jueves, 4 de julio de 2019

Un enorme control

Ya de pequeño apuntaba maneras: era capaz de movilizar a grandes hordas y, al mismo tiempo, me interesaba encontrar a gente que también fuera capaz de hacerlo. Ese metapoder, lo que te permite seguir avanzando.




En ocasiones me lo preguntaban mis compañeros de instituto, de dónde venía esa amargura..., tanta confrontación. Y entonces tuve la oportunidad de reirme de nuevo, porque no recordaban - no se habían dado cuenta después de tantos años.

Estábamos en el colegio, tendríamos unos 8 o 9 años, y como la visita a la empresa fue demasiado corta acabamos en un parque privado donde el colegio podía hacer tiempo para situaciones como éstas. Al llegar, al parecer, ya había como cuatro autobuses de otro colegio ahí apostado. Íbamos a compartir el parque con una gran cantidad de desconocidos que también eran escolares.

Fue pasando la tarde y entonces la vi, una amiga de la familia..., estaba con unas amigas de ese otro colegio. La saludé. Me ignoró. ??? Volví a saludarla. Nada.

Éramos niños. No pasaba nada. La idea de la amistad se cierra en banda cuando se trata de amigas, colegios..., el colegio sociopatiza a la gente. Bien..., pues ahora verán. No me conocen... Les voy a desafiar con el poder de la convocatoria.

Mi mejor amigo estaba ahí, "Jaja, te ha ignorado. No insistas". Así que se lo propuse:

- Vamos a iniciar una guerra entre los dos colegios.

Mi amigo me conocía, sabía que yo era pacifista y que me gustaba ponerle límites a lo que hacíamos; en bromas y juegos nadie me ganaba.

- Sabes que nosotros somos unos veinte y ellos unos cuatrocientos..., OK, ¿cómo lo haremos?

- Todo está previsto.

Le fui explicando cómo hacerlo. Por un lado contactamos con mi otro gran compañero, y algunas amigas. Estuvimos creando el bulo de que unos compañeros de mi colegio había estado insultando a uno del otro colegio. Para ello nos valíamos de hablar detrás de los setos, de mantener una conversación a través de una representación...

Establecimos dónde y cuándo se reunirían los dos grupos para la pelea dejando con claridad el cuándo pero no del todo el dónde. Ésa sería una ventaja con la que quería jugar: para verlos venir y tener siempre un modo de escapar.

Designé a uno de mis amigos como el capitán, y él estuvo dirigiendo la comitiva. Yo sería el periodista, y también los refuerzos. Sin embargo, en todo el proceso, todas las chicas se pusieron de acuerdo con frenar el evento (perfecto), aunque eso mismo iba a hacer ya mi mejor amigo, al final convencerían a la profesora para que aparezca..., aunque para cuando lo hiciera ya estaríamos a la carrera. Todo salió a pedir de boca. Salvo un par de detalles...

Estábamos ahí, en la piscina; yo escondido con otro colega: éramos dos de refuerzos. Se juntaron unos 5 chicos para el enfrentamiento por nuestra parte. Entonces aparecieron: eran más que decenas, eran cientos..., era fascinante. Al verlos me maravillé tanto que salí de mi escondite y le dije al capitán:

- Creo que necesitaréis los refuerzos.

Ante la situación de shock se plantearon ideas, por supuesto les dije que habría que huir. Se plantearon esconderse en la piscina sin agua..., les dije que sería una trampa mortal. Al final me hicieron caso, incluso me permitieron dirigir la huida.

- Mirad, nos separaremos en dos grupos. Los más rápidos (ahí estaba mi fiel compañero que no quería que me acompañara), se irán con Paco (el capitán). El resto irá conmigo, nosotros iremos por la escalera para que nos sigan a nosotros.

- ¿Pero adónde iremos nosotros?

- ¿Quiénes querrán ir contigo?

- Yo quiero ir contigo - dijo José Manuel

- No, José Manuel, tú eres el más rápido - le respondí preocupado - irás con Paco por las matas y os esconderéis.

- Bien - dijo Paco - pero antes os daremos cobertura para que escapéis.

- No hace falta..., - dije, pero no había tiempo - bien, andemos poco a poco y luego los más lentos que se queden conmigo.

El líder del otro grupo no nos cerró el paso. Permitió que huyéramos, todo dentro de lo previsible: era una muestra de fuerza - si no, no habrían ido tantos. Pero aún tenía que hablar con él.

Al atravesar las matas y ver cómo mis amigos se marchaban, menos uno (el que era de los refuerzos), nos acabamos encontrando cara a cara. Lo teníamos pactado, les dije a mis compañeros que no tiraran piedras; pero parece que no lo tuve todo tan controlado como esperaba.

El líder del otro grupo frente a frente ante mí. Yo, con una mano en alto como a punto de ordenar algo muy macabro y con una enorme confianza en mí mismo.

Ya continuaré..., tengo gente en la tienda.

Bueno...., ya he vuelto. Creo que lo terminaré mañana. Para mí Dies Irae representa justo esta vivencia. Para cuando empezaron a tirar insectos envueltos en hojas, y algunos al parecer también alguna piedra, se generó el caos necesario para huir escaleras arriba..., sin embargo, no pude evitar dar la vuelta, girar por la curva escaleras abajo y reirme en sus caras... Mis compañeros se habían ido a la fuga mientras le perseguía un único colegial del otro colegio...

Ya contaré el desenlace mañana. El caos no se puede controlar, aunque  al final todo se entrelaza.







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