miércoles, 3 de julio de 2019

Una oscura vida social

Intento ponerme en la piel de los demás a la hora de creerse que el camino que eligen es el mejor, y que no son ellos responsables de lo que tanto se quejan.




Durante un tiempo pude ser responsable de mi destino, sin embargo hay gente que cree que aún sigo siéndolo. El haber escogido una vida abnegada me ha permitido no tener que renunciar a lo que soy, y así no perder en esencia cierta capacidad para la creatividad. Porque de eso quería hablar: del carácter prolífico.

Un seguidor que he conseguido en Medium (aunque no lo parece mucho porque tan pronto como me ha hecho unfollow me manda correos electrónicos y hace seguimiento de mi trabajo) ha llegado a decir de mí que soy prolífico - sólo por haber escrito una novela y unas 12 stories en Medium... Me he quedado a cuadros: eso no representa prácticamente nada de lo oficial. Ya no digo lo real..., que entonces no habría nadie en este planeta para mantenerse en pie.

Por eso he querido tocar el tema de la creatividad: ¿qué hay que hacer para ser creativo? ¿Cuáles son los postulados que sigo para que día tras día sea posible crear una nueva historia, o idea? ¿Existe una manera de crear todo eso de manera automática/matemática?

Pues sí. Y no es para tanto...

Cuando yo era más joven muchos me preguntaban sobre el origen de la creatividad y, tan pronto como en ocasiones podía responder, en otras sólo respondía que era algo muy sencillo. Pero obviamente, la clave no está en aquellos que lo ven sencillo, sino en aquellos que lo ven muy complicado. O, por ejemplo, en una máquina: la máquina es un ser inercial, no piensa, ¿cómo podría ser creativa?

La idea de la creatividad es un acto que rompe con lo establecido y graba como en piedra un mensaje. Debe haber una razón por la cual grabar algo en piedra, debe haber un motivo que te empuja a levantar esa enorme roca o apilar grandes bloques unos encima de otros. La creatividad, de hecho, consiste en eso.

Tenemos dos tipos de obras que algunos consideran creativas: unas son las que tienen mensaje y otras las que no. Es fundamental empezar por el principio: ¿qué quieres hacer? ¿Quieres hacer algo random y espontáneo sin mensaje fijo? ¿O por el contrario te vas a centrar para transmitir algo en concreto?

Para lo primero uno debe saber que tiene talento en el uso de las herramientas para trastear con ellas y, jugando, transmitir una idea inercial. Es como el informático que decide hacer un artículo para enseñar a programar en un lenguaje. Ahí no hay mensaje, sólo se repite lo que cualquiera haría, pero la exclusividad está en cómo se hace. Se va a enseñar algo conocido de una manera diferente.

El gran error que suelen cometer muchos es el de creerse profesores de un contenido, cuando esa filosofía ya ha sido desvelada. No es lo mismo hacer la tarea de un divulgador que la de un innovador.

Por eso, cuando el divulgador se cree un innovador se frustra, y cuando el innovador se cree divulgador le pasa lo mismo. Ya escribí un artículo en Medium sobre los fallos en el pragmatismo. Tiene mucho mucho mucho que ver. Cuando las personas se equivocan es porque no se dan cuenta de que atribuyen un comportamiento en un lado equivocado del cerebro, de la madurez de la idea. Es decir, si estás en modo divulgador no te centres en decir algo nuevo - no toca. Disfruta de cómo dices las cosas. La ironía de decirlas como tú las dices, de exponer las cosas a tu manera. Riéte de lo que se cree la gente que eres y demuestra dónde se equivocan. No hace falta frustrarse lanzando aclaraciones directas a particulares..., en tu obra está la reacción. Véngate en tu propia obra - no te dirijas a ellos personalmente, no hace falta.

Para cuando estamos en modo innovador la cosa cambia. El desarrollo de la idea es cosa del lado frontal del cerebro, que dirige la experiencia para ver cómo se adapta a la realidad. Pero a la hora de ubicar el producto dentro de un lugar específico nace la innovación. Saber entender la diferencia entre desarrollar e innovar es la clave del éxito de quien quiera innovar.

A mí me han llegado a preguntar "¿de dónde vienen las ideas?", el muchacho veía que a la hora de resolver el código siempre tenía una fórmula que sacaba del apuro al equipo. Y la cosa era bástante simple: la creatividad proviene del trabajo recto. No es cierto que para ser creativo haya que ir dando vueltas por un lado u otro. El divulgador es posible que necesite hacer cosas por el estilo, que quiera ser espontáneo. El jazz es espontaneidad, no música. Pero la música innovadora exige un mensaje. Por lo que hay que tener en mente una idea que transmitir en un entorno en concreto. Debe haber un target, como dicen en mercadotecnia.

Y es que esa es la pequeña paradoja o imprevisto: cuando te creas el producto final es siempre antes de terminarlo. Parece como si llegara un experto en mercadotecnia y él fuera el que se encargara de convertir el producto en final, cuando no es así: el producto final es así por como nació.

Primero se crea el mensaje, la esencia; luego se rellena con la maestría del que entiende de los canales usados. Hace falta ese equipo. Nunca uno es mejor que el otro: si nos arrancamos parte del cerebro no es cuestión de preguntarse qué parte es más susceptible de ser perdida, simplemente nos quedamos sin cerebro - o con fuertes daños.

Los daños en el cerebro, o los fallos anímicos que sucumben en depresiones, podríamos reducirlos a que una fase necesaria en la creación del producto se ha saltado: ha habido un pragmatics failure. Y diré que ese artículo, que es uno de los más currados que tengo es, al mismo tiempo, de los más ignorados. Y me apena: es una obra maestra.

Y es que eso es lo que pasa cuando no das con tu target. Te diriges a alguien y no le llega el mensaje. Pero claro..., ¿y si resulta que el fallo está en tu público/en tus clientes? Poco importa: puede que tengas que dedicarte a otra cosa..., que tengas que reenfocar tu tiempo. Pero que lo que antes ofrecías en un canal y ahora no no tiene porqué ser un fallo del autor. El oportunismo no suele ir ligado con la creatividad en muchas ocasiones.

Esto ocurre con esa nueva corriente: los influencers. Si a un influencer le empieza a ir mal, ¿qué ha estado haciendo mal? Pues bien, más allá de que estemos hablando de un trabajo habría que decir que la respuesta podría ser perfectamente nada. Y esto es lo que provoca los verdaderos cuadros de ansiedad: porque antes de que una persona descubra este vacío absoluto de control lo descubre el propio cerebro del influencer para el que la evolución sólo le ha enseñado a trabajar con hasta unas doscientas personas..., y poco más. El cerebro humano no ha evolucionado lo suficiente como para entender qué hay detrás de la divulgación: sólo tenemos cuatro partes en el cerebro, el cerebro hipersocial no existe.

Es por ello que, para una sociedad hiperpoblada, que es lo mismo que superpoblada pero, además, conectada entre sí, hace falta nuevas técnicas para afrontar la realidad que supone entender el reto de las redes sociales en todas sus formas y contratos. Esto es, si el socialismo se centraba en estudiar el contrato social, existiría un hipersocialismo que se preocupara de establecer qué se entiende por la seguridad jurídica de un influencer, y así su mundo sería mucho más estable.


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