No es lo mismo la fuerza que el esfuerzo; tampoco es lo mismo una pulsión que la fuerza o el esfuerzo.
El esfuerzo puede evocar a una capacidad para albergarlo, a la capacidad para soportarlo, o incluso a la capacidad para invocarlo. La pulsión puede interpretarse como una fuerza que no es impulsada salvo por sí misma, cuando la fuerza admite un carácter más externo o reacción más medible.
Existe una gran cantidad de formas en las que ha sido transformada la palabra esfuerzo: el esfuerzo se puede ver como sinónimo de fatiga y de voluntad, que son antónimos entre sí. Obviamente el filólogo no admitirá una clausura de sinónimos inconsistente, así que el uso de la palabra esfuerzo debe cambiarse por un término más técnico.
El esfuerzo es la palabra favorita de todas las religiones. Los musulmanes lo llaman jihad, los cristianos lo llaman áscesis. El asceta es la persona que se esfuerza por su amor a Dios. Pero claro, para el cristiano no hay martirio si el objeto o fin último no es Dios mismo, ni vocación que no sea la propia llamada de Dios a hacer algo en la vida.
El esfuerzo es lo que usamos para hacer posibles los proyectos que tenemos, y también es lo que se alude cuando hablamos de personas que sufren y deben aguantar. Hay gente que aguantó en campos de concentración y si sabemos de ellos es porque aguantaron, porque hicieron el esfuerzo. Yo no soy de esos que necesitan aguantar para que se sepa de ellos, pero aún así haremos el esfuerzo.
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Cuando una persona necesita ayuda todo individuo necesita invocar a tres esfuerzos internos para tener fuerza para dar, para ofrecer la ayuda. Nietzsche nunca nos dijo de dónde provenía la fuerza dadora, sólo hacía propaganda de ella. Considero importante reconocer de dónde viene la fuerza para dar.
Cuando hay un accidentado, o cuando alguien necesita que le echen un cable con mayor o menor urgencia, siendo una emergencia más o menos importante y teniendo más o menos exclusividad el que ofrece la ayuda, así como disponiendo de un contexto más o menos favorable socialmente, surgen tres tipos de esfuerzos que deben ser superados: el intelectual, el físico y el moral.
Si una persona no aplica intelectualmente el mínimo esfuerzo entonces no se le ocurrirá cómo ayudar, asímismo la fuerza o capacidad para llegar adonde le piden llegar y por el último el moral, el querer ayudar a alguien así por parte de cada cual. En cuanto uno de los tres esfuerzos sea débil entonces toda la cadena se romperá, porque hay quien demanda una ayuda que requiere muchísimo esfuerzo - y si alguien quiere ser ayudado debe descubrir que los tres elementos tienen que ser favorables lo máximo posible.
Es como el arte de la guerra de Sun Tzu, si las fuerzas te son favorables ganas la batalla. Si cuando pides ayuda no resulta un esfuerzo el ayudarte entonces tendrán la necesidad de hacerlo. Y eso es porque no hay nada más sencillo para un bebé que gatear hacia quien le pide que vaya, a un niño andar hacia quien le pide ayuda, a un adolescente correr hacia quien pide auxilio..., y cuanto más ejercitemos nuestro esfuerzo mayor fuerza tendremos para dar, y más poderosos nos volveremos porque ese esfuerzo se quedará entre nuestras capacidades para lo que sea, incluido para aguantar aunque no tengas motivos para hacerlo.
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