domingo, 14 de abril de 2019

Teletransporte de Consciencia

Algunos creen que ya se tiene lo necesario para iniciar una salvaguarda de toda la información que tiene nuestro cerebro para así poder vivir para siempre. Quisiera bajarles del guindo mientras abro una ventana.




Tono musical

Algunos viajes nos llevan lugares que nos son desconocidos. Con la extraña creencia que tenía Colón de que la Tierra era como un huevo, pensaba que de norte a sur había mucho más trayecto que de este a oeste ya que, como mínimo, gracias a los viajes al Cabo de la Esparanza lo único innegable era que la tierra no podía ser plana.

La ciencia de la navegación y su estudio de astrología le hacía entender que, efectivamente, las constelaciones giraban de manera diferente en el hipotético hemisferio norte que en el hipotético hemisferio sur. Los marineros estaban seguros de algo cuyo modelo en el que aún se desentendían. Tenían mapas arcanos, antiguos; no reconocidos. Mapas que en otros tiempos habían dado con tierras. Tenían teorías de cómo debían formarse las cosas, cuando son esféricas: más natural que un huevo, que es como nacen las cosas, más que una piedra raramente esférica o de otra forma, que sólo se encuentran tras la erosión en los ríos o los mares.

La teoría, dada la información que tenían en la época era clara. No había otra, y los reyes portugueses tenían la oportunidad de financiar un viaje así. Quizá porque los mejores navegantes de la época eran los portugueses y esa empresa se merecía a los mejores navegantes con las mejores técnicas.

Pero todos conocemos la historia. Los que financiaron el viaje no fueron los portugueses, y el resultado del viaje no fue lo esperado.

Como embarcándose en un nuevo proyecto a lo desconocido, ahora hay multimillonarios que se están empeñando en soñar el hacer el viaje más largo al que jamás ni un ser humano soñó hacer. El viaje a la superación del umbral de la propia muerte. Poder embarcarse en una barca que vaya más rápida que la propia Parca. Reirse de los ríos de Estigia y paliar su sed a vivir para siempre.

Tal es el miedo que sufren algunos que ya se ha encontrado el multimillonario que se ha visto dispuesto a viajar al otro lado.

- Pero tendremos que matarte antes.

- No importa.

Suena escabroso. Suena tan escabroso que, por el momento, no hay dudas dentro de la ciencia y la tecnología: es completamente absurdo. Y adjetivos no faltan para algo así. Sin embargo, muchos desde la heterodoxia no quieren dejar de aseverar que la posibilidad no ha sido refutada. Dicen que es cuestión de tiempo y que, efectivamente, sólo tienen que superar un detalle técnico.

El detalle técnico ya está superado, que no os engañen: ya existe ese ordenador. Es decir, si fuera sólo un problema estructural, como defenderían algunos ateos (los deterministas), tenemos un estudio hecho por Jordan Inafuku (et al.) por el cual establece que para contener la información suficiente que almacene la estructura de un cerebro humano sólo hace falta 20000 terabytes (una burrada) y, además, el sistema debe tener una ALU capaz de trabajar con 1016 flops (operaciones de punto flotante por segundo). Ya está. Ya existe. Déjense de engañarse. Ése no puede ser el debate.

Por tener, tenemos hasta el candidato con dinero suficiente como para financiar dicha máquina y que ésta esté amortizada para que perdure con los años y los siglos hasta la siguiente crisis neoliberal. Un candidato que asevera estar dispuesto incluso a morir para emprender tal viaje.

Así que ése no es el debate. Porque eso es una realidad. Porque ya tenemos equipos más que suficientemente potentes como para simular lo necesario; equipos que, de construirse, serían demasiado caros para el poco o nulo uso que le fuéramos a dar. Pero claro, si el que lo va a usar es el millonario que lo subvencionó y, además, es para sostener su propia consciencia, entonces ya estaría bien fundada su construcción y diseño.

¿Entonces? ¿Por qué no se ha hecho ya en cualquiera de los estados de EEUU donde sería legal hacerlo?

