viernes, 24 de mayo de 2019

Con la llegada de la humedad

¡Qué simple es el mundo y qué complejo gusta la gente que sea! Traedme a uno que sea simple, para que el camino sea recto mientras conduzca. Traedme a uno que no sea simple, y le pediré que aguarde atrás, no vaya a hacer curvas donde sólo vemos rectas.




El Panfleto 5- II

La gente, ni yo mismo, entendemos cuándo lo intrínseco funciona. Sabemos, como dicen los psicólogos, cuándo lo extrínseco nos motiva, pero lo intrínseco no puede motivarnos - salvo que vivamos una patología. Lo intrínseco es aquello de lo que están hechas las cosas. Lo extrínseco es aquello que se sale de la norma para incitar.

Cuando nos premian por nuestro trabajo, cuando nos organizan una ceremonia, afloran valores extrínsecos, principios que vemos y nos apasionan. Pero cuando una persona se encarga de velar por el cumplimiento de nuestros derechos, todo su cometido se vuelve intrínseco - sólo seremos testigos de sus errores.

Y habrá que ceñirse a los hechos, pues es de lo único de lo que podemos valernos: ¿cómo sabe el votante que éste o este ótro hizo bien o mal? Si sólo sabe lo malo, entonces creerá que en lo bueno fue por cómo se comportó en las fiestas del pueblo... Pan y olivas, ¿para el Pueblo o para la plebe? Que esa masa enfervorecida calle, para eso esas milongas que son muy baratas.

Pero, ¿acaso no es más válido poder denunciar todo cuanto no es de nuestro agrado y que, por haber acumulado tantas denuncias, acabe sumando lo suficiente como para ser depuesto por otro perfil mejor definido?

En una socialdemocracia se espera que las personas confíen en un logotipo. Yo no puedo entender esas manchas sobre un trapo, o un papel. Tampoco puedo hacer justicia juzgando a ni un solo ser humano ¿Quién puede acaso? ¿En base a qué?

Quieren verme participar, y todo cuanto soy capaz de hacer es quejarme de cuando se hizo una cosa en vez de la otra, de cuando se optó por una política en vez de por otra. O cuando, simplemente, no se acató o la ley o la promesa... De eso sí me acuerdo, pero los que se manejan con los logotipos no quieren que recordemos - quieren que OLVIDEMOS.

No me puedo permitir el lujo de ser de los que olvidan. No juzgaré. Pero no puedo olvidar todo y cada una de las cosas que se han estado haciendo. Y no me fijaré en quien, pero tampoco podré votar lo que está manchado.

Porque el camino, si es recto, no puedo elegir a retorcidos.

Me recuerda el caso de las madres británicas que querían ser madres. Hubo un hospital hijo de la Gran Bretaña que descubrió un caso extraño: la mortandad infantil parecía tener origen étnico, y además con la etnia mayoritaria - lo que obligaba a un estudio más pormenorizado. Al estudiar el caso más profundamente, observaron gracias a unas cámaras puestas en los cuartos de baño del hospital, que las propias madres se dedicaban a ahogar a sus propios bebés - y que esa era la razón por la cual aparecían tantos casos de desgracia continua. La explicación que le dieron los psicólogos fue que esas personas no querían niños sanos: querían sentir el poder de ser buenas madres, de cuidarlos, de tener complicaciones...

Pues así son algunos políticos. No quieren tenerlo fácil. No quieren quitarse trabajo. Lo que quieren es aparentar que trabajan: darse importancia mutua. Si hacen creer que la culpa de unas cifras estadísticas es por culpa de un político, dentro de su mentira, colarán la importancia del político en cuestión - le darán peso a la discrepancia política que porta. Y esa discrepancia es la gran mentira: un mero color de cortinas que no cambiará absolutamente nada.

Entonces veremos a políticos mentir. Lo necesitan. Quieren sentir la pasión de ganarse una y otra vez a sus votantes. Quieren sentir el poder de decidir por ellos, de ocupar el control político. Quieren sentirse presidentes, ser los mesias. Quieren ser artífices de las pasiones de sus votantes y que le aclamen.

Esos son como las madres que ahogaban a sus bebés. No encuentro sitio para el debate, jamás serán buenas madres con esos niños. Hay que alejarlas de esos bebés y, quizá para el siguiente, se lo piensen. Pero, si reinciden, ¿no sería legítimo el prohibirles engendrar?

¡Ay, sí! ¡Cuántas cosas hoy día las hacemos porque nos parecen de sentido común y que, hace décadas, se habría considerado una enorme tiranía antiliberal! Cree el necio que sabe lo que quiere, pero ¿acaso no soy yo otro necio?

Para necio escribir lo que escribo con la pretensión de conseguir algo.

No me déis papeletas, dadme cabida a una denuncia por incumplimiento de una promesa electoral y contabilizarla de forma objetiva para que el ejecutivo pierda puntos antes de volver a ser elegido.

Son fórmulas sencillas - somos nosotros los que queremos complicarlo todo con campañas hechas para gilipollas.


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