La filosofía efímera, la que se olvida pero hace pedagogía de lo que sea real vuelve a hacer mella en este blog. Anoche tuve la oportunidad de planteármelo, de poderlo pensar: cómo nos vemos abocados a la inevitable fase decadente de la postmodernidad corporativista y su pensamiento de rebaño. Sin embargo, aunque sea inevitable tener que pasar por ahí, otras culturas y otras épocas podrían también haber pasado por un periodo de mayor lucidez al vivir esa fase en un periodo tan breve de tiempo que con solo surgir la idea en la mente de todos los individuos pudieran rechazar ser víctimas de tal experiencia.
Sin embargo, lo dicho en el párrafo anterior, a mi juicio, es ininteligible para el 99% de mis coetáneos. Sin ir más lejos, aun explicando los conceptos más obvios, con una tecnología que favorece a la gente culta a darse cuenta de los errores que comete, tengo dificultades para conseguir hacer que se me entienda. Así que, ¿cómo pretenderé darme a entender ante algo tan grande como es la postmodernidad?
La persona moderna rompió con la servidumbre de tener que vivir en dependencia del feudo en el que nació; podía hacerse patriarca de sí misma y crear su propio clan, sin importar si fuera patriarca o matriarca, negro o blanco, o cualquier otra combinación que la persona no moderna no conciba. El nacionalismo, sin ir más lejos, intentaría ocupar el lugar del patriotismo al verse amenazado por las ideas modernas de liberalidad, de avance personal. Lo mismo ocurriría con las religiones, que buscarían formas gnósticas y reinterpretaciones modernas de lo antiguo para así venderse mejor. Sin embargo los chovinismos, así en general, no son más que manifestaciones de alienaciones hacia el pasado. Es una forma de adoptar una moralidad que no es la de nuestro tiempo.
Los extremistas no podrían quedarse callados, y atraparon la modernidad en un nuevo enfoque que conviertan a las personas en extremistas y así perder su humanidad moderna. El postmodernismo aparece en los distintos ámbitos de la literatura humana, que no es sino el reflejo de los hitos históricos de la civilización que es objeto de estudio. La semiótica postmoderna tiene sus símbolos y sus expresiones, y por tanto, la postmodernidad es susceptible de clasificarse como lo hacen los propios signos que se usan en la lingüística.
En su momento Shanon apreció la diferencia que hay entre datos e información, y algo así habría que considerar: lo que nos da información es lo que supone un mensaje distinto - mientras que lo que es un dato no es más que una secuencia convenientemente bien almacenada. Como no nos interesan los signos por sus datos, deberíamos de centrarnos en la información que aportan: y es aquí donde llegaremos a entender mejor la obscura reflexión a la que llegué.
Cuando Gödel demostró que no había ciencia, que entrañe suficiente complejidad, cuyas reglas puedan describir con suficiencia todo su ámbito y, al mismo tiempo, sean capaces de ser suficientes para explicar sus propias preguntas por alguna razón muchos filósofos entraron en una fase de kali yuga. No se pareció entender. Bertrand Russell fue el primero en asumir que el empirismo lógico había muerto. Pero lo que a mí me parece sorprendente y digno de la etiqueta "idiocia generalizada" es que posterior a Bertrand Russell siguió apareciendo más empiristas lógicos. Quizá el zénit de lo inabordable se encuentre en Davidson que, al no poder asumir algunas de sus propias preguntas como incómodas incongruencias, solo podía citar a Hume - como intentar hablar en su nombre para dejar el problema abierto ¡Éso sí que es obscuro!
La verdadera obscuridad en la filosofía es cuando se vuelve clara, de una manera o de otra hay que dar explicación a lo que no lo tiene. Y estaba claro que las premisas de Davidson no podían darle explicación a dos aspectos importantes: el papel del físico ante la singularidad planteada en los años 20 por Alan Turing de una máquina capaz de pensar y la supuesta capacidad que tiene el ser humano para distinguir una correlación de una ley causa-efecto físico. Y es que si eliminamos la distinción entre los juicios sintéticos y analíticos entonces no dispondremos de un lenguaje necesario para clasificar la forma que tienen los conceptos de relacionarse entre sí.
