De vez en cuando suelo soñar con el interior de una universidad, recordando a un campus cuyos aseos nunca me llegaron a inspirar. Por alguna razón entro en esos aseos misteriosos y resultan ser más grandes que las propias aulas; además de casi como compartidos. Me pongo a mirar de un lado a otro para ver dónde poder desahogarme, cuando veo que en realidad debo aguantarme porque ese sitio me da vergüenza. Un aseo te puede dar vergüenza porque parecería que las puertas no se cierran, que los que lo usan aprovechan cualquier circunstancia para hacer algo morboso de más, etc...
Haciendo un buen análisis, también es vergonzoso mearse en la cama - cosa que no hago. Pero claro, al despertarme de ese sueño comprobé que tenías unas fuertes ganas de ir al cuarto de baño. No es de extrañar que las ganas que tenía mi cuerpo se habían mezclado con el sueño. El hecho de que el cuarto de baño fuera grande era porque aún albergaba la esperanza de encontrar la manera de hacerlo, aun estando dormido; mi cerebro no aceptaba la realidad: yo no rompería mis propias normas sociales.
El asco aparece reflejado cuando la pena se hace tóxica, para evitar intromisiones y depresiones impropias en el cuerpo. La vergüenza debe vincularse con el asco en un sentido parecido. Hoy día la neurología habrá avanzado lo suficiente como para obtener muchísima información sobre la vergüenza, o cualquier otra cosa que se le parezca; pero da la impresión de que por mucho tiempo que pase existe unos límites que siempre se respetan.
Lo que hace que los animales sean sociales es la propia vergüenza. Incluso los psicópatas sufren alguna clase de vergüenza. Parecería que la vergüenza queda extraída en los que no la desarrollan según la teoría de la mente por parte de los autistas. Otro aspecto característico del autista, independientemente de que posteriormente desarrolle la habilidad, es que no es capaz de mentir o visualizar su mente en los ojos de otros. Aún así el autista es un ser social, pues puede empatizar con su entorno cuando éste le da las pistas necesarias como para formar parte de la multitud. La vergüenza es lo que te impide integrarte, para evitar la frustración de intentar un imposible. En ausencia de vergüenza, el sujeto tendrá que luchar contra la frustración - lo cual es un concepto intrínseco en la consciencia según mi axiomática. Es decir, quien no siente frustración no es un quién, es un qué.
Aún así no me imagino de antemano que se deba implementar un mecanismo preventivo a una máquina para evitar la sensación de frustración por intentar un imposible. Ese mecanismo debe justificar su existencia a través de la eficiencia: gracias a la vergüenza la máquina se para a indagar cómo evitar situaciones comprometidas. Situaciones donde la máquina se encuentra en una situación vulnerable ¿Por qué no se para constantemente a estudiar sus situaciones vulnerables? Parece más ventajoso: por ejemplo, en el ajedrez tiene más sentido que la máquina no pare de calcular posiciones en vez de pararse de vez en cuando.
Todo apunta a que debe ser por una especificación inherente a las criaturas vivas, y a la termodinámica, donde se trabaja con maquinarias que se cansan. De la misma manera, existen fuerzas electromagnéticas, como las corrientes de Foucault, que pueden provocar un recalentamiento en la electrónica. Por eso cualquier mecanismo que se use para limpiar el sistema de esas corrientes puede ser positiva, aunque haya que pasar por periodos de descanso. Quizá el determinar cuándo es conveniente trabajar la mente y cuándo se puede descansar debe ir en consonancia con la percepción social del individuo, para así conseguir la máxima ventaja como miembro del grupo.
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