Hace tiempo se lo pregunté a alguien de la radio, solía hacerlo a gente que se dedicaba al mundo de la comunicación, el arte..., los medios: ¿no querrías hacer algo que tuviera un carácter aún más imperecedero?
Era una pregunta para mí recurrente, en cuanto a sincera. Había otras preguntas que me hacía: Si tuviera la opción de rectificar algo en el pasado, ¿debía hacerlo? Se trataba de planteamientos que tenían bastante que ver.
Esas dudas tienen que ver más con el existencialismo que con cualquier otra cosa. Son los planteamientos de para qué hacemos lo que hacemos; y si las decisiones son o no tan importantes. Por supuesto, cuando aún no era mayor de edad, esas cuestiones eran para mí una tarjeta de presentación. Una pregunta, no una respuesta.
El tiempo me daba a plantearme muchas cosas. Y eso es porque aún no podía saber qué debía esperar de la sociedad que me tocaba. Pero tampoco me veía con derecho de tocarles las narices a los grandes, a aquellos con los que hablaba. Porque puedes meterte con la gente, pero la falta de sinceridad es inaceptable. Y, sinceramente, esas eran mis dos grandes preguntas.
Mi gran pregunta no era sobre la felicidad, sobre la voluntad, sobre llegar a ser... Es cierto que siempre me había parecido deseable alcanzar la independencia económica; pero siempre que había tenido la opción de viajar, siempre sospechaba que ese proyecto no ayudaría a lo que realmente fuera fundamental: lo que soy es un informático merecedor de los más grandes honores debido a mi tecnología. Sería cuestión de tiempo antes de que me estableciera como tal: ese proyecto tenía que hacerlo realidad y me costeé el no acercarme a amistades que me hubieran colmado de riquezas y simplicidades. Mi proyecto de vida era la llamada que tenía desde niño, desde los ocho años: ser el informático que resuelva un problema lógico desmesurable que esté a la altura de alguien como yo. Adquirir un respeto que sabía que tenía que ganarme, porque sabía cómo pensaba mi medio ambiente, la historia de los anteriores..., sabía cuál era mi lugar.
Así hasta que lo conseguí. Ahora no tengo el reconocimiento. Hace gracia. Por eso no tiene mayor valor cualquier otro proyecto que inicie. No tiene ningún especial sentido seguir invirtiendo en alguien como yo: me he encasillado ya. Ya he alcanzado un zénit que ningún ser humano nacido es capaz ni de imaginar tal como es realmente; porque es ese tipo de cosas, sobretodo en los inventos que están constituidos sobre una realidad virtual, como el propio software. Y me veo aislado. Extraño también. También siento condescendencia con quienes no sean informáticos. Y otro tipo de condescendencia, mucho más cruel, con los que sí lo son.
Ése ha sido el resultado de defender los más grandes proyectos. Y el mundo es realmente inmenso. Estoy seguro de ello: ¿cuántos habrán como yo? Esa es mi siguiente pregunta. Ya no me interesa saber el valor de una decisión. Y la inversión de nuestro tiempo se ha convertido en un billete tan falso como una moneda de Monopoly. Con el tiempo estas cosas no sólo se olvidan, sino que perecen a gran velocidad. Todos los aspectos que hicieron que no se pudieran entender las cosas se irán perdiendo, y poco a poco el barro será barrido con la era de Acuario: cuando Hércules dejó caer las aguas sobre las pocilgas. Al final nuestro legado se limpiará porque esos que mandan tienen mandatos efímeros. Mandatos fáciles de ignorar que no aguantan con el tiempo, ni por las formas, ni por nada.
¿A cuántos antes que yo le habrán negado mis mismos resultados? ¿A cuántos después de mí se los negarán? ¿Cuántos casos equivalentes al mío habrán en este u otros tiempos cercanos? ¿Son evitables?
En ocasiones la sociedad se embarrana y se engrandece a sí misma hablando de grandes proyectos. Pero, de tanto mirar hacia las estrellas, muchos no se dan cuenta de que sus botas se encharcan y se ensucian. En esas condiciones no se puede llenar un museo, donde las vitrinas, al estar ausentes de limpieza, no pueden ser usadas para hacer evaluaciones objetivas. El vaho del morboso, las manos sucias de quien embarrana a los demás, la torpeza del trasportista..., ¿pueden distinguir ese legado que dejan de la propia basura? ¿Cómo pueden asegurarlo con ese suelo tan lleno de barro?
