martes, 18 de junio de 2019

¡Ay el Patri!..., como siempre

Días peculiares por las redes sociales, con la gente divagando que es gerundio. Estas feministas de raza no van a querer admitir que son machistas..., nunca. Aunque eso suponga hacer que la sociedad sea un poquito más machista.




Seamos un poco condescendientes...

Bajen el volumen, la música heroica puede que no pegue demasiado (al principio).


¿Qué es el patriarcado? Patriarcado es ese señor al que le atribuimos unos roles por ser varón, y esos otros roles a esta otra persona por ser mujer. Los roles de unos y de otros suelen ser deseados por hombres y mujeres, pero en el machismo el liderazgo cardinal es propio de hombres.

Cuando acudimos a las mujeres, si somos machistas, es para funciones más de andar por casa. Para cosas menos respetuosas. Hagamos callar a esas mujeres

El patriarca, en principio, parecería un señor contra el que luchar - que representa las tradiciones que vienen de los tiempos más antiguos. Alguien contra quien liarse a hostia limpia. Un señor que está conspirando contra nuestra figura tan mal idolatrada: la figura de lo que significa ser mujer.


Hace tiempo, cuando acudí a Madrid por motivo del 15M tuve la oportunidad de explicar las palabras de Simone de Beauvoir en "El segundo sexo": consistía en la labor práctica de la filosofía del existencialismo de cara a librar batalla contra el patriarcado. Nada que ver con las locas que despotrican barbaridades contra los que nos mesamos la barba o nos sentamos en un asiento sin espachurrarnos los huevos. Nada que ver con tener que merendarse su propia mestruación por motivos reivindicativos, ni tampoco con eliminar la presunción de inocencia de la Carta de las Naciones Unidas, carta en la que, de hecho, participó Sartre.

Simone de Beauvoir lo tenía claro y no dudaría ni un solo instante en mirar de mala manera a quienes aprovechan para citarla sin haber leído ni una de sus obras, sin haberse parado a reflexionar lo que hacen, si lo que hacen es deconstruir el papel impuesto sobre la mujer o si, por el contrario, están constituyendo un nuevo papel igual de enervante.

Para entender la frase: "No nacemos siendo mujeres, nosotras debemos decidir lo que significa ser mujer" voy a utilizar el ejemplo que usé entonces y que se entendió:

- Imaginad que trabajáis en una fábrica con una máquina prensadora. Sois buenos trabajadores y os merecéis el jornal con creces. Entonces un día os quedáis sin mano. Por un motivo o por otro, sin importar de quién fuera la culpa, digamos que la persona que tengáis en mente ha perdido la mano; que esa persona sois vosotros mismos y os toca volver al trabajo.

- ¿Y qué tiene que ver eso con el existencialismo?

- La duda que aquí surge es si habéis perdido algo importante.

- No. Sólo era una parte del cuerpo, no del propio yo.

- Bien. Cuando pierdes la mano hay algo que sientes que ya no eres. Lo que somos, tal como nacemos, es con dos brazos, dos piernas..., nos definimos de esa manera y así nos sentimos. Si perdemos una parte importante de nuestro cuerpo sentimos que hemos perdido algo importante en nosotros. De hecho, hemos perdido parte de nuestra identidad; la que necesitamos para valernos y modificar nuestro mundo. Nuestra realidad habrá cambiado y, por tanto, habremos perdido algo de nosotros. Habremos dejado de ser quienes éramos y ahora seremos lo que se entiende por una persona manca.

- ¿Y qué si somos mancos?

- El asunto es que tendremos que volver al trabajo. Y, si nuestra vida social habrá cambiado, nuestra vida cotidiana seguro que también. Ya no conduciremos como antes, ni haremos las labores del hogar como las hacíamos antes. Habremos perdido una parte importante de nosotros y, si antes éramos prensadores profesionales ahora somos prensadores mancos profesionales.

- No hace falta incluir el apelativo de ser un manco.

- Pues sí, hace falta. Que nuestros amigos no nos lo recuerden no significa que no lo seamos. Ya no somos meras personas, somos otra cosa. Nuestra realidad ha cambiado, como nuestra identidad, por cómo nos vinculamos con la misma. Y, sobretodo, nuestro currículo: para nuestro jefe ya no somos el mismo profesional prensador. Quizá para nuestro jefe seamos la mitad de importantes.

- Entonces, ¿qué propones? ¿Es un dilema sobre despedirlo o darle ayudas?

- No va por ahí. Aunque al final esté ligado. Suerte que todos recordemos a las mujeres, pero nadie se fije en las leyes sobre discapacitados y el techo de cristal que se crea. Pero no, no va por ahí. El techo de cristal se crea porque hay ayudas: no vale lo mismo quien se ha ganado el puesto que quien está debido a las cuotas. No. Adonde iba era a otro punto: ¿tiene legitimidad el jefe para decidir sobre el currículo de su trabajador?

- Es su empresa. Es su riesgo. Según el capitalismo sí.

- Y si fuera por el comunismo, casi que también: quien deja de ser productivo se le sustituye, eso pasa en todos los modelos de gobierno. La cosa tampoco va por ahí. El jefe tendrá legitimidad para preguntarse si alguien así pueda ser un peligro para el resto de los empleados, debe haber un responsable en planta que se encargue de auditar las calidades del trabajo. Ahora bien, si el auditor confirma que no hay peligros, ¿aún tiene legitimidad el jefe para decir que el empleado no es igual de productivo?

- Sólo podría despedirlo si objetivamente no le aporta beneficios.

- Efectivamente: significa todo esto que, por ser manco, es el propio individuo el que tiene que decidir qué significa ser manco. Si debe trabajar más duramente para estar a la altura de trabajos para los que fisiológicamente no parecería estar ajustado o si, por el contrario, debe buscar la manera de socializar las pérdidas y resignarse a competir en igualdad de condiciones. Pero, a partir de los resultados, e independientemente de lo que decidáis, el jefe decidirá objetivamente si ha salido o no perdiendo con vuestro contrato. Él no está legitimado de entrometerse porque, al fin y al cabo, vosotros nunca os metisteis en su modelo de negocio tampoco.





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