A los jueces, los mayores expertos en Derecho, no les debe importar la verdad, pues la verdad no suele ser compatible con los hechos. La verdad es demasiado casual, mientras que los hechos es lo que más se repite y con lo que podemos fijar un cierto orden. La verdad puede provocar que una víctima se sofoque y se derrumbe ante un juicio, de la misma manera que un manipulador podría aprovechar la coyuntura para comportarse de la misma manera.
Movidos por las formas, los magistrados deben examinar los hechos según las costumbres de las gentes que estén siendo juzgadas. Es por ello que no pueden permitirse el lujo de dejarse llevar por las apariencias y, de ahí, que deban negar las evidencias cuando éstas muestren una información que se evada de los hechos probables.
Es entonces cuando el influencer de turno se desahoga con los suyos. Ha pasado el juicio y ya se pone a chillar. El abogado le puede dar consejo sobre cómo tratar con sus colegas, pero no sobre cómo tratar con sus telespectadores. El influencer ha conseguido una fama por ser como es, por pensar como piensa, el abogado, sin embargo, sólo es competente en su trabajo. Así que, de nuevo, el influencer vuelve a tener las formas con sus fans que no tiene con los juristas.
Y es cierto que es así como debe ser: se sincera con los suyos y es veraz ante la justicia. El problema es que, en ocasiones, un exceso de sinceridad sirve de carnaza para psicópatas y manipuladores; porque pueden adivinar por dónde va a salir el ídolo y, de ahí, que puedan orquestar movimientos de manera que puedan fingir alguna clase de veracidad para poder manipular a la Justicia.
La fiscalía, tan desbordada que está de falsas denuncias, y la policía, tan incompetente a la hora de reunir pruebas cuando éstas son un montaje, bien podrían cobrar menos por su trabajo y que el pueblo pague por una institución que se dedique a perseguir las calumnias y las manipulaciones por lo civil como ocurre con la Agencia de Protección de Datos, manteniendo la institución a base de multas cuantiosas.
De la misma manera, igual que la Agencia de Protección de Datos no tiene una inspección que la regule en condiciones, este tipo de propuestas exige siempre incorporarse con una ley que vigile muy de cerca esos comportamientos amorales que suelen tener los funcionarios cuando no son correctamente vigilados. Son cámaras que deberían de ser trasparentes, moverse por una forma de jurisprudencia y sus miembros deberían de ser cesables por un jurado.
En cualquier caso, lejos estamos de comprender cómo automatizar la democracia y sus controles. Lejos estamos de comprender cómo hacer que una máquina comprenda los arcanos que mueven los criterios y las interpretaciones de nuestra vida más humana. Lo uno está muy ligado con lo otro. El reflejo de cómo las reglas pueden controlar las interpretaciones es lo que necesita una máquina para que tenga las suyas propias.
Dicho esto, nada más impropio como permitir que una máquina tenga sus propios intereses al margen de la sociedad..., pero poco a poco voy complicando los esquemas, se van entendiendo menos...
Quizá mi problema es mi exceso de sinceridad en este blog. Si yo fuera dirigiéndome a mis sucedáneos con ira y rabia, gritándoles, clamando al cielo..., entonces la probabilidad a que alguien se quede leyendo sería muchísimo más irrisoria.
Bueno, este documento lo he escrito mientras se oían los ruidos atronadores que suelen escucharse en un hospital, con gruas y motores estruendosos que ametrallan con sus decibelios el descanso..., aunque es peor estar en esas camas, con ese ambiente tan cargado lleno de malas vibraciones... Mi trabajo suele ayudar a que reciban regalos con buenas vibraciones, algo que rompa esos esquemas y les ofrezcan mejores intepretaciones. El cuerpo y la sanación son una forma de justicia. La inteligencia es una habilidad para recuperar el equilibrio. En eso se basa la supervivencia.
Cuando la sociedad pierde su autenticidad y se deja llevar por la algarabía manipuladora, entonces todo su cuerpo se descalabra y sucumbe al caos, el ruido, la injusticia, ...
Espero que os sirvan mis reflexiones.
Hasta la próxima, sucedáneos.
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