dogmáticos o políticos...
Si a un artista le da por cagarse en la inmaculada concepción de la virgen y su santísima trinidad malo sería que el estado le dé la razón al ofendidito de turno, como obligando a quien tiene un público a tener que medir sus palabras en lo relativo a su libertad de expresión.
Y si un artista le da por pensar que cierto político lo está haciendo bien, o que cierta ley es una aberración, eso no debería de influir a la hora de esperar a que puedan ser contratados en ayuntamientos o ferias (ferias que, de hecho, deberían de ser gestionadas al margen de la ideología política al ser de todos los ciudadanos y no de una parte de los mismos).
Así que observamos que, de antemano, hay empudrecimiento en la democracia y la cultura si se debe pasar a través de una ideología política; si ésta debe manchar los intereses.
Hay una película que sí que defiendo: Anonymous. Sobre la vida alternativa de Shakespeare y su obra política.
En esa película se da a entender que el arte puede servir para influenciar en la política: es decir, AL REVÉS de lo que dice Gransci. La cultura es el eje central de la hegemonía ideológica. Los políticos saben que pueden ser vapuleados por los artistas, razón por la cual se valen de su poder extorsionador para hacerles tener miedo, para que haya una relación de dependencia. Sin embargo, en un país REALMENTE democrático no hay criatura en la faz de la tierra que piense que un representante pueda coaccionar a un artista, cuando en realidad el miedo corresponde al contrario.
Por eso insistiré en que sólo la política puede conseguir la hegemonía cultural EXCLUSIVAMENTE mediante la coacción y el corporativismo. En este sentido Gransci peca no sólo de ingenuo, sino que además de perfecto inexperto. Pero bueno..., se lo perdonamos porque este hombre vivió hace cien años y aislado de los mejores pensadores.
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Así que ahora toca empezar a deleitarse en las correcciones.
Cuando un grupo de gente se junta porque considera que hay una discrepancia política importante que no se está supliendo lo primero que los unirá no será nunca un partido político (más allá de su oposición a ciertas políticas del Gobierno), sino que los unirá unos conceptos fundamentales que trascienden a las necesidades adoptadas por el actual Gobierno.
Esa unión de personas no se consolidará, por tanto, en un partido político. Vamos a llamarlo, en su oposición, plataforma política. Las plataformas políticas se unen a partir de objetivos maximales: tienen un objetivo común y unas intenciones genéricas. No poseen, por tanto, un programa pero sí una orgánica democrática. De lo contrario la plataforma sería una farsa.
Cuando la plataforma intenta consolidarse como un partido político antes de tiempo, o mantiene los objetivos maximales siendo partido político sin ningún programa, entonces ese partido también se convierte en una farsa.
Es como cuando un poyo tiene que salir del huevo, no puede hacerlo ni antes ni después, pues puede que no pueda romper el cascarón.
De la misma manera, las plataformas políticas como mejor funcionan es preocupándose de que los estatutos que unen a las personas estén bien redactados: es decir, la razón por la cual los integrantes se incorporaron a la plataforma fue para conseguir unos objetivos bien concretos - en la medida de que tales integrantes busquen la manera de contradecirlos jamás podrán seguir siendo considerados afines a la plataforma.
Algo así pasó con Podemos, que nace del decálogo de Mover ficha. Desde el mismo instante en el que empezaron a incumplir esas máximas ya tenían motivos sobrantes para ir expulsando dirigentes, aunque fuera el mismísimo presidente.
Y es que lo que mueve a los partidos que fueron inspirados por Gransci no son las ideas o los principios. Lo que les mueve en realidad es el dinero, el capital. Lo llamarán poder, la hegemonía, pero aquí existe una traición a la realidad: el poder y la hegemonía en una socialdemocracia ya está capitalizado. Si querían romper los moldes bien pudieron centrarse en darle el poder y la hegemonía cultural a las bases y a los artistas..., pero algunos ya sabíamos que eso es justo lo que no iban a hacer. Y lo adivinamos en el mismo instante en el que descubrimos que los propios dirigentes no mantenían los principios de la plataforma política madre.
Es como el que nace siendo pollito y crece siendo una aberración mitad gallo mitad elefante. Algo así está abocado a su propia autodestrucción, o a entrar en un estado parasitario en un modelo no democrático (como el que ofrece la socialdemocracia al capitalizar la propaganda de partidos, el poder, etc).
Todos los partidos políticos españoles en definitiva sucumben a la socialdemocracia y, de ellos, poca representatividad podremos encontrar - porque la que necesiten se bastan con la que puedan comprar.
Hoy día he consolidado mi idea de partido político democrático más allá de hablar de mínimos y ahora me doy cuenta de que es imposible crear un partido político con un presidente. Los partidos políticos se pueden consolidar con el objetivo de sellar en piedra sus leyes y principios mediante un programa de mínimos, un programa de pactos y un programa de sanciones internas. Si no tiene las tres P's no puede ser democrático. Además de que esos tres programas son los que definen al partido y, por tanto, tener que cambiar una coma representa matar al partido para hacerlo renacer con otra forma - y para ello requiere de una suerte de consenso.
La idea de partido político democrático que defiendo puede tener tal nivel de rigor que muy probablemente no lo vea aplicado en la vida, pero si estuviera en mi mano hablaría de un secretario general que ejerciera el papel de politólogo: un científico encargado de velar por los intereses de sus integrantes para darlo a conocer a los medios. En eso consiste el modelo asambleario.
Además, sin ánimos de poner límites a la idea de democracia de otros, puedo exponer mi paquete al completo: la idea de participación que defiendo es vetando decisiones con las que cada persona no se siente afín. Así los candidatos definidos a favor de una posición sumará tales vetos, para poder ser menos representante que aquellos que sumaron menos.
En cualquier caso, como se ve reflejado en la película "Star Wars III", la democracia muere tras un estruendoso aplauso. La hegemonía cultural contaminada por la política desplazará la ventana de Overton hacia un aplauso consensuado que haga callar a los disidentes para ensalzar los extremismos.
Es la cultura la que tiene que mover los intereses de los representantes hacia donde la gente se sienta más motivada. El miedo tiene que cambiar de bando, ahora más que nunca.
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