Miro a lo lejos, y sigo sin ver a Cataluña como referente de nada - o, al menos, de nada bueno. Espero que se curen de su resfriado. Mientras tanto, yo a lo mío. A mis asuntos, mis líos..., mis traumas.
Relato.
Cuentan las crónicas que hay planetas que valen la pena ser visitados, hay planetas que, simplemente, están llenos de recursos naturales (seres vivos) y, por último, hay planetas que a pesar de estar repleto de recursos naturales valen la pena el ser visitados, al menos para hacer unas risas.
En los viajes de largo letargo, donde las crónicas son montadas por los devaneos de algún sinsentido desdibujado por una civilización desconocida, unos orcos del espacio fueron a darme caza debido a que quise piratear un espacio que me era, según ellos, ajeno. Y entre burocracias y líos que a muchos nos parecen un absurdo inaudito, decidí darme a la fuga para traducir otros capitales lejos de esas hordas inmundas y de mal gusto por el tiempo ajeno.
Pero claro, ¿no pretendería acaso el poder marcharme sin pagar o, al menos firmar, la susodicha ficha de admisión de faltas por la que, hay que dar por cierto, sería necesario un desembarco, seguido del procedimiento de firmado digital y consentimiento bancario en lo referente a la fiscalidad por ausencia de acumulación de faltas? Pues a la mierda, me di a la fuga y que les den.
Como era propio de ellos no se hartaron a dispararme como posesos, con esos phasers de juguete pactados para no afectar a la energía de la nave y a la estructura de la mía.
- ¡Ah, no! No me vais a hacer perder ni un minuto de mi tiempo.
Y fue el caso que observando por el monitor multidimensional observé que dejaba una huella caliente por otra dimensión; huella por la que cabía toda la nave, siempre y cuando tuviera las suficientes ganas suicidas de intentar colar por ahí la nave. Bueno, pensé, seguro que por ahí una máquina de guerra burocrática no cabe, aunque fuera más pequeña.
Y no me equivoqué. Acabé en un mundo peculiar a merced de su estrella y tras haber perdido unos cuantos alerones. Pero como no hay mundo visitable que sea totalmente virgen, supuse que la enciclopedia ya se encargaría de guiarme por esos lugares inhóspitos antes de reparar la nave.
Cuál fue mi sorpresa cuando encontré un planeta peculiar cuyo nivel de salvajismo les impedía comprender existencia diferente a la suya propia. Razón por la cual imprimí un avatar en condiciones, al que pude manejar con cierta soltura, a pesar de sólo tener un par de patas sobre las que andar y un micropene de casi medio metro. Aunque me ocupara expresamente de extenderlo hasta donde me dejaban los registros.
Con los ropajes de la época anduve entre las gentes, mientras la máquina se reponía las piezas, tenía un tiempo para hacer turismo, y un experto en filología como yo no tendría ningún problema en comprender los tecnicismos culturales que dependían de su propia cultura. Mientras monitoreaba mi avatar salvajoide, unos bichos invisibles recorrían los parajes para conseguir plasma y estruturas vitales, además de explorar minería, líquidos y gases. Según mis estimaciones, no necesitaría estar demasiado tiempo antes de que se regenerara el tejido de la nave.
A partir de los nombres habituales decidí llamar a mi avatar de una manera no muy cantosa: Culo. Así que moví mi Culo hacia los lugares más poblados para pasar el rato.
Salió mi Culo desde el interior del agua completamente desnudo asegurando no poder recordar nada. El acontecimiento se celebró hasta tal punto que no faltaron las fotografías para rememorar el momento. De hecho, desconocía la falta de pudor que tenían estas gentes a los genitales. Es como si hubieran involucionado.
Al preguntar por mi nombre me di cuenta de que no podía decírselo, pues supuestamente tenía amnesia. Así que no pude aprovechar el nombre que inventé. Pero de todas formas acabé siendo agasajado y probado de todas las formas posibles. Los médicos eran tan palurdos que no fueron capaces de distinguir a un avatar de un ser vivo: imbéciles, ¡el cerebro! Jajaja ¿Acaso no tengo amnesia? Estaba en un sitio donde la amnesia no se cura.
Un cerebro de orden sano, y sin traumas, no puede tener amnesia, ni tampoco permitir a un avatar trabajar telemáticamente. Pero como no lo sabían...
El asunto es que observé nada más salir del agua, a lo lejos, una torre de cristal que me intrigó, pues era la única edificación parecida. Y me fui percatando de que los más eruditos solían mencionarla en algún sentido relativo, o por su morador.