El propio Davidson introdujo muy inteligentemente para los estudios de la semiótica el concepto de evento. Idea que, a mi juicio, faltaba por añadir. Asímismo el propio Davidson cita a autores para recalcar elementos fundamentales que nos ayudaría a entender qué es un evento. Sin embargo olvida que los eventos se sintetizan y son instancias de conceptos. Que algunos conceptos son comportamientos que son resultado analítico de otros comportamientos. Que algunos conceptos son el sujeto o el objeto de tales comportamientos y poseen una relación horizontal, por tanto; y no serán susceptibles de ser analizados en tal caso, sino sintetizados. Por eso, tan pronto como incorpora una nueva herramienta a la semiótica al mismo tiempo la mutila con la peculiar creencia de que el físico puede tener leyes físicas que no sucumban, o mueran, con la llegada de un nuevo paradigma.
Todas estas críticas son conocidas y fueron estudiadas. Lo sorprendente es que tuviera que enfrentarse el Círculo de Viena con un grupo de físicos que les contradijo; entre ellos, y me refiero a la Escuela de Copenague, el propio Albert Einstein - que si lo cito a él, cuando no a otros físicos como Marie Curie, es porque en física Einstein es considerado un fisicalista estatista extremo hoy día inaceptable entre las filas más convencionales de la física. Es decir, fíjense en la ironía: los positivistas lógicos eran contradichos por su extremo fisicalismo por el más extremo y exagerado de los fisicalistas que pudiera tener la física. Es decir, el Círculo de Viena la habían cagado de nacimiento. Si los filósofos de entonces tenían dudas, entonces ni los matemáticos ni los físicos lo compartían. Y ahí estaba el señor Davidson, intentando despertar a un muerto. No hay nada más lúgubre.
Entre mis teorías ya explicaba que la semiótica se divide entre sus recursos persistentes en los textos filosóficos (contextuales) o históricos. Lo que quiere decir que el estudio de cómo piensa o puede pensar en coherencia el individuo puede caer en su personal kali yuga, en una fase de idiotez o de patadón para adelante. Como acabo de describir con los empiristas lógicos.
Por ello, si hemos visto cómo en la historia los sabios hacen el idiota, ¿acaso no es posible que para cuando repercuta en nuestros cuentos e historias personales que ya hayamos aprendido la lección para salir del paso más rápidamente? Bueno, pues el asunto es que no parece que se sepa aprender la lección. El asunto es que no parece fácil dar a entender que del corporativismo nace la tecnocracia, y de la tecnocracia la idiocracia. Y que la idiocracia nos lleva a una sociedad incapaz de maniobrar ante imprevistos. O que, como es lógico, no hay una frontera bien definida entre corporativismo, tecnocracia e idiocracia..., por lo que ya deberíamos de ser capaces de encontrar las pistas de los tres tipos de enfoque en nuestra sociedad... Pero aun presentando las pistas, y aun habiendo filósofos reconocidos y reputados como Byung Chul Han, no es suficiente. Aunque se presente un par de películas como "Idiocracy" o "No mires arriba" no es suficiente, aún los ofendiditos se seguirán ofendiendo, y aún en las empresas se seguirán contratando a los que tengan apariencia de competentes - con miedo a perder la apariencia de competencia personal.
Creo que fue Ortega quien nos recordó que el que aparenta trabajar no trabaja. Efectivamente, los primeros indicios de idiocia fueron encontrados en su tiempo, cuando poco a poco se iba abandonando la modernidad para sustituirlo por una nueva forma de pleitesía: el corporativismo ¿Y qué iba a hacer Ortega y Gasset ante lo inevatible?
Lo normal era que todos se volvieran idiotas. Podías señalar con el dedo lo que iba a pasar, pero es inevitable. Les decimos "ésto es lo que se nos viene encima y no hay solución". Lo inevitable es que se acepte, pero es más fácil negarlo y ser víctimas de ello involucrándose. Es como señalar a una horda de zombies: sabemos que nos van a alcanzar, es inevitable, pero hay quien se niega a salir corriendo. Efectivamente, si lo normal es pasar por esa fase aún nos queda la pregunta de qué es lo que le queda a la humanidad si no es capaz de asumir que esa fase debe también sucumbir.
