sábado, 9 de noviembre de 2019

La mácula en la literatura

Hoy me he levantado con un dolor de espalda de aupa y, con él, la respuesta a porqué no me convence mi teoría de los dogmas con el género único: la autoridad de una religión se basa en la imagen, no en el contenido ¡ZAS! (Me siento como un tanto idiota).



¿Qué es lo que hace que un chiste se convierta en una afirmación pedagógica? En principio consideraría la pedagogía como resultado del caracter límbico, del sentido que adquieran los personajes..., y no me faltará razón. Sin embargo, a la hora de entrar en matices, lo que afecta al sentido también precisa multiplicadores, algo mucho más cultural. Se trata de los potenciadores culturales que tienen que ver con nuestra interpretación más personal; es decir, hasta qué punto algo nos da morbo.

Esta entrada va sobre pornografía, humor negro, cuando la sátira se vuelve grotesca..., los potenciadores, sus límites. He escrito mucho sobre tales límites y, efectivamente, es un problema de la propia imagen del artista y de si se usa para que la gente actúe de forma no ética para cuando salgan del teatro

Es por ello que lo primero que habría que hacer es recordar la diferencia entre ética y moral; porque lo primero que hace el relativista moral y el extremista religioso es no reconocer la ética para decir que todo es moral.

¿Qué tienen en común un relativista moral y un extremista religioso? Cualquiera diría que son diferentes en la medida de que sus vidas son completamente opuestas. Uno se ubica siempre a la izquierda y el otro a la derecha, y además en posiciones muy opuestas. Uno dice que no hay ni ley ni pecado porque todo son estándares y el otro dice que no te puedes salir de la senda de las costumbres de su dios.

Parecen como el agua y el aceite, y los señores que se ponen en los atriles se preocuparán de aparentar de que son muy diferentes. Sin embargo, desde el punto de vista ontológico, desde el punto de vista de la filosofía, son exactamente lo mismo: aportan cero a la ciencia, al conocimiento, al escéptico.

Es decir, ambos mueven su realidad en base a la existencia de dogmas, se dejan llevar por aspectos culturales y fingen olvidar que sus leyes provienen de los seres humanos - que lo que hacen es caminar por el camino de las tradiciones. Algunos escogen un camino antiguo y otros un camino más nuevo, pero son costumbres, tradiciones: dogmas.

Si le preguntamos a un [extremista] religioso o a un relativista [moral] cuáles son los límites del humor, del arte, de la divulgación..., te dirán que "lo que Dios mande" o "no hay límites", que para el caso significa lo mismo.

A la hora de la verdad, la ética siempre prevalece, junto con la ley que le es natural y atemporal - que permanece más allá del final de los tiempos de cada civilización, y suele emerger alguna autolimitación siempre donde el propio código deóntico se lo manda al profesional, o se lo manda el cliente o usuario del servicio en sí. El código deóntico (deontic logic) es la ética de un rol: lo que se puede o no hacer en cada circunstancia; y el marco queda definido por los propios individuos y lo que los definen.

El lenguaje puede desnaturalizar el marco circunstancial que usemos para entender la ética de nuestros actos, pero esa es la función de la filosofía: sancionar el lenguaje para que se ajuste al carácter trascendente que tienen los actos que no envejecen.

Como buenos filólogos, en ocasiones debemos ser críticos con nuestras palabras, y el uso que tienen, para que puedan reflejar la realidad ética de una ley que nos sea natural ¿Intentarías pervertir a un niño con tus chistes? ¿Animarías a un perturbado para que viole a una zagala al salir esa misma noche? Existen límites, la ley es simple y clara: el arte tiene que ser sancionado porque hay cosas que hacen muchísima gracia. O quizás, ¿porque no hacen ni puñetera gracia?

Es una cuestión de imagen: ¿para qué usas tu imagen? ¿Te vales de ella para incitar a cometer actos perversos? Eso es la mácula en la imagen. Dependiendo de cómo se responda a esta pregunta tenemos distintos tipos de emisores.

Chiste
Esto era un tío tan perverso, tan perverso, tan perverso (E)
que cuando veía un niño (J)
le quitaba el chupachups (P)
y se lo metía por el culo (I)
luego le ponía de nuevo el envoltorio (E)
y se lo daba de nuevo (J)
al chaval (I)
Pero era tan perverso, tan perverso, tan perverso (E)
que siempre que lo hacía (J)
lo hacía delante de la madre. (P)

Este chiste, con sus pausas, vemos que tiene una buena mácula. Una mácula un tanto tóxica habría sido dar a entender que lo gracioso era darle un chupachups metido por el culo a un niño sin que éste lo supiera. El carácter morboso de algo tan peculiarmente escatológico no podría funcionar si no aparecieran iconos que pudieran ser reconocidos en nuestra cultura: en este caso un chupachups.

Pero la razón por la cual este tipo de chiste, que al ser de hipérbolas debía tener carácter heorico (EJPI), es tan bueno es porque al final recula: es decir, es transigente. Se trata de algo que, en ocasiones se observa en algunos chistes: cuando se da a entender que quien es mala persona no es el que habla, sino quien escucha.

Sin embargo, existe una función autoritaria peculiar, la regla del detergente (3 en 1): El chiste en su manera más completa empieza siendo heroico (EJPI) y poco a poco se va convirtiendo en una especie de chanza (EJIP) y, cuando se espera una burrada mayor, reaparece el carácter heroico (EJPI) en ausencia del prestigio, que parece quedar implícito, o se usa de descanso.

Esto mismo aparece, por ejemplo, en los ritmos musicales de la marcha fúnebre de Chopin. Podemos dividir la melodía en tres partes y, a su misma vez, volver a dividir cada una de esas tres partes en tres partes más. De hecho, hasta se repite tres veces. Si somos capaces de distinguir lo que se repite de lo que no, observamos que la parte central de la canción es más contemplativa/alegre - sin perder el carácter solemne, como ocurre con cada parte central.

Toda obra que trate sobre la mezcla entre la vida y la muerte debe afrontar la mácula que eso supone. La fusión de tales conceptos exige romper con una norma ética que sucumbe a alguna clase de morbo, por ello el artista busca transigir en su obra para así conseguir un agarre mayor en el espectador. Como un anzuelo que, al removerse el pez, sólo consigue hacer que se quede más clavado.

En los juegos religiosos, la imagen juega un papel fundamental; puede que cuando observemos un relato de chistes éstos tengan que jugar con este tipo de reglas, como ocurre con las torres de Hanoi. Es decir, que para poner las figuras en el tercer palo antes hay que pasar por el segundo palo y, si disponemos de más discos por mover y, por ende más movimientos, entonces se debe saltar al tercer palo para apoyarse en el segundo palo.

En definitiva, que es un álgebra conocida (el fractal de Pascal) y se puede abordar de esa manera.


Tal vez analice los evangelios mediante estas técnicas y me plantee la teoría del detergente, para ver si se cumplen estos principios fractaloides que, en definitiva, podrían ayudar a definir tanto el rol del emisario como el del medium dentro de una religión..., ya veré.


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