martes, 5 de julio de 2022

El contagio cultural

Existe una dolencia que en una máquina es difícil de implementar, y está basada en la percepción de la incontinencia que se tiene para expresar un sentimiento interno. Algo así se produjo en mí cuando de viaje de estudios acabé en Madrid y se introdujo en la programación ver el Guernica, después de haber visto ese cuadro cientos de veces en pequeñas fotografías y haberlo comentado en clase.

Era el viaje de estudios del colegio, y el asunto era que conocía el cuadro perfectamente ya; conocía sus símbolos, lo que significaban... Había tenido la oportunidad de esperar con mis compañeros en un enorme pasillo mientras veía los bocetos del cuadro. La espectación bien podía ser espectacular, pero en realidad yo iba con el grupo y ya conocía el cuadro. Es decir: analíticamente conocía el cuadro, consideraba que no había ningún aspecto físico que no conociera de él. Y era cierto, antes de venir para allá a mí siempre me gusta prepararme las cosas, saber qué es lo siguiente que va a pasar..., por lo que prácticamente sabía incluso cuáles iban a ser las dimensiones del cuadro, y que habría un cristal en medio. 

Así que para cuando entramos en la sala nada fue una sorpresa para mí. Nada me llamaba especialmente la atención. Quise dejar a mis compañeros que ocuparan el centro de la sala, que se maravillaran de la obra de Picasso. Mientras, miré un poco las estatuas que habían, el entorno..., me acomodé en una esquinita para ver el cuadro entre los trasluces y dejé pasar el tiempo intentando pensar por mis compañeros.

Sin embargo la guía me echó el ojo, así como mi tutor, me insistieron en que desde donde estaba no podía ver bien el cuadro; y yo se los agradecía, pero ¿para qué? Ya conocía el cuadro.

Pues bien, el asunto es que sí, conocía el cuadro, pero no la experiencia de ver el cuadro. Y eso lo sé porque me convencieron para mirarlo desde el centro mismo, desde el lugar idóneo en el que las luces alimentan los colores en blanco y negro de El Guernica. Y, desde el lugar idóneo en el que me colocaron percibí algo inaudito: la enorme diferencia entre conocerlo y vivirlo. Resulta que realmente era cierto que no es lo mismo una fotocopia o foto pequeñita que ver el cuadro en sí con toda su magnitud.

Dicho esto, lo siguiente que ocurre es: ¿qué sensación pude tener entonces si no era capaz de haber sido escrita como un conocimiento que pudiera leer en un libro o comunicado por un profesor? Y, claro, ¿esa sensación es susceptible de ser programada en una máquina? La cosa es que hay que "saber" hacerlo bien, con un buen modelo la máquina debe ser capaz de prestar atención a los distintos aspectos para percibir una diferencia entre lo que vive y lo que conocía de la obra.

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Ayer mismo acabé resolviendo el problema que tenía con mi portátil. Ya tengo tres proyectos preparados para convertirlos en guión de película: un largometraje convencional de romperte la cabeza, un guión pedagógico para adquirir L2 mientras ves una parodia y una idea rompedora de librojuego que necesita un montaje tan complejo como la creación de un guión y que podría usar para darle un rendimiento lucrativo autónomo con ideas filosóficas que le romperían la cabeza al jugador que viva la experiencia (porque ese tipo de cosas no se suele ver en los librojuegos).

Sin ir más lejos, cuando iba al instituto - en el último año, conseguí que un grupo de amigos consideraran mis reglas de juegos de rol como un pelín más trascendentes de lo que están acostumbrados. No se trata de meras historias que eran divertidas de jugar, la gamificación solía esconder un "algo más". Pero para percibir ese "algo más" no te lo podían contar, porque sería como un spoiler, tenías que vivirlo. Y, en ocasiones, aunque te lo contaran, había cosas que no se podían explicar: como vivencias propias del que le divierte cierta clase de cosas y encuentra variaciones específicas. Creo que en la jerga de los guiones se suele llamar..., ¿escribir entre líneas? Es como una referencia o huevo de pascua. La gracia de escribir entre líneas no está en incorporar la referencia sin más, que eso es lo primero que hay que hacer, hay que buscar la manera de que tus referencias conformen un sistema y puedan dar aparición según el código DOS, TRES o CUATRO. Porque si solo aparece una vez entonces solo será un huevo de pascua y, para que adquiera un significado sistémico, deberá de vincularse con otros objetos para que cumpla un pseudocódigo DOS, TRES o CUATRO. Ya mencioné que habían como 12 tipos de aeones, o divinidades, y ese tipo de maximales describen simetrías entre ellos si están bien descritos.