Cuando el protagonista de "Idiocracy" intenta encontrar una máquina del tiempo para volver atrás no es capaz de asumir que en una sociedad más idiota que la anterior el ser capaz de hacer algo así debía ser aún más difícil que en su propia época. Pero claro, es que el protagonista ya tenía indicios de idiotez. Aún así, acabó siendo el hombre más sabio de su época, asumiendo que no existe la máquina del tiempo. Bajando los baremos avanzar es muy fácil.
Y esto nos lleva al papel de la consciencia. Últimamente he podido redefinir algunos conceptos mediante una máquina que juegue al ajedrez: según parece el juego del ajedrez, un juego con un número finito de reglas, cumple las espectativas necesarias para entender la complejidad de la consciencia. Es decir, según parece una máquina que sea capaz de jugar al ajedrez como un ser humano ya podríamos decir que alberga la tecnología suficiente como para hablar de superar la singularidad mencionada antes. Y esto, que es algo que muchos suponíamos, es lo que hace poco con mis álgebras he creído demostrar de una manera feaciente.
Para ello solo he tenido que definir un lenguaje del ajedrez, basado en el lenguaje que usa un maestro apodado Manuel Morsa. Ese lenguaje bien podría recordar al CHE, pero ha sido expresamente simplificado para quedarse con la esencia. Bien, pues lo que yo he hecho ha sido incorporarle más complejidad de nuevo..., para así distinguir el conexionismo que hace el termómetro del proceso de reconocimiento de patrones que hace ese lenguaje. Y, considerando otros trabajos anteriores sobre moralidad y ética, así como mis estudios sobre la consciencia, al final me han cuadrado nuevas definiciones: un patrón de ajedrez se define por su capacidad para adelantarse a los plys (métrica que mide cuántas jugadas de ajedrez se hacen). Es decir, si la información mide la sorpresa, los patrones miden los backtrackings que genera el termómetro (el Principal Component que haya considerado el equipo). Sabiendo que el backtracking se puede medir por la altura de lo que se ha podado tras una mala decisión, la expresión resultante recuerda a la cantidad de información que nos da la experiencia de habernos equivocado calculando (usando la definición de Shanon de cantidad de información). Y esta cantidad de información será proporcional a los plys que se ahorrará por procesar el patrón.
¿Y qué son los patrones? Los procesos lentos y conscientes. Simple y llanamente.
Mediante la simplificación de Morsa se puede generalizar a cualquier problema PSPACE que se nos ocurra, no tiene que ser el ajedrez. Y de ahí entenderíamos porqué el ajedrez es tan fascinante: porque se comporta como una ciencia con su teorema de incompletitud. Es decir, la máquina tiene que ser capaz de reprogramar sus piezas y sus casillas para adaptarse con sus patrones a las reglas del ajedrez con sus propios teoremas.
Ya por lo pronto el número de piezas que he sido capaz de encontrar al ajedrez convencional supera la treintena (alfil en casillas negras, rey enrocado, etc...). La idea es que se incorporan más fichas para que sea más rápido de procesar los patrones, y así sustituir las expresiones booleanas por una proposición atómica.
Ahora bien, ¿cuál debe ser la reflexión final que nos lleve a la paradoja de lo inevitable y que hace casar todo lo comentado? Como pasa con la lectura de este texto, hay que reconocer distintos patrones, determinar qué bando es de los míos (blancas) y contra qué me opongo, qué posturas son amenazas y dónde estoy defendiendo mis posturas. Tras hacer un análisis completo tenemos una configuración de la polaridad de mis posiciones y se determina hasta qué punto casan todas las ideas. Esa casación es una descripción de jaque mate a partir de la apertura propuesta por esta entrada para conformar un patrón del que debemos ser conscientes para no tener que experimentar el error de entrar en la idiocia mediante la experiencia. Porque no es lo mismo analizar el kali yuga que vivirlo.
Para superar al idiota hay que pensar primero como él y dedicar nuestros esfuerzos en comprender todo el poder que aborda. Sin ir más lejos, las compañías más grandes de tecnología se está dando cuenta de los errores que están cometiendo para así distinguir qué es lo que es peso muerto, qué le genera tantos plys de pérdida de tiempo. Una vez reconocido el patrón general descubrirán el perfil de la idiocia en su propio sistema de captación de empleados.
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