jueves, 23 de septiembre de 2021

Revoluciones persistentes

Hay quien piensa que lo que hace que persista una revolución es la orgánica, que para que una democracia funcione hace falta una orgánica que invoque mediante un rito reiterativo la creación de un meme que pueda luchar contra los que intenten aprovecharse del pueblo. Pero claro, ¿para luchar contra la corrupción o los errores del gobernante hace falta meterle muchas piezas y cargos?

Hay quien quiere montar todo un entramado laberíntico dentro del sistema para que sea imposible sacarle provecho a nivel individual. El problema de incorporar trabas burocráticas consiste en que el sistema se vuelve pesado e ineficiente. Esa ineficiencia se puede volver incompatible con el uso de la razón, la conexión con el pueblo y, por consiguiente, puede desembocar en injusticias.

La burocracia desemboca en injusticias. Las injusticias sucumben al caos.

Como ya he comentado y repetido todas esas formas que tenemos de tecnocracia, corporativismo o hermandad sólo nos lleva hacia un camino basado en la idiocracia - donde importa más el estilo social que el talento o los contenidos racionales. En esa clase de mundos importa más quién eres que qué dices o haces. Por eso, entendemos que la idiocracia, donde sólo el encargado es quien se encarga y en base a lo que le han enseñado por repetición de ritos, no será capaz de asumir emergencias. La idiocracia, técnicamente es igual que la burocracia, pero donde nadie lo ve venir.

La tecnocracia desemboca en idiocracia. La idiocracia sucumbe al caos.

Hay quien ve en el socialismo algo "malo". Esa gente esperpéntica es incapaz de maniobrar pensamientos racionales. Algunos han podido ser amigos míos, no he sido capaz de hacerles entender porqué se equivocan. Lo entiendo, ser pedagógico es difícil, y los que vivimos aislados lo tenemos más difícil todavía. Pero el socialismo no puede ser ni bueno ni malo, porque cuando hablamos del pacto social hablamos de la razón por la cual una persona forma parte de su país, que es la razón por la cual el país se gana una razón de existencia. De lo contrario estaríamos obligados a respetar el país por conservadurismo tradicional, por la defensa plutocrática o por la tradición religiosa. Lo que pasa es que respetar la herencia familiar contradice la defensa plutocrática y cualquier tradición religiosa, la defensa plutocrática también contradice la tradición religiosa y, si adoptamos un compromiso con dos nos sobrará el tercero.

Conservadurismo, liberalismo e Iglesia conforman un trilema. La extrema derecha sucumbe al caos.

De la misma manera, cuando hacemos desaparecer el dinero, no reconocemos las propiedades privadas o nos ponemos a quemar iglesias a la gente le da una sensación de desamparo. La eliminación sistemática de una de las tres derechas exige un nivel de justificación que nos lleva un oxímoron.

Hacer desaparecer el dinero para usar el tiempo como moneda es por pedantería de izquierda.

Hacer desaparecer las iglesias para imponer la creencia de que no haya creencias  es por pedantería de izquierda.

Hacer desaparecer las propiedades privadas cuando se va a tener que mantener la intimidad es por pedantería de izquierda.

La pedantería de izquierda es extrema izquierda y sucumbe al caos.

Su puede hablar de una moneda, que cada cual tenga su religión en un estado laico y que haya leyes que protejan la propiedad privada legítima, en una defensa por la meritocracia fuera de burocracias observaremos una democracia que perdurará. Sin embargo, el objeto de este post era para mostrar otra implicación, y ésta ni se suele decir ni la he mencionado. Y que sirve para distinguir la política de un país de una ecoaldea.

La razón por la cual un país de verdad como España no puede copiarse simplemente el modelo finlandés es porque Finlandia por sí mismo no es un país del cual copiarse su gestión: le falta población, historia... Los problemas internos de un país en ocasiones se resuelven de una manera triste, como en su tiempo se descubrió en La India: el sistema de castas.