Pero vamos..., cuando se crean historias entre líneas lo que se suele buscar es el doble sentido, el guiño, alguna comparación, ironías..., si se observa algo interesante como una evolución entonces ya podemos tirar por el TRES, se mete transformaciones y, si entre líneas, se puede montar una historia de trasfondo con todos sus elementos..., claro, todo eso sería lo ideal. Sería resultado de un trabajo duro y profundo. Aunque hay que tener cuidado con el perfeccionismo: planificar es bueno, pero no se debe volver a la planificación para cuando has empezado a trabajar - podrías acabar en bucle. En ocasiones hay que apostar por la acción, la experiencia. Aprender a partir de lo que haces, no de lo que te imaginas.

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Me acaba de entrar una cagalera... Yo me pregunto porqué cuando pongo mi currículo no consigo un trabajo: creo que el poner este blog como ejemplo debe ser muy bueno para transmitir mi compromiso. Pero bueno, me voy al cuarto de baño un momento...

Ya he vuelto. Y es un hecho: una vida sedentaria, sin especiales objetivos que cumplir, con la necesidad de tomarse un café de vez en cuando..., al final acudes al cuarto de baño. Lo normal sería tener un poco más de vida social, para que el cuerpo cierre más los splinters..., o como se llamen esas cosas.

El asunto que quedaba por contar era las ganas que tiene un artista para transmitir ese demonio interior, de plasmar ese mensaje por escrito. En un momento dado observa unas herramientas y genera con ellas la experiencia de la creación. Paradógicamente, para cuando haya terminado de hacer el producto observará en su derredor cómo ha creado una nueva víctima: la sensación que tenía el creador dentro se replicado en el espectador. El espectador de la obra, como crítico, buscará la manera de analizar la obra, de ponerle un contexto y de resumir las ideas que expresa. Pero, de una forma o de otra, su comentario crítico es la única manera de plasmar su experiencia. Y tiene la sensación de que o consigue que otra persona viva su misma experiencia o no conseguirá transmitir todo lo que tenía en mente.

Es como una enfermedad. Es como un virus que se contagia de una persona a otra naciendo en el propio autor. No está reconocido en la OMS, pero recuerda a los intentos que tienen algunos con declarar el amor como una enfermedad - llamarlo dependencia emocional a todo no es más que la derrota de la civilización. Por suerte la mayoría de las personas los verán como panolis: lo que escribo en estas líneas es de sentido común, los instintos mayoritarios de la gente les induce a pensar que, como tal, todos estos memes culturales no son ninguna enfermedad. No se trata, por tanto, de una demencia compartida.

Ya en su momento se lo eché en cara a uno del opus: ¿por qué acercarse a la tentación supone un acto pecaminoso si no se hace el acto en sí? ¿Acaso no debe considerarse el acercarse a la tentación como un mecanismo para entrenar a la voluntad? Más en concreto, es el mismo camino del asceta: el áscesis consiste en doblegar la propia voluntad para entrenarla de cara a los designios de la voluntad de Dios. Pero claro, hay que pensarlo bien: ¿acaso el matrimonio no es un evento cultural que podría saltarse el individuo para entrenar mejor la voluntad? Bien podría haber relaciones prematrimoniales en la pareja para que aprendan a convivir, y estos actos serían del mismo nivel asceta que cuando el señor del opus se flagela o se pone un cirilo en la pierna. El dolor del que sufre el encuentro prematrimonial reside en que asume una relación que no termina de ser consumada mediante la oficialidad y, por tanto, siempre sería susceptible de ser finalizada unilateralmente. Quien asuma la posibilidad de perder en cualquier momento a su pareja está alcanzando las mejores dosis de fuerza de voluntad posibles. Mucho mejor que hacer sangrar el cuerpo sin motivo.

En cualquier caso, el exceso de relativismo en los religiosos lo suelen resolver gritando mucho y acusando en falso a los existencialistas de ser relativistas; cuando en realidad, con la lógica en la mano, el existencialista defiende la ley natural del ser humano de manera mucho más férrea que la mayoría de (o quizá que todos) los religiosos. Y esto es por el trilema que se forma entre el ascetismo, la tentación y la utilidad del rito convertido en una liturgia. Al fin y al cabo, si la tentación formara parte de la religión entonces no existiría ese principio básico de aprendizaje religioso y, si la religión no fuera ejemplar, entonces tampoco existirían los referentes religiosos... Es una cuestión de lógica: y por lógica el religioso está abocado a ser un relativista moral, atenido a las ideas alienadas que tenga por escrito en alguna clase de texto sagrado.

Y ahora es cuando digo..., ¿no es posible que sí sea considerado ese contagio cultural de la alienación como una enfermedad? El creador de obras siente una satisfacción cuando crea, pero también hay un proceso de construcción de una realidad que es compartida en la sociedad y que hace a los integrantes de la misma en personas más modernas. Es la idea de progreso, idea que no es compatible con la defensa del rito ¿No podemos perfeccionar nuestra voluntad evitando ir a misa? Algo así como obligando a nuestra alma a que encuentre el camino de su conversión con Dios sin necesidad de ritos, al más puro estilo de san Francisco - desde lo natural, desde la maravilla de lo cotidiano. Si se hiciera así..., ¿acabaría siendo expulsada de la creación al propio dueño del paraíso?



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