El ser humano es muy gregario, se comporta como una máquina. Aquellas personas que han sido hacktivistas lo saben: se llega más lejos mediante la ingeniería social que mediante el criptoanálisis. Los sistemas de seguridad son más confiables cuanto más confiable es el protocolo humano. De la misma manera, todos los automatismos que se intentan implantar suele ser para mejorar la eficiencia y la seguridad, como puede ser el hacer las carreteras más rectas, o incorporar inteligencia artificial en los coches.
Ese caracter gregario hace que en el fondo tenga una idea en mente, por encima y por delante del resto. Trabajar con muchas ideas en paralelo es algo que hacemos todos, pero solo se puede ser consciente de una a la vez, solo se puede adquirir experiencia de una cosa a la vez. Esto es porque la historia que una persona vive donde la protagonista sea ella misma exige pasar por unas pautas espacio-temporales.
En cada momento el yo ha estado en un sitio y ha hecho una serie de cosas. Además el ser humano prestará una especial atención más en unas cosas que en otras; las palabras, los conceptos, mantienen una relación jerárquica en importancia, donde los conceptos más importantes imponen una dictadura ferrea frente al resto de los conceptos para generar una estructura piramidal con una pendiente exponencial. O así se refleja empíricamente gracias a la ley Zipf.
Mucho peor que la ley de la gravedad es la ley Zipf, pues la ley de la gravedad la podemos burlar mediante la ley de los vasos comunicantes, la de cambios de presión, la entropía..., pero la ley Zipf marca el paso de la consciencia del individuo, le obliga a prestar atención a cosas muy concretas. Es la ley que automatiza al individuo.
Los griegos estudiaron cómo el individuo se automatizaba dentro de su propio estudio de ingeniería social, lo llamaron retórica. La retórica es el estudio de las formas conativas en el lenguaje. Si decimos que el ser humano está fuertemente estructurado por la manera que tiene de ver el lenguaje todo apunta a que la retórica deberá reconocer también alguna clase de estructura.
De la misma manera podemos hablar del mito. Las historias que han conseguido ser herederas de su lengua fueron las que consiguieron matar al autor, al construirse un meme capaz de ser replicado - como ya he comentado en este blog. Una buena retórica, así como un buen mito, consigue convertir a su autor en un reflejo de intelectualidad de lo que se entiende por un precursor, un analista. El equivalente a un profeta o, quizá más apropiado, un prehombre. No como un protohombre, sino como alguien que se adelanta al resto. Un descubridor de mundos más que un creador mismo.
La retórica somete a las masas a decisiones que se preveen necesarias; igual que el mito consigue replicar experiencias que marcan a la sociedad por su dramatismo. En filología los estructuralistas son los que se preocuparon de adelantar los distintos niveles a los que se enfrentan para examinar la estructura de una obra. Es decir, no basta con una simple clasificación en fases sino que además debe complementarse con otras clasificaciones que permitan constituir todos los modificadores a las frases que se van emitiendo.
Como si fuera un juego de cartas, como el Gloomhaven, cada acción y cada carta representa un cambio en el contexto, y resulta que los juegos de tipo Dungeon siempre espera una serie de tónicas: que si unos monstruos a los que vencer, que si un modo de atacar, una manera de contabilizar la vida que tienes, la experiencia, el dinero..., y el azar, si corresponde. En esos juegos todas esas dimensiones van cambiando a medida que los jugadores van adoptando decisiones. Razón por la cual no se puede tener una única clasificación, porque los elementos con los que se trabaja en un mito o en la retórica suelen ser de diferente naturaleza.
Tal como veo las cosas, sí distinguiría el análisis estructural en tan solo 3 niveles. Donde el primero encajaría con la manera que tenemos de clasificar los objetos, o iconos, así como la manera que tenemos de clasificar los dioses (como pangeáticos, parejas, triadas o dobles parejas), así como la manera que tenemos de clasificar las obras del séptimo arte (largometraje, miniserie de dos capítulos, trilogía y serie)... Ya hablé en el blog de "lo inercial" sobre este nivel, pero donde también se ve reflejado es en el "Pistis sophitia", donde los 13 arrepentimientos corresponde con los 12 ciclos aeónicos del zodíaco que, una vez más, coincide con los 12 trabajos de Heracles para pasar de un loco a un dios.
El segundo nivel es el relativo a las 8 esferas o, como cito en este blog, los 8 pronombres. Son los actantes de la historia. Es importante reconocer en la retórica quiénes son los actantes, sus personajes. Porque es conocido que para Umberto Eco existe un autor ideal y un lector ideal; el autor idealiza a su lector y el lector a su autor. Sin embargo desde mi punto de vista ése enfoque está incompleto: los distintos actantes puede que se subdividan en estereotipos tan diversos como los arcanos mayores del tarot de Marsella; como describo en mi blog de explicaciones de Luces y espectros. En este nivel es donde nos encontramos con figuras que explican lo que es el logos para los griegos, pero también aparece el patriarcado de Simone de Beauvoir, que se parece mucho al Leviatán de Locke. Esta clase de arcanos son arquetipos con vida propia dentro de una civilización: parecen vivos, están entre nosotros, pero no viven si no es a través de nosotros. El meme sólo se repite mientras exista una cultura capaz de hacerlo. Es como el ruido que se mantiene molesto mientras haya alguien a quien poder molestar, pero con el detalle de que estas esferas, que para Propp eran 7, se comportan como si estuvieran vivas - mientras haya alguien que las reviva en el recuerdo. Es la sensación que debe generar creer en las hadas, como lo puede ser creer en un Hierofante, pues de su temor nace la idea de Dios.
El tercer nivel es el más bajo, pues es donde están las funciones del lenguaje. Con el tiempo y los años he comprobado que la mejor forma de automatizar la generación de textos es reconociendo la naturaleza de las funciones del lenguaje. Para Propp había una treintena de funciones del lenguaje, para Campbell había unas pocas menos. Para mí que todas las funciones de lenguaje son las mismas, pues la diferencia entre un género y otro es el orden de la clasificación de las funciones de lenguaje, que es siempre la misma. La misma secuencia de Estereotipo, Justificación, Idealismo y Pragmatismo. En una obra es posible romper esta secuencia, pero para iniciar una nueva que se debe mantener (como ocurre en el largometraje Porco Rosso, o como ocurre en El Quijote, para provocar un cambio en las esferas pasándolos de heroicos a románticos, o a la inversa), o puede que la ruptura de la secuencia se solape (como en el estudio del chiste antiguo) para generar una sensación de frivolidad si estamos plasmando un mundo lejano irrelevante o para generar una sensación de drama si estamos tocando alguna clase de realidad muy presente bastante relevante. Es decir, el truco está en la palabra "sound" del inglés, lo que llamo "relevancia"; que suele ir en contraste analogía con la palabra corrección, para conformar una suerte de completitud. Es decir, una historia muy relevante que consiga ser coherente con alguna clase de marco nos ofrecerá una teoría interna que nos permitirá hacer operaciones internas, es decir inferencias. Del drama se aprende, y de la comedia se comprende. Porque si no distinguimos lo irrelevante de lo relevante a muy poco se nos podría ir la pinza comiéndonos el coco por cosas sin importancia.
Hasta este punto he intentado hacer un compendio de ideas para tenerlas todas juntas, pero algo me dice que me dejo cosas en el tintero. Como la idea del marco: las funciones del lenguaje quedan definidas dentro de un marco que establece el propio logos. Lo cual no es poquita cosa.
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