Tengo varias ideas de publicaciones, monetizables o no, que podría ir haciendo. Además, tengo pensado cumplir con un pequeño objetivo de cara a mi propio código deóntico como informático. Si voy a monetizar cosas de una manera expresa prefiero hacerlo para cuando lo coja el tranquillo.
Ya me lo imaginaba: divulgar es difícil - muy difícil. Contar cosas es fácil. Saber qué te gusta también. Tener un repertorio de nivel también es sencillo. Lo que es difícil es dar con el repertorio que seas capaz de contagiar a la hora de contar sus cosas y, por supuesto, dar con la fórmula que sintetice todo esto.
No es lo mismo escribir un ensayo en un lenguaje técnico a la espera de que otro colega te entienda porque estás repitiendo lo que espera que repitas y de la manera adecuada. En el caso de la divulgación no hay una manera adecuada, sino popular. Y yo, por lo pronto, sólo tengo cuatro suscriptores... De alto standing, pero sólo cuatro.
Y ahora es cuando enlazo mis experiencias en divulgación con una experiencia cotidiana que tenga que ver con la realidad política...., sí, seguro que los que me leen ya se han dado cuenta. O, peor, no sólo se han dado cuenta, sino que además les parece esos casamientos bastante sosos.
Bueno, pues ellos (los que me leen) sois vosotros; y sé que no sois muchos tampoco. Sin embargo hoy me meto con vosotros: no con motivo, sino para jugar otras tantas posibilidades ¿Cuántos habéis leído sólo hasta la mitad? ¿Cuántos habéis leído en diagonal? A medida que vaya reduciendo el número de quienes me lean profundamente entenderé que, el que lo haga, sí habrá entendido cuanto escribo. Así que me pregunto: ¿realmente crees que lo hago por ti? Si estuvieras multiplicado por cien, todavía..., pero no. Si has llegado hasta aquí este texto sólo matará tu curiosidad - nada más.
Y, para curiosidad, la siguiente: estaba una mujer gritando como una posesa en una de las calles de Cartagena. Me estaba acusando de haber estado posiblemente compinchado con el tipo que le había hecho un tirón en el bolso. La policía se dirigió hacia mí y me preguntó qué había pasado.
- Efectivamente, agente, yo también estoy un poco absorto, a ver si me ayuda a interpretar lo que ha sucedido - dije un tanto alucinado - estaba caminando por esta calle de aquí de camino, como es habitual en mí, hacia la librería Escarabajal. Entonces, escuché cómo había alguien que miraba a mano izquierda, justo en la calle de Máquinas, como si estuviera pasando algo por ahí. Al asomarme observé que había un hombre como discutiendo con alguien en la calle San Fernando.
- ¿Cómo era esa persona con la que discutía? - preguntó el policía.
- No la podía ver bien - respondí sinceramente - la ocultaba la propia esquina de la calle.
- ¿Y cómo era el hombre?
- No le sabría decir, tengo problemas de memoria temporal; y me cuesta reconocer rostros. Pero puedo asegurar que era mucho más alto que yo, y es el sujeto que le acabaría robando el bolso a esa señora. Así que ella debía de saber muy bien quién era.
- Bueno, sigue contando ¿Qué pasó?
- Resulta que observé como ese hombre forcejeaba con una señora como para quitarle el bolso. Al ver eso, desvié mi curso habitual para aproximarme hacia la calle. La señora, por supuesto, es esta embarazada en cuestión. Y entonces vi cómo cogía la acera menos transitada para ir por mi calle, viniendo hacia mí.
- ¿Por qué no lo detuviste?
- El asunto es que se fue aproximando desde la otra punta de la calle a ritmo rápido, pero sin correr. Y veía, al mismo tiempo a la embarazada como sofocada, como siguiéndole emitiendo gritos apagados "¿Por qué no chillaba?", pensé. Y supuse que podría ser alguna clase de prostituta o que en realidad tenían una clase de asuntos privados entre manos.
En este momento empezaron a oírse murmullos, griteríos..., para cuando se calmó el asunto el agente me dio la vez para que continuara.
- A medida que se iba acercando yo, con mi mano señaladora, le apuntaba a él mientras la miraba a ella: esperaba una señal por su parte. Le asentía con la cabeza y ella no hacía ni un solo gesto, seguía corriendo como sofocada sin decirme nada, ni hacerme ni un solo gesto de consentimiento. Mi información corporal era del tipo: "¿Lo aplaco?". Para cuando él se dio cuenta del riesgo que corría, empezó a correr de manera más visible y, para cuando acabó a mi altura dejé de mostrar mi gesto señalador y seguí andando con normalidad.
- ¿Y ya está? - dijo el policía.
- No - arremetí - ahora viene lo mejor: resulta que justo cuando se puso a mi altura y ya no había remedio para poder cogerle entonces va y la nena se pone a gritar: "¡que me está robando!". Y, claro, de sus vituperios se puso de manifiesto lo necesario: todos somos unos sinvergüenzas porque nadie la había ayudado.
- ¿Y por dónde se escapó?
- No sé si por ese callejón o por la calle, dirección a Plaza España.
El policía siguió preguntando por ahí o por allá, recabando testimonios para adoptar las decisiones oportunas. Así hasta que me puso en conocimiento de que, efectivamente, mi versión era completamente veraz; pero quiso aprovechar para insistir en lo que me había llamado tanto la atención.
- Ahora ya sabemos lo que tú eres - me dijo el policía - no tienes nada que ver con el ladrón, incluso no tenías aparentemente motivos para hacer nada; era más alto que tú y podrías haberte hecho daño.
- La cosa es que podría haber podido asumir el daño, pues tengo una excelente educación física - respondí - sin embargo aún me surge la duda.
- Eso, sí..., ¿cuál era esa duda?
- ¿Qué fue lo que provocó que la mujer no quisiera interactuar conmigo hasta que fue demasiado tarde? ¿En qué la convierte? Yo, como soy un caballero, no voy a decirlo; pero me parece un comportamiento realmente sorprendente.
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Supongo que en el día de mañana, después de que les haya dado a tantos periodistas la posibilidad de entrevistarme o hacer públicas mis investigaciones, si me piden una entrevista para cuando yo ya no les necesite..., supongo que lo entenderán. No vaya a ser que me tomen por un cobarde, un tímido..., alguien que podría ser arroyado por las circunstancias del famoseo..., nada que ver. Yo creo que para todo hay un momento idóneo.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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