domingo, 17 de noviembre de 2019

Cada vez que sube el pan el país va mejor

Hay pocas apreciaciones en la vida, una de ellas es el valor de que nuestras microeconomías vayan peor. Hay veces en el que toca día de retorno, y los vamos a vivir.
 


La mano invisible es peculiar, cuando no abofetea al poderoso éste se piensa que es justa. Pero la oferta y la demanda no funciona así. Funciona de una manera peculiar: para Enero me ha dicho mi proveedor de patatas fritas que subirá el precio de todos sus productos. Fue gracioso tal como me lo dijo: "no te afectará, subirá el precio pero tu margen será el mismo". Me trata como a un imbécil: si sube el precio y se mantiene el margen ganaré menos porque venderé menos al mismo precio. No se lo dije, pero tengo tiempo para estudiar qué hacer.

Me vi obligado a preguntarle si eso es sólo en nuestra zona, y no: al parece la compañía ha adoptado la decisión a nivel nacional. Es decir: llega el gobierno de Pedro y Pablo y la macrocompañía está aumentando márgenes. Por dentro me he reído: sé que posiblemente las pase canutas, pero esta clase de canutas es lo que vale la pena pasarlas.

Si no ves a los más grandes preparar leva entonces es porque no hay guerra. Parece que, de una forma o de otra, ahora se están preparando. Y eso, señores, es bueno. Significa que se imaginan una inminente subida de impuestos sobre el IRPF, una revalorización de lo que tienen que pagar los autónomos en virtud de lo que ganen, un posible reajuste al impuesto de sociedades..., todo eso se traduce en adaptar nuestro sistema tributario a lo que dice la Constitución: que sea progresivo - lo que hasta ahora no había sido.

Un sistema que no es progresivo puede ser abusivo para la competencia y la convivencia: en un país de gordos, los flacos son aplastados. Cuando hay muchas empresas gigantescas, una pequeña empresa con un inmueble pequeño no tiene la misma capacidad de riesgo. Cuando tenemos un sistema tributario muy flexible a la hora de revalorar el precio de la participación y unos auditores externos poco críticos con las trampas que eso supone, entonces es muy fácil evadir ganancias para generar sensación de austeridad en una empresa cuanto más grande sea. Y eso sin contar la creación de empresas falsas para disfrazar facturaciones.

En cuanto se sanee el sistema la economía B se irá volviendo más y más oficial. Todos esos señores con trajes muy caros serán agitados un poquito para que dejen caer algo, algo que previamente nos robaron - porque no hablamos de un verdadero fruto de su esfuerzo: aprovecharse del débil no es meritorio.

Pero, principalmente, ¿qué pasa con ese sistema basado en endeudarse, en empezar debiendo a la familia, luego a los amigos, luego a proveedores que desconoces...? Y pagarles invirtiendo en cadáveres empresariales, que luego resucitarás para endeudarte de nuevo... ¡Vaya sistema! Yo no lo llamaría liberalismo: lo llamaría externalismo.

En el externalismo tienes que encontrar a alguien que se encargue de tus problemas, y mandarlo a vivir lo más lejos de ti. Es el modelo de EEUU: a través de sus tratados atlánticos desea envenenar a la población con sus estándares laxos en laboratorios B para que sea nuestra población la que se coma la mierda que inventan en EEUU. Espero que podamos estar vigilantes de que no nos la cuelen, porque la pretensión está clara: quieren externalizar sus investigaciones químicas sobre productos orgánicos. Obviamente, no lo querrán para sus propios alimentos.

El externalismo es el sistema por el cual necesitas otro planeta donde echar toda tu basura. En el caso de EEUU, le sobra gente: preferiría tener América del sur entera como vertedero; y el resto del mundo quizá como conejillo de indias sobre los que externalizar sus drogas. Ese país es un imperio realmente maldito, y no hay que descartar que, en el día en el que no tenga un sistema de autorregulación, el propio país implosione de una manera bárbara. Ya, por lo pronto, es el país que se lleva la palma en asaltos escolares con arma de fuego.

Por otro lado, aún es posible creer en el imperio de EEUU. Esto es porque mientras China está avanzando hacia el sistema de puntos que normalice la población, lo que hace EEUU es posiblemente arrancar con la renta básica (si Yang consigue ser elegido en el '20 y luego presidente, y finalmente cumple su promesa sin que el estado profundo se lo impida). Por un lado es improbable que EEUU despierte, pero no me gustaría descubrir cómo EEUU pierde una oportunidad perdida por España.

El sistema de puntos de China bien podía servir para la reinserción de ciudadanos, pero también puede usarse para su control - como se ha llegado a denunciar por parte de disidentes. Y no hay nada más perverso como que te visite la policía por hacer algún comentario en Twitter. Por eso esas medidas represivas podrían ser útiles en sistemas democráticos, pero sólo con la debida cultura antirrepresiva que le caracteriza a un estado que realmente necesite hacer ese tipo de cosas.

