viernes, 29 de noviembre de 2019

Me he estampado

Bueno, pues ya estoy recuperado. Mi teclado creo que fue atacado por un virus que destruye los dispositivos físicamente. Emitido por la secta de Microsoft. Pero he vuelto a tener ganas de comer.

Ayer, pensando que era viernes, creí que las ofertas serían más buenas, y al final resultó que el viernes negro era hoy. Seguro que si hubiera esperado hasta hoy me habría ahorrado una gran cantidad de dinero. Pero no me importa. Nunca me importó el dinero. Quien crea lo contrario es porque no me conoce en absoluto. Lo que me importa es mi futuro, y con quién tenga derecho a vivirlo.

Ya, por lo pronto, he comprobado que aún siguen leyendo mis artículos en Medium. Nunca en una conferencia podría conseguir tantas visitas. Se podría conseguir que he hecho el equivalente a hacer unas cuantas conferencias exitosas. Y ese era mi objetivo al fin y al cabo: que mi tecnología fuera conocida. Ya, el reconocimiento, no va por mi cuenta.

De la misma manera, he podido percibir la ausencia de notificaciones de Windows Update. Cuando una persona percibe la ausencia de algo así es cuando nota que había una auténtica patología detrás. Una obsesión enfermiza. Ahora ha vuelto el zen. Ya tengo la calma de nuevo, mi ancho de banda vuelve a ser mío, mi pantalla mía, mi tiempo vuelve a ser mío. Aunque con una tecla menos en el teclado. Cosas de sectas.

Dentro de poco me llegará el equipo nuevo, sin Windows, y empezaré a juguetear a ver si puedo instalar los servicios de mi tienda y no tengo problemas. En el peor de los casos le meto Ubuntu por vena, que es una distro que conozco. Quizá tenga que comprarme un teclado, pero son asuntos menores. El matiz es que, por primera vez, voy a tener un verdadero control en mi propio laboratorio. Sin intromisiones. Trabajaré para particulares, o ya veré cómo me lo monto.

Sigo sin ver nada claro en el futuro, pero este creo que era un paso necesario. Tropezar es algo esencial; aunque lo que realmente marcará mi rumbo es el descubrir un nicho de mercado donde nadie quiera censurarme o sabotearme. Donde nadie quiera acosarme. Donde pueda resolver sin que necesite preocuparme por lo más básico.

No me gusta el mundo donde vivo. Pero esto es lo que hay. Sólo puedo ser condescendiente con mis semejantes.

¡Cómo me gustaría vivir un momento ilusionante donde las grandes masas se quieran sentir implicadas en un proyecto común! Un proyecto que sirva de algo: lo máximo que podemos hacer a la vez es cumplir años en las campanadas. La voluntad de la gente es un olvido continuo a lo que nos define como seres humanos. La queja va en una dirección, pero el miserable se aferra con más fuerza a sus miserias cuantas menos tenga; o cuanta más importancia les den los demás. He vivido etapas cruciales donde he tenido la oportunidad de independizarme, pero siempre ha pasado algo..., un cometa, un arteluz... Cometí el error de depender de mi familia.


No volverá a pasar.





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