- Se trata del mago Merlón. Es un tipo contradictorio. No te caería bien.
Me pareció altamente curioso que un mundo tan simple dependiera tanto de un personaje y que, al mismo tiempo, no se hubiera dignado a venir a fotografiarme los genitales como todo el mundo. Así que invertí mi tiempo libre en mejorar mi estatus por satisfacer la curiosidad. Todo esto hasta llegar a un centro de masajes grupales pervertidos.
- ¡Oh! Sí que lo conocemos. Nos llama pervertidos, pero él es peor que nosotros. Lo sabemos. En esta sociedad no aceptamos magos que niegan usar la magia, es muy pervertido.
- ¿Entonces qué usa si no es magia?
- Lo llama ciencia. Y claro, ¿eso en qué le convierte: en un ciencio? ¡Putos magufos! Hablan de lo que no saben.
- Bueno, si no es para tanto, ¿por qué no lo ignoráis como hace él?
Seguí dando vueltas de un lado para otro y, aprovechando mis conocimientos avanzados de ingeniería, conseguí hacer lo impensable para ellos: les mostré cómo bombear un flujo licuoso sobre unos tubos de plástico para crear una palanca hidráulica controlada eléctricamente por un sistema neurológico libre de contexto de botones. Me sentí como si estuviera de nuevo en primaria. Y había que ver a esos de ciencias flipando, ¡Eh! ¡Quién es ahora el torpe que no vale para nada!
Así fue como conseguí audiencia con el rey Siluro, pero aún no conseguí llamarle la atención al mago o magufo Merlón. Quería saber exactamente si era un avatar como yo o si, por el contrario, era el único tipo más o menos aburrido por este planeta. En cualquier caso, tenía pinta de ser un omega, por lo que contaban de él.
- ¡Ante Vds. su majestad el rey Siluro y los caballeros del Parlamento!
Automáticamente fueron desfilando un grupo de señores ataviados con ropas muy parecidas para rodear la mesa hasta dar con mi Culo. Se acercó un hombre al que todos le besaban la mano cada dos pasos, por primera vez ya no era yo el centro de atención. Mientras se acercaba me quedé pensando, ¿será este otro omega?
- Saludos. Está ante el rey Siluro - me dijo con una media sonrisa, por su mirada entendí que era un orgullo para mí el conocerle, así que le extreché la mano - tenía ganas de ver personalmente su gran talento.
Dicho esto rápidamente me desabroché los pantalones, aunque me detuvieron rápidamente. Se refería a mis conocimientos de ingeniería.
- La verdad es que soy de letras, majestad - dije sinceramente - sin embargo, tengo una duda que me corroe todas mis entrañas.
- ¿Vos albergáis alguna duda? - preguntó el rey Siluro - Adelante pues con su cuestión pero, antes de nada, ¿es cierto que no recuerda nada? ¿Que tiene amnesia?
- Si, no recuerdo una mierda. Pero mira, mi pregunta: ¿quién carajos es el mago Merlón? ¿Cómo es que vive recluído en su torre de cristal? ¿Qué significa todo eso?
- ¡Ah! El mago Merlón... - dijo el rey mientras relajaba su mirada y, al mismo tiempo, comprobé cómo todos los asistentes imitaban tal comportamiento - le cuento...
Y aquí es donde comprobé que estaba ante un pueblo realmente para partirse el ojete:
- El mago Merlón es un chico que, de pequeño, nació con una inteligencia muy fuera de lo normal, incluso para ser un genio. Tenía una creatividad desbordante y un fulgor en su mirada que derretía los hielos del planeta. Sin embargo su familia no albergaba en él mayor destino que el de servirles y someterse ante ellos. Por muchos años quisieron los más grandes eruditos arrancarles de ese entorno tan hostil que lo empequeñecía y, con los años, aprendió a odiar a sus captores. Pero para cuando albergó los primeros rasgos de oscuridad en su alma dirigidos hacia otras personas ya era demasiado adulto, y no pudo aprender a descubrir el mal en la gente.
- Sé a lo que te refieres, mi rey - le interrumpí con todo el respeto que aprendí con mi doctorado en diplomacia - a eso se le llama un niño robado.
- ¿Niño robado? - me preguntó el rey, a lo que me di cuenta de que ese término sería una traducción literal.
- Me refiero a que son niños que no han podido aprender a vivir con toda la tolerancia hacia ellos para sus logros y fracasos, porque les prohibieron o los logros o los fracasos.