El sistema de castas, dice el induísmo, es algo que hay que defender por encima de todas las cosas, porque es lo que hace que se mantenga todo y permite al país ser persistente. Sin embargo el budismo, que también nació por esas tierras, intenta negar esa afirmación: el príncipe Sidharta aseguraba que no hace falta defender las castas, que todo está hecho para todos ¿Entonces? Está claro que la filosofía hinduísta es incompatible con la budista, hasta ahí llegamos todos, pero para poder entrar en contradicción antes al menos una de las partes debe tener una base argumentativa.

En una ecoaldea a penas habrá un centenar de personas, todas ellas hablarán entre sí y se rotarán los trabajos que sean comunes - si existiera esa clase de cometidos. En una ecoaldea hay letrinas no automáticas, y hay quien tiene que limpiarlas - lo cual no es agradable. Pueden juntarse todos los miembros de la ecoaldea, las distintas familias, y decidir cómo se van a organizar a la hora de hacer los trabajos menos agradecidos y a quién le va a beneficiar más: porque algo que es necesario puede aportar un beneficio privado por cómo se ejecuta. En el caso de limpiar letrinas el beneficio privado puede ser aprovechar el producto para fertilizar sus propios campos; pero si hay sobreexplotación para que sea la misma persona quien limpie las letrinas entonces puede aparecer productos sobrantes y, dependiendo del sistema de transacción y la especulación que permita la ecoaldea, podría provocar que se tire fertilizante que algunos vecinos podrían aprovechar.

En cualquier caso, cuando hay un conflicto sólo tienen que juntarse los vecinos y ellos deciden cómo afrontarlo. En cuanto aparecen los extremismos mencionados más arriba es probable que se sucumba al caos. Pero mientras sean pocas personas siempre existirán conflictos que podrán ser resueltos respetando la meritocracia, el uso de la razón y los valores de la democracia.

El problema es cuando empiezan a ser muchas personas.

Dice la ley Lithe que cuando algo es probable que ocurra lo que debemos hacer es suponer que ya ocurre en esa misma proporción. Ese mecanismo es fundamental para entender que cuando hay mucha gente, o cuando pasa mucho tiempo, es cuando empieza a ocurrir muchas cosas fuera de lo normal. Y para lo excepcional idealmente hay que tener una solución o reacción sistémica.

El tema que voy a tocar es el del individualismo, el adanismo, el mesianismo... Es ese afán que tienen algunos por creerse más importantes de lo que son, es una megalomanía que puede ser importante para crear grandes proyectos que se convertirán en el orgullo de toda la sociedad y, al mismo tiempo, como pasa con todo lo bueno, puede convertirse en el caballo de Troya que destruya lo que ha costado por tanto tiempo erigir. El individualismo pudo ingeniar a Dédalo unas alas, pero convertido en adanismo su hijo se acercó demasiado al sol. Como decía el buda, hay que encontrar un punto medio. No estoy nada en contra del ser individual, del héroe que pretende resolver problemas, de quien cree que puede intentar lo imposible o de quien inicia proyectos magníficos aunque parezca no corresponderle, pero ése es el tema que toca tomar.

Hace poco un chico ruso se puso a pegar tiros en un instituto. Mi catalogación al respecto es el mismo que cuando se pega tiros en EEUU: la gente se aburre y cuando tiene que enfrentarse a sí mismos se descubren diferentes, se ven héroes pero tienen una vida aburrida. El individualismo es lo que puede provocar esa sensación bipolar: mucha tensión, muchos estímulos y muchas espectativas. Pero luego todo es una mentira, y no quisieron reconocer la parte que era falsa. Quizá en el futuro no encuentren un trabajo y no sean capaces de ver cómo sentar la cabeza, cómo integrarse en el sistema porque nunca le enseñaron de manera natural cómo se integra el ser humano dentro del sistema. La enseñanza nunca fue auténtica.

