jueves, 21 de noviembre de 2019

Las lecturas del escarabajo

Justo ayer creí que me había librado de una de mis trabas sociales más penosas, cosas de la vida..., y todo contentó cerré la tienda y, en mitad de la noche, me veo feliz y contento diciendo en voz alta lo que pienso.



¿Y cuáles son los temas que más me perturban? El estrés de haber formado parte de una sociedad que te obliga a intentar expresar lo que esos pervertidos fingen no saber, esas expresiones de violencia que te dejan marcado, y entonces vuelven a ti. Una y otra vez. En momentos de quietud es cuando te atacaban, es cuando te exigían tu atención.

Pero poco a poco he conseguido desintoxicarme de la gente. Idealmente, debería de poder elegir con quién vivir, en vez de tener que llevar encima la losa que tengo. Sin embargo, más allá de consejos que no me llevan a ninguna parte, lo único que puedo elegir es en qué cartón podré vivir. Sigo sin ver atisbo de futuro por ninguna parte. No hay manera de creer en la existencia de un mercado.

Por otro lado, veo que compartir mis ideas por Internet es peligroso ¿Y si le da a alguien a meterse en mi tienda forzando alguna puerta o algo? He tenido que sufrir un robo ya, para el cual la policía no me dio ni más leve cobertura (aun con cámaras instaladas); son unos putos vagos y unos inconsecuentes. Así cualquiera ejerce el papel de funcionario.

El único futuro que veo estable es vivir en la cárcel. Como preso. Al fin y al cabo nada de lo que hago o dejo de hacer tiene sentido. Nada de mi entorno es coherente ni veo salida ni solución ni estabilidad de ningún tipo. Frío en invierno y calor en verano. Atención de cara al público de 9'00 a 21'00 horas, en su mayor parte repitiendo la misma frase porque no se dignan a leer el cartelito.

"No, no hay prensa en el hospital"

De vez en cuando se acerca un sádico (por regla general mujeres), que mantiene la conversación. Y esas cosas se notan porque, yo seré muchas cosas, pero no soy nada psicópata: me resulta muy fácil leer los sentimientos, los rasgos faciales de quien busca empatía o, por el contrario, busca hacerte daño. Y sí, acabas conociendo muchos desconocidos que sólo viven para tocarte las narices - y además gratis.

Por otro lado, parece que el grupo de perturbados que me llamaban todos los días a mi móvil, aun estando desconectado, está remitiendo. He empezado por ponerme de alta en la lista Robinson..., una lista que existe ante la desidia de la Agencia de Protección de Datos. Pero nada.

Al final es cierto que no voy a necesitar seguir escribiendo estos documentos faltos de literatura. Documentos a los que no les importa nadie. Documentos como mis técnicas para crear lenguajes: si los desarrollara correría el riesgo de que alguien forzara mi tienda. Debo buscar la manera de no hacer cosas interesantes realmente. Hacer cosas importantes pero a lo pequeño. Para particulares. 

Si sigo con mis teorías del lenguaje desarrollado con compás y cartabón no creo que lo comparta. Ya me he vuelto viejo, y esas cosas serán las que se quedarán.


Así que toca pasar a otra fase..., la que me haga pensar que las cosas desde abajo. Y que, poco a poco, todo esto me vaya importando cada vez menos..., cuanto menos intención tenga de involucrarme más estable está mi mundo.
 

 

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