Las historias apocalípticas pueden dividirse en dos tipos: las que provienen de alguna clase de desastre o conjuro, y las que provienen de la propia planificación e idiotez humanas. Así, distinguimos las películas futuristas de zombies, Mad Max o 28 días después, por poner unos, de películas como 1984, Brasil, La máquina del tiempo, etc...
Esa distinción, sin importar exactamente si hablamos de futuro lejano o cercano, acaba resumiéndose en una crítica hacia el mundo político actual, hacia la posible deriva de éste a la planificación y la burocracia..., y entonces tendremos una idea de historia apocalíptica. Pero si partimos del mundo político actual, tocamos la aparición de accidentes, que un demonio nos condene y cosas así, entonces veremos que la crítica se centra más hacia la otra versión. Es decir, es como si algunas críticas fueran contra el ultraliberalismo y otras contra el ultraprogresismo.
Cuando yo hice mi novela sabía perfectamente de esa dicotomía, así que me ocupé de intentar mostrar ambos desastres a la vez, mientras ocultaba al gran hermano de la historia y reincidía en la existencia de radiación externa. Intentaba mostrar un mundo apocalíptico producido por la propia sugestión del lector. Al menos, quiero decir, lo intenté. Y es cierto que los que han leído mi novela parece que tienden a querer buscar más. Así que es posible que haya conseguido el efecto. Aunque también quise que la novela fuera juvenil y, sin embargo, ese aspecto parece que no salió bien.
Ahora se me han enfriado los ánimos con eso de lanzar proyectos: ¿para qué? ¿Dónde está el mercado? No basta con hacer algo de calidad, también hay que ofrecer algo que la gente demande, y saber venderlo - al menos, tener acceso a ese mercado.
Creo que los proyectos en los que me he metido han salido bien en bruto: buenos teoremas, buenos programas, buenas novelas, buenos análisis de texto... Pero al final falla el producto final. Pasa como en mi tienda: tan pronto como encuentro unos proveedores que me generan beneficios, luego por la capital hay unos cambios de distribuidores a gran escala y ahora estoy trabajando con productos que nunca he vendido - justo lo que sé que me funciona es lo que he perdido. Tener un negocio es no complicado, a veces dependes de las derivas financieras de los grandes portadores de dinero. Gente que, supuestamente, no conoces ni te conocen.
Son las reglas del capital. Y no, no son meritocráticas.
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Ahora estoy con esa extraña fusión de todos los proyectos en uno..., estudios sobre la adquisición del lenguaje natural, aprender un nuevo idioma para probar suerte en otro país y la idea de qué tipo de material formativo sería ideal para hacerlo en el mínimo tiempo. Así que intento empaparme de los mejores, como en su tiempo hice para estudiar japonés. Leo de todas las técnicas que intentan enseñarte cada idioma en pocas semanas y, además, tengo mi propia experiencia yendo a cursos presenciales, cursos a distancia, etcétera...
Pero busco, comparo y veo que mi idea es inmejorable. Me enteré hace poco de un experto que, de lejos, parecía ofrecer lo mismo que ofrezco yo. Hoy mismo me ha llegado su libro, no es lo mismo. Lo veo cada vez más claro: puedo ofrecer algo en exclusividad. Aunque aún no lo he desarrollado. Pero si funcionara podría automatizarse su construcción para la mayoría de los idiomas (si no para todos). Eso sin cometer los errores típicos de centralizar el aprendizaje en un idioma sin tomar en cuenta que algunos son silábicos y multitonales como el chino y otros tienen un alfabeto fónico diferente como el ruso..., por ejemplo. Son pequeños desafíos..., ¿pero tendré ganas de afrontarlos cuando no hay futuro ni perspectiva posible? ¿Tengo proyecto de futuro?
No veo ninguna clase de historia por acabar en ninguna parte.
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