En cualquier caso, es mucho más simple para nuestro avance hablar de renta básica: los funcionarios no los necesitamos. Los sistemas de información y telecomunicaciones están lo suficientemente avanzados, sobre todo si lo combinamos con los smart contracts (también escribí un artículo muy de bajo nivel en Medium), como para que necesitemos que nuestros poderes fácticos sean tantas personas. Un país no necesita tanto funcionario.

Sin ir más lejos, para gobernar un ministerio sólo sería necesario un buen ordenador con una buena conexión. Puedo comprender que el derecho de petición debe ser recogido con una oficina única y un buen sistema de etiquetado como para hacer una buena traza (para eso se puede regular todo muy bien con un buen estudio del sistema de entidades, está todo inventado y estandarizado en Métrica); lo que quiere decir que tras un buen sistema de automatización el gasto público podría centrarse más y más hacia un gasto mucho más eficiente.

Cuando observamos un gasto eficiente, que cada vez que se invierta en lo público suponga una mejora de todo el tejido industrial en su conjunto, entonces el miedo a la estanfacción desaparece, se reduce el paro estructural y, lo más importante, resulta más fácil comprender la necesidad de una renta básica.

Por mucho que la gente insista en que no es así, los ordenadores acabarán por sustituir a las personas. En el mundo de las personas las personas seguirán necesitándose; pero las gestiones para las que vemos acorbatados, allí una máquina siempre hará un mejor trabajo. Desde teleoperadores, agentes de bolsa, representantes artísticos..., lo harán mejor, serán más fiables, no se cansarán, no se frustrarán, sabrán poner ofertas fiables, elegir un entorno competitivo que reconozca un equilibrio de Nash... Tarde o temprano, la economía descubrirá el maravilloso mundo de la planificación: lo que en otros tiempos se habría llamado comunismo.

Pero claro ¿Qué es el comunismo?  El comunismo es una llamada clara al fin del modelo de la externalización. Es, posiblemente, el único enemigo que tiene EEUU: el fantasma del comunismo. Quizá porque los amos del mundo le tienen mucho miedo a que se descubra lo poco meritocrático que es el esquema que usan.

En cualquier caso, voy a terminar de quitarme estos discursos..., creo que la política me genera frustración. Veo que nadie defiende mis posturas, luego veo que tenían sentido. Entonces me cabreo, sintetizo mis pensamientos en voz alta y, creo, espanto a mi clientela antes de entrar en mi tienda. Debo ser cauteloso.

Otra cosa sería si dispusiera de una renta que me permitiera especular con una vida independiente ¿Cómo sería si me correspondiera una proporción de una renta mínima, junto a cualquier otro individuo? Entonces siempre podría compartir piso y, a partir de ahí, cualquier ingreso adicional serviría para invertir en futuros proyectos.

El sistema de subsidios no funciona porque sólo se aplica a unos pocos y por un tiempo. Eso genera una situación económica en la gente que puede destruir la materia gris de la creación de ideas, de la innovación. O nacen en el seno de la burguesía o no tienen la oportunidad de ser escuchados. O no tenemos tal oportunidad.

He visto a gente de mi clase social que ha descubierto la maravillosa filosofía de la externalización. De pequeño ese comportamiento siempre me pareció en ellos despreciable. De adolescente me siguió pareciendo despreciable. De adulto me lo ha seguido pareciendo. Y hoy día, tras todo lo que me ha caído, me sigue pareciendo una manera de actuar despreciable: no me gusta la externalización, el cómo tiene que actuar los de mi clase para conseguir ser atendidos por el sistema. Nunca he tenido instinto para tener ese comportamiento. No me gusta ese comportamiento.

Soy una persona fiel a mis ideas y me gusta cumplir con todo lo que me reclaman. Me gusta tener proyectos bien definidos, y cada vez que veo que un proveedor me toca las narices le mando a la mierda. Y tocarme las narices no es que me aumente el precio sin más, sino que me diga que me va a hacer una entrega y luego tarda una semana de más, o que se niegue a venderme un producto porque tengo otro proveedor que se encarga de darme el mismo producto. Esos comportamientos rastreros no van conmigo y, si yo les pago al momento, lo mínimo es un comportamiento riguroso.

Al fin y al cabo, ¿quién sabe si dejo el negocio? ¿Y si me planteo una escapada? Lo primero sería aclarar toda esa enorme OSCURIDAD marcada desde Sabadell sobre mi cuenta que siempre me ha dado un mal rollo de aúpa. Luego ver si puedo hacer una escapada... Aunque... Creo que me he venido demasiado arriba.

Le doy vueltas...

En cualquier caso, si Europa ha descubierto que el austericidio no ha funcionado bien, si poco a poco se sanea la economía..., puede que poco a poco la gente se vaya dando cuenta. Y, al mismo tiempo, creo que estando Calvo y Podemos encargándose de lo social también sé que España se va a convertir en un país de atmósfera irrespirable.

Toca alejarse de la gente. América Latina parece un buen destino, ¿en qué país encontraría mi mercado?






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