Estamos en pleno verano. Es imposible que llegue el caos y el frío. Iba a continuar con la historia de ayer. Que, dicho sea de paso, fue en una fecha primaveral muy soporífera por el sol...
Estaba en el instituto, me había dirigido a mis compañeros. Ya se lo había contado a algunos en otro contexto, pero quería hacérselo saber ¿Es que no os acordáis de mí? Llevamos como unos cuatro años juntos y ni os habíais dado cuenta de que ya me habíais visto antes.
El que llegó a convertirse mi mejor amigo en el instituto estaba ahí, ya les había contado hacía dos años que sus caras me sonaban; lo mismo me dijeron ellos a mí. Les conté un sueño muy extraño en el que estaban involucrados ellos cuatro y que tuve antes de que les conociera (en el instituto). Era como un sueño premonitorio... Para cuando recordé de qué les conocía la especulación que lancé entonces perdió fuerza: no era porque cuando tenía 12 o 13 años acompañaba a trabajar a la tienda a mi tía y, en esa zona es donde ellos vivían, estaban..., que también. Lo que pasaba es que realmente ya me conocían.
De hecho, al ver mi cara tantas veces lo primero que hicieron fue sospechar de que jamás volverían a encontrarse conmigo - que mi rostro se mezclaba con el de una persona muy recurrente, que veían en muchas ocasiones. Bueno..., haciendo reminiscencia, quizá la mayoría de las veces era yo. De hecho, suelo encontrarme con la gente por mucha casualidad.
Yo a eso lo llamo el don de la oportunidad, el que hizo que la policía de Cartagena me preguntara qué era lo que hacía para estar justo cuando aparece un carterista..., y la cosa era más simple: ¿qué es lo que verán los mismos buscaproblemas que van a por mí y luego se dan de bruces con la realidad? Ni yo parecía una víctima, pero tampoco estaba compinchado con ellos (evidentemente).
Volviendo al asunto.
Estábamos en una escalera amplia que subía suavemente en curva flanqueada por unas matas enormes, y que permitían una escapada por las matas yendo campo a través. Estaba frente a frente con el líder de ese grupo de cuatrocientas niños, el líder era de mi edad - casualmente. Me empieza a hacer unas preguntas del tipo por qué esto por qué lo otro..., bah le ignoro, yo a lo mío. Acabamos de salir corriendo y han visto cómo se separaban dos grupos. Entonces hago el gesto de cómo bajo la mano con mucho convencimiento en mi cara, mientras grito algo así como ¡lagartos y arañas en vuestras cabezas! Empieza a llover una ligera lluvia de hojas y bichos, salgo corriendo, oigo gritos..., no pude evitarlo, di la vuelta para verles las caras y partirme el eje...
- ¡JA JA!
- Has cometido un enorme error..., ¡a por éééél!
Entonces no lo sabía, pero algunos habían recibido pedradas, y alguno salió al encuentro de los que se habían quedado tirando cosas desde detrás de las matas. El que salió al encuentro de todos esos fue Ángel, el único con agallas para enfrentarse a lo desconocido, aun yendo solo. Le dediqué un personaje en mi novela.
Pero quien lideraba a todos y que ahora gritaba que fueran a por mí y sin reservas era el que se convertiría en mi mejor amigo en el instituto. Cuando nos encontramos nos dimos cuenta de lo parecidos que éramos, incluso intelectualmente - nos percatamos de que ambos éramos genios, lo cual no era ni mucho menos normal. Él era un virtuoso del piano y yo, sin embargo, era capaz de adivinar la sinopsis de una película sin haberla visto primero. Con el tiempo, acabarían descubriendo mi oído musical: como cuando enseñé a tocar escalas musicales aprovechando el chirrido de las visagras de una puerta. El objeto era enseñarle al hermano pequeño de este colega que se puede encontrar escalas musicales en cualquier instrumento, aunque no sea un instrumento, siempre y cuando albergue todas las frecuencias necesarias.
Salí corriendo escaleras arriba y, ¡oh sorpresa! Ahí estaba doña Pilar.
