domingo, 26 de mayo de 2019

Publica bien y no mires a quien

No me gusta la gente que anda todo el día quejándose, y veo que soy uno de esos. Pero con un matiz, no me quejo ante nadie - sólo ante mis sucedáneos.




Cuando te pones a buscar la traducción que le da el inglés a la palabra sucedáneo le atribuye la palabra de sustituto. Últimamente esta página ya no es visitada por hispanohablantes, en principio. Así que si tuvieran que comprender esa palabra que uso tanto dudo que la entendieran como es debido.

Ese es uno de los elementos que a mí me habría gustado incorporarle a un traductor: la capacidad para explicar exactamente lo que quería transmitir el autor del texto original. Y para eso es necesario hacer uso de los conocimientos de pragmática. De hecho, hasta que no se llegue a la parte más occipital del cerebro es imposible asumir el rol que le compete a quien pretende contar nada. Es el rol del divulgador.

A lo largo de los años he recibido fuertes golpes (casi) mortales en la parte occipital de la cabeza y, combinado con un viejo golpe en la parte frontal, me hace muy difícil conectar con la gente. Especialmente difícil.

Generalmente cuando le dan un golpe a una persona desde lo alto de una escalera en la zona occipital cabría esperar que muriera por las contusiones. Sin embargo eso formaba parte de la diversión de los profesores de universidad - y del juez que no consideraba importante encerrarlos; el juez que consideró que el alumno estaba a la misma altura que sus agresores.

Y no lo entiendo. Tampoco asumo la manera de verlo. Sé que tiene que ser odio, un enorme odio; quizá proveniente del conflicto de ser yo de Cartagena cuando mis agresores son de Murcia; quizá sea porque quienes me agreden son funcionarios y yo era un veinteañero; quizá porque yo era un joven desarreglado y ellos unos señores con corbata..., o puede que fuera una combinación de toda esa misma mierda clasista y xenófoba.

En cualquier caso esto es lo que queda. Y se supone que soy yo el que tiene que decodificar mis conocimientos técnicos aun teniendo..., no vale seguir lamentándose. No hay otra.

Recuerdo la vez que me desperté dolorido por todo el cuerpo encima de la mesa donde tomaban un café (tras haberme dejado un burro de esos inconsciente por la espalda). Al parecer no habían llamado a la policía aquella vez, noté un fuerte dolor en la espalda..., algo no iba bien. Al verme más vulnerable que nunca, completamente encorvado, sudando de dolor por ese dolor interno, dos de los profesores abusones empezaron a reirse, dar vueltas, darme empujones, golpecitos..., los muy matones disfrutaban de ver que esta vez no podía defenderme. Y más que disfrutarían para cuando el juez se comprometía a que no pisaran la cárcel.

Como era habitual, los que estaban ahí tomando un café no movieron un dedo, ahora bien, el tetraplégico y el invidente se aliaron para ayudarme físicamente. Al ver eso, hice acoplo de todas mis fuerzas para herguirme..., y me dolería más a mí que a ellos, pero después de lo que les hice acabaron aún más encorvados que yo (luxaciones).

En aquella ocasión no pude esperar a la policía; la facultad siempre me pareció un lugar demasiado peligroso.

Esa fue la última vez que vi a los discapacitados en la facultad de informática de la universidad de Murcia.


El universo es frío. Pero son las personas las que lo hacen aún más inhóspito. Es la existencia de las leyes lo que hace que exista un nivel de crueldad que supera lo natural. Crueldad antinatural es proponerse unas leyes para protegernos de lo perverso y no cumplirlas expresamente. De hecho, ése es el papel del lado occipital del cerebro: reconocer el valor moral de las cosas, antes de emitir una señal al lóbulo temporal: para transmitir la necesidad de enfadarse, de motivar a los tuyos, de levantarse y luchar, de cambiar las cosas.

Puede uno mantenerse en un ciclo interminable de frustración continua. O también puede uno aprender a juzgar a cada cual por cómo es: el papel que han tenido los jueces de lo penal en España, su beligerancia. Todo eso son sucedáneos de justicia: el último grado de crueldad al que puede llegar un ser humano.

Un ataque directo a la historia, la democracia, al mundo del reconocimiento de las cosas, la moral, los Principios...

Podría probar a editar sin más..., y ya veré a posteriori si me convence para publicarlo. Mejor que no hacer nada...

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