miércoles, 19 de agosto de 2020

Todo es análogo a cualquier cosa

Y dijo Dios, "hágase la oscuridad con esta plaga de mangostas". Y el faraón ordenó que huyeran de los campos y que todos los aldeanos y sus esposas, los hijos y las hijas se atrincheraran en palacio acogidos en brazos por su amado dios en la tierra. Y dijo Dios, "caerá todo muro y columna que sostenga los techos del faraón". Y el faraón ordenó que huyeran de los campos y que todos los aldeanos y sus esposas, los hijos y las hijas se atrincheraran en palacio acogidos en brazos por su amado dios en la tierra.

Me gustaría sentarme y relajarme. Creer en la gente aunque sea por un momento. Y para ello puedo evocar a recuerdos positivos, de grandeza..., pues también tengo de esos. Recordar mis grandes inventos no me aportará gran cosa debido a la decepción que supone observar que hay ausencia de pares. Pero, por el contrario, cuando tocas temas muy sencillitos..., entonces sólo tengo recuerdos plácidos.

Cuando hablo de temas sencillos la gente acostumbra a darme siempre la razón. Y cuando entro en temas que exigen un cierto compromiso lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos es que la gente sólo acepta mis peritajes (en su ámbito y contexto) si ellos mismos fueron los que me hicieron la consulta. Cuando soy yo el que asalta en mitad del camino para poner temas técnicos es más probable ver a quien te cuestione tus conocimientos.

Entonces es cuando me paro a observar. Los momentos más plácidos no serían aquellos en los que se me daba la razón, obviamente, sino aquellos en los que aceptaba en su correcto cajón las aportaciones que ponía sobre la mesa. Es por ello que cada vez que alguien me daba la razón sin pararse a pensar, así como aquel que me contradecía sin más, no hacía más que estresarme más y más...

He tenido la oportunidad de ver cómo me preguntaban sobre los temas más complejos, y eso me descolocaba. No estoy acostumbrado a tener que explicar lo que defiendo sin acreditaciones, sin referencias a otros expertos. Y, claro, la mayoría de las aportaciones que puedo ofrecer, en virtud del parón tecnológico que estoy viviendo, están basadas en mis propios avances.

¿Cómo voy a referenciar a terceros para ganar credibilidad si lo poco que divulgo no es valorado ni con un mínimo de decencia y sinceridad?

El reducidísimo nivel de los pares... Pero no quería ponerme a tocar esos temas. Quería recordar las buenas conversaciones...

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En la universidad tenía una analogía que solía lanzar ante un compañero que ocultaba contra mí alguna clase de odio, o resentimiento, no confesado. Cuando hablaba con él era posible que dijera cosas absurdas de sí mismo, entonces en vez de "compadecerle" en falso como hacía el resto automáticamente le daba un consejo resolutivo. 

Con el tiempo en nuestros diálogos, siempre en público, se podía entrever que se estresaba más y más sólo porque no podía reducir mis aportaciones al absurdo. Y es que en muchas ocasiones suelo decir tonterías, gastar bromas, etc... Intentar adivinar cuándo hablo en serio y cuándo en broma es un estrés por el que tiene que pasar quien se relaciona conmigo. Y no pienso juzgar a nadie por caer en confusiones, ¡qué mínimo! Por lo que no hay motivos de estrés.

Así que encontré la manera de trivializar el asunto. Cuando hablaba con ese amigo y éste decía que no entendía lo que decía, sabiendo que no había absolutamente nada más por explicar, automáticamente sólo tenía que decir una cosa: "Esto es como un perro".

El psicoanálisis intentó seguir los pasos de Newton cuando éste describió el origen de la pulsión de los cuerpos celestes: la fuerza como una magnitud propia de los cuerpos inertes y, por tanto, la dinámica como un principio proveniente de la naturaleza y no del mundo social o religioso.