Los niños aprenden por sí mismos que deben jugar a rol: jugar a los policías, a los médicos, a los jueces... Son los adultos los que pervierten a los niños en los patios y les obligan a no poder jugar cómo les es natural. Luego esos críos no han tenido la enseñanza natural de verse en el futuro, o simplemente la realidad no cumple con las espectativas que les enseñaron de pequeños: el sistema es falso, te promete oportunidades que no existen. Entonces es cuando se cabrean y quieren matar al sistema. Pero el sistema son personas, el sistema educativo..., nada más.

Para que una democracia persista debe superar el problema del individualismo que se confronta con una vida sin un futuro bien definido. Pues bien, los induístas lo descubrieron:

El individualismo implica castas.

Si se quiere crecer en sociedad con poblaciones muy densas se tiene que saber cómo se relacionan las personas. Y las personas masificadas no se relacionan como individuos, porque no vivimos en los tiempos de Pericles donde la gente podía subir a una colina a conversar. Los grupos masificados conforman castas, donde si no eres de la casta correcta no puedes dirigirle la palabra a ese señor.

Imaginemos un gran magnate, entonces se dirige a él un donnadie que quiere ser como él. "No, jamás serás como yo". Al magnate sólo le podrán hablar medios magnates, así se ahorra el tener que hablar con mucha gente y podrá centrar su atención a los asuntos mayores que le correspondan. 

Recuerdo en la universidad, mi primer año, tuve conocimiento de un profesor que había publicado en una revista prestigiosa y se me ocurrió preguntarle qué camino debía seguir para conseguir lo mismo. Entonces me miró con unos ojos de desprecio, ni me dijo nada..., sólo usó el desprecio como comunicación. La ausencia de sentido común en ese sujeto quedó patente entonces, y unos años después fue uno de esos profesores que no eran capaces de soportar mi talento y que me agredía por la espalda cuando tenía oportunidad. La ausencia de sentido común de jueces y administradores permitían que un sujeto así siguiera trabajando en la universidad. Por lo que ese hombre siguió agrediendo a terceros..., e impuso en la universidad su manera pervertida y mermada de ver la tecnología. Obviamente lo de mermada lo sé de primera mano porque acabó siendo profesor mío, e incluso me llegó a pedir consejo sobre un tema tecnológico en el cual este hombre estaba siendo un completo intrusista de lo más infantil.

Por eso hay que tener cuidado con las castas, quienes más las defienden suelen estar muy mal de la cabeza y en realidad lo que defienden es el intrusismo: intentan hacer creer a los talentosos que ellos no son capaces de hacer lo que sí son capaces de hacer, intentan colarse dentro de un sistema sin saber cuáles son los pilares que lo sostiene, se valen de títulos o corporativismos para promocionar y ser indultados... Todo eso tiende a la idiocracia, como ya he comentado al principio.

Pero existen unas castas meritocráticas que parece que defiendo. Algo así como que siempre habrá una respuesta para cada cual en virtud de los pasos que se hayan dado para la urdimbre en la que se hayan embarcado.

Es decir, cada cual elige su urdimbre y ésta se desarrolla como en un encaje de bolillo dando varios pasos. Cuando una persona se cruza con otra la sociabilidad debe ganar siempre, pero nadie tiene derecho a saltarse los pasos que le correspondan. 

Me dijo un colega qué debe haber estudiado para poder decir que ya es ingeniero informático, ante lo cual le di una lista de umbrales necesarios. Obviamente le respondí sin saber si él ya los había superado o no, porque el razonamiento era relativo a dónde se encuentra el paso de la ingeniería informática, distinto a ser informático y distinto a ser experto profesional en informática. Cada paso jerárquicamente corresponde como si fueran números naturales, hasta llegar a un nivel de madurez donde los hilos convergen a posiciones muy cercanas: el ingeniero informático profesional experto se parecerá mucho al matemático profesional experto. Así, las distintas urdimbres que se unían en la inexperiencia y se separan en tramos diferentes luego vuelven a converger para conformar una única cuerda al adquirir la suficiente experiencia.

La educación que reconoce los juegos de rol implica a la persistencia del sistema sin necesidad de castas.


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