lunes, 2 de enero de 2023

De vuelta a la realidad

Tenía previsto un modelo predictivo diferente, pero no me ha dado buenos resultados. Toca aceptar que ni voy a conseguir entregar nada que me interese entregar, ni tampoco tenía mucha fe en la imparcialidad del jurado. En este juego de intereses al final todos perdemos.

Aún así me guardaré en el cajón la experiencia. Puede que algún día la depure en favor de otro pequeño descubrimiento que, tal vez, se convierta en una innovación de interés. Todo este proceso de mecanismos diversos de deep learning me ha servido para practicar - sabía que no me serviría para otra cosa, aunque albergaba un pequeño halo de duda por la posibilidad de que se rompieran esas barreras..., por una vez.

Algo en mi interior me lo decía, podría hacer que itere más veces, aplicarle más entradas para forzar aún más el entrenamiento, podría lucharlo más..., sí. Pero lo que no quiero es "matarme" para luego descubrir que, de un plumazo, pasan por completo. Esa es una concesión que no les otorgaré.

Llevo todos los años de mi vida viviendo esa realidad: el patrón observando con cinismo, y cuando se le reclamaba un juicio éste actuaba con el comportamiento más sádico posible. Su objeto era disfrutar haciendo sufrir al de siempre, a quien le inspirara hacer sufrir. Es el sistema vertedero: algunos ocupan una posición de privilegio, y éstos se valen de tal posición para elegir quiénes serán la lista blanca, la negra y la gris. Lo curioso del tema es que la lista blanca es la que consigue la evaluación: los juicios personalizados, pensados y escuchados con minuciosidad es para los que integran las listas blancas. Los de las listas grises está claro que reciben un mero aprobado, o cualquier cosa por defecto. Lo malo es ser de la lista negra, entonces hay un proceso muy cuidadoso de intentar hacerle daño a esos integrantes.

La existencia de las listas grises se debe a la inoperancia estructural del sistema: no pueden ocupar el cargo que ocupan. Mientras que la existencia de las listas negras proviene exclusivamente de una perversión sexual: una obsesión maníaca de obtener placer allá donde nadie normal espera experimentar nada. 

Tan pronto como los cargos públicos descubren esos comportamientos proceden a buscar la manera de echarle la culpa, en ocasiones, a la víctima. Entonces es cuando se entiende el alcance de las listas negras. Lo entendemos cuando comprendemos cómo funcionan los vertederos en los países socialdemócratas. La dictadura institucional se encarga de velar por el cumplimiento de lo que es justo; cuando la observancia de tales hechos se hace imposible es cuando ocurren los problemas.

Yo he tenido que contemplar cómo tras ser agredido por profesores de universidad los jueces de guardia y el juez de lo penal encargado se movían bajo una concordancia realmente siniestra. Los agresores nunca eran detenidos, aun repitiendo sus agresiones. Y el fallo final del juez, sin haberlo hablado con la víctima, fue que había una relación sadomasoquista entre profesores y alumno, un deseo de que se produjeran las agresiones. Ése es el alcance de las listas negras: el deseo de asesinar a los jueces de este país.

En ocasiones solo se puede producir una revolución con sangre. Quizá éste sea uno de esos casos: ¿por qué hay tanto sadismo entre los jueces? ¿Qué esperan encontrar entre las víctimas?

Un abogado me lo recomendó mucho tiempo antes de que todo este caos se produjera: me lo recomendó al primer o segundo año de agresiones, me dijo que tenía que matar a esos profesores - que no había otra manera. Y me dio una pauta a seguir, me dio detalles que desconocía entonces sobre el sistema judicial, que si dos años, que si salir por buena conducta..., nunca había escuchado tantos tecnicismos. Años después me harté de leer y escuchar de ellos al comprobar que el abogado "tenía razón". Me predijo lo que me sucedería si no le hacía caso, no le hice caso por mi orgullo y creencia en el sistema. Estaba claro que me equivoqué: porque no conseguí el título, lo que conseguí es que los profesores no me corrigieran los exámenes, y en secretaría había una regla automática de ponerme la nota más baja, incluso cuando el profesor se había comprometido a darle a todos los alumnos un mínimo de X - entonces yo tenía X menos algo.

Abandoné la universidad porque se convirtió en un cachondeo. Como lo fue el sistema judicial: ¿por qué tenía que matar a los profesores de universidad, no sería más lógico matar a los jueces? Esa parte es algo que nunca entendí. Las revoluciones no se hacen acabando con las ramas, pues eso lo que hace es podar el árbol.

He hablado con mucha gente sobre este tema, han concluido en que los que dirigen la corrupción en España son los jueces, y son ellos los que, de vez en cuando, necesitan podar todo este entramado. Necesitan quitarse carga judicial alentando asesinatos. Es aún más turbio de lo que insinúo, porque no he contado todo lo que sé.

No puedes resumir todas las conversaciones que has tenido en la entrada de un blog. Sin embargo el asunto es que esto no es exclusivo de España. El mundo académico está lleno de estos comportamientos fascistas. No es de extrañar que, dependiendo de la moda que aparezca en los medios (que si mujeres, que si blanquitos, que si gays...), algunos puedan conseguir con mayor o menor dificultad sus objetivos. Lo académico, se suele decir, es político. Pero la política no existe, pues depende de la existencia de un juez que admita o no la acusación por discriminación.

La verdadera política no tiene nada que ver con la imagen: se trata de la propia filosofía de la economía de lo público. Atribuirle un carácter de poder a la política, cuando el poder es un concepto cultural, solo es un fiel reflejo de hasta dónde llega la perversión sádica.

En mi opinión los ciudadanos deberíamos de tener el poder suficiente como para despedir a los funcionarios que se comportan con sadismo. Y ese poder, en cuanto a que no es efectivo en ningún modelo, sí que no existe.



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