martes, 15 de noviembre de 2022

Relato. El futuro da miedo

A plena luz del día en una playa un chaval de veinte años yace desnudo y solitario. Aparentemente muerto las olas intentan despertarlo mojando la punta de sus pies. La arena conformaba una venial mácula de la piel de ese hermoso muchacho nada más reincorporarse. Su rostro no era más que una combinación entre la estupefacción y el horror de no saber qué hacía allí. Miró allá donde su imaginación le permitía y donde su cultura le admitía entender. Pero no encontró nada ni en los lindes de la playa, ni más allá de esas desiertas palmeras o de lo que hubiera pretendido entender en el pasado de las lagunas que inundaban su lucidez.

Ahora le aterrorizaba la vergüenza de dejarse ver por el fantasma de quien fuera responsable de esta empresa. Pero no se paró ni un instante en esa idea antes de que le llegara el recuerdo de su futura esposa, su novia, con quien empezaría a hacer planes para vivir juntos después de que le llegara un trabajo, una casa, un futuro... Ahora todo posiblemente tirado por la borda. Y eso era peor que quedarse desnudo.

Descuidó su futuro académico después de que le fuera posible entender todos los cursos de inteligencia artificial, programación, para acabar en una gran compañía. Con mucha fuerza fue capaz de comprender la dinámica de la empresa, de entenderse con sus compañeros y había grandes espectativas. Así que miró la arena, frustrado, y se secretó su orgullo de ser humano mientras crecía una enorme rabia:

- ¡No es justo! ¡No! - cayó de bruces.

Ni lo entendía. Pero ya no era un ser humano. Solo era el juguete de algún malnacido con capacidad para hacer algo así ¿Qué le aconsejaron sus padres sobre su futuro? ¿Le habría ido mejor si hubiera seguido estudiando? ¡¿Y por qué martirizarse de algo de lo que no era responsable?! ¿Acaso actuó mal? ¿Era sobre eso mismo esa broma pesada? ¿Broma de quién?

- ¡Malnacido! ¡Muéstrate! - gritó de rodillas.

¿Y por qué un malnacido? ¿No podría ser alguna mala novia con poder suficiente como para especular con la vida de la gente? ¿Quién no ha podido tener algún desliz con la hija de un ricachón psicópata? Al fin y al cabo, la ley desde hace tiempo ya no la redactan las personas, ni se aprueban por sus representantes... Deep Law, lo llamaron. A la espera de ser aprobada por los iletrados que son elegidos por el Pueblo.

¿Podría culparle él mismo, ya desnudo, de que el mundo es injusto cuando es el iletrado el que consigue el trabajo? Raro sería que esa niña rica a la que posiblemente ultrajó siendo adolescente no tuviera una colección de desamparados distribuidos por estas costas. Porque hay que ser muy mala persona como para echarle la culpa a uno de lo que le pase, lo suficiente mala persona como para que le haya sucedido con más de uno. Porque de algo él estaba seguro: nada había hecho ni había pista de ningún tipo de qué es lo que puede hacer nadie como para merecer esta clase de ofensa.

Una silueta de un niño entre las palmeras se asomó hacia donde estaba nuestro infortunado. Al menos éste sí pudo improvisar una vestimenta para perdonar sus vergüenzas, pero había otras que no tapó. Mirando a lo lejos, fue observada la figura inquieta que adivinaba una lanza en una mano mientras andaba entre las palmeras sin atreverse a acercarse a la costa. Así que probó a levantarse mientras se tapaba, no porque se sintiera acomplejado ante la figura, sino porque siempre tuvo un perfil heroico y nadie tenía derecho a arrebatárselo.

El lancero se acercó lentamente con unos trapos e improvisaciones que conformaban un todo. Poco a poco el hombre vio en el chico una silueta impropia en un ser humano, así como en un guerrero.

Mientras se acercaba vio cómo tenía un único ojo, pero estaba situado en el centro. No le faltaba ni el izquierdo ni el derecho, le faltaba ambos, pues en ambos tenía sendas cicatrices. Y, mientras se acercaba, pudo observar que le faltaba las orejas pues, en su lugar, tenía como unos tubitos de plástico que estaban bien sujetos al cráneo. Mientras, el niño siguió acercándose y pudo observarse que tenía una peculiar cojera que no era un movimiento natural: las rodillas las tenía invertidas, y tras la operación parece que no fue capaz de cogerle aún el truco para caminar con soltura. 

Llegó a estar lo suficientemente cerca como para darle lo necesario para cubrirse y le sonrió para espanto del visitante: no tenía diente alguno. O eso parecía.

- ¿Cómo te llamo? ¿Encío?

- No hay de qué. Ven, ellos querrán que les visites.

- ¿Te refieres a quienes te han hecho esos arreglos?

- Puedes quedarte aquí y volver nadando. No tienes elección.

Y dicho esto Encío le dio la espalda con soltura para volver sobre sus pasos con suma tranquilidad. Claro que, bien pensado, ¿qué debía esperarse de esa situación? Pensó buscarse un vídeo en Internet que le explicara cómo sobrevivir en una isla desierta, hasta que descubrió que de los improvisados bolsillos no salía el Wifi.

Rápidamente salió corriendo contra el niño y le quitó esa especie de lanza. Lo que lo desequilibró en una caída angustiosa que provocó un grito. Desde abajo, el muchacho miró decepcionado con su ojo, enrojecido por no ser capaz de emitir lágrima alguna. Le extendió la mano a su ingrato invitado, a lo que le respondió ofreciéndole la suya para ayudarlo a levantarse.

Sin embargo el niño no aceptó el ofrecimiento. Le señaló a su enorme palo, que bien mirado, no era más que un bastón porque no tenía un lugar al que llamar punta. Bastante atractiva era la atención del chaval como para atreverse a observar qué clase de palito venía con él.

- Disculpas - le dijo mientras le devolvía su bastón.

En cuanto se reincorporó el niño se lo dejó bien claro:

- El día en el que las cosas ya se dejaron por dichas, y que el individuo dejó de importar más allá del colectivo, los inoportunos perdimos nuestro derecho a ser buscados porque no teníamos representación. 

- ¿Dónde te enseñan eso?

- En nuestra escuela. Ahora deberás empezar de cero. Piénsalo, estamos en un lugar privado y las leyes son redactadas a partir de lo que las máquinas consideran que hace que las cosas vayan mejor.

- Pero si soy informático, ¿por qué yo iba a suponer un problema para las máquinas?

- Quizá porque habrías supuesto un cambio. Eso lo saben hasta los de primero.

#Historiasdelfuturo


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