Hace dos días la universidad de Murcia me acabó pagando los servicios de traducción. Me acabo de enterar hoy. Bueno..., seis meses para formalizar un pago. Menos da una piedra.
A este paso ya me veo emprendiendo proyectos de creación de diccionarios, traducir Voynich bajo la última teoría, crearme la aplicación que creo que sería definitiva para que un cerebro humano sea capaz de aprender un idioma extranjero en tiempo record...
Hay proyectos jugosos que, de ser de desarrollo exitoso, su innovación sería evidente. Cada uno aporta sus propias cosas. Por ejemplo, el escribir artículos en Medium no me aporta absolutamente nada..., salvo que me permite generar un portfolio. Es decir, he vivido en una mentira por culpa de la ignorancia (o dejadez) de mis profesores al escuchar de ellos cómo tenía que confeccionar mi currículo. En realidad, por desgracia, puedes tener un currículo estelar que, para contratarte, sólo miran el portfolio. Nada más. Eso es lo que me dice la experiencia.
Por supuesto, los pocos trabajos que he tenido (de cientos y cientos y cientos de intentos infructuosos) ha sido gracias a mi currículo (y mi actitud). Pero, en el fondo, de tantos intentos fallidos, por una cuestión de pugnar entre el precision y el recall, es difícil saber si podría haberme ido mejor si hubiera sacrificado mi currículo para enseñar un portfolio.
Los portfolios están pensados más para los artistas, no son serios. La gente así no muestra realmente su talento: muestra un ejemplo de su talento. Y, en el caso de los informáticos, podría ser una copia. Yo, si fuera el empresario, no me lo tomaría en serio: poner a prueba a alguien significa exactamente eso, que lo pones a prueba - no, que te la dé hecha.
Pero la experiencia me ha venido a decir que muy probablemente hubiera trabajado mucho antes si me hubiera estado construyendo un portfolio. Me parece triste que siempre tuviera argumentos en contra, o que cada dos por tres..., en fin. Eso es otra historia.
En cualquier caso, como pasa con todo en la vida, debemos ser conscientes de que no existen auténticas decisiones buenas ni auténticas decisiones malas. Es cierto que hay decisiones que acaban siendo buenas o malas, pero no está en nuestra competencia saber si realmente fue así. Es como un actor que decide no hacer una película porque teme por su vida, el director decide poner a otro actor para hacer lo mismo y acaba bien. Es posible que alguien vea que uno tomó una buena decisión y el otro no, cuando en realidad no es así: ambos toman decisiones, nadie puede saber lo que hubiera pasado, si acertaron o no, acertar de casualidad no es meritorio, no es auténticamente bueno.
La mayoría de las decisiones que tomamos no son ni buenas ni malas, no afectan a nuestra ética - a nuestro código deóntico. Es posible que algunas buenas decisiones sean encubiertas por culpa de nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra moral, lo que solemos hacer o creemos que es conveniente porque lo hemos aprendido así. Con el tiempo descubriremos que esas decisiones que adoptamos no fueron correctas, decimos que maduramos y aprendemos. En este sentido todos somos chovinistas: todos somos hijos de nuestro tiempo. Nadie se salva de la cárcel cultural de nuestra civilización, del patriarcado, de la cultura y lo establecido. Nadie.
Pero podemos abrazar los mensajes trasversales, las ironías, el mundo del humor, la cultura que nos violente el alma..., nada de esa cultura que consiste en fingir que eres culto, en hacer tu papel de persona refinada..., como el que va a los museos como si fuera a misa los domingos: ¿para qué?
Por eso puede ser buena estrategia preparar alguna clase de impulso para marcharme de aquí, rellenar mi portfolio a base de publicaciones, terminar mi puñetera lista de tecnología interminable, probar si realmente mi técnica me permite hablar japonés de manera fáctica, etc... Y también podría plantearme abrirme a nuevos proyectos que, simplemente, me ofrezcan una manera lucrativa de sobrevivir - y así poder vivir con estabilidad. Mal me pese: no hay malas decisiones, la mala decisión es la de un mundo que debería de saber ofertar a quien más necesite las ofertas. Pero eso no lo viviré en España..., ¿me equivoco acaso?
En los únicos momentos en los que me equivoco es cuando me pongo nervioso, me entra la rabia, me dan ataques de sinceridad, empiezo a ser demasiado preciso y riguroso, y entonces nadie me entiende, porque se me tuerzan las líneas, porque vaya demasiado rápido, porque dé miedo, porque induzca a la condescendencia... Está claro que el mundo no ha entrado en comunión conmigo; mis momentos de sinceridad y pasión están desvinculados. La humanidad, para mí, es otra cosa.
Sólo espero encontrar mi sitio.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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