- ¡Pilar! ¿Dónde está doña Marisa?
- No querrás que venga estando embarazada.
Era obvio, lo que pasa es que no tenía ni idea de que eso fuera a ser un impedimento - yo era muy joven para esas cosas. Yo quería que el daño colateral se lo llevara Marisa, que era una arpía. Pero Pilar nunca me había hecho nada malo..., así que tuve que improvisar.
Como si fuera una cohorte, Pilar estaba rodeada de mis compañeras a las que, por supuesto, no les reproché que se chivaran. Cuando una broma se pasa de la raya hay que pararla. Ya las conocía y ellas a mí. Por lo que había hecho podría corresponderme un castigo. El aburrimiento es el peor de los castigos, y eso valía la pena hacerlo.
- ¡Qué pasa aquí! - dijo Pilar a los chavales del otro colegio.
- Nos habían insultado, habían hecho...
Se pusieron a explicar con frases cortas, estaban asustados (ellos respetaban a los profesores) y yo no me había salido corriendo, sino que fui a la par con la profesora escaleras abajo.
- ¿Le habéis insultado?
- No les hemos hecho nada - respondí yo - ¿qué pruebas o testigos tienen?
- Un chico nos insultó
- ¿Qué chico?
La conversación continuó así. Yo le di apoyo moral a la profesora, lo cual era completamente inusual en mí: ¿yo cooperando con una funcionaria? Partía del supuesto de que se pondría hecho un obelisco y de que acabaría dejándola por imbécil por vincularme con algo que no se había producido realmente. Pero, al final, cada vez que ellos decían que los de mi colegio se habían burlado de ellos yo les hacía muecas detrás de la profesora:
- Mire, mire...
- ¿Qué pasa? Yo no veo nada.
Efectivamente, más adelante Pilar y yo mantuvimos una conversación: le dije que estuvo bien el que finjiera que no sabía que yo le hacía muecas, pero porque había algo mucho más grande que manejar en ese momento. Tener una conversación de altura era algo que jamás me habría imaginado que podría tener con un adulto..., ¿gente madura o inteligente en mi entorno? ¡Qué raro!
Fueron mis compañeras, que vieron cómo mentía de manera descarada, las que me lo echaron en cara. No conocían esa faceta en mí: era la faceta no del que mentía, sino del que se aprovechaba de las situaciones aparentemente relevantes para restarle importancia. Ya tuve tiempo de hablar con ellas para explicarles porqué lo había hecho.
- ¿Qué fue de esa chica? - me preguntaban mis compañeros de instituto - La que se disculpó en nombre de todos.
- Tenía que ser Lili. Se fue al Jiménez - otro instituto.
Al principio ella iba a formar parte de la comitiva conflictiva, pero al final todas las chicas en bloque decidieron traicionarme. Lili siempre ha sido muy aguerrida y ha sabido romper los moldes impuestos por nuestra cultura: es muy consciente de lo que suele suceder a su alrededor. Por eso ahora es profesora de ese mismo colegio. Me recuerda a muchas heroínas que han aparecido en el cine moderno.
Al terminar el día, todos los chicos el otro colegio fueron castigados a tener que volver a casa, mientras que los de nuestro colegio se quedaban en un recinto muy cerrado. Se castigó a todos los varones, cuando en realidad sólo fueron responsables una decena. Y no se castigó a ninguna chica, cuando en realidad las que se chivaron fueron artífices del bulo (en su mayoría, o todas).
Nuestro castigo fue quedarnos en una zona específica..., pero claro, al subirnos a un tobogán podíamos verles las caras a aquellos que se iban, poníamos caras de victoria, caras de poker porque no nos dejaban poner esas caras..., ellos lo sabían, decían que jamás se olvidarían de nuestras caras, ahí estábamos mostrándolas, subiendo constantemente al tobogán para que se quedaran con nuestras caras.... Mientras volvían tortuosamente a sus casas juraron que jamás se olvidarían de nuestras caras.
Al final se les olvidó.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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