Hay gente que cree estar convencida de que el comunismo fue un error, o incluso lo asocian con ausencia de democracia. Hoy voy a intentar tocar ese tema que, a mi juicio, hace a muchas personas poco preparadas para hacer un buen análisis.
He estado dándole vueltas: ¿continúo con mi panfleto que no lee nadie o simplemente me pongo a despotricar en alguna dirección? Esta entrada pretenderá centrarse en la razón por la cual la gente se adhiere a una causa y, en base a esa adherencia, algunos acabarán por tildarles de formar parte de un grupo o de otro (como alienando la causa a tal grupo).
La cosa en cuestión es, ¿se está legitimado a hacer algo así? ¿Cuándo? ¿Y sólo porque en una asamblea lo hayan determinado así se tiene legitimidad para alienar tal causa a tal grupo?
Yo tenía un profesor de instituto que daba filosofía que, en una ocasión, etiquetó a los de Greenpeace como un ejemplo bien claro de la ley de la sandía: verdes por fuera y rojos por dentro. La afirmación me pareció tan frívola y absurda que me reí por dentro y, como buen estudiante, me quedé calladito pensando que mis compañeros serían lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de lo absurdo de la situación. Obviamente, como muchos supondréis, me equivocaba de cabo a rabo: la gente es tonta, y de remate.
Para el siguiente día de clase, cuando pude constatar la ley fundamental piensa mal y acertarás, hice una seña al profesor dándole a entender que su ley de la sandía hacía aguas por todas partes y, al comprobar que el profesor me daba vidilla para explicarme y desarrollar mi crítica, entonces procedí a explicar qué es eso de la idiosincrasia en un grupo.
Y, al terminar la explicación, como quedé como un dios, aquí pongo una melodía...
La idiosincrasia propia de un grupo es lo que atrae a esa gente y la mantiene dentro del grupo. Cuando el grupo es democrático ocurrirá que las personas que están ahí se sentirán partícipes de las decisiones que se toman, y esas decisiones afectarán a la propia imagen del grupo. Sin ir más lejos, si los integrantes se comportan internamente de manera diferente a como son por fuera entonces no tendrán poder de convocatoria.
Esto mismo ya fue explicado en el anterior panfleto CHAOS, si no mal recuerdo, es el principio que ha hecho a Maquiavelo más famoso, principio por el cual el deber del Príncipe es el de conquistar y mantener la conquista de la República en su Pueblo (usando los términos del propio Maquiavelo): Todas las tramas y asuntos violentos de los que se valga el Príncipe para defender la propia idiosincrasia de la República quedarán ennoblecidos si fueron para la obtención y mantenimiento de dicha República.
No olvidemos que la República de Maquiavelo consistía simple y llanamente de que el Pueblo no necesitara la tutela de un gobernante. Y esto tampoco significaría que Maquiavelo estaba estableciendo las bases de una monarquía parlamentaria, pero claro: aquellos que quieran mantener un poder ejecutivo son los que tendrían que dar algunas explicaciones...
El asunto es que no tenía sentido decir que los que se inscribieran en Greenpeace para salvar ballenas y focas, o para limpiar los océanos y playas de basura, en realidad lo que quieren es subvertir el orden del capital. De hecho, sería más fácil pensar que los que quieran subvertir el orden del capital hayan optado por volverse, cuanto menos, ecologistas y activistas por motivos que, a estas alturas, deberían de parecernos evidentes (la tragedia de los comunes, un error idiosincrásico de los defensores de la mano invisible).
Sin ir más lejos, el propio Bill Gates confesó que el capitalismo necesitaba regulaciones para proteger el medio ambiente. Son afirmaciones que hoy día nos ofrecen evidencias de que es así a la vuelta de cada esquina.
Por tanto, el que es rojo sí querrá formar parte de los ecologistas. Pero no todos los ecologistas querrán adherirse a movimientos rojos: decir algo como eso es como aseverar que el capitalismo es 100% incompatible con la ecología. Y, claro, si es así como se piensa, sabiendo que vivimos en un planeta, lo propio sería volverse comunista.
