La máscara rota del influencer

Mis últimas investigaciones sobre la clasificación no supervisada me ha llevado a sostener alguna peculiar teoría sobre cómo conseguir la máxima eficiencia de lo representado.


 
Por alguna extraña razón existe un cierto mimetismo entre cómo se meten las cosas en la cabeza y el cómo nos comportamos... Voy a darle un cierto ritmo. 

Investigaciones que no les interesa a nadie, en un mundo peculiar y extraño donde se repiten constantemente las mismas preguntas, mientras algunos en las esquinas más recónditas desarrollamos peculiares teorías.

Lo vemos en el mundo de la televisión, lo llaman la magia de la tele: consiste en crearse una máscara que defienda, en parte, algo falso. Sin embargo, dentro del figurismo de la máscara, tiene que haber en lo más profundo una cara: un rostro reconocible. La magia de la tele consiste en confundir una cosa con la otra; cuando todas las personas deberían de saber qué es ficción y qué realidad.

Es tan simple como plantearse que no puedes enfadarte allá donde otros te lleven al enfado, pero tampoco puedes ser templado a la hora de defender tus ideas. Lo tuyo debes vivirlo, lo falso debes manejarlo con su debida máscara.

Lo observamos en Twitter. Para crear un meme se debe mezclar una parte absurda, sobre la que enmascararse, con una parte auténtica - que será coherente con tus mismos principios más viscerales por los que lucharías. Cuando se enmascaran las cosas que defiendes los usuarios de la red social tienen la oportunidad de recoger tales herramientas para usarlas en sus conversaciones; sin embargo, si la máscara es más profunda que las ideas que enmascaran entonces la gracia desaparece.

La parte cultural tiene que encajar con la máscara. La parte ética debe encajar con el perfil de la persona. En esa pugna, el eterno debate: el burgués que se mueve bajo la máscara de trabajar, cuando en realidad es un vividor de lo ajeno. Tiene preocupaciones pijitas son aspectos superficiales: culturales. Al final vive una máscara y desea que todos se muevan bajo sus intereses culturales, espúreos.

Es propio de nacionalistas, religiosos, etc. Gente espúrea que cree que sus ideas vienen de dentro... Pero el nacionalista es un patriota que se ha religado a sus amos. Es como si a una persona que defiende ideas muy espirituales le quisiéramos hacer depender de un grupo que le obligue a pensar de una manera muy definida - entonces sus ideas dependerán de su cultura, su entorno..., ya será menos espiritual.

El religioso necesita creer en una figura arquetípica de su deidad según como se lo hayan contado los demás. Necesita en ocasiones defender una figura común para tener una sensación de pertenencia a un grupo que le dicte sus normas morales. Sin embargo, bien pensado, ese es el clásico pensamiento de servidumbre.

Los clérigos, técnicamente, al renunciar al rey de su reino y someterse al rey del otro reino funcionan como lo hacen los burgueses: sometiéndose igualmente en otro terreno. Es como si algunas personas pudieran elegir el terreno de su propio sometimiento.

Pero no todos lo que intentan influenciar aceptan el sometimiento. La máscara no es más que un medio que se utiliza, cuando no es para la defensa de tu identidad, como gancho: mecanismo de enganche para atraer a la audiencia, un clickbait... Sin embargo los siervos y burgueses, dentro de su chovinismo, se ensimisman de ese enmascaramiento para darle carácter sustancial a lo que es meramente contingente. Las posibilidades se convierten en necesidades, y el necio se alimenta de la pasión por las imprecisiones.

El entender estas palabras te ofrece una manera de entender cómo trabajan los que necesitan abordar la existencia de las grandes masas, y la máscara que hay que formarse, el personaje, para entenderlas y manejarlas a tu favor y, según el caso, también a favor de tales masas. Cuando las masas sienten que están, dentro del personaje, ante una persona auténtica que defiende unos Principios, con su coherencia y su representatividad de ideas, entonces..., tendremos un líder.

Esto me recuerda el caso en el que se creó hace años un Gran Hermano VIP donde se incorporó cierto personaje: el Pocholo. En una ocasión alguien le robó la mochila y, el pobre hombre, no tomando en cuenta lo antiestético que puede resultar tal mochila en una casa VIP televisada, creyó que quien se la había robado era una de las personas que estaban en la casa (un VIP), en vez de un trabajador anónimo del concurso.

Este hombre tenía años de experiencia  en televisión, pero las drogas, sus ideas conservadoras y el resto de los chovinismos le habían convertido en víctima de la televisión. No era capaz de contemplar la realidad aun teniéndola delante: vamos, que tomaba la pastilla correcta en Matrix y, aun así, seguía sin transformarse - él necesita algo más fuerte, y bajarlo con unos cuantos tequilas.

Cuando estamos ante unos de estos siervos nos damos cuenta de lo fácil que puede ser llegar a manipularlo, o conseguir dinero a su costa. Por eso mismo, en cuanto tuve la oportunidad, quise experimentar un añadido a ese experimento social VIP.

En esas fechas el Pocholo se metió en un chat, donde yo estaba. Tras comprobar que era él, empecé a sacar yo (mi personaje del chat) el tema de la mochila. Sin embargo, lo que ofrecí fué una máscara rota. Empecé a meterme con el mientras aparentaba preocuparme por su puñetera mochila: le dije que vi cómo en TV el Matamoros cogió la mochila y la rompió metiéndosela en la cabeza. Vamos, me monté una historia entre risas sospechosas que le debió hacer saltar las alarmas. Este tipo de máscaras (rotas) son como vacunas que nos inmunizan de ser víctimas de la servidumbre y las manipulaciones.

En ocasiones  interesa romperle la máscara a alguien que la usa en su beneficio, y esa es una cuestión interesante: ¿si el conflicto catalán se prolonga podría el movimiento Anonymous internacional reactivarse para romperle la máscara a los que intentan dirigir  el conflicto desde Cataluña como mecanismo para hacer desaparecer el nacionalismo?


Cualquier cosa es posible.