¿Cuál es el origen de nuestras pulsiones? ¿Qué mueve a nuestra ánima o qué es la líbido? Y entonces cuando algunos decían que lo más importante en la vida era el dinero (los materialistas intentarán explicarlo todo con una planificación económica), otros decían que la salud (los coronalistas dirán que todo se irá al traste si no nos ponemos la mascarilla) y, por supuesto, estaban los que defendían que si el amor... Freud no usaría la palabra amor: todo tiene que ver con el sexo.

Y claro, ¿qué no tiene que ver con el sexo? La obra de Freud se convierte en una perversión continua de todo lo que vivimos. Una analogía continua a una única cosa. Y, por si fuera poco, sólo era una teoría que no había sido suficientemente fundada: no tenía carácter científico debido al tamaño de la muestra.

En el instituto, con el fin de ser soez, no me importaba usaba la analogía "esto es como una poya", y lo usaba para cualquier cosa. Lo usaba para criticar la visión franciscana de ver a Dios por todas partes, en los árboles, la naturaleza, etc... En algo así de complejo se puede ver lo que uno quiera.

Así que, con el fin de parodiar a Freud, en vez de decir que todo era como una poya, cosa que podía hacer, pasé a decir la frase "esto es como un perro". Y claro, ¿en qué consistía el ejercicio lingüístico?

Cada vez que surgía cualquier problema de conducta, con el fin de normalizarla hacia mi visión, comparaba la situación con un perro: la misma maquinaria del perro, su conducta ante los humanos, la idea de lo que es un perro para nosotros, la idea que tenga éste de sí mismo, la impronta que deja en la sociedad, su suciedad, su ruido, etc... Cualquier conjunto de cosas es válido para crear una teoría psicólogica de juguete de carácter participativo y que, a rendidas cuentas, sólo servía para reflexionar filosóficamente sobre nuestra propia intolerancia a que alguien nos pueda dar un consejo.

Fueron tiempos plácidos donde se percataron de la ironía de que toda conversación sucumbía en:

- Esto es como un perro.

- No, esto no es como un perro.

- Que sí, ¡que esto es como un perro!

- Que no tiene nada que ver con los perros.

- Que te digo que esto es como un perro y te lo puedo demostrar.

- A ver, venga, ¿por qué dices que esto es como un perro?

Y acto seguido venía una analogía del mundo del perro con el percance psicológico en cuestión.

Y, al gozar de autoridad para establecer la analogía, la satisfacción generalizada, la sensación de completitud, la victoria de la cultura, el diálogo...

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Entonces observo ahora cómo todo se ha volcado. Cada cual intenta acusar al otro de no ser racional. Hay mucho odio y muy pocas fórmulas para romper las barreras que impiden el diálogo. Los viejos trucos no funcionan con el orgullo de quien asevera desde su ignorancia que debe tener razón. El cuñadismo nos vuelve a todos unos perros con ganas de quedarnos con nuestro hueso, y no nos damos cuenta de que en momentos como estos lo único que nos puede salvar es la cultura, las analogías..., las historias de mentirijilla con un mensaje completo que refleje el conflicto mediante juegos mentales. El juego de reirse un poco de una conversación que, aun siendo seria, no está ausente de perrería y tonterías.

En su momento escogí que todo era como un perro porque la palabra "poya" empezaba por P y pensaba que no era apropiado asociarlo todo a este miembro. Pero si el miembro viril hubiera empezado por G todo mi discurso habría sido que todo es como un gato.

Los ofendiditos han salido a criticar palabras como filstro porque podrían tener orígenes racistas en su etimología..., y no se dan cuenta de que la etimología es una ciencia que estudia lo muerto, cuando la discriminación es un concepto que está vivo. Y lo mismo pasa con muchas cosas que están muertas... Estamos permitiendo que se aplique una única fórmula para todo en todo momento, y eso ya no es un recurso literario - y no hace ni puta gracia.


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