Hoy he descubierto que puedo explorar Twitter, a pesar de haber sido baneado. La propia empresa me decía que tenía que borrar un mensaje, lo han borrado ellos, pero no me han quitado el baneo - que creo que será de por vida ¡No veas tú cómo protegen a la ZORRA de Monasterio! Al parecer los políticos tienen una piel muy fina... Y es curioso porque es aquí donde me paso tres pueblos y, aún así, tampoco veo que sea para tanto.
Así que estuve ojeando por esa red social para ver si encontraba noticias y cosas de esas. Tras ver la portada de El Jueves sobre Afganistán, de cómo a una mujer por ser mujer no le dejaban hacer nada me vino a mi recuerdo exactamente todo lo que me hacían en la universidad. Y han tenido que pasar casi dos décadas para plantearme qué debí hacer en aquel momento y no hice...
Lo pienso y creo que habría sido más adecuado: hablar con un buffete de abogados para iniciar un proceso por lo penal contra toda la universidad de Murcia por daños y perjuicios, por discriminación, por vejaciones, por dejar en la indefensión a un estudiante, por fomentar la violencia... Sé que iniciar ese proceso no habría llegado a nada, y que habría sido muy caro - pero entonces podría ir a la prensa, podría ir a instancias judiciales superiores, podría estamparles a los jueces de lo penal lo corruptos que son con documentos oficiales donde se les ve comiendo mierda oficial oficialmente y con cuchillo y tenedor.
Es decir, conformarme conque haya constancia oficial y apartarme, no complicarme la vida, no era lo adecuado. Imponer a puñetazo limpio los límites del respeto para que no los sobrepasaran quizá no fuera lo adecuado, porque mucha gente no entenderá a la víctima cuando es ésta la que somete físicamente a su agresor - la gente tiene muy poca cultura de derechos humanos, sobretodo los juristas. Se supone que la víctima debe aparecer como llorando, arrastrándose por el suelo, pareciendo un completo desecho humano... Entonces el jurista puede que reaccione, siempre y cuando el funcionario agresor no se ponga a llorar más fuerte, claro. Ya me lo explicó un juez: los agresores también son víctimas. Toda una explicación de cinco palabras. Cinismo en estado puro. Preludio de lo que acabaría siendo un acto de prevaricación y el riesgo de hacer firme una sentencia aberrante al sospechar que la mayoría de los magistrados están mal de la cabeza.
Pero claro, ¿e iniciar un proceso a parte? Como en las películas de Hollywood. Como en plan juicio estrella con el mayor número de humillaciones, pruebas, testigos..., llamando a la prensa. Cuando eres víctima no te das cuenta, prefieres agachar la cabeza, simplificarte... Pero eso es porque crees que puede ser peor para todos los que quieres ayudar: que tendrás menos fuerza para dar y, por consiguiente, muchos podrían salir perdiendo.
Pero ese error que cometía era un claro adanismo: nunca he sido realmente imprescindible, nunca he sido realmente tan necesario. Mi fuerza para dar es irrisoria, el mundo ya tiene fuerza para moverse por sí mismo: no tengo que ser yo el único hamster que gire la rueda. Lo que debí hacer en su momento fue hablar con varios buffetes de abogados, tantearlos, y encontrar uno que realmente quisiera llevar el caso en exclusividad, que le echara ganas, que pusiera argumentos, que mi diera una agenda y que yo pudiera corroborar cómo esa agenda va avanzando. Un buffete dispuesto incluso de ir contra los jueces que soltaban a los agresores, en vez de encerrarlos cautelarmente por reincidencia. Que investigaran la estafa que estaban llevando a cabo con la compañía de seguros, por el cual ganaban dinero por cada agresión. Que investigaran también si estando en la cárcel aún seguían cobrando por la plaza de profesor de universidad. Es decir, que se mojaran.
Sé que hay gente que cuando le va realmente mal considera el demandar a quienes les llevaron por ese camino. Quizá tenga yo motivaciones para demandar ya sea a la universidad como a los propios jueces que me llevaron por el camino de la amargura, que me congelaron la existencia. Pero hoy día mis principales problemas se extienden: el no tener título, o el estar en una lista negra - a saber, hace que los editores jefe no quieran abrir un proceso de revisión de pares sin darme una respuesta sincera. Es decir, que me digan: es porque no tienes título. O que me digan: es porque tu carrera no tiene oficialidad. Pero no me dicen eso, quizá porque saben que algunos de sus amiguetes, hermanos, colegas de corporación..., se quedarían fuera.
Y me lo he planteado, ¿acaso no sería más oportuno demandarlos a ellos? Pero claro, luego lo pienso ¿demandarles porque no me publican mi tecnología en unos journals que, por eso mismo, ahora pienso que son una auténtica mierda? ¿Cómo puedo fiarme de su sistema de selección? ¿Por qué iba a sentirme mejor formando parte de esa clase de equipos? ¿Por qué iba a querer ser un investigador o que me reconozca esa chusma mi tecnología? ¿Qué gano con ese reconocimiento?
Entonces la angustia que antes sentías porque veías que el mundo se volvía más y más idiota poco a poco se desvanece, porque no hay sitio donde colocar la decepción. Estás ante niños pequeños, gente inocente que ha olvidado lo que es poner ese muro que crea una imagen falsa. Aceptaron la imagen falsa, pero se olvidaron de que ellos mismos la instalaron para defender el corporativismo. Antes eran corruptos, pero en sus ritos se han ido volviendo idiotas.
¿Qué gano siendo reconocido rodeado de idiotas?
Las mujeres afganas tienen una esperanza: al menos en algún momento dado podrán marcharse. Tendrán que ser pacientes, incorporar algún país en su agenda personal y llorar mucho. Entonces hasta es posible que alguien las acoja... Salvo por el detalle de que Afganistán es un país más o menos igual de grande de España, lo que quiere decir que mujeres cultas habrá como la décima parte - no sé. Y eso nos llevará a que una región completa sea trasladada... Ya se olvidarán os votantes de la mayoría de las afectadas. En cuanto haya un cierto contingente de refugiadas satisfechas los votantes europeos y americanos se sentirán satisfechos. La gente sabrá que ese contingente no es lo suficientemente grande pero se olvidará fácilmente de la mayoría, porque no quieren sentirse frustrados.
Mi historia genera frustración también, supongo.
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