miércoles, 26 de junio de 2019

Reasignando los tiempos

Ahora que ya mis principales asuntos los he estado divulgando, veré si voy exponiendo de manera más relajada - hasta que vea si esforzándome me vale la pena.




Iré mirando poco a poco mientras tanto...

Para mi siguiente jugada, publicaré la primera parte (el núcleo duro) de la generación de horarios de instituto. Un clásico de las Administraciones Públicas. Ese mismo sistema, a la hora de imputar horas, que es la parte común, aparece en todas las empresas y megacorporaciones. Es un clásico de la Dirección de la producción.

A pesar de que he creado la estructura que resuelve sin ambagages el sistema, la complegidad algorítmica que exige podría echar para atrás su aplicabilidad - quizá con los ordenadores del futuro, o con sistemas que aprovechen mejor los mainframes, o la red..., por el momento hay poco espíritu de socialización de la tecnología.

Así que tengo también mecanismos que son, para equipos más modestos, mucho más rápidos. Soluciones para todos y en todos los casos y colores, gustos... Si lo hago así ya no veremos el clásico funcionario que se las dé de ser el único que podría organizarse, ya podrían ir desapareciendo los secretismos gremiales de la tecnocracia..., poco a poco podría democratizarse el sistema y que la trasparencia compense. Pero para ello la tecnología tiene que estar al alcance de todos: me lo pide el cuerpo.

Y claro, por mucho que me lo pida el cuerpo, sé y me consta que todo esto me lo puedo tomar con calma y, al mismo tiempo, es como si para mí no existiera un mañana. Hasta hace unos días lo tenía todo previsto y calculado, esperando el peor de los casos (cosa que no sucedió). Ahora, dentro de un estado entre lo bueno y lo malo..., me va. Simplemente..., me va. Sigo sin ver futuro de ningún tipo, flotando a la deriva sin ver la costa. Pero también sé que puedo dejarme flotar y enfrentarme contra los peces grandes. Por el momento me ha ido bien.

Mientras que no parezca llamar la atención, quizás. O quizás en cuanto yo mismo sea noticia empiece a llamar la atención. O quizás da igual y nunca pasó nada. O quizás..., ¡qué importa! Eso es lo que tiene en lo de pensar sobre el futuro: son incógnitas sin ningún valor. Seguiré divulgando soluciones a problemas administrativos y de las grandes empresas. Puede que, de vez en cuando, haga otras cosas..., no sé.

Los informáticos que lean mis documentos ganarán en cultura, y esa cultura servirá para que puedan afrontar mejor las entrevistas que en ninguna universidad les advirtieron que tendrían que afrontar (a la hora de apuntar las especificaciones del producto). Y, claro, el ejemplo más claro: el de los horarios, que matemáticamente es el problema de asignación. Un problema de programación lineal de enteros: según los teoremas aceptados es un problema que explota combinacionalmente. Sin embargo mi estructura limita las explosiones hasta un grado polinomial mediante funciones primitivas (meros bucles for)..., para chulo chulo mi pirulo. Nadie ni lo espera, ni lo comprueba, ni lo testea..., nadie tiene esas espectativas: tiene que estar mal ¡Qué cansinos!

Pues bien, lo que no sabe la gente es que los funcionarios suelen reducir el problema para tener una solución mediante programación (manual) dinámica. Esos mecanismos los he deducido también. Y ese va a ser el objeto de mi siguiente artículo. Una vez más, porque yo lo valgo, porque he estado detrás de mucha gente observando, escuchando... He preguntado a profesores becarios, extrayéndoles y esprimiéndoles procedimientos, plataformas con las que trabajaban, quiénes se dedicaban a cada cosa, qué términos usaban..., ha sido muy elaborado. Ese que limpiaba los cristiales, ese que cruzaba un pasillo para hacer un curso del paro, ese que..., pillando lo que podía de donde podía.

No me gustan los secretismos, el sectarismo de los sistemas gregarios, que no se comparta la información, las fórmulas... Esos sectarismos alimentan el nepotismo, el falso orgullo y, por tanto, las hermandades por encima de la meritocracia. Cuando el corporativismo caiga la mayoría de los males caerán con él: porque será como si apareciera un genio de una lámpara con capacidad para resolvernos todos nuestros deseos, a cambio de adquirir madurez con la paciencia. Ése es el regalo de la democracia, de la meritocracia.




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