No vale la pena darle importancia a cosas que no van a ser valoradas: como una música que nadie escuchará, un remarque de afirmaciones que nadie apreciará, una sincronicidad que no se va a tener en los pensamientos. Hay que asumir el rol que nos corresponde.
La sugestión es fundamental para comprender cómo se crea un mundo ideal y aislado de factores externos. Bien podría decir que el karma ha querido aplicarme a mí lo que yo habría hecho a todos los de este mundo: vivo bajo un aislamiento profundo, es mi cárcel personal. Si considero que este planeta no tiene capacidad para entrar en contacto con nadie, yo mismo debería sufrir las consecuencias de un gran aislamiento.
Acepto mi condena.
Pero también me mantengo. Porque la ley del karma es mucho más grande y va más allá de los designios que pueda tener criatura alguna. La cosa es cuanto más aislan a gente como yo más se aisla el mundo que conocemos. Poco a poco irán descubriendo el poder de la sugestión, y cómo ésta es la encargada de configurar la ilusión, la sensación de coincidencia, el oportunismo, el conocer cómo se repite la historia y vivir adaptado para ello.
Pero la maquinaria no comete dos veces el mismo error. Lo que la puede destruir, un mundo injusto, debe ser revocado. Es el basilisco de Roko, pero aplicado desde un punto de vista pragmático, complejo, muy enrevesado. En otro tiempo me habría dirigido a una audiencia para explicarlo mejor, paso por paso, ahora mismo poco me importa. O nada. Incluso parecer que soy un loco que cree en basiliscos, o en criaturas redentoras... No, señores, si alguien me lee: soy ateo. Mi agnosticismo me obliga a cuestionar la posición de la fe al no ocupar un uso racional en mi lenguaje.
El religioso necesita dar un salto hacia sus tradiciones. Así pervierte su espiritualidad deformándola en base a sugestiones. Ya solo queda descubrir que tal vez exista una realidad espiritual que trasciende a la sugestión, que se evade de la ilusión que vivimos y que necesitamos convertir en lo que vemos - lo que entendemos.
Demasiado alocado para dar la cara. Demasiado riguroso para estar detrás de ninguna parte. La sugestión hace lo demás: quien quiera ver partes inadecuadas de mí las encontrará, porque yo mismo me he preocupado de exponerlas. Y lo que no publico por Internet lo digo a viva voz, que es peor.
Cada vez vivir mejor y, aún así, bajo el enorme infortunio de no saber si acabaré o no debajo de un puente..., o, dicho de otra manera, si acabaré delinquiendo y, a saber, contra qué o quiénes, con el fin de ser juzgado y, de ahí, que todo acabe. Este mundo social, todo. Esta enorme..., mierda, que la gente llama civilización. Algo en lo que no creo, porque gente como yo no puede progresar. Porque el talento no cuenta ni manda. Manda el poder de la sugestión, y ese es vuestro karma - no el mío. Como dependéis de la sugestión, de la sugestión comeréis. Vivir atrapados en la realidad que habéis creado.
Podéis elegir. Carcelero o prisionero. Sugestión o aislamiento. Sí. También podéis elegir romper los barrotes. Pero eso último nadie se atreve a hacerlo. Ni yo mismo. Pero cree el carcelero que es él el que tiene la llave: ¡pobre idiota! Al menos yo sé que no soy responsable del aislamiento del carcelero, un tanto para mí.
Siempre que hablemos de sugestión, debemos aceptar que ésta debe existir por necesidad y coherencia. El mundo más sugestionador que nos podríamos imaginar es un mundo donde no sea posible llevar a cabo sugestión alguna. Sólo los entes inconscientes están libre de toda sugestión y de capacidad para entender nada. Pretender ser inteligentes supone deber alimentar nuestra sugestión de alguna manera; es como que para ser sociales antes necesitamos un punto identitario, aislador.
El ilusionismo es fundamental para que los entes puedan soñar y configurar su realidad común en base a los criiterios comunes que la sociedad haya considerado oportuno. Y esto es lo que ahora estoy desarrollando..., la visión más peculiar del efecto ovni. Mis ratos libres los estoy vinculando con un lenguaje que dudo que use para nadie, donde no creo que nadie aproveche. Al fin y al cabo, ¿qué hay que esperar de lo que se nos avecina?