Yo lo tengo claro pero, como siempre, voy a intentar explicar cosas más simples.

Desde el 2018 estamos viviendo una revolución sobre la consciencia que sólo el año 2000 pudo haber conocido. Es posible que los últimos espaldarazos sobre nuestra ignorancia queden resueltos de aquí a dentro de un año, o puede que se sigan dando palos de ciego. En cualquier caso, diré que el artículo de referencia sigue siendo el mismo artículo del 2005 (Criteria for consciosness in humans and other mammals). Y, claro, ha habido otros autores..., pero aquellos que le han dado un giro más trascendental no usan una metodología que le es útil al ingeniero.

El asunto es partir de la base de que la vida es todo estructural, y que imitando el cerebro y su sistema ya se tendría al sujeto. Y ya está, ¿no? ¿Por qué será que a más de uno esto no le convence en absoluto?

Cuando escribí mi novela "Luces y Espectros" una de las cosas que hice fue tocar el viaje del mundo de los vivos al mundo astral. Sin embargo me reservé mi derecho a no ser explícito, pues la vida y la muerte tienen sus ciclos y no nos corresponde hacer spoils, salvo que estemos dispuestos a asumir el infierno que eso supone.

El asunto es que todos los días suelo venir al kiosko del hospital donde trabajo de 9'00 a 21'00 horas, de Lunes a Domingo, sin descanso ni vacaciones. Y, en ocasiones, al venir, suelo encontrarme con un perro que recuerda a los galgos o dálmatas - no entiendo de esas cosas. Entonces se pone a andar siempre en la misma posición: a mi izquierda, para seguir mis pasos. Y lo noto: ese run-run que tenía en la mente se va despejando. Ese estrés continuo, esa furia que me llamaba..., se esfuma. De hecho, un día lo experimenté, noté que algo me curaba en salud, miré abajo a la izquierda: ahí estaba ese pequeño Anubis, esa criatura que, estoy seguro de ello, también notaba la eliminación de algún run-run que le acosaba a su cabeza.

Me imagino por mi cuenta (aunque seguro que ya habrá sido descubierto por muchos) que la electricidad nos podría explicar esa cosa misteriosa. Es como si, en ocasiones, nuestras cabezas generasen alguna clase de capacitancia de manera que, en combinación con lo que haga otra cabeza con su propio aumento de la inductancia, al final en suma nuestras cabezas acaben en resonancia.

Pero esto a mí no me llama demasiado. Los defensores de lo que podríamos llamar el estructuralismo cerebral creen que lo único que afecta a nuestras vidas es la información que almacena el cerebro. Pero claro, ¿y qué pasa con las conexiones inducidas? ¿Tan poco valor tienen? ¿Se ha demostrado eso mismo?

Lo mismo me ha pasado a la hora de escuchar el discurso político: quieren nuestro voto; el mío, por ejemplo, que soy autónomo. Y resulta que el pacto de no agresión al que han llegado todos los partidos y su discurso falaz es el de fingir que los autónomos lo tenemos más fácil, sólo porque nos han aumentado la cobertura. Parece que no se han dado cuenta de porqué nuestros vecinos del norte están manifestándose; es como si no fuera con ellos. Pero claro, ¿qué pasaría si los autónomos de España dijeran: estamos hasta las narices de tanta carga impositiva? Porque hace gracia que, al mismo tiempo que todos los partidos españoles aseguran que los autónomos lo tienen mejor, no han dudado en aumentar la cuota de autónomos para que, por supuesto, seamos nosotros mismos los que paguemos nuestras mejoras.

El asunto es: viven una clara desconexión, nada que ver con la realidad. No saben en qué mundo viven: mis dolencias no son sus dolencias. Mis problemas no son sus problemas ¿Y quieren que vaya a votar? Sé perfectamente lo que va a pasar si voy a votar: que justo el intolerante al que le importa un bledo el pueblo y se llena de palabras se sentirá refortalecido. Lo que hay que hacer es renovar esos partidos y quitar toda esa morralla de superclases que no aportan absolutamente NADA al sistema.