- Bueno - continuó el rey - en su caso no tuvo derecho a vivir logro alguno, se le reprendía por hacerlo bien, por hacerlo mal o por no hacerlo. Vivía un mundo falso de palmaditas en la espalda, de falsas disculpas y difamaciones. Así que tuvo que reinventarse en su etapa adulta.
- Eso sería con los estudios superiores, en la universidad...
- Sí - dijo el rey Siluro - pero en la universidad su enorme y gran talento suscitó envidias para ese comportamiento robado, como decíais - hizo aquí una pausa mirando hacia ninguna parte.
- ¿Entonces?
- Ante las múltiples acusaciones que se vertían contra los académicos que continuaban su acoso contra Merlón, poco a poco fue haciéndose más y más hermitaño. De hecho, se fue encerrando porque no tenía capacidad para distinguir entre sus compañeros cuál sería el siguiente en traicionarlo. Sin embargo, al mismo tiempo, su enorme talento y creatividad seguía sin tener parangón. Fue un caso inaudito.
- Entiendo, por eso está encerrado...
- No. Aún hay más.
- ¿Hay más?
- Sí - me corrigió Siluro - acostumbrados que estábamos a sus promesas mágicas, a sus mundos maravillosos y a otras tantas como Excalibur, llegué a contactar con él para concederle un premio sólo por su cara bonita.
- ¿Y aceptó?
- Para nada, se cabreó conmigo. No quería aceptar premio alguno sin hacerse antes merecedor del mismo. Dicho esto, enterró Excalibur en la leyenda para que nunca nadie pudiera saber si tal mito hubiera sido posible o no.
- ¡Qué rencoroso! - dije riendo.
- Fue humillante.
- Perdón.
- Bueno, pues dicho esto, me marché para no saber nunca más de él. Era un tipo raro raro raro.
- Pero entonces, ¿no tenía tecnología ni logros como para merecer ningún premio? Por eso se volvió hermitaño.
- Aún no he acabado.
- Ah, perdón.
- Pues continúo. El joven Merlón descubrió que los académicos habían conjurado para no corregir sus exámenes, así que terminó sus estudios sin conseguir un titulo de reconocimiento superior de Mago.
- Y... - no me atrevía a decir nada.
- Y entonces fue cuando pasó: empezó a hacer grandes proezas, una detrás de otra. Superando con creces a los más grandes magos del reino. Pero no contento con eso, volvió a superar sus técnicas mágicas y llamó magufos no sólo a los magos del reino, sino también a los magos de todos los rincones del planeta. Y no se contentó con ello, se creó tablas y empezó a crear conjuros en masa, demostrando tener un conjuro para la creación de conjuros...
- ¿Y Excalibur?
- El asunto es que descubrimos que en Sidney lo adoraban y, siendo viejo, levantó una enorme torre de cristal desde la que sale un frío atroz donde nadie se atreve a entrar. Los de la sociedad de Wilde intentan calmar su ira haciendo que no genere tanta magia, para no dejar mal al resto del gremio. Pero, al mismo tiempo, algunas de sus promesas siguen siendo posibles mitos que sabemos que no podemos producir.
- Objetos fuera de nuestro tiempo.
- ¿Eh? Supongo que sí. Así que mientras se recluya en su torre y no moleste, mejor lo ignoramos allí y esperamos a que se muera.
- Ya, y a vosotros lo que os interesaba era mi mano hidráulica, en vez del tío que os puede enseñar a crearos vuestra propia capacidad para crear la mano.
- Querrá decir..., - dijo extrañado el rey Siluro - bueno, todos los que están por aquí prosperamos con sencillez y me lamen el culo cada vez que necesito limpiármelo ¿Qué más queréis? Sería completamente complicado involucrar en este mundo a alguien demasiado corto socialmente y demasiado extenso intelectualemente ¿Cómo acoplar al mundo académico tan complejo que tenemos a alguien que ya incorpora sus técnicas en lo acortadas que suponen para un individuo que no terminó sus estudios de Mago? No hay nada que se pueda hacer sin complicarle la existencia al que lo intente.
- Sí, y la solución que le dais es someter su creatividad para que vaya a la misma velocidad que vuestra incapacidad para tenerla.
Poco a poco el rey empezó a comprender que para mí este juego ya había terminado. Podía irme ya, quedarme un rato... Ya había lanzado mi discursito y no pintaba mucho más en ese planeta salvaje.
- A propósito, señor X - me dijo el rey - ¿es cierto que tiene un pene de 50 centímetros?
Dicho esto, pregunté dónde estaba el cuarto de baño y me esfumé.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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