Que pongan en educación otro figurín como Duque o Echenique..., gente futil que se perderá con el tiempo y será como si nunca hubieran existido. Gente que se vale de dónde están, de los exámenes que sí les quisieron corregir..., tan futil ante la realidad que vivimos, los pocos deseos que tienen de cuestionar sus propios orígenes, las botas llenas de barro.
Limpiar esas botas, ese sería uno de los más grandes proyectos de hoy. Pero me consta de que no será así. De mis artículos, el que hablaba sobre lo que me llevó a mi increible invención (la parte contada) ya ha dejado de ser buscada; el que hablaba sobre el invento en sí poco a poco está conociendo su máximo apogeo; un ejemplo de aplicación que va más allá del enunciado original aplicado sobre un problema conocido está empezando a ser conocido y leído..., todo esto tras meses de haber abandonado el journal. Esto me indica que será cuestión de tiempo antes de que los pocos que han leído mis indagaciones acaben olvidando o, simplemente, plagiando en secreto mis ideas. Se va a embarranar aún más la tecnología y el lenguaje, va a ser mucho más y más pesado afirmar cualquier cosa.
Y es que lo que más me llama la atención es que no recibiera ninguna notificación, correo, comentario..., nada. A nadie le interesa y, al mismo tiempo, oficialmente es lo más interesante. Aseguran que no se puede resolver y, al mismo tiempo, está resuelto y trivialmente corroborable. Se trata de lo más asqueroso que le podría pasar a la "comunidad" científica: que algo barato de comprobar no se compruebe. Algo asequible y necesario se deje de lado.
Porque eso quiere decir que ABSOLUTAMENTE nada de lo que se asegura y que SÍ es caro o exige comprobaciones complejas podremos tener certeza de ello. Es realmente asqueroso si nos damos cuenta.
Es como cuando tuve que irme de la universidad. Si al final se comprueba, como aseguro, que no fue por motivos académicos, sino porque no me corregían los profesores, entonces eso quiere decir que el alumno que aprueba es porque tiene un perfil específico: el perfil que yo no tenía - porque no hay que olvidar que eran perfectos desconocidos los que optaron por ir contra mi persona. Y el proceso gradual es largo de explicar y complejo..., pero fue real y tangible.
Hay quien dice que los profesores no deberían de entrar en contacto con los alumnos. Y es un hecho de que al entrar en la universidad "las estrellas" me empujaron a graduarme mediante la UNED y otros múltiples etcéteras que evitaban que fuera a esa facultad de mediocres. Pero claro, ¿cómo pretendes evitar lo inevitable? ¿Tan importantes son las decisiones? Mi idea era convertirme en el Hércules que barrería con la porquería de la universidad...
Pero me equivoqué. Ese Hércules no existe. Hay más porquería que persona.
Es como mi vieja pesadilla recurrente: yo ante una enorme verja y el barro me llega hasta los tobillos. Ante mí un equivalente al caballero de la blanca Luna. Tengo la opción de luchar contra él..., pero en los sueños recurrentes siempre se acaba de múltiples maneras, y siempre acaba mal. Aunque le venzas, o acabe hundiéndose, o intentes..., ¿qué? ¿Ayudarle?
Siempre estaban las puertas cerradas. Y el barro estaba ahí.
Quizá me faltó conocer el trabajo de Hércules y las pocilgas. Quizá me faltó saber un poco de mitología griega. Al menos para poder sorprender el sentimiento de desahogo del sueño y despertar así con una sensación de victoria.
Bien pensado, con lo que sé ahora del género único y el sistema límbico ya podría dar unos muy buenos consejos con los sueños recurrentes. La manera de darles la vuelta y dinamizar así la salud mental de la gente. De hecho, he podido estudiar mis sistemas de dinamización con un enfermo mental, al menos lo he probado con dos sujetos con esquizofrenia - y he podido llegar a conclusiones que apuntan a que voy por buen camino... Proyectos que se perderán.
De todas las cosas efímeras que habré hecho lo último todavía podría servir: podría demostrar cuáles son los procesos mentales necesarios para aprender un nuevo idioma. Ya he generado un sistema de falsación - y me parece convincente. Tengo un colega filólogo al que podría proponerle, si me diera la gana, este proyecto por si le parece bien.
Pero, ¡ah, el barro! Ya tengo mis zapatos sucios y mis ganas doloridas me claman hacia atrás ¿Pienso ganar unos momentos de gloria como pasó con Medium? Luego la hipocresía resurgirá y se perderá todo. Es como en la Historia Interminable. El fango siempre ha significado lo mismo en nuestra civilización: es lo que impide que te despegues, lo que te inmobiliza. Lo normal es esperar que también signifique lo mismo en los sueños.
Pero claro, los sueños sueños son.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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