La vida en el cuerpo humano se parece mucho a la vida que le intentamos inducir a una sociedad. Los distintos homúnculos que componen la inteligencia de una sociedad acaba conformando los trípodes que van a generar los hitos históricos que rememoraremos debido a que tienen el formato que entiende nuestra consciencia. Los arquetipos que necesita un historiador sobre cómo se comporta una sociedad lo achaca a la hipotética figura de un rey o un presidente responsable de todas las decisiones adoptadas en dicho país - cuando eso es completamente falaz. Es la sociedad la que se comporta como si fuera un único personaje, y luego un personaje es quien se autoatribuye la autoría.

Muchos historiadores ya lo saben: son los estercoleros, los vertederos..., las dictaduras institucionales. Estructuras que denuncié hace años a Europa por motivo de un examen que no fue evaluado en un centro subvencionado por Europa y reglado; el asunto era tan turbio que yo, siendo miembro de la Delegación de Estudiantes no tuve ni derecho a poder comparar el paripé que le hicieron a mi examen con cómo evaluaron a mis compañeros. Sin derecho a réplica, ni nada. Todo una farsa. Y a Europa, aun teniendo un protocolo aprobado, esas cosas no le competen - a Bruselas no le llama esa clase de asuntos.

Lo que mueven a esos señores es su desvinculación con el Pueblo. Y, efectivamente, al final algunos historiadores y periodistas se están dando cuenta. Y éstos, por la fuerza que supone el concepto, bien pueden fijarse que es como cuando un cuerpo se comporta de manera inercial, como si fuera un muerto viviente - como los de mi novela.

Si eliminas alguna fuerza fundamental en la mezcla necesaria para la composición de la consciencia lo normal es asumir el riesgo de que, si bien alcances una vida eterna, bien pudieras acabar hecho un zombie..., ¡o vete tú a saber qué! Pero esto no se dice tampoco..., todo es muy bonito, y hermoso cuando los ingenieros asocian el arquetipo del zombie al origen de su palabra: las fantasías. Y esa es la manera que tienen de argumentar..., negando la realidad.

¿Han recogido a todos los pares necesarios para una correcta falsación de sus hipótesis? Por lo que leo, estoy casi plenamente seguro de que no. Pero la ciencia funciona así: esta ciencia que conocemos funciona de esa manera.

Yo me imagino qué pasaría si un ángel, o como lo queramos llamar, bajara a la tierra y nos diera explicaciones de carácter astral para implementarlas en nuestra tecnología. Hay que tomarse esta última afirmación como un ejercicio mental pues, es un hecho: soy ateo, no he visto a nadie ocupando el trono astral. Y a mí Proudon me la trae al pairo, allá vosotros y vuestros ídolos patriarcales. Sin embargo, me lo pregunto: ¿cómo se comportaría la ciencia actual si tuviera tecnología para viajar al mundo espiritual? ¿Acaso no lo explotaría (en el peor de los sentidos)? ¿No intentaría sacarle provecho? En definitiva, lo destruiría - de haber existido y, por ende, nuestra sociedad actual no está ubicada filosóficamente de una manera compatible con un conocimiento como ese.

¿Qué podría ser un mundo astral para alguien que no cree salvo en lo que experimenta, o falsaciona? Pero claro, ¿qué podría ser la consciencia para alguien que no piensa que los animales seamos meras máquinas? Aún no se ha superado el gran debate de cuál es el papel del hombre en la Tierra. Si no se tiene superado ese debate, si no somos capaces de mantener una conversación inteligente con nuestros vecinos de las Estrellas de la Esperanza, entonces nuestros modelos dudo que lleguen muy lejos..., y nuestras máquinas se quedarán a medio camino.

Pero claro..., ¿qué clase de ingeniero se atrevería a montarse un discurso que suena a new age? Así que tocará descubrir si van a ser capaces o no de entrar en el debate del criterio de la demarcación, de qué es ciencia y qué no lo es y, por ende, dónde ubicar esa palabra: consciencia.







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