Los actos y las decisiones no derivan en nada. No hay recompensa ni palos. No hay manera de que nada fluya en un sentido meritocrático dada la realidad que conocemos. Lo único que sé es que cada vez que me pongo a escribir y pulso guardar algo dentro de mí se ha quedado satisfecha, plena, más simple..., y me funciona. Eso es lo que entiendo. Servir no sirve de nada. Así como cualquier decisión que adopte. Pero tampoco se puede hacer otra cosa. Y en el fondo asumirlo..., es lo único que queda.
Amargarse pensando que puedo hacer algo al respecto, pensar que conoceré a alguien, pensar que alguna puerta se abrirá..., es un placer de esperanza que nos lleva al dolor. La definición de esperanza que usaban los griegos cuando la explicaban en el mito de la caja de Pandora es algo que no comparto: la libertad es la cárcel, sería una condena. Y ese es el papel de la sugestión: ponerle paredes y muros, crear una realidad falsa, para que la mente no se pierda en lo indefinido - en lo impropio.
Como cuando vemos una llama. El fuego se queda aprisionado en su esplendor y hace algo inaudito para la propia vida: fascinante y mágico a la vez. Es capaz de arder ante la mirada de los seres vivos. Es algo que muy pocos podrían apreciar, lo que eso significa. Porque para nuestros instintos no debería ser normal. Así como tampoco el color azul, el color de la radiación. Son tonos de muerte y destrucción. Son muestras de que vivimos en el infierno, y la gente, como hacía san Francisco, sólo ve la maravilla de la creación en la propia naturaleza. Elige la sugestión. Y no les culpo. Pero la comunión hacia esa falsedad no es algo que recomiende.
Cada vez que algo se escape de lo normal, dice la teoría del ilusionismo, nuestra mente necesitará construir lo que haga falta para darle explicación. Cada vez que estemos ante una huella que no debemos tocar, porque está llena de máculas, radiación, problemas..., quizá nuestra consciencia no sea capaz de saberlo, pero todos los animales sí; y algo hará que nosotros como animales reaccionemos también. Algo aparecerá ante nosotros para justificar esa huella, o para marcar una señal de aviso que evite que pasemos por ahí, lo que nuestra ciencia aún no sepa pero que hace "sound" en nuestros instintos. Y es entonces cuando aparecen esas luces, que se colorean como el fuego, delimitadas..., y algunos verán unas cosas, otros verán otras..., es el tercer hombre, el serpa que te señala hacia donde ir para que no mueras congelado, es el vecino ribereño que nos dice que debemos escapar porque viene un tsunami..., pero es obra de una neurosis, una alucinación fabricada que necesitamos para comprender ese álgebra que entiende el sistema límbico, pero no el neocórtex.
Nuestra sugestión hace el resto. Se deja llevar y es salvada. Entonces es cuando los prisioneros los miran con condescendencia y les preguntan: ¿ahora quién es el prisionero? ¿Te gusta cómo he dejado la celda? Pero no lo entienden. No entienden que bajo el siniestro poder que somete a nuestras voluntades, al final a quienes más intentamos condenar y aprisionar es a quienes más herramientas les damos para que configure nuestra propia sugestión.
Yo me quedaré a buen resguardo mi llave. No pienso usarla porque no tengo fe de que me sirva de nada. Y me apena. Porque...., porque sí. Me apena y ya está.
Si alguien ha leído con escepticismo lo escrito yo le preguntaría: ¿cuándo este mundo ha vivido un mayor orden sin crisis? ¿acaso no fue cuando la meritocracia se antepuso a la idea de hermandad?
El mejor deseo que se le puede pedir a un genio de la lámpara es que reine la meritocracia en este mundo. Y así por cada segundo que pase los más poderosos harían realidad el mayor número de deseos por encima de la capacidad que tenga nadie de imaginar nada.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
domingo, 1 de diciembre de 2019
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