El asunto es que yo, con 17 años, tenía suficiente experiencia para rebatir algo tan absurdo mediante una experiencia muy simple: en una ocasión se juntaron los manifestantes del Greenpeace para luchar contra una forma de actuar muy marrana por parte de la refinería. Así que los que vinieron de fuera, junto con los de Cartagena, se manifestaron ante la refinería..., y acto seguido los internacionales empezaron a tirar piedras a las instalaciones. Al ver esas formas, los convocados locales se marcharon y los dejaron aislados ante las fuerzas del orden para cuando observaron que ya eran perseguibles (o para cuando les diera tiempo el llegar al sitio).
Es decir: no puedes convocar a unas personas en libertad para engañarlas y esperar que tus comportamientos violentos no seran reprendidos por las masas. Los convocados no tienen porqué formar parte de grupos por un afán de pertenencia, sino que pueden integrarse por motivos democráticos.
Ahora bien, ¿cuándo podemos imaginarnos que en un grupo hay democracia? Pues por las mismas razones por las que podemos encontrar un grupo no democrático: hasta que no veamos tensiones y observemos su naturaleza no sabremos cuál es la calidad democrática de un grupo.
Un grupo es idiosincrásicamente democrático cuando las disputas son relativas a los contenidos y no relativas a los puestos.
La izquierda, por ejemplo, tiene disputas sobre sus contenidos; por esa razón es democrática. El comunismo se enfrentaba contra el anarquismo en cuanto a los contenidos; eso es porque tiene idiosincrásicamente metido en su adn el querer entenderse democráticamente y crear un Pacto Social global/internacional.
Cuando observamos a la derecha dividirse entre los eclesiásticos, nacionalistas y liberales sólo hay una cosa que los une: su odio al comunismo. Eso no son contenidos. Esa manera de unirse es como el que se crea un pacto de unión, pero la derecha en realidad no tiene una estructura definida: de hecho el eclesiástico odia al nacionalista, y el liberal odia a los anteriores..., todo esto es idiosincrásico, pero en sus grupos representativos no se hace manifiesto porque prefieren mantener una mascarada de unión. Es decir: que no tienen un programa bien definido como derecha. Más bien deberían de llamarse antiizquierda. Ésa es la verdadera idiosincrasia de algunos grupos, que son antigrupos.
Una vez comprendido que el fascismo o nacionalsocialismo no era una postura política, sino una postura creada contra una postura política, podemos ir comprendiendo que la equidistancia suena completamente absurda.
No se puede, de antemano, equiparar el yugo y las flechas con la hoz y el martillo. El primer grupo fue creado para volver a los años del dictador Primo de Rivera Sr, es decir, era un movimiento reaccionario por definición. El segundo, sin embargo, era un movimiento que buscaba la manera de hacer real una teoría económica.
Dicho esto, Stalin no representa a la URSS, sino que, para muchos, la ocupó. Hay incluso comunistas que también consideran a Stalin un fascista. Y es que el fascismo hay que saberlo identificar a partir de sus aspectos idiosincrásicos: un dogma supremacista, una propaganda que enmascara a la administración y un estado profundo que se encarga de limpiar lo que se deja debajo de la alfombra.
Cuando tenemos un modelo trasparente, o sin control de medios, o de gobierno escéptico entonces la ley de la sandía es imposible que se dé. Entonces, si hay alguna máscara, esa será la realidad del estado por cómo funciona por dentro: a los que gobierna es a los que mantiene.
Sin el trípode infernal del fascismo no es posible montarse esos melones.
Tenía pensado escribir otra cosa..., sobre inmigración, la idea de Jinkana o sistema de estadíos que conformaría un buen sistema educativo a combinar con mi juego de la Oca..., si eso para